Antonio Bachiller y Miguel Herrán, de 18 y 19 años respectivamente, son el alma de A cambio de nada |
El cine
español tiene un toque especial de frescura y honestidad capaz de calar hondo
en los espectadores. Sobre todo el realizado con bajo presupuesto pero alta
ilusión (o sea, la mayoría). O quizá, sencillamente, es que, como español, me
identifico más fácilmente con las historias y emociones que tienen lugar dentro
de nuestras fronteras. A cambio de nada (2015), la ópera
prima de Daniel Guzmán —conocido
hasta ahora como “el novio de la pija de Aquí
no hay quien viva” pese a poseer el Goya al mejor cortometraje por Sueños (2003)— es un perfecto ejemplo de
ello. En este drama social, las calles de Madrid —las mismas que he recorrido
yo mismo una y otra vez— albergan una historia sincera y humana que, pese a los
inevitables defectos de (casi) todo trabajo novel, logra llegar al corazón del
espectador.
La influencia de los padres y la educación en nuestro futuro es clave del desarrollo de A cambio de nada |
Con A cambio de nada, Guzmán realiza un
viaje al pasado: el suyo. Y es que el guion (escrito por él mismo) parte de las
vivencias acumuladas durante su juventud, siendo el perdido protagonista
(interpretado con soltura por el debutante Miguel
Herrán) su claro álter ego. Como tantos jóvenes de ahora y siempre, Darío
se encuentra en el momento menos certero de su vida: aquel en que todas las
puertas están abiertas con impedimentos varios ante ellas (tal y como desarrollé
en el popular artículo ‘Adolescencia infinita’). Para encontrarse a sí mismo, el
chico necesitará realizar un pequeño viaje que lo acerque a la madurez y lo
aleje de sus imperfectos padres (María
Miguel y Luis Tosar, poseedor de
tres premios Goya que lo sitúan a años luz del resto del reparto), demasiado
ocupados en tirarse los trastos a la cabeza como para prestar atención a su
hijo. Como si de Alicia en el País de las Maravillas se tratase, el joven se
encuentra con personajes que lo ayudan a seguir caminando y otros que sólo
ponen trabas en su camino, sin ser necesariamente buenos los primeros ni malos
los segundos.
El cartel de A cambio de nada juega con el propio título |
El compañero
de fatigas del joven, el regordete Luismi, es el amigo fiel por antonomasia:
aquel que sigue a su aliado hasta el infinito y más allá, sin ser siempre
consciente del destino al que se dirige. En realidad, está tan perdido como el
protagonista, pero A cambio de nada
no es su historia y, por tanto, el personaje está condenado a ser un mero apoyo
narrativo. Eso sí: la credibilidad que le otorga el inexperto Antonio Bachiller lo convierte en todo
un empático (anti)héroe. Prueba de ello es el galardón recibido en el pasado
Festival de Málaga, donde la cinta también se hizo con las menciones a mejor
película (Biznaga de Oro) y dirección, así como el Premio de la Crítica.
Incluso hubo quien lamentó que Ernesto Alterio (Sexo fácil, películas tristes, de Alejo Flah) arrebatara a Miguel
Herrán el galardón principal, aunque, siendo justos, bastante juvenil se mostró
ya el palmarés. Lo que sí es seguro es que ambos intérpretes cuentan con varias
papeletas de cara al próximo Goya a mejor actor revelación, al igual que Guzmán
es un candidato claro de cara al concerniente a mejor dirección novel.
En A cambio de nada Guzmán dirige a su propia abuela, de quien obtiene un trabajo tan divertido como emotivo |
Otro personaje
de vital importancia es el de Caralimpia (un Felipe García Vélez que recuerda al abogado picapleitos de Breaking Bad), que da trabajo y apoyo al
joven en su taller pero no hace más que arrastrarle a la oscuridad donde se ha
sumido. Para Darío, necesitado de una figura paternal que admirar, es un
ingenioso triunfador, pero lo cierto es que no es más que un delincuente
fracasado que representa las malas influencias a las que todos nos exponemos en
la adolescencia. En la otra cara de la moneda encontramos al director del
instituto, interpretado por el eterno secundario Miguel Rellán, ganador del Goya por Tata mía, de José Luis Borau, 1986) en la primera edición de dichos
galardones. Irónicamente, él sí desea lo mejor para el protagonista, pero su
alineación con la ley no le ha permitido ganarse su simpatía. Por desgracia,
ambos personajes quedan olvidados por Guzmán, que desaprovecha la oportunidad
de explotar sus contrastes y deja así costuras sin rematar. Lo mismo sucede con
el personaje de Antonia, una anciana interpretada por la propia abuela del
realizador (Antonia Guzmán) que
recoge muebles abandonados para después revenderlos: en ella (la voz de la
experiencia) Darío encuentra la combinación de calidez familiar y riesgo
novedoso. “Abuela, si no es por ti, yo no podría dirigir, porque tú me has enseñado muchísimas cosas que yo voy a contar a partir de ahora”, dijo el cineasta al recoger la Biznaga de Oro.
Antonio Bachiller, Daniel Guzmán y Miguel Herrán: tres jóvenes talentos a los que seguir la pista |
Y es que la
fuerza y el alma de A cambio de nada
son sus personajes, tanto los principales como los secundarios (la sensual vecina, la evocadora prostituta transexual…), interpretados con franqueza por el natural
reparto. Indudablemente la experiencia de Guzmán como actor marcó la diferencia.
El campo técnico es mucho menos importante (nada destacable, pero tampoco
disruptivo) y la propia realización parece apostar por la invisibilidad, aunque
el joven cineasta reconoce la influencia de grandes nombres como François
Truffaut, Jean-Luc Godard, Hal Hartley, Jafar Panahi, Mike Leigh, Alain Tanner,
Erick Zonca, Thomas Vinterberg, Lars Von Trier, Michael Winterbotom, Kore-eda
Hirozaku, Asghar Farhadi y Michael Haneke en su estilo veraz y cercano al
documental. Yo veo más similitudes con el Fernando León de Aranoa de Barrio (1998) y Princesas (2005), mas todavía queda mucho para que Daniel Guzmán pueda compararse a tan
experimentados realizadores. Empero, A
cambio de nada destila fuerza y sinceridad gracias a partir de los dos únicos elementos imprescindibles de toda ópera prima: una historia que
contar y ganas de hacerlo. La cinta no es perfecta, siendo su desenlace tan
emotivo como chocantemente ingenuo, pero cumple con creces su cometido y exhala
potencial por los cuatro costados.
© El copyright del texto pertenece exclusivamente a Juan Roures
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La película me gustó, aunque el mensaje parecía un poco disuelto, pero así el público puede sacar sus conclusiones.
ResponderEliminarUn saludo