Tras
más de un mes viajando por EE.UU., no veo mejor forma de regresar al blog que
hacerlo con un artículo sobre el cine estadounidense. Mientras que para muchos
el cine estadounidense constituye todo lo que entienden por “cine”, para otros
esconde lo peor de la industria: tópicos e imagen de superioridad. Pero lo
cierto es que, nos guste o no, los estadounidenses han alcanzado la perfección
en casi todos los géneros y estilos cinematográficos, algo que no debe ser
menospreciado.
Los paisajes de westerns como Centauros del desierto se han convertido en un icono del cine estadounidense |
No
obstante, no fue en EE.UU. donde nació el cine, sino en Francia, donde los
hermanos Lumière realizaron la primera proyección cinematográfica de la
historia en 1895, con títulos como Llegada
de un tren a la estación de la Ciotat, que se limitaba a mostrar una
realidad cotidiana, o El regador regado,
la primera comedia. Fue también allí donde George Méliès se convirtió en el
padre del cine fantástico con la sorprendente Viaje a la
luna (1902).
Sin
embargo, ya en 1891 había patentado el estadounidense Thomas Alva Edison el
kinetoscopio, el precursor del proyector de cine. Aunque en realidad fue su
ayudante Laurie Dickson, la mente creativa de Edison, quien lo desarrolló inspirándose en las series fotográficas de caballos al galope de Eadweard Muybridge. Desgraciadamente, la exagerada patente del proyecto
obligó a los demás cineastas a buscar sus propios medios de embarcarse en el
séptimo arte.
Asalto y robo a un tren se considera el primer gran clásico del cine estadounidense |
En EE.UU.,
las primeras exhibiciones de películas para grandes audiencias se hicieron en los descansos de los shows de vodevil. El
cine no tardó en convertirse en negocio y los empresarios empezaron a viajar
por el país con sus películas. Una de éstas se convertiría en una de las obras
más importantes de la historia, tanto por sus avances en el campo del montaje
como por considerarse el primer western. Se trata de Asalto y robo a un tren, creada en 1903 por Edwin S. Porter, quien
demostró que escenas grabadas en distintos momentos y lugares podían alternarse
para contar una historia más completa. Es decir, introdujo el montaje como
recurso cinematográfico.
La racista El nacimiento de una nación fue la base del lenguaje cinematográfico tal y como lo conocemos |
Pero
fue D. W. Griffith quien se convirtió en el auténtico padre del cine
estadounidense al introducir el flashback y el primer plano en El nacimiento de una nación (1915), una
cinta épica de tres horas de duración que resultó tan impresionante como
racista, ya que el Ku Klux Klan aparecía como salvador y los esclavos
afroamericanos como auténticos villanos descerebrados. Aunque, a causa de esto,
la valoración crítica de la obra resulta complicada, lo innegable es que así
nació el lenguaje cinematográfico tal y como lo entendemos hoy en día. A modo
de disculpa, al año siguiente Griffith rodó la colosal Intolerancia (1916), en la que cuatro historias de injusticias
sociales y religiosas son alternadas para transmitir la idea de su título. Un
presupuesto descomunal dio lugar a decorados impresionantes cargados de miles
de extras. Por tanto, queda de manifiesto que la grandiosidad ciega a los
productores desde tiempos inmemoriales, ya que una sencilla comedia de Buster
Keaton como El cameraman (1928) podía
alcanzar el mismo éxito gracias a unos simples pero cuidados gags.
El cameraman es uno de los mejores ejemplos de la comedia absurda |
Con el
primer plano surgieron también las primeras estrellas cinematográficas, siendo
Theda Bara la primera actriz en convertirse en objeto de una campaña
publicitaria que renovó por completo su imagen para transformarla en una
exótica vampiresa. Mientras tanto, el italiano Rodolfo Valentino se convirtió
en el latin lover por excelencia y su
prematura muerte llevó a varias admiradoras al suicidio.
Aunque
en sus orígenes el epicentro del cine fue Nueva York, los productores no
tardaron en trasladarse a Hollywood a causa de los grandes espacios para rodar
y el buen tiempo. Fue allí donde nacieron los cinco grandes estudios
cinematográficos, Paramount, Metro-Goldwyn-Mayer, 20th Century Fox, Warner Bros
y RKO, a los que se unieron otros tres de menos envergadura: Universal, Columbia
y United Artists. Todos ellos seguían un
sistema basado en la eficacia y los largos contratos de permanencia que,
gracias a las estrellas y los géneros, permitía crear películas en serie a bajo
coste que cumplieran determinados parámetros de éxito asegurado para un
determinado tipo de público. Por desgracia, esto iba en detrimento de la
creatividad y la innovación, ya que el negocio era lo primero, pero sí supuso
la creación de películas perfectas dentro de sus géneros.
El cantor de Jazz marcó la introducción del sonido en el cine y recibió un Oscar honorífico por ello |
Lo que
tampoco ayudaba a la libertad creativa era el Código Hays, establecido por la
Motion Picture Producers and Distributors of America (MPPDA) en 1934 bajo orden
de William H. Hays, líder del partido republicano. Este exagerado libreto
prohibía toda exaltación, por sutil que fuera, del mal, el pecado, el crimen,
el desnudo, el alcohol, las palabrotas, la blasfemia o la sexualidad y
establecía normas exactas sobre el vestuario (o, más bien, la ausencia de él) de
los actores y actrices. Y es que la sociedad estadounidense siempre ha sido
mucho más conservadora de lo que algunos quieren creer.
Alas, la primera película oscarizada de la historia, mostraba un claro homoerotismo inesperado |
En
1927, el cine fue un paso más allá con la introducción del sonido. Fue en plena
crisis financiera cuando la Warner Bros decidió probar suerte y alternar los
habituales subtítulos con diálogos y canciones en El cantor de Jazz, de Alan Crosland, a la que siguió la espantosa Lights of New York (Bryan Foy, 1928), sólo celebre por ser la primera cinta plenamente sonora. Ese mismo año, Mickey Mouse
saltó a la fama en El botero Willy
(1928), dirigida por Walt Disney y Ub Iwerks, el primer cortometraje de
animación con sonido sincronizado. Y, dos años después, la Academia entregó los
primeros premios Oscar de la historia, recayendo el de mejor película en Alas (William A. Wellman, 1927) por
encima de la muy superior Amanecer
(F. W. Murnau, 1927). Lo que empezó como una especie de reunión de amigos no
tardó en convertirse en uno de los eventos más esperados por la industria
cinematográfica, dando lugar a múltiples conflictos entre las productoras.
Gracias al color, Robin de los bosques ha resistido al paso del tiempo |
El
segundo Oscar a mejor película recayó en el primer musical de la historia: Melodía de Broadway (Harry Beaumont,
1929), de narrativa mediocre pero gran valor de innovación. Este género no
tardó en convertirse en uno de los más populares y en la imagen del esplendor
de la Edad de Oro de los estudios. La elegancia de Fred Astaire y Ginger Rogers
en las películas de la RKO se oponía al vibrante ritmo de Gene Kelly y Judy Garland
para la MGM, pero el público recibía a todos ellos con entusiasmo. Con la
llegada del sonido también cobró fuerza el género de aventuras, con clásicos instantáneos
como King Kong (Ernest B. Schoedsack
y Merian C. Cooper, 1933), con efectos visuales sorprendentes para la época, y Robin de los bosques (Michael Curtiz y
William Keighley, 1937), protagonizada por Errol Flynn y la bella Olivia de
Havilland (quien le acompañó en 9 films), cuyo enfrentamiento con su propia hermana, Joan Fontaine, daría
lugar a algunos de los cotilleos más sonados del mundillo. Ambas eran, por
cierto, dos de los rostros más habituales del melodrama, conocido como "el género de las mujeres".
Charles Chaplin critica la industrialización con humor en la genial Tiempos modernos |
No
obstante, la llegada del sonido también supuso el fin de las carreras de muchos
intérpretes cuyas voces no estaban a la altura de su imagen (Mary Pickford, Douglas
Fairbanks…), tal y como refleja el excelente musical Cantando bajo la lluvia (Gene Kelly y Stanley Donen, 1952). Mientras
la diva Marlene Dietrich era de las pocas en hacer una fluida transición del mudo
al sonoro, el cineasta Charles Chaplin decidía tomárselo con calma y seguir
rodando películas mudas durante años, haciéndonos olvidar la importancia del
sonido en obras maestras como Luces de la ciudad (1931), Tiempos
modernos (1935) y El gran dictador (1940).
Lo que el viento se llevó fue la primera película para la que se empleó el término "diseño de producción" |
En
1939, la MGM sorprendió al mundo con la película más famosa de la historia, Lo que el viento se llevó, codirigida
por Víctor Fleming, Sam Wood y George Cukor, quien abandonó el proyecto por
petición del actor principal Clark Gable, quien, aparentemente, tenía poco
interés en trabajar con un director abiertamente gay después de haber él mismo
trabajado como chico de compañía… En cualquier caso, él y Vivien Leigh
protagonizaron el romance épico del siglo en un año que, aun hoy, se considera
el mejor de la historia cinematográficamente hablando. Quien lo dude, puede
echar un vistazo a La diligencia,
primer western de John Ford rodado en el Monument Valley; El mago de Oz, esplendoroso y colorido musical fantástico de Víctor
Fleming; Ninotchka, donde Greta Garbo
nos hacía reír por primera vez bajo la dirección de Ernst Lubitsch; o Caballero sin espada, icónico drama de
Frank Capra protagonizado por el adorado James Stewart.
Blancanieves y los siete enanitos no es el primer film animado, pero sí el primero de éxito y trascendencia |
Los
años 30 y 40 dieron lugar a todo tipo de películas memorables para todos los
gustos, desde la colección de títulos de terror de la Universal que dio
comienzo con El doctor Frankenstein
(James Whale, 1931) hasta los clásicos animados de Walt Disney iniciados por Blancanieves y los siete enanitos (David
Hand, 1937), pasando por obras maestras instantáneas como El halcón maltés (John Huston, 1941), primer ejemplo de cine negro,
la mítica Casablanca (Michael Curtiz,
1942) con Humphrey Bogart e Ingrid Bergman formando la pareja del siglo, la alegre Cita en San Luis
(Vincente Minnelli, 1944) con sus pegadizas canciones o la pasional Gilda (Charles Vidor, 1946), que convirtió a Rita Hayworth en el sex symbol por excelencia. Por desgracia, la innovación y el éxito no iban
siempre de la mano y un título como Ciudadano
Kane, en el que Orson Welles arriesgó en la profundidad de campo, el
claro-oscuro, los travellings, los contrapicados y picados… y ofreció absoluta
perfección en interpretaciones y sonido, pasó sorprendentemente desapercibido
en su momento. Eso sí, el tiempo pone a cada uno en su lugar y dicha película
encabeza casi todos los listados de mejores películas de la historia
confeccionados desde entonces, algo que tampoco deja de ser exagerado.
La señora Miniver reflejaba las preocupaciones del público de la época: familia y guerra |
En
cualquier caso, aquellos eran los tiempos de la II Guerra Mundial y no es de
extrañar que la innovación cinematográfica palideciese ante cintas patrióticas
como La señora Miniver (William
Wyler, 1942) que hoy han sido prácticamente olvidadas. De hecho, un tercio de
las producciones de 1942 estaban relacionadas con la guerra, sin duda como
causa del desastre de Pearl Harbour. Muchos cineastas decidieron mostrar su
apoyo a la patria, siendo el caso más representativo el de Frank Capra, quien, poco
antes de dirigir su icónica Qué bello es
vivir (1946), se puso al frente de la serie documental Why we fight (1942-1945) para apoyar a las tropas. El cine se
convirtió así en una fuente de optimismo y unión nacional y gracias a ello
Hollywood alcanzó el punto más álgido de su historia. No obstante, la industria
del cine no tardó en sufrir una auténtica división interna a causa de la Caza
de Brujas del senador McCarthy que quedaría de manifiesto en la recogida del
Oscar por La ley del silencio (1954) de
Elia Kazan, quien recibió tanto aplausos por su magnífica labor como
abucheos a causa de su traición a compañeros comunistas que vieron así
terminadas sus carreras (muchos de ellos se verían obligados a utilizar nombres
falsos durante años). La sensación de inseguridad derivada de la captura de comunistas fue un duro golpe para Hollywood, que vio así terminada su etapa dorada de producción.
Además, el reinado del cine como producto de entretenimiento llegó a su fin
durante los años 50 a causa del nacimiento de su “hermano pequeño”: la
televisión. De la noche a la mañana, todo el mundo tenía un televisor en su
casa, lo que, unido al traslado de las familias acaudaladas al extrarradio, se
tradujo en una reducción importante de la taquilla cinematográfica. La
televisión fue declarada enemiga del cine y convertida en tabú cinematográfico,
siendo el caso más representativo la prohibición de los estudios Warner de que
un aparato televisivo apareciera en cualquiera de sus películas.
Richard Burton y Jean Simmons son rostros habituales de los dramas épicos, como La túnica sagrada |
No
obstante, la televisión tuvo un efecto muy positivo en el cine estadounidense:
la innovación. Para triunfar, había que ofrecer productos diferentes y
novedosos. En 1953, La túnica sagrada,
drama bíblico de Henry Koster, alcanzó un gran éxito gracias a la introducción
del CinemaScope, que ofrecía pantallas alargadas llenas de color y espectáculo.
La grandiosidad se convirtió en clave del éxito y las historias bíblicas, a
menudo rodadas en España e Italia para reducir gastos, vivieron un gran auge.
Aun así, el alto coste y el constante descuido del guión a menudo dificultaban
recuperar los gastos, y, si no, que se lo digan a Cleopatra (Joseph L. Mankiewicz, 1963), cuya producción sin
miramientos (caprichos de la estrella Elizabeth Taylor incluidos) dejó en bancarrota a la 20th Century Fox.
La imagen rebelde de Brando en Salvaje no gustó demasiado al ala conservadora |
Mientras
el Código Hays era poco a poco ignorado hasta el punto de que el drama sobre el
alcoholismo Días sin huella (Billy
Wilder, 1945) se hiciera con el Oscar a mejor película, el sistema de estudios
entraba en decadencia y géneros tan populares como el cine negro y el western
perdían fuelle en detrimento de películas más frescas y sorprendentes. Clave a
este respecto fue una nueva generación de jóvenes más rebelde y libre que
gozaba de privilegios económicos que sus padres ni habían soñado y empezaba a
cuestionarse las opiniones de aquéllos. Actores como Marlon Brando y James Dean
se convirtieron en iconos de la juventud gracias a Salvaje (László Benedek, 1950) y Rebelde sin causa (Nicholas Ray, 1955), respectivamente, donde
mostraban las preocupaciones de la juventud de la época y el afán por el riesgo
y la independencia. Ambos procedían de la escuela del Método de Lee
Strasberg, que no se conformaba con la interpretación, sino que buscaba la
conversión del actor en su personaje.
Audrey Hepburn triunfó en Vacaciones en Roma; era la actriz ideal para los amantes del Hollywood dorado |
No
obstante, el cine estadounidense no dejó por ello de lado los grandes romances
ni las divertidas comedias, como muestran clásicos como la delicada Vacaciones en Roma (William Wyler,
1953), que lanzó al estrellato a Audrey Hepburn en compañía de Gregory Peck, o
la divertida Con faldas y a lo loco
(Billy Wilder, 1959), fantásticamente protagonizada por Jack Lemmon, Tony
Curtis y Marilyn Monroe, infravalorada actriz que se convertiría en símbolo de
la crudeza de Hollywood y que, curiosamente, llamó la atención de los
productores por primera vez en una cruda película sobre el mundo del
espectáculo, la magnífica Eva al desnudo
(Joseph L. Mankiewicz, 1950), que supuso un sorprendente regreso de Bette Davis en mejor forma que nunca. La sensualidad de Monroe se oponía a la dulzura
de Hepburn y ambas se convirtieron en las dos actrices más icónicas de la
historia. Eso sí, ni siquiera las superproducciones llenas de estrellas
lograban superar en taquilla a clásicos Disney como Peter Pan (Clyde Geronimi, Hamilton Luske y Wilfred Jackson, 1953)
o La bella durmiente (Clyde Geronimi,
1959).
Los
tiempos siguieron cambiando y el cine terminó aliado con la televisión, que le
permitía recuperar ingresos no obtenidos en las salas. Además, el talento
televisivo se pasó a la gran pantalla con éxitos como Marty (Delbert Mann, 1955), primera y única película galardonada a
la vez con el Oscar a mejor film y la Palma de Oro de Cannes, todo ello por
limitarse a contar la historia de un hombre sencillo (Ernst Borgnine, hasta
entonces villano secundario clave) con el que cualquiera podía identificarse.
Por influencia del cine europeo y por la propia necesidad del público, la
cotidianidad empezó a dominar la gran pantalla.
La sexualidad de El graduado parece casi infantil hoy en día, pero fue todo un shock en 1967 |
Sorprender
a los espectadores se convirtió en el objetivo principal del cine, bien con
unos efectos especiales nunca vistos (Los
diez mandamientos, de Cecil B. DeMille, 1956), bien matando a la
protagonista a mitad de la película (Psicosis,
de Alfred Hitchcock, 1960). La clave estaba en dar a los espectadores algo que
sólo pudiesen obtener en las salas. Fue así también como el sexo y la violencia
fueron introduciéndose poco a poco en la gran pantalla, en contraposición a la televisión,
de carácter más familiar. En 1967 el Código Hays dejó pasó al sistema de
calificación por edades, lo que permitió a El
graduado, de Mike Nichols (quien, además de ganar el Óscar, se convirtió
así en el primer director que cobra un millón de dólares por su trabajo),
mostrar una relación pasional entre el joven Dustin Hoffman y la madura Anne
Bancroft, y a Bonnie & Clyde, de
Arthur Penn, mitificar a dos ladrones de bancos fantásticamente interpretados
por Warren Beatty y Faye Dunaway. Los productores descubrían así que la
audiencia se identificaba mucho más fácilmente con personas que dudan y caen en
el pecado que con héroes clásicos y carismáticos como el Cary Grant de Luna nueva (Howard Hawks, 1940) o el John Wayne de Centauros del desierto (John Ford, 1956), aunque éstos siempre tendrían su hueco en el imaginario colectivo. Incluso La calumnia (Willim Wyler, 1961) se
atrevía a mostrar la ansiedad de una mujer lesbiana (Shirley McLaine) enamorada
de su compañera de trabajo, aunque con gran sutileza, por supuesto. Por su
parte, John Cassavettes se convirtió en autor de culto con obras como Rostros (Faces) (1968). Eso sí, el hecho
de que Sonrisas y lágrimas (Robert
Wise, 1965) fuera la película más taquillera desde Lo que el viento se llevó deja claro que el carácter escapista del
cine distaba mucho de desaparecer.
El cazador fue criticada por varios cineastas liberales, pero obtuvo 5 Oscars por su impacto |
La
ideología revolucionaria de los sesenta dejó huella en el cine, especialmente a
partir de las revueltas de 1968, ocasionadas por millones de jóvenes
descontentos con el modo en que funcionaba la sociedad. El asesinato los Kennedy y de Martin
Luther King y la incursión de EE.UU. en la guerra de Vietnam fueron algunos de
los acontecimientos clave de una época marcada por la lucha social contra la
desigualdad de género y color de piel. El triunfo del film racial En el calor de la noche (Norman Jewison,
1967) en la ceremonia de los Oscar de 1968 fue visto como una muestra de apoyo
de la Academia a las reivindicaciones, ya que la calidad del mismo era inferior
a varias de las nominadas. El polémico cine underground de artistas como Andy
Warhol surgió como una mera provocación a la sociedad establecida, mientras que
varios cineastas de prestigio dedicaron sus obras a Vietnam, desde la visión
izquierdista de El regreso (Hal
Ashby, 1978), protagonizada por la reivindicativa Jane Fonda, hasta la más
derechista pero igualmente crítica El
cazador (Michael Cimino, 1978), donde Christopher Walken protagonizó la impactante y polémica escena de la ruleta rusa.
Cuando se estrenó La guerra de las galaxias, la ciencia-ficción era un género olvidado |
Aunque
la sexualidad del cine americano no era comparable a la del cine europeo o
asiático, la violencia alcanzó la cumbre en 1971 con La naranja mecánica, con la que Stanley Kubrick, quien ya había
sorprendido con su 2001: Una odisea en el
espacio (1968), dejó en shock a los espectadores de todo el mundo. Durante
los setenta, surgió el fenómeno blockbuster gracias a dos películas clave: Aeropuerto (George Seaton, 1970),
primera de una serie de películas sobre desastres naturales, y Tiburón (Steven Spielberg, 1975),
grandísimo éxito veraniego que arrastró a los jóvenes a las salas una y otra
vez; por su parte, El planeta de los simios (Franklin J. Schaffner, 1968) dio origen a una saga tan variada como irregular. Eso sí, nadie podía augurar entonces el éxito que el joven George Lucas alcanzaría
con La guerra de las galaxias (1977),
brillante película de aventuras futuristas que lanzó a la fama a Harrison Ford
(pronto convertido en el Indiana Jones de En
busca del arca perdida, ideada por Lucas y dirigida por Spielberg en 1981)
y dio lugar a varias secuelas y precuelas de éxito, series de televisión y
millones de productos de merchandising, convirtiéndose en la producción más
exitosa de la historia.
Alguien voló sobre el nido del cuco presenta una impresionante interpretación de Jack Nicholson |
Eso sí,
el Oscar a mejor película fue a parar ese año a Annie Hall, primera obra madura del gran escritor y director Woody
Allen, quien rodaría prácticamente una película por año desde entonces, la
mayoría combinando la emblemática esencia de la ciudad de Nueva York con las
dudas existenciales de sus habitantes. A ello se oponía la visión descarnada y
cruel de la gran ciudad de nuevos cineastas como Francis Ford Coppola, que nos
regaló con El Padrino (1972) la
representación más realista del mundo de la mafia hasta la fecha; Roman Polanski, quien
retrató un mundo sin esperanza en Chinatown
(1974); Milos Forman, quien mostró los problemas de la excesiva disciplina en Alguien voló sobre el nido del cuco
(1975); y Martin Scorsese, cuya violenta Taxi
Driver (1976) debía mucho a la impresionante interpretación de Robert de
Niro. Incluso el musical se convirtió en un género oscuro y revolucionario en Cabaret (Bob Fosse, 1972), maravillosamente protagonizado por Liza Minnelli, y la extravagante The Rocky Horror Picture Show (Jim Sharman, 1975), aunque, por
desgracia, John Travolta y Olivia Newton-John marcaron con la exitosa Grease (Randal
Kleiser, 1978) el adiós definitivo del género tal y como le había
ocurrido al western unos años atrás.
Blade Runner pasó desapercibida en su día pero ya es un clásico |
Los
ochenta afianzaron el carácter palomitero del cine de terror y aventuras
fantásticas con éxitos como Alien, el
octavo pasajero (Ridley Scott, 1979), E.T.
el extraterrestre (Steven Spielberg, 1982), Terminator (James Cameron, 1984), Pesadilla en Elm Street (Wes Craven, 1984) o Regreso al futuro (Robert Zemeckis, 1985), aunque auténticas obras
maestras como El resplandor (Stanley
Kubrick, 1980) o Blade Runner (Ridley
Scott, 1982) fueron incomprensiblemente despreciadas por crítica y público.
Mientras tanto, David Lynch se convertía en uno de los cineastas con más
personalidad de la década gracias a Terciopelo
azul (1986), que destapaba la oscura realidad de los barrios residenciales.
Clave del éxito de éstos y otros films fue la aparición del VHS, lo que daba a
las películas una vida comercial mucho más larga.
Macauly Culkin triunfó en Solo en casa pero al final se convirtió en símbolo del fracaso de los niños estrella |
Los
chillidos del joven Macauly Culkin de Solo
en casa (Chris Columbus, 1990) marcaron el inicio de una década prodigiosa
para el cine estadounidense con un enorme número de obras maestras: El silencio de los corderos (Jonathan
Demme, 1991), La lista de Schindler
(Steven Spielberg, 1993), Cadena perpetua
(Frank Darabont, 1994), Se7en (David
Fincher, 1995), Mejor… imposible
(James L. Brooks, 1997) o la revisión del western en Sin perdón (Clint Eastwood, 1992) son algunos ejemplos. Además,
Quentin Tarantino y los hermanos Coen se ganaron al público joven con Pulp Fiction (1994) y Fargo (1997), respectivamente, ambos films que acompañaban la
violencia de una grandísima calidad cinematográfica. Incluso los adolescentes
parecían ávidos de sangre, lo que garantizó un interminable número de películas
de terror de gran popularidad y menor calidad, como Scream. Vigila quién llama (Wes Craven, 1996) y sus interminables secuelas.
Julia Roberts se ganó al mundo con comedias románticas como Pretty Woman, una cenicienta moderna |
En
contraposición, encontramos Titanic
(James Cameron, 1977), que batió todos los records gracias al maravilloso amor
de Kate Winslet y Leonardo DiCaprio, y el auge de las comedias románticas como Pretty Woman (Garry Marshall, 1990), que
convirtió a Julia Roberts en “la novia de América”. Sin olvidarse del apogeo del
estudio Disney, que nos regaló una serie de maravillosos musicales animados
iniciada por La sirenita (John Musker
y Ron Clements, 1989) y perfeccionada en El
rey león (Rob Minkoff y Roger Allers, 1994). Su éxito incitó a otros
cineastas a seguir sus pasos, como muestran obras como Anastasia (Don Bluth y Gary Goldman, 1996) y El príncipe de Egipto (Simon Wells, Steve Hickner y Brenda Chapman,
1998), pero nadie logró superar la magia Disney de cintas como La bella y la bestia (Gary Trousdale y
Kirk Wise, 1991), primer largometraje animado nominado al Oscar a mejor
película.
Toy Story es la primera película realizada íntegramente por animación digital |
Además,
la tecnología por ordenador no tardó en influir al séptimo arte, tanto por la
aparición del DVD, como por su uso cinematográfico, bien para añadir realistas
dinosaurios a Jurassic Park (Steven
Spielberg, 1993), bien para confeccionar la película por completo, como en el
caso de Toy Story (John Lasseter,
1995), el primer largometraje de Pixar, que se convertiría en el estudio más
querido de todos gracias a éxitos como la divertida Buscando a
Nemo (Andrew Stanton y Lee Unkrich, 2003) y la emotiva Up (Pete Docte y Bob Peterson, 2009). Todas ellas cuentan además
con magníficas bandas sonoras, las cuales han mostrado un auténtico auge en los
últimos años en todo tipo de géneros gracias al talento de compositores como James
Horner, John Williams, Howard Shore, Alexander Desplat o
Hans Zimmer.
Mi Idaho Privado es un icono del cine independiente: personajes solitarios en busca del sentido de la vida |
A nivel
menos comercial, Gus Van Sant sorprendió con Mi Idaho Privado (1991), clave del denominado New Queer Cinema, un
movimiento que pretendía transmitir una imagen más realista y menos edulcorada
de la comunidad LGTB. Pero, claro, solo una estrella de la talla de Tom Hanks
logró dar a un homosexual enfermo de SIDA el respeto que se merecía en Philadelphia (Jonathan Demme, 1993).
Hanks obtuvo un merecido Oscar por ello (logro que repetiría al año consecutivo con la reaccionaria pero popular Forrest Gump, de Robert Zemeckis), al igual que haría Hilary Swank seis
años después por su emotiva interpretación de un joven transexual en Boys don´t cry (Kimberly Peirce, 1999).
Curiosamente hasta que se estrenó la gran Brokeback Mountain (Ang Lee, 2005), ninguna película sobre esta temática causó el impacto y el
rechazo de Thelma & Louise
(Ridley Scott, 1991), cuyas heroínas criminales (fantásticas Susan Sarandon y
Geena Davis) se ganaron la identificación del espectador desde el principio,
pero recibieron todo tipo de ataques injustos del ala conservadora. Dos años
antes, Spike Lee había sorprendido a
EE.UU. con su Haz lo que debas
(1989), primer éxito comercial hecho por afroamericanos sobre afroamericanos.
El
cambio de década supuso el reconocimiento definitivo del cine de animación con
la creación de su propio Oscar. Shrek
(Andrew Adamson y Vicky Jensom, 2001) y Ice
Age: La edad de hielo (Chris Wedge y Carlos Saldanha, 2002) son dos de los
ejemplos más exitosos y dieron lugar a interminables secuelas. Y es que la
secuela y el remake son también, por desgracia, claves del cine americano
moderno, ya que han probado ser la forma más efectiva de triunfar en taquilla
sin importar la calidad. Y, si no, que se lo digan a la saga de Piratas del Caribe, cuya primera
entrega, La maldición de la perla negra
(Gore Verbinski, 2003), es sin duda la mejor y la que menos recaudó en
taquilla.
Avatar revolucionó el cine con sus efectos visuales, su diseño de producción y su fotografía en tres dimensiones |
Si en
los años 50 el cine tuvo que enfrentarse a la televisión, el siglo XXI marcó la
aparición de un enemigo mucho más poderoso: Internet. Ante la facilidad para
ver películas online de forma gratuita, la grandiosidad y el espectáculo se han
convertido en el modo más sencillo de arrastrar al público a las salas. Un
fascinante diseño de producción y el perfeccionamiento de la tecnología 3D
convirtieron a Avatar (James Cameron,
2009) en la película más taquillera de todos los tiempos. Curiosamente, ya se
trató de hacer frente a la televisión en su día con el 3D, pero en plenos años
50 esa tecnología no había sido perfeccionada lo suficiente.
Juno muestra que sólo hace falta un buen guión e interpretaciones bien dirigidas para crear un clásico |
Aunque
Peter Jackson demostró con su trilogía de El Señor de los Anillos (2001-2003) que la perfección técnica y artística no
está reñida con la calidad narrativa, lo cierto es que la mayoría de
superproducciones contemporáneas olvidan que la innovación del vestuario, el
maquillaje, la dirección artística y los efectos visuales no es suficiente si
no va acompañada de un buen guión. Al final, cintas independientes como Cookie´s fortune (Robert Altman, 1999), Lost in translation (Sofia Coppola,
2003), Entre copas (Alexander Payne,
2005), Pequeña Miss Sunshine
(Jonathan Dayton y Valerie Faris, 2006) y Juno
(Jason Reitman, 2007) alcanzan un grado de calidad mucho mayor y dejan una
sonrisa mucho más amplia por el mero hecho de plasmar las realidades de gente
sencilla en un guión brillante carente de artificios.
El estilo de videoclip de Chicago es muestra de la cultura moderna |
Entre
las apuestas más arriesgadas y sorprendentes del cine estadounidense reciente
encontramos Requiem por un sueño
(Darren Aranofsky, 2000), sobre el duro mundo de las drogas; Memento (2000), en la que Christopher
Nolan presenta una narración en sentido inverso ideal para contar la historia
de un hombre (Guy Pearce) que pierde la memoria constantemente; Big Fish (Tim Burton, 2003), que utiliza
con gran habilidad la fantasía para hablar del amor paternal; V de Vendetta (James McTeigue, 2006),
thriller político ambientado en un futuro arriesgadamente cercano protagonizado
por Natalie Portman; y El árbol de la
vida (Terrence Malick, 2011), una difícil reflexión sobre el universo y la
vida humana que demostró que Brad Pitt ya no era una simple estrella sexy.
Hasta la comedia romántica vivió un auténtico giro con (500) Días Juntos (Marc Webb, 2009), una brillante película sobre
el amor… sin amor, mientras que el thriller El ultimátum
de Bourne (Paul Greengrass, 2007) puso un impresionante final a la trilogía
del agente interpretado por Matt Damon gracias a un vibrante montaje de imagen
y sonido. Además, el éxito del musical australiano Moulin Rouge (Baz Luhrmann, 2001) llevó al resurgir del género en
EE.UU. y, pese a que ninguno alcanzó la calidad de éste o los grandes clásicos,
Hollywood celebró su regreso premiando a Chicago
(Rob Marshall, 2002), en el que Renée Zellweger y Catherine Zeta-Jones nos sorprendieron rompiendo el escenario, con el Oscar a mejor película en su 75ª edición.
En tierra hostil fue la primera película en reflejar la realidad de la guerra de Irak |
Aunque
las estrellas de cine siguen siendo clave a la hora de atraer a la audiencia,
el antiguo misticismo de éstas ha dejado paso a la naturalidad y, aunque George
Clooney o Naomi Watts mantienen su estatus inalcanzable, otros como la joven
Jennifer Lawrence, última ganadora del Oscar a mejor actriz por su vibrante
interpretación en El lado bueno de las
cosas (David O. Russell, 2012), han demostrado que se puede ser parte de
Hollywood sin dejarse arrastrar por la hipocresía y las apariencias que antaño
criticaba El crepúsculo de los dioses
(Billy Wilder, 1950). Y hablando de los Oscar, conviene destacar que en el año
2009 Katherine Bigelow se convirtió en la primera directora ganadora de uno por
su impresionante trabajo para En tierra
hostil, durísimo retrato de la guerra de Irak, la cual había influido enormemente en la industria y dado lugar al polémico documental Fahrenheit 9/11 (Michael Moore, 2004), enormemente crítico con el mandato de George W. Bush.
El cine
de EE.UU. sigue siendo ejemplo de excesos y superficialidad, pero los cineastas
han demostrado estar cada vez más preocupados por los asuntos de la gente de a
pie y, en múltiples ocasiones, se han convertido en personas clave para
denunciar injusticias o apoyar causas sociales. Estrellas como Paul Neman o Angelina Jolie incluso han dedicado gran parte de sus vidas a mejorar el planeta de un modo u otro. Criticar el cine americano es
olvidar que Hollywood constituye tan sólo una parte de él e incluso atacar a
Hollywood directamente supone una generalización injusta que olvida los cientos
de horas que los grandes clásicos rodados en el paraíso de Los Angeles nos han
hecho llorar, reír y vivir aventuras inimaginables.
American Beauty ataca todos los tópicos de la sociedad estadounidense con humor y ácida ironía |
El cine
estadounidense sufre sin duda del carácter egocéntrico de un país que ha evolucionado
a un ritmo demasiado trepidante para poder asimilarlo. Cintas como Apolo 13 (Ron Howard, 1995) incitan a la
sonrisa por su excesivo carácter patriótico, pero en su contraposición están
obras como American Beauty (Sam
Mendes, 1999), interpretada con gran naturalidad por Kevin Spacey y Annette Bening, que atacan de lleno al sueño americano. Durante más de cien años,
el cine estadounidense ha creado historias para todos los gustos y públicos,
desde todos los puntos de vista imaginables. Por supuesto, aun queda mucho por
hacer y el cine estadounidense debe hacer honor a su posición privilegiada ante
el gran público con productos de calidad en los que la innovación técnica no
trate de ocultar la mediocridad del guión.
En
cualquier caso, tópicos y críticas aparte, si hay algo que los estadounidenses
hacen mejor que nadie es avivar nuestras ansias de soñar. Sólo hay que ver el
emotivo discurso de Meryl Streep al recoger su tercer premio Oscar, lo que aún
la sitúa a un galardón de la cuatro veces premiada Katherine Hepburn, para
comprobar que la magia del cine existe y está presente en quienes lo crean y disfrutan.
Durante mi estancia en EE.UU. me di cuenta de que, si bien este país esconde
muchos puntos negativos en sus excesos y afán de superioridad, no hay mejor
lugar en el mundo para comprobar que la vida está llena de puertas y todo –absolutamente
todo– es posible. Quizá la vida no sea tan fácil como nos hace creer el romance entre los guapísimos Cameron Díaz y Jude Law de la edulcorada The Holiday (Nancy Meyers, 2006), pero
lo cierto es que sólo aceptando que los sueños son posibles podremos empezar a
intentar alcanzarlos.
© El copyright del texto pertenece exclusivamente a Juan Roures
© El copyright de las imágenes pertenece a sus respectivos autores y/o productoras/distribuidoras
Estupendo post! Da gusto leer cosas tan curradas!
ResponderEliminarPD: Tus fotos dan mucha envidia...
Muchas gracias! Me alegro de que te guste el artículo (y las fotos jeje)
EliminarVeo que has venido con las pilas muy bien puestas. ¡¡¡Algunos tienen una suerte!!! No me cabe la menor duda que eres el mejor storyteller. ¿Qué piensas de Avatar? Mojate.
ResponderEliminarMuchísimas gracias :) Como guionista en potencia, ya puedo serlo! jeje.
Eliminar¿Avatar? Sinceramente, creo que debo volver a verla para dar una opinión completamente fundada, pero, ya que preguntas, voy a mojarme. Creo que "Avatar" es una película muy importante por su contribución técnica que podría haber sido una obra maestra de contar con una historia más original.
No me uno a quienes tachan su guión de mediocre, porque, aún así, la historia funciona, pero sin duda sobran tópicos y toda la imaginación que desborda el film en el plano técnico se echa de menos en el plano narrativo. Pese a ello, gracias al diseño de producción, los efectos y la fotografía, verla es toda una experiencia que yo disfruté. De todos modos, "El señor de los anillos" y "Star Wars" le dan mil vueltas contando con un presupuesto mucho menor. Y tú, ¿qué opinas?
Estoy totalmente de acuerdo contigo, sin embargo creo que pasará a la historia por dos razones: la primera porque, no sé por qué razón, es la que mejor ha logrado trasladar a la pantalla la tecnología de 3D, y la segunda, porque incorpora un interesante personaje, una respuesta a la propuesta de mujer-ciborg de Donna Haraway, el que interpreta Sigourney Weaver. Tú, que has tenido la suerte de pisar suelo norteamericano, y al que me gustaría ver convertido en un buen guionista (que ya lo vales), sabes lo avanzados que están en este país los estudios sobre el constructo de género y la creación de un modo de representación alternativo. La segunda parte, la de los navis, es mucho más discutible, aunque incorpore alguna cita a la Guerra de Irak nada desdeñable y la denuncia de la destrucción desde el aire.
EliminarTe echábamos de menos.
ResponderEliminar¡Y yo a vosotr@s! :)
EliminarCómo te curras todos los post!! Son geniales, me encantan. Espero que te hayan ido genial las vacaciones, bienvenido!!
ResponderEliminarMuchas gracias! :) La verdad es que con éste me he pasado jeje, pero os debía un largo artículo tras mi larga ausencia!
EliminarQué visión tan completa de toda la historia!
ResponderEliminarSigues manteniendo el mismo nivel alto que siempre.
Una duda que me ha surgido a raíz de tu artículo, ¿llegó a terminarse alguna película en 3D en los años 50? Eso sí que parece de ciencia ficción!
Gracias! Pues sí, de hecho se hicieron unas cuantas, pero más que 3D resultaba borroso y los espectadores acabaron sufriendo dolores de cabeza. Además, el sistema era muy incómodo para quienes ya llevaban gafas. Al final, las películas buenas hechas para 3D (por ejemplo, Crimen Perfecto, de Hitchcock) se volvieron a estrenar sin esa tecnología molesta. Fue ese fiasco lo que llevó a Hollywood a tardar tanto en volver a intentarlo.
EliminarQue sabio :)
EliminarSi señor!! Tus post no pueden ser más completos e ilustrativos (y muy bien redactados). Enhorabuena.
ResponderEliminarMuchísimas gracias! :) Me hace mucha ilusión que los valoréis porque yo disfruto haciéndolos!
EliminarMagnífico repaso por la historia del cine estadounidense. Qué voy a decir yo de este cine; adoro el cine clásico, los mitos, los años 40, 50, directores como Mankiewicz,Hawks, Wilder, Wyler... Hollywood como bien dices nos ha hecho soñar con grandes historias, personajes inmortales... pero por supuesto no todo es la meca dorada y fuera de ella directores independientes han contado historias cercanas, reales y sin el yugo de los grandes estudios.
ResponderEliminarPor cierto, aún recuerdo las horas que pasamos en la carrera viendo Intolerancia, en su día nos pareció un poco tostón pero fue clave para el lenguaje cinematográfico venidero.
Nos seguimos leyendo :D
Muchas gracias! Está claro que hay películas que, al menos hoy en día, están más para el análisis que para el disfrute como tal. "El nacimiento de una nación", además de racista, es bastante interminable. Pero, vistas como objetos de estudio representantes de una época, resultan hasta divertidas! Saludos.
EliminarMagnifico reportaje,Juan.Largo y muy bien redactado.Ese paisaje de CENTAUROS DEL DESIERTO,donde rodó John Ford varias de sus películas,es todo un homenaje al cine americano.Un saludo.
ResponderEliminarMuchísimas gracias. La verdad es que el Monument Valley, que es donde se rodaron multitud de westerns míticos, es un símbolo clave de EE.UU. y tuve claro que sería la imagen de cabecera del artículo. Durante mi estancia en EE.UU. tuve la ocasión de visitarlo y resulta emocionante. Saludos.
EliminarBuenísimo artículo! Y que delicia de redacción! Sorprende comparar las primeras producciones con las últimas!
ResponderEliminarMuchas gracias! Me alegro de que te guste. Desde luego, comparar películas de distintas épocas es sorprendente, y es que el séptimo arte ha evolucionado a una velocidad prodigiosa. Saludos.
EliminarMaravilloso artículo! Me llena de orgullo ser tu amiga :D
ResponderEliminarGracias :) Me alegro de que te gustase!
EliminarNo se trata de estar o no de acuerdo. Limítate a escribir las palabras niño+prodigio+fracasado y verás que todas las entradas hablan de Macaulay Culkin. Eso no quita que también sea un símbolo del cine de los 90 o que se le recuerde con mayor o menor cariño.
ResponderEliminarYo en ningún momento le he llamado fracasado; todo lo que he dicho es que es el símbolo del fracaso del niño-estrella, que no es lo mismo. Bien es sabido que ser un niño famoso a menudo no solo no ayuda sino que perjudica y si preguntas a cualquiera a este respecto, se acordarán de Macauly Culkin y Lindsay Lohan. Eso los convierte en símbolos de esta triste realidad. La comparación con Hitler no tiene nada que ver, porque yo no estoy diciendo que el hecho de que mucha gente asocie a Macauly con el fracaso signifique que él sea un fracasado, sólo estoy diciendo que ello lo convierte en un símbolo de ello.
ResponderEliminarquiero formar parte de vosotros solo quiero compartir mi gusto por el cine y añadir mis ricas experiencias y aprender más
ResponderEliminarSoy neófita en esto de las blogs, pero soy cinéfila desde hace tanto... mi amiga y yo yo en el colegio coleccionábamos fotogramas cuando las demás lo hacían del" super pop" muy respetable, por otra parte:-) mucho que contar y mucho que absorber y comp
ResponderEliminarartir
Hola Yolanda, gracias por el interés. Esta página es personal, siendo Juan Roures el único redactor. No obstante, si quisieras escribir un artículo sobre un tema concreto, puedes proponerlo y, si cumple los requisitos, sería publicado como colaboración especial. Un saludo.
EliminarUn gran trabajo.Sin palabras.
ResponderEliminarles recomiendo este sitio donde ver pelis online estan las mejores de todos los diferentes generos
ResponderEliminarExcelente. Aprendí bastante. Me gustó. Gracias.
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