Regular está
siendo el recibimiento de Into the Woods en España. Pero no me
sorprende, pues conjuga los tres géneros más tristemente infravalorados:
musical, fantasía y comedia. Y, claro, hace falta ser fan de los tres (o, al
menos, de los dos primeros) para disfrutar de la nueva película de Rob Marshall, adaptada por James Lapine a partir de su propio
musical de Broadway, que le granjeó a él el Tony a mejor guion y a su
compañero Stephen Sondheim el
concerniente a mejor composición musical. Con éste último se reunió hace doce
años Rob Marshall tras el éxito de Chicago
(2002) —que obtuvo 13 nominaciones a los Oscars (incluyendo mejor dirección) y
ganó 6 (incluyendo mejor película)— con la intención de llevar al cine uno de
sus musicales, como Follies o Sweeney Todd. Y ahí empezó todo.
Caperucita, Cenicienta, Jack (con sus habichuelas) y Rapunzel coinciden en el bosque (into the woods) |
Convencido de su
idoneidad para el cándido Marshall, Sondheim le ofreció Into the Woods. El cineasta estuvo de acuerdo, pero el best-seller de
Arthur Golden se puso en su camino, dando lugar a Memorias de una Geisha (2005). Y después llegaron Nine (2009) y Piratas del Caribe 4 (2011). Visto lo visto, Marshall habría hecho
bien en centrarse en Into the Woods,
pero necesitó tomarse su tiempo para asimilar tan potencial grandeza. Entonces,
en 2011, en el décimo aniversario del 11-S,
el cineasta escucho a Barack Obama dirigirse a las familias de las víctimas con
un “No estáis solos… Nadie está solo” que le recordó inevitablemente a la
conmovedora canción “No one is alone” del musical, así como
al esperanzador mensaje del mismo. De ese modo, tras una década de auténticos
bodrios que jamás debieron ver la luz, Marshall decidió que había llegado la hora
de adentrarse en el bosque, un lugar donde buscar sueños, afrontar miedos, perderse…
y reencontrarse.