La elegancia natural de Audrey la convierte en la actriz más fotografiada |
Han pasado veinte años desde la muerte de Audrey Hepburn el 20 de enero de 1993, pero algunas luces nunca dejan de brillar. Ella fue una bella y excelente actriz, pero lo que cautivó al mundo no fue (sólo) eso, sino su hermoso carácter fuera de la pantalla, que, por supuesto, se reflejaba en cada una de sus interpretaciones. Audrey Hepburn no fue una diva, como sus múltiples fotografías pueden dar a entender a quienes no la conocen, pero sí una mujer excepcional que nunca descuidó su trabajo y, sin embargo, siempre puso su vida y la de las personas que la rodeaban por delante de él. A ella está dedicado el blog desde sus inicios, así que no puedo dedicárselo este día en concreto. Este post va dedicado a quienes la amaron en su día y quienes aún lo hacen sin haberla conocido siquiera.
"Mi única religión es la naturaleza" |
“Nací en Bruselas, Bélgica, el 4
de mayo de 1929… y morí seis semanas más tarde”, así dijo Audrey que habría
empezado su autobiografía de haberla escrito. Ella nació en Ixelles, un
barrio de Bruselas, como Audrey Kathleen Ruston, nombre al que el padre añadiría más adelante el apellido de su abuela materna, Hepburn. Llegó al seno de una familia aristócrata formada por el británico-austriaco Joseph Victor Anthony Ruston, la
baronesa holandesa Ella Van Heemstra y los hijos de su primer
matrimonio, Ian y Alexander. El corazón de la niña se paró tiempo después de nacer, pero, por
suerte para todos, Audrey volvió a la vida.
"Cualquiera que no crea en milagros, no es realista" |
Sus distantes progenitores le inculcaron disciplina y
humildad, pero, en 1935, el padre,
simpatizante nazi, abandonó a la familia, experiencia que Audrey calificó como
la más dura de su vida; nunca se recuperó del todo. Fue entonces enviada a una academia privada de Kent, Inglaterra,
hasta que en 1939 su familia se trasladó a Arnhem, Países Bajos, pensando que
así estarían más seguros ante el avance nazi. Allí acudió al conservatorio,
cuyo aprendizaje en piano y ballet clásico compaginó con los estudios. Para
evitar que sus orígenes ingleses se revelaran, la madre de Audrey la llamaba
Edda Van Heemstra, como ella, y la obligó a hablar holandés. Audrey hablaba
perfectamente inglés, francés, holandés e italiano, se defendía con el alemán y
conocía incluso un poco de español.
"Yo no soy hermosa; una vez mi madre me llamó `patito feo´, pero, si se enumeran por separado, tengo algunos detalles positivos" |
La II
Guerra Mundial llegó a Arnhem, que fue devastada durante el bombardeo aliado, y
Audrey sufrió sus consecuencias: el hambre le causó problemas respiratorios e hizo
estragos en su constitución, lo que llevaría a injustas afirmaciones de
anorexia. Haciendo honor a su tío fusilado y a su
hermano Ian, retenido en un campo de trabajo (el mayor, Alexander, se convirtió en un fugitivo para evitar el mismo destino), Audrey hizo actuaciones de baile
secretas y ayudó en el envío clandestino
de mensajes. Ella se sintió muy identificada con Ana Frank, pues ambas tenían
la misma edad y pasaron por hechos semejantes: “Recuerdo estar en la estación
de tren viendo cómo se llevaban a los judíos (…) Vimos fusilamientos (…) Un
amigo me dio el libro de Ana en holandés en 1947. Lo leí y me destruyó (…) Era
mi vida”.
Sin
embargo, al igual que Ana, Audrey supo disfrutar de algunos momentos de paz, que dedicó en gran parte a dibujar. Cuando el país fue liberado por las fuerzas
aliadas, Audrey se comió un paquete entero de leche condensada y se puso
enferma por el exceso de azúcar; poco después, sufrió una fuerte depresión
debida a los duros acontecimientos vividos. La guerra, el hambre y el
sufrimiento habían llegado a su fin, pero ella no volvería a ser la misma.
The Secret People dio a Audrey su primer papel importante |
Acabada la guerra, descubrió que sus hermanastros seguían con vida, pero su relación no volvió a ser la misma. Audrey se mudó con su madre a Amsterdam, donde tomó clases de ballet con Sonia Gaskell y,
más tarde, a Londres, donde fue instruida por Marie Rambert, profesora del
famoso bailarín Vaslav Nijinskv. Fue Rambert la que le dijo las palabras más
duras de su carrera profesional: podría bailar, pero su alta estatura (1,67)
y sus secuelas alimenticias debidas a la guerra impedían su futuro como primera
bailarina. Esto, sumado a los problemas económicos, la instó a probar
suerte en otros ámbitos, incluido el cine, donde debutó por pura casualidad.
Así,
dos primas le ofrecieron trabajar en una película de unos amigos titulada Nederlands in 7 seasons y ganar un
dinero por unas pocas escenas de extra. Sorprendida por la facilidad del
trabajo y conmocionada por ver frustrado su futuro como bailarina, Audrey
aceptó todo tipo de empleos y terminó consiguiendo un papel secundario en la
aclamada obra de teatro High Button Shoes,
donde pasó desapercibida para todos salvo el productor Cecil Landeau, que le
ofreció un papel con diálogo en la obra Sauce
tartare. Así conoció ella el amor en la figura del cantante Marcel Le Bon,
primera relación seria que no tardó en decepcionarla.
Vacaciones en Roma sigue a una princesa que trata de huir del protocolo y descubre la alegría de la vida |
Audrey
se concentró más que nunca en la interpretación y se matriculó en la escuela de
Felix Aylmer. Además, la secuela Sauce
piquante, interpretada en el club Ciro's, aunque peor que la primera, le
permitió llamar la atención de los críticos y productores y empezaron a
lloverle pequeñas ofertas. El cazatalentos Robert Leonard, director de reparto
de ABPC la instó a firmar por tres películas para la productora: One Wild Oat (Charles Saunders, 1951), Risa en el paraíso (Mario Zampi, 1951), que
presentó a Audrey (quien podría haber sido la protagonista de no haber estado ocupada planeando un nuevo musical con Le Bon que nunca vio la luz) en los créditos, e Historia
de unas jóvenes esposas (Henry Cass, 1951), su primer papel secundario. El
director de esta última se quejó de ella… ¿Dónde está ahora él?, me
pregunto.
La obra de teatro Gigi fue precursora de la oscarizada película de 1958 |
Justo
entonces le ofreció Richard Mealand, director de reparto de la Paramount, el
papel protagonista en la nueva comedia del prestigioso director de cine William
Wyler, quien quedó impresionado por la naturalidad de la actriz (que, de hecho,
no tenía ni idea de con quién trataba). Se trataba de Vacaciones en Roma (1953) y el estudio quedó tan satisfecho por los
ensayos que ofreció a Audrey firmar un sustancioso contrato por siete
películas. Por supuesto, ella aceptó.
Audrey obtuvo el Oscar por su primer papel protagonista y fue candidata otras cuatro ocasiones |
Mientras
tanto, Gigi se estrenó en Broadway y
el éxito fue tal que llegó a las 219 funciones. El retraso del rodaje de Vacaciones en Roma volvió a postergar la
boda de Audrey con Hanson. Finalmente empezó la grabación y una predispuesta Audrey
repitió hasta cincuenta veces las tomas para contentar a Wyler, famoso por su
perfeccionismo. Su buena relación con Gregory Peck llevó a éste a pedir que el
nombre de Audrey fuera incluido junto al suyo antes del título. La película era
una agradable comedia ambientada en Roma que convertía a Audrey en una
auténtica princesa que descubría la belleza de la vida gracias a un reportero
que busca una primicia y encuentra el amor. Audrey Hepburn desprendía frescura,
belleza y alegría y meses después recogía un merecidísimo Oscar a mejor actriz,
además del Globo de Oro y el BAFTA.
Pero
el éxito no fue gratis y Audrey terminó rompiendo con Hanson. No obstante, Peck
le presentó a su amigo Mel Ferrer y pronto surgió entre ambos un romance pese a
que este estaba casado. Mientras tanto a ellla le llovían las ofertas, incluidas
dos oportunidades perdidas de trabajar con el gran Marlon Brando: Desirée (Henry Koster, 1954) y Sayonara (Joshua Logan, 1957), esta última por considerar absurdo aceptar a una mujer asiática.
Sabrina unió a Audrey con Givenchy |
Al
final Audrey acertó al aceptar uno de sus papeles más memorables. Fue la comedia romántica
Sabrina (1954), que le permitió
trabajar a las órdenes del mítico Billy Wilder. Sus compañeros de reparto
dieron mucho de que hablar: Humphrey Bogart fue bastante desagradable con ella
y William Holden, todo lo contrario. De hecho, dio comienzo un romance entre
ambos que terminó cuando él le confesó que no quería tener hijos.
Aunque
no era de los films más redondos de Wilder, Sabrina
fue todo un éxito entre el público gracias a la maravillosa interpretación de
Hepburn, que recibió una nueva nominación al Oscar. No obstante, el único
premio del film fue para la diseñadora de vestuario Edith Head, que ya había
obtenido la estatuilla por vestir a Audrey en Vacaciones en Roma el año anterior. Empero, los vestidos que
realmente habían llamado la atención de la Academia fueron los de Hubert de
Givenchy, que había colaborado en el vestuario de Sabrina pero no figuraba como nominado. Head ni siquiera lo
mencionó en su discurso y Hepburn llamó al diseñador para pedirle disculpas.
Desde entonces, actriz y diseñador fueron amigos (y colaboradores) inseparables.
Guerra y paz unió a Audrey y su esposo en pantalla, pero él sufrió duras críticas y un ataque de celos |
Mel
Ferrer, actor y director de capa caída, logró entonces engatusar a Audrey para
colaborar con él en la producción teatral Ondine.
Aunque ella decía que eran solo amigos, aceptó. Y todo para encontrar a un
Ferrer celoso y manipulador nada contento por los halagos que él pedía a gritos
para sí y ella recibía sin intentarlo. Audrey recibió el Tony a mejor actriz de
teatro, pero la fama volvió a pasarle factura y pasó una gran depresión que la
convirtió en una fumadora compulsiva.
Pese
a los roces surgidos entre ambos, Mel pidió su mano y se casó con ella en 1954.
El propio Givenchy diseñó el vestido de novia. La pareja disfrutó de un tiempo
de tranquilidad muy esperado y Audrey cumplió su mayor deseo: quedarse
embarazada. Sin embargo, su felicidad se vio chafada por un aborto.
Una cara con ángel permitió a Audrey bailar y cantar junto a su idolatrado Fred Astaire |
Audrey
decidió centrarse entonces en su familia, pero Mel la animó a participar en la
superproducción Guerra y paz (King Vidor,
1957). En realidad, los productores habían fichado al propio Mel con la
esperanza de arrastrar a Audrey con él. Ella recibió entonces un sueldo
desmesurado que ni entendió ni quiso hacer público por no creer estar a la
altura. El rodaje tuvo lugar en Italia, Roma y Yugoslavia y partió de un guion
elaborado en tiempo récord… que por supuesto resultó una chapuza. El libreto
fue reescrito, pero tampoco fue precisamente brillante. Se esperaba que
quince mil extras, noventas sastres y cifras incalculables de caballos y
cañones suplieran la falta general de talento. Audrey se comportó con gran
profesionalidad pese a la dureza de los ensayos y fue la única que salió airosa
de las críticas, quizá exageradas considerando que, pese a todo, era una
adaptación aceptable de un clásico inadaptable.
Las motivaciones del personaje de Audrey en Ariane eran poco creíbles, pero su actuación es aún así deliciosa |
Su
siguiente proyecto fue muy diferente. Audrey recibió la noticia de que Stanley
Donen la quería para protagonizar Una
cara con ángel (1957) con su ídolo Fred Astaire. Este recibió una carta
similar que afirmaba la participación de la actriz y fue así como ambos
coincidieron en este adorable musical. El guion resultó ser bastante mejorable, pero la
película era visualmente radiante e incluía algunos de los planos más bellos de la carrera de Audrey. Lamentablemente, Astaire sintió celos de la atención recibida por la
actriz y su amistad inicial se fue desvaneciendo. Pese a todo, Audrey sintió
siempre un cariño especial por la película, que le había permitido retomar su
amado ballet.
"Adoro cocinar y me encanta la jardinería; aburrido, ¿no?" |
Entonces
Billy Wilder, que había quedado muy contento con Audrey tras su anterior colaboración, la contactó de nuevo para su comedia Ariane (1957). Wilder trató de emparejarla con Cary Grant, como ya
había intentado en Sabrina, pero no
fue posible y el elegido terminó siendo un anciano Gary Cooper que hubo de ser
fotografiado con filtros especiales para disimular sus casi sesenta años. El
rodaje no fue muy agradable y el resultado perdió mucho debido a la poca creíble unión
entre Cooper y la joven Audrey, pese a contener algunos diálogos verdaderamente desternillantes.
Cansada
de los celos y el estrés, Audrey decidió tomarse un descanso, pero antes hubo
de participar en la producción televisiva Mayerling
(1957), que aceptó por trabajar junto a su marido, quien, sin embargo, recibió
unas críticas terribles. Audrey recibió entonces un nuevo regalo de manos de
Givenchy: un perfume de uso exclusivo para ella durante un año, que saldría a
la venta con el nombre de “L'interdit”.
Historia de una monja dio a Audrey la Concha de Plata de San Sebastián, el Bafta y el David di Donatello |
Con
la intención de que probara un nuevo registro, su agente Kurt Frings le envío
una novela sobre una monja que absorbió a la actriz, quien se sintió
sorprendentemente identificada con ella, al haber vivido ambas la II Guerra
Mundial y haber trabajado en un hospital tras la contienda. La historia se
basaba en la vida de Marie Loise Habet y Audrey entabló una gran amistad con
ella al preparar el papel. Historia de
una monja (Fred Zinnemann, 1959) reflejaba las dudas espirituales de una
religiosa frustrada por sus ganas de hacer el bien y la estricta disciplina
eclesiástica. Algunas escenas fueron filmadas en el Congo Belga, lo que dio a
Audrey su primer contacto con la pobreza de África, algo que no olvidaría. El
rodaje fue muy duro, pero dio como resultado una de las mejores
interpretaciones de Audrey, que fue de nuevo nominada al Oscar y obtuvo un
segundo premio BAFTA, así como el mayor éxito de la Warner hasta el momento. Además, la propia actriz participó en el desarrollo final del guion, insistiendo en que el fracaso de la protagonista como monja era menos importante que su evolución personal.
El amor de Audrey por los animales quedó claro en Mansiones verdes |
La
actriz, cada vez más distanciada de su marido, vivió entonces un nuevo romance con
el guionista del film, Robert Anderson, que vio su fin cuando este confeso ser
estéril. Además, Mel Ferrer, que no estaba dispuesto a perder a su actriz… mujer, tuvo un nuevo plan: ya que sus colaboraciones hasta el momento solo habían
servido para hundirle aún más, decidió dirigir él mismo a su esposa. Y lo hizo
en Mansiones verdes (1959), donde la
actriz se convirtió en un espíritu del bosque. El rodaje ya empezó mal: Audrey
sufrió un accidente de tráfico que dejó lesionada a una artista que la demandó.
Audrey pagó 4500 dólares sin problema, pero quedó muy conmocionada y no pudo
volver a conducir con normalidad. Quizá lo único memorable del film, que trató
de recrear la selva en un estudio sin demasiado éxito, sea la relación de
Audrey con un cervatillo con el que había convivido para que se acostumbrara a
ella. Eso y la introducción del sistema de Panavision, más sofisticado que el
CinemaScope.
La
actriz quedó embarazada de nuevo, pero había firmado para participar en el
western Los que no perdonan (1960),
que se convertiría en el más odiado por su director John Huston, quien vio
frustrados sus intentos de tratar el racismo en profundidad: “El otro día
empecé a verla porque la ponían por televisión… no aguanté ni cinco minutos”,
admitiría más tarde. La legendaria actriz Lillian Gish se dedicó a bromear con Audrey
sobre las reacciones negativas que tendría el público ante el ilógico guión,
que dio lugar a un auténtico fracaso en taquilla. Además, Audrey se cayó de un
caballo y hubo de ser ingresada.
En Los que no perdonan, Audrey interpreta a una joven de origen indio azotada por el racismo |
Pese
a todo, el film era correcto y permitía observar a Audrey en una tesitura
distinta. Más impactante habría sido su colaboración con Alfred Hitchcock,
quien trató de convencerla para protagonizar su nueva película. Mas la actriz dijo que no le gustaban las películas violentas y rechazó un guión en el que su
personaje era estrangulado. Quizá ella era consciente del trato que
recibían los intérpretes de manos del director, quizá tan sólo lo hizo por su
futuro hijo. Pero resulta difícil no alegrarse de que el talentoso pero desagradable cineasta no le pusiera las manos encima.
Desayuno con diamantes convirtió un drama en una comedia romántica |
Por
desgracia, el bebé de Audrey nació muerto, todo un golpe para ella, que sólo se
recuperó cuando quedó de nuevo embarazada. Además, sus intentos de retomar la
relación con su padre fueron en vano, pues este, aparecido de la nada de pronto,
no demostró interés alguno en ella. Aun así, verle de nuevo sirvió a la actriz
para cerrar ese capítulo de su vida. Sólo se volverían a ver dos veces más,
pero ella le enviaría una pensión por el resto de sus días.
Por
fin cumplió Audrey su sueño de ser madre. El 17 de julio de 1960 dio a luz a
Sean Ferrer. “Me costaba creer que fuera realmente para mí, que pudiera
quedármelo”, diría ella, quien se concentró por completo en él. Aun así, su
marido la instó a leer un guion muy interesante. Se trataba de Desayuno con diamantes (Blake Edwards, 1961) y
Audrey sólo aceptó al saber que la trama de la novela original sería
dulcificada. Truman Capote, autor de la misma, prefería a Marilyn Monroe, quien
sin duda habría bordado el papel, pero lo cierto es que Audrey sorprendió a
todos (Capote incluido) añadiendo a su habitual frescura una mezcla insólita de vulnerabilidad y
desparpajo. La película fue vital para su carrera y unió para siempre su imagen
a la de su protagonista, la intrigante Holly Golightly.
"Supongo que había nacido para ser madre" |
Además
de ser una comedia romántica encantadora, la película estaba llena de
nostalgia, a lo que contribuyó la canción “Moon River”, de Henry Mancini. La
propia Audrey la interpretó en la ventana en uno de los momentos más mágicos de
la historia del cine ante la atenta mirada del galán George Peppard.
Curiosamente, los productores habían querido eliminar la canción del montaje,
pero Audrey había sido clara: “Por encima de mi cadáver”. La canción se quedó y
ganó el Oscar, al que Audrey volvió a optar con pleno merecimiento.
No
obstante, hay quien dice que la mejor interpretación del año era la de la
propia Audrey en otro brillante film: La
calumnia (1961), dirigida de nuevo por William Wyler. Era este un film polémico
sobre la relación entre dos profesoras que dejaba clara la idea de que el
personaje de Shirley McLaine estaba enamorado del de Audrey (¿y quién no lo
estaría?). El tratamiento de la homosexualidad de la cinta resultaba muy sutil, pero también un paso decisivo para el Hollywood de la época.
La calumnia es uno de los primeros films hollywoodienses en tratar la homosexualidad |
Mientras
tanto, la relación de Audrey con Mel era cada vez peor y este incluso exigió a
Givenchy que les pagara por usar el nombre de la actriz en su perfume a través
de su publicista, Henry Rogers, al que Audrey despidió al descubrir que había
exigido un homenaje a su marido en el Festival de Cannes a condición de la
asistencia de ella. Entonces, el ejecutivo que había insistido en eliminar la
canción “Moon River” reclutó a Audrey para participar en Encuentro en París (Richard Quine, 1964), único film que la siempre
correcta actriz definiría como “menos bueno” de su carrera. De hecho, su guion
no tenía ninguna clase de sentido, siendo lo mejor unas complejas referencias cinéfilas imposibles de entender por el público medio. Así se reencontró con William
Holden, aún enamorado de ella, y, aunque Audrey fue fiel a su matrimonio, no se
molestó en desmentir los rumores que ponían cada vez más celoso a su molesto
marido.
Charada reunió a Audrey con Stanley Donen y París, aunque presenta un estilo muy "Hitchcock" |
La
película no fue estrenada hasta después de Charada
(1964), que unía de nuevo a la actriz con Stanley Donen y, por fin, con Cary
Grant, una de sus mejores parejas en pantalla pese a la clara diferencia de
edad. Cuando ella le conoció, estaba tan nerviosa que le tiró una botella de
vino encima, pero el actor no borró la sonrisa de su cara. Donen reprodujo la
escena en pantalla sustituyendo el vino por helado. El film mezclaba la comedia
con el thriller con gran acierto y fue muy bien recibida por la crítica, que aplaudió tanto las labores técnicas (sobre todo, la fotografía y la música)
como las artísticas. Audrey obtuvo su tercer BAFTA por una de las películas más
redondas de su carrera.
Audrey quedó muy decepcionada al ver sus canciones dobladas en My fair lady |
Pero
el éxito fue aún mayor con My fair lady
(George Cukor, 1964), una superproducción musical para la que el estudio prefirió a
Audrey frente a Julie Andrews, quien había protagonizado la versión de Broadway
y quedó desconsolada. La supuesta enemistad entre ellas fue siempre negada por
ambas, pero Audrey se vio perjudicada por ello y no fue siquiera nominada al
Oscar pese a que la película obtuviera 12 nominaciones y 8 premios, siendo la
única obra protagonizada por ella que se alzaría con la estatuilla a mejor película. También influyó en ello el
hecho de que Audrey fuera doblada para las canciones por Marni Nixon; y eso que el
contrato firmado por la actriz estipulaba claramente que ella cantaría y las
versiones de esta eran mucho más acordes al personaje, una mendiga convertida
en aristócrata. Su compañero en pantalla, Rex
Harrison, afirmó al recoger su Oscar que el premio era compartido.
Cómo robar un millón y... es la tercera colaboración de Audrey con William Wyler, que la adoraba |
En la
cumbre de su carrera, Audrey recibió un millón de dólares por protagonizar la
divertida comedia de misterio Cómo robar
un millón y… (William Wyler, 1966) junto a Peter O'Toole, su primer compañero de
pantalla más joven que ella. Durante el agradable rodaje la actriz quedó
embarazada de nuevo, pero sufrió un nuevo aborto, que derivó en otra depresión.
Los
tiempos estaban cambiando y los vestuarios de ensueño habían pasado de moda. La
nueva oferta de trabajo de Audrey reflejaba este cambio, pues se centraba en la
vida de un matrimonio a través de cinco viajes por Francia, todos ellos
intercalados en la sala de montaje. Ella no era propensa a aparecer en
películas complicadas y además temía que la historia le recordara demasiado a
la suya, pero aceptó por colaborar de nuevo con Stanley Donen, que le presentó
el mejor guion que había leído nunca. Dos
en la carretera (1967) la emparejó con Albert Finney, con el que incluso
protagonizó una escena light de sexo. El actor la sedujo y Mel amenazó con
exigir la custodia de su hijo si se divorciaban, lo que llevó a Audrey a
postergar su decisión hasta 1968.
La maravillosa Dos en la carretera refleja la madurez artística de Audrey Hepburn |
Se
trató de una de las interpretaciones más frescas y acertadas de la carrera de
Audrey, quien supo convertirse en una mujer muy real que llenaba de vida la
pantalla. Sin embargo, ese año la Academia prefirió nominarla por su trabajo en
la excelente Sola en la oscuridad
(1967), donde interpretaba con maestría a una ciega acosada por unos
delincuentes. El director era Terence Young, que había combatido en la batalla
de Arhem, donde le había atendido la propia Audrey.
La
actriz aprendió a mirar sin fijar la vista y fue obligada a usar lentillas
blancas por culpa de su marido, quien, no pudiéndola convencer él mismo, hizo
lo propio con el productor. Aunque la relación de Audrey con el equipo fue
excelente, la relación con su marido se sumó a su añoranza por su hijo y a los
daños que sufrió por el rodaje en la oscuridad, con lo que la experiencia no fue muy
agradable. Quizá fue ello lo que causó el retiro de la actriz a Suiza, para
cumplir la promesa de pasar “diez mil horas” con su hijo. No volvería al cine
en ocho años.
"Ser actriz simplemente ocurrió; no lo había planeado" |
Audrey se alejó de la vida pública y conoció a Andrea Dotti, un conde
napolitano con el que se casó en 1969. Se mudaron entonces a Roma, donde ella
dio a luz a su segundo hijo, Luca, al que esta vez se dedicaría a tiempo
completo. Fue entonces cuando UNICEF se puso en contacto con ella para
participar en un programa televisivo.
A
mediados de los 70, la actriz se decidió por fin a leer algunos guiones y el de
Robin y Marian (Richard Lester, 1976) fue el
primero en llamar su atención. La película se rodó en Pamplona y Audrey se
encontró con un Hollywood muy distinto al que recordaba, con mayor ritmo y
menor preocupación por la estética. Y encima nadie le consultaba cada vez que
el guión cambiaba. Ella no entendía nada, pero se adaptó bien, gracias en gran
parte a la relación con el actor Sean Connery. La película recibió grandes
halagos por parte de algunos, pero por momentos roza la vulgaridad. La
Academia no le hizo ni caso, pero pidió a Audrey que entregara el premio a
mejor película del año para celebrar su esperado regreso.
Sola en la oscuridad incluye algunas escenas aterradoras, impropias del cine habitual de Audrey |
Mientras
tanto, la situación en Roma se volvió muy peligrosa: varios secuestros tuvieron lugar y Audrey fue informada de que sus hijos estaban siendo seguidos por la calle. Sin dudarlo, ella se los llevó a Suiza. La alerta no era infundada, y Andrea Dotti, que hubo de permanecer en la capital italiana, sufrió un asalto nocturno. Tristemente, la separación de la pareja puso de manifiesto sus diferencias, ya que Dotti llevó una vida muy alocada y distinta de la de la calmada Audrey, y terminaron divorciándose tras diez años de matrimonio. Ella sufrió tal depresión que aceptó participar en la mediocre Lazos de sangre (1979) para distraerse.
Era un rodaje fácil, pues el director era un viejo conocido (Terence Young) y el rodaje tenía lugar en distintas zonas de Europa central, lo que le permitía estar cerca de
sus hijos.
Givenchy, amigo íntimo de Audrey, la vistió en seis de sus films |
El
clima de rodaje fue muy negativo porque el reparto se daba cuenta de los fallos del
guion, pero Audrey encontró refugio en su compañero de reparto Ben Gazzara, con quien mantuvo un tierno
idilio. Ella se enamoró, pero él no, y el corazón de la actriz volvió a sufrir.
Peter Bogdanovich se aprovechó de esto al fichar a ambos actores para su
extraña Todos rieron (1981), que
incluso se basaba en parte en su historia. No obstante, Gazzara rompió por
completo la relación con Audrey y esta decidió abandonar. Solo aceptó volver
tras iniciar una nueva relación, esta vez con el actor Robert Wolders, que se
mudó a su casa en Suiza con ella. La película era original, quizá demasiado y,
aunque gustó en el Festival de Venecia, dejó extrañados a los pocos
espectadores que fueron a verla.
Pero
Audrey tenía otros problemas. De pronto, ambos progenitores de la actriz
cayeron gravemente enfermos. Ella se despidió de su padre el día de su muerte y
acogió a su madre en casa con ella hasta su fallecimiento tres años después.
Además, durante la década de los 80 perdió a otros amigos como el director
William Wyler o la ex monja Marie Louise Habetts. Fue una dura etapa y Audrey
sólo volvió a actuar en el telefilm Amor
entre ladrones (Roger Young, 1987) por su afán de hacerlo junto a Robert Wagner.
"De niña me enseñaron que era de mala educación llamar la atención y hacer el ridículo... todo aquello con lo que me he ganado la vida" |
La
actriz fue contactada entonces por UNICEF para participar en un concierto
benéfico y la experiencia fue tan grata que Audrey decidió utilizar su fama
para el bien común y convertirse en Embajadora de Buena Voluntad de la
organización. Desde entonces, viajó a numerosos países subdesarrollados, de
África y Latinoamérica, siendo Etiopía la experiencia más dura. Habló entonces
con la coordinadora Christa Roth, que se convertiría en su íntima amiga, para
ofrecer sus labores siempre que fueran necesarias e incluso escribió un texto
sobre el diario de Ana Frank llamado From
the Diary of Anne Frank, que leyó junto a una bella música para recaudar
fondos. “Fue agraciada con buenas elecciones. La primera fue su carrera. Luego
eligió su familia. Y, cuando sus niños hubimos crecido, eligió a los menos
afortunados del mundo”, diría su hijo Sean en la maravillosa biografía que
dedicó a su madre.
Los voluntarios en seguida notaron que el afán de Audrey por ayudar era muy superior al de otras estrellas |
Audrey tan
sólo volvió al cine en una ocasión. Se trató de uno de los mayores fiascos de
la carrera de Steven Spielberg, la sentimentalista Always (para siempre) (1989), en la que, no obstante, la actriz
tuvo el papel más adecuado posible: el de un ángel. Y es que eso era ella: una figura angelical, y así lo demostró una vez más al donar su sueldo íntegro de 1 millón de dólares a UNICEF.
Pero la vida no es justa y, tras recorrer el mundo dando discursos a favor del
tercer mundo, Audrey quedó exhausta. Al volver a Suiza, se le diagnosticó un
cáncer abdominal y ni siquiera los mejores tratamientos pudieron curarla. Fue
ingresada en Los Ángeles, pero ella quería volver a casa para pasar la Navidad
en familia. Los médicos lo calificaron de imposible, pero su amigo Givenchy
envió un avión privado que llevó a Audrey de vuelta a casa. Allí disfrutó de
unos días de paz cuidando de las flores de su jardín junto a su pareja (Robert
Waldern), sus dos hijos, Givenchy y su amiga Christa Roth. Fue esta la que, el
20 de enero de 1993, anunció que Audrey había fallecido. Unos meses después, la
Academia le entregaba un Oscar honorífico póstumo por sus labores humanitarias
y años después aún la recordamos.
En Always (Para siempre), Audrey se despide de la gran pantalla interpretando al ángel que siempre fue |
Así,
la gran Audrey Hepburn, mito del cine y querida por todos los que la
conocieron, falleció tras una vida plena en la que sufrió mucho pero amó más e
hizo felices a todos los que la rodearon. Ella puso su familia por delante de
su trabajo, y la felicidad ajena por delante de la suya. Audrey murió, porque
la vida es así, pero sigue viva en nuestros corazones, y no sólo gracias a
sus películas. ¿Puedes añorar a quien no has conocido? Yo creo que sí; yo tenía
tres años cuando falleció, pero siento que quiero a Audrey Hepburn, y que la
echo de menos. Sólo puedo dar las gracias por su existencia, por el legado que
nos ha dejado, y por poner su granito de arena para hacer de este mundo un
lugar más maravilloso para todos.
© El copyright del texto pertenece exclusivamente a Juan Roures
© El copyright de las imágenes pertenece a sus respectivos autores y/o productoras/distribuidoras
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Buen repaso a la vida y trabajos de Audrey!
ResponderEliminarHe visto la mayoría de sus películas o por lo menos las mejores. Me encanta My fair lady, Vacaciones en Roma, Dos en la carretera.... sin embargo otras como Charada o Cómo roba un millón y... no me acaban de gustar del todo.
Ya no está pero siempre podemso verla cuando queramos en sus películas!!
Saludos.
jodo pedazao articulo, que pocas pelis suyas he visto, y que poco de su vida sabia...
ResponderEliminarAins... la maravillosa Audrey.... :D
ResponderEliminarUn GENIAL artículo!
Al final también has escrito de ella en tu blog!! Genial artículo, eres todo un maestro escribiendo. Yo todavía tengo mucho que aprender.
ResponderEliminarGracias por esta maravillosa entrada que nos recuerda la vida y películas de esta inolvidable actriz!
compartimos fetiche cinematográfico y pasión cinéfila.... que sepas que estás enlazado.
ResponderEliminarNos leemos!!!!
http://sesiondiscontinua.blogspot.com.es/
Muy buen post amigo!!! Fantístico.
ResponderEliminarUn saludo
Fantástico resumen. Yo también la hecho de menos sin haberla conocido, qué gran actriz y qué gran mujer.
ResponderEliminarGracias por tu homenaje, inestimable y merecido, a nuestra querida y hermosa Äudrey. Ella te lo agradecerá desde donde esté. Y nosotros seremos felices amándola SIEMPRE. Yo no pude regalarte un artículo para celebrarlo ese día, pero tenemos el tuyo. Gracias otra vez, Juan.
ResponderEliminarFantástico homenaje sobre una gran actriz. Había un montón de datos que no conocía, por ejemplo sus orígenes holandeses! Qué ilusión me han hecho :3
ResponderEliminarGracias, Juan, curradísimo!
:)
Menudo homenaje le has hecho a Audrey.
ResponderEliminarPara mí ha sido una de las damas más bellas que nos ha dado el séptimo arte.
Felicidades porque la entrada está muy trabajada.
Un saludo.
Que buen articulo y como se ve que el mundo del cine te gusta, Enhorabuena
ResponderEliminarun saludo
fus
Vaya post completito, completito. Me faltan unas cuantas pelis suyas por ver (algunos clasicazos incluso). Qué elegante y que saber estar (aunque a mi me tiraba más la otra Hepburn Katharine)
ResponderEliminarSaludos.
¡Menudos especiales nos tienes siempre preparados! ¡Felicidades por el post! En Cinema Lights somos grandes fans de Audrey, como dices, una mujer excepcional y extraordinaria, y para nada una diva. Uno de nosotros ha visto prácticamente toda su filmografía y la adora (sobre todo en 'Dos en la carretera'), y aquí una servidora, aunque sin haberlas visto todas, es una gran admiradora. 'My Fair Lady', 'Desayuno', 'Arianne', 'Charada', 'Vacaciones en Roma', 'Cómo robar un millón', 'Sabrina'... Lista interminable de grandes películas que, gracias a su presencia, aún son más grandes, sean comedias, dramas o musicales.
ResponderEliminar¡Saludos!
Muy buen especial Juan, sabía estas cosas de ella porque me devoré su biografía la de Donald Spoto. Era una mujer increíble, llena de generosidad y con mucho amor que dar, precisamente el que le faltó en su infancia y juventud. Y sobre todo, una gran actriz.
ResponderEliminarSaludos!
Me encanto este articulo (se que a pasado mas de un año) yo me jactaba de saber mucho sobre la vida de Audrey pero despues de leer esto aprendí mucho mas sobre ella. Gracias
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