Desde que el
hombre puso por primera vez el pie en la luna, la fascinación por los misterios
del firmamento ha crecido a ritmo exponencial. Así, el universo se ha
convertido en una gigantesca incógnita que nos aterra y atrae a partes iguales,
y nos insta a hacernos preguntas sobre el mundo que habitamos y la propia vida
humana. ¿Por qué estamos aquí?, ¿somos los únicos habitantes del universo?, ¿es
real nuestra existencia? Múltiples son las cuestiones e infinitas las
respuestas, pero pocas las verdades absolutas. Por eso, el espacio exterior se ha
convertido en un tema ideal para el cine, tanto en la vertiente de fantasía y
ciencia ficción, como en los dramas más realistas. Y es que, ante la falta de
respuestas, la única solución es hacer volar la imaginación. Y para eso no hay
mejor medio que el séptimo arte.
El aterrizaje del cohete en la luna de Viaje a la luna es una de las imágenes más icónicas del séptimo arte |
De hecho, el
propio género fantástico nació gracias al espacio. El pionero George Méliès —homenajeado por Martin Scorsese en La invención de Hugo (2011)— creó en 1902 una de las obras audiovisuales más míticas de la historia: Viaje a la luna. En ella se narraba la llegada de seis astrónomos al satélite
de la Tierra. Innovando con las disoluciones, las superposiciones y, por
supuesto, el montaje, el genio francés revolucionó el cine, dominado hasta
entonces por el corte realista de los hermanos Lumière. Así, combinando su
experiencia teatral con un poco de magia y mucha imaginación, surgió la primera
obra maestra del séptimo arte. Por desgracia, los tiempos posteriores a dicha
cinta estuvieron marcados por dos guerras mundiales que hicieron desaparecer
los sueños de muchos de viajar al espacio. Y es que, mientras familiares,
amigos y conocidos caen ante las balas, ¿quién tiene tiempo para preocuparse
por el resto del universo? Aún así, hay que destacar a la alemana La
mujer en la luna (1929), del gran cineasta vienés Fritz Lang, primer
largometraje sobre un viaje espacial que se vio perjudicado por tratarse de una
pieza de cine mudo estrenada justo ante la irrupción del sonido.