24 noviembre 2015

'Una pastelería en Tokio': tres almas perdidas entre dorayakis y cerezos

A veces basta una imagen para enamorarse de una película. Ese es el caso del fotograma promocional de Una pastelería en Tokio (An, 2015) que muestra a los tres variopintos protagonistas mirando hacia el futuro con los cerezos en flor de fondo. Y es que basta echar un vistazo a los tiernos rostros de esas tres almas desamparadas para saber que nos encontramos ante un pulcro retrato, no ya de su redención, sino de su necesidad imperante de hacer frente a las dificultades de la vida, sea cual sea la etapa en que se encuentren. Y, claro, no hay mayor símbolo de la vida humana —y de la fugacidad de la misma— que la espectacular flor del cerezo, que brota año tras año sin importar las circunstancias tan sólo para desprenderse con la misma facilidad al cabo de unos pocos días. ¿Puede haber reflejo más hermoso de la existencia? [Más al respecto en: Arrugas, la vejez y la flor del cerezo”.]

Una pastelería en Tokio (Naomi Kawase, 2015)
Los cerezos se suman al peculiar trío protagonista como
personajes clave de Una pastelería en Tokio
Una pastelería en Tokio fue la película inaugural de la sección Un Certain Regard del último Festival de Cannes, sin duda el certamen favorito de Naomi Kawase, quien ha presentado en su Sección Oficial cuatro de sus mejores títulos: Shara (2003), El bosque del luto (2007, Gran Premio del Jurado), Hanezu (2011) y Aguas tranquilas (2014). De hecho, la realizadora se estrenó como nadie al convertirse en la cineasta más joven en alzarse con la Cámara de Oro gracias a Suzaku (1997, basada en su propia novela, pues sí: también es escritora), su debut en la ficción tras unos años dedicados al cine documental. Graduada en la escuela de fotografía de Osaka, Kawase presta gran atención a los detalles visuales de sus films, pero se acerca más al realismo que al preciosismo, influida sin duda por su etapa como documentalista. Siempre melancólica pero rara vez sensiblera, la directora (merecidamente laureada en la última Seminci) tiene en Una pastelería en Tokio su obra más agradable y accesible, sin renunciar por ello a la puesta en escena que la ha convertido en uno de los referentes de la cinematografía japonesa actual.

17 noviembre 2015

LesGaiCineMad 2015: el cine LGTB da la vuelta al mundo

Durante los últimos 18 días, el Festival de Cine Lésbico, Gay y Transexual de Madrid ha acogido algunas de las mejores películas LGTB del año tal y como lleva dos décadas haciendo. La 20ª edición ha estado a la altura de las circunstancias, ofreciendo una de las mejores selecciones de su historia, con gran variedad de estilos, géneros y nacionalidades. Empero, cuatro films se han repartido el palmarés: Something Must Break (película y actriz), Je suis à toi (director y actor), Appropriate Behavior (guion) y Liz en septiembre (Premio del Público), todos ellos merecidos. Tal y como hice al término de la 19ª edición, os dejo mis impresiones sobre todos los largometrajes de ficción presentados, ordenados del más flojo al más destacable (si bien os insto a descubrirlos todos por vosotros mismos).

Something Must Break (Ester Martin Bergskmark, 2014)
Something Must Break ya triunfó en el
prestigioso Festival de Rotterdam
21. Dyke Hard (Bitte Andersson, 2014). Esperpéntica, ruidosa y excesiva, esta película fue fruto del esfuerzo del festival por celebrar Halloween en condiciones. Desde luego, en ella no faltan  fantasmas, cyborgs, ninjas y todo lo que haga falta, pero las aventuras de esta banda de rock lésbica resultan verdaderamente insoportables (y más próximas a la serie Z que a la serie B que las inspira).

20. Portrait of a Serial Monogamist (John Mitchell y Christine Zeidler, 2013). Al igual que Appropriate behavior, esta cinta narra las andanzas de una joven que acaba de cortar con su novia, pero carece del ingenio y la profundidad psicológica que convierten a la otra cinta en una de las joyas del certamen. En contraposición, esta comedia es tópica y aburrida, nada ayudada por la falta de carisma de su reparto.

09 noviembre 2015

'El desconocido': crisis sobre ruedas

La crisis ha influido a todos los aspectos del Estado español. Y el cine, por supuesto, no es una excepción. Algunos cineastas, como Juan Miguel del Castillo (Techo y comida) han optado por denunciarla a través del clásico cine social que tan buenos frutos da desde los tiempos del neorrealismo. Otros, como Dani de la Torre, han preferido un tratamiento más comercial pero también menos previsible (que no por ello mejor ni peor: ambos deberían competir por el próximo Goya a mejor dirección novel junto al A cambio de nada de Daniel Guzmán y el Requisitos para ser una persona normal de Leticia Dolera; ¡qué gran año para las óperas primas patrias!). Todos ellos han logrado sumar buenas críticas al clamor de un público cada vez más consciente de que el cine español lleva años sin tener barreras.

Paula del Río y Luis Tosar en El desconocido (Dani de la Torre, 2015)
El desconocido disfrutó de un primer pase especial
en el último Festival de San Sebastián
Así, El desconocido supone el salto al largometraje del realizador del corto Minas (2003) y la miniserie Mar libre (2010). ¡Y vaya debut! Lejos de amedrentarse, el guionista y director gallego ha facturado un emocionante thriller a la altura de obras como El Niño, del experimentado Daniel Monzón, a niveles tanto técnico como narrativo. Y precisamente con dicha cinta comparte, no sólo protagonista (un Luis Tosar tan magnífico como siempre), sino también espectacularidad: rodada en las calles de A Coruña, El desconocido presenta algunas de las escenas de acción más impresionantes de la historia del cine español, dominados por la sorprendente combinación de grúa, steadicam, dron y tecnología digital, fundidos mágicamente en la sala de montaje para confeccionar trepidantes planos secuencia que dejarán sin aire al espectador más calmado.
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