Maggie tiene un plan tras otro. Algunos, como
la decisión de ser madre soltera, la implican sólo a ella (o, ¡ay la
ingenuidad!, eso se cree). Otros van más allá, involucrándose intrusivamente en
la vida de los demás hasta rozar el absurdo. Todo ello, desde las mejores
intenciones. A simple vista, Maggie puede parecer una psicópata manipuladora,
pero basta conocerla para comprobar que su afán por controlarlo todo tan sólo
esconde una encantadora inocencia bañada de inseguridad. Y es que, en realidad,
Maggie es la mejor amiga que se puede tener, alguien dispuesto a poner la
satisfacción ajena por delante de la suya, así como a hacer las mayores locuras
por el bien de los demás (al margen de que sea ella a quien debemos el “mal”
previo). ¿Pero quién es Maggie? Pues nada más y nada menos que la maravillosa Greta Gerwig, la única intérprete que
podría dar al personaje tan perfecta mezcla de candor y chifladura, tal y como
ya probó en las maravillosas Frances Ha
(2012) y Mistress America (2015),
ambas dirigidas por Noah Baumbach y ambientadas, al igual que la película
que nos ocupa, en un flamante Nueva York que, invadido por tan apacible música
y tan frescos diálogos, vuelve inevitable pensar en el gran Woody Allen.
Maggie's Plan nos recuerda cuán frágiles y peculiares son en última instancia las relaciones humanas |
Maggie’s Plan (2016) es el último largometraje de Rebecca Miller, cuyas Angela (1995), Intimidades (2002), La balada
de Jack y Rose (2005)
y La vida privada de Pippa Lee (2009)
también contaban con carismáticas mujeres como protagonistas. Y probablemente sea
el mejor de los cinco. Parece por tanto que a la guionista y realizadora de
Connecticut le ha sentado bien el salto a la comedia, si bien sus andaduras en
el drama son latentes en la melancolía que inunda su quinto trabajo. Así, como
sucede en las mejores creaciones de los mencionados Allen y Baumbach, el
dramático contexto se aborda desde un humor tan simpático como punzante que,
lejos de evitar tomarse en serio a los personajes, fomenta la empatía hacia
ellos. Que casi todos los diálogos sean dignos de enmarcar para el recuerdo quizá
sea irreal, pero es una licencia que, no sólo debe aceptarse como es, sino que
curiosamente no rompe con la perenne naturalidad pretendida. A ello beneficia un
excelente reparto donde encontramos, junto a la genial Gerwig, a la versada Julianne Moore, los siempre frescos Bill Hader y Maya Rudolph, el rudo vikingo
Travis Fimmel y un Ethan Hawke habituado al tono de la
propuesta gracias a sus colaboraciones con Richard Linklater.
El cartel de Maggie's Plan resalta la relación entre Gerwig y Hawke |
Borrosa como la vida misma, la película tiene
en el destino su tema principal: ¿podemos jugar con él o somos sus prisioneros?
Que todos somos esclavos de nuestros hijos nonatos es sólo una de las curiosas
ideas nacidas de un guion siempre dispuesto a sorprender y enamorar. Tal y como hacía Mia Hansen-Løve en la magnífica El porvenir (2016), la
reflexión vital se entremezcla con la cotidianidad para cobrar una dimensión
tan cercana como filosófica. Entretanto, el amor se presenta frágil e inestable, pero también como una red de salvamento. Al final, nos hallamos ante la historia de varias
almas perdidas entre sentimientos no siempre fáciles de comprender, lo que los
sitúa en un complejo juego donde nadie tiene claro qué hacer para ganar. Todos
se encuentran a años luz de la perfección, no temiendo el desprejuiciado guion
adentrarse en el patetismo a sabiendas de que los ha dotado de suficiente
humanidad para que los aceptemos tal y como son. Tan profunda como sencilla, Maggie’s Plan es una joyita sobre el
desamor, la frustración, la soledad, el fracaso, las meteduras de pata y otros
pequeños problemas que el día a día contemporáneo nos ha enseñado a afrontar y,
a ser posible, superar con una sonrisa.