Halloween se acerca y no hay mejor forma de celebrarlo que disfrazándose (ellos de vampiros, diablos y brujos; ellas de vampiresas sexys, diablesas sexys y brujas sexys), decorando la casa con telas de araña, velas y calabazas diabólicas y, por supuesto, disfrutando de una película lo más terrorífica posible, aunque a menudo su visionado en grupo terminará convirtiéndola en una comedia, especialmente si la escogida es de la talla de Muñeco diabólico (Tom Holland, 1988), cuyo Chucky siempre recordará a los Furbys (o, peor, ellos nos recordarán a él).
Los contrastes crearon una atmósfera gótica y fantasmagórica en la brillante Nosferatu |
Si me preguntasen por el último film de terror de
Alemania que he visto, probablemente no se me ocurriría ninguno. Pero el género
se desarrolló por primera vez allí, en los tiempos del cine mudo. El Golem (Paul Wegener y Carl Boese, 1920) cuenta
la leyenda de una estatua a la que se dio vida para evitar la expulsión de los
judíos de Praga en el XVI y en El
gabinete del doctor Caligari (Robert Wiene, 1920) dos amigos acuden a ver a un sonámbulo
que puede responder a cualquier pregunta para ser informados de que uno de
ellos morirá antes del amanecer. Nosferatu
(F. W. Murnau, 1922) optó por una impactante fotografía de fuertes contrastes y un
montaje brusco que conseguía escenas
realmente tenebrosas. Supuso la primera aparición en pantalla del mítico conde
Drácula, pero no se pagaron derechos de autor y todos los negativos alemanes
fueron destruidos. Por suerte, el resto del mundo ya tenía su copia. Años después se estrenó la brillante Fausto (F. W. Murnau, 1926), sobre un intelectual que vende su alma al diablo. Todos
estos films forman parte del expresionismo alemán, de estilizados sets,
interpretación, iluminación y movimiento de cámara. Su logro no estaba tanto en
la historia, como en la atmósfera de pesadilla que recreaban.
El mítico Bela Lugosi fue un sensual Drácula |
La doble personalidad de La mujer pantera se gana nuestro afecto: encantadora y peligrosa |
Tippi Hedren vivió una pesadilla cuando Hitchcock la hizo rodar Los pájaros con aves atadas a su cuerpo |
Bienvenidos a Zombieland ironiza con cada plano |
Fue entonces cuando
llegó la cumbre del género, si no en calidad, sí en éxito y difusión. Los zombis
alcanzaron la fama con La noche de los
muertos vivientes (George A. Romero, 1968), que, con un estilo muy barato (hoy bastante anticuado), exponía los principales conflictos de la época: peleas callejeras,
racismo y crisis familiar y revolucionaba el género al constatar que el final feliz no era necesario. Sin embargo, poco a poco los “no muertos” se han
vuelto más propios de parodia que de auténtico terror, como demuestran las
divertidas Terroríficamente muertos (Sam Raimi,
1987) y Bienvenidos a Zombieland
(Ruben Fleishcer, 2009). Parece que los muertos tendrán que buscar alternativas a
extender los brazos y poner cara atontada si quieren seguir sembrando el pánico.
Más terroríficos
resultan los niños poseídos. La idea de una criatura inocente convertida en un
monstruo es muy impactante, como demuestran la impresionante El exorcista (William Friedkin, 1973), cuya
niña, no solo era poseída por el diablo, sino que necesitaba un buen lavado de
boca, y la poco sutil La profecía
(Richard Donner, 1976), en la que una madre pierde a su hijo al dar a luz y recibe en
su lugar al hijo del infierno. Ambas obtienen un inquietante aura satánico al tocar delicados temas religiosos. En la irregular La noche de Halloween (John Carpenter, 1978) un niño de seis
años asesina a su familia y se convierte en un peligroso psicópata que años después
regresará para aterrorizar a un grupo de jóvenes a cada cual más estúpido
(primeriza Jamie Lee Curtis incluida).
Pesadilla en Elm Street lleva al límite la confusión entre los sueños y la realidad con maestría |
La novia cadáver contrapone un triste mundo de los vivos con un alegre mundo de los muertos |
Fue este último film el
debut del gran Johnny Depp, al que Tim Burton ha adentrado en el género del
terror en numerosas ocasiones, aunque sin olvidar nunca la clave de comedia que
les caracteriza. La lírica Sleepy Hollow
(1999) narra la historia de un jinete sin cabeza, mientras que la tierna La novia cadáver (2005) y la sangrienta Sweeney Todd (2007) enlazaron terror y
musical como sólo la brillante The Rocky
Horror Picture Show (Jim Sharman, 1975) había conseguido con anterioridad. Nada
como un musical terrorífico para celebrar Halloween. A fin de cuentas, ¿quién
quiere pasar verdadero miedo en una fiesta?
Pero quien no quiera
andarse con tonterías debería ir hasta el final y optar por un film con estilo
documental en el que nunca quede claro qué es real y qué no. “En octubre de 1994,
tres estudiantes desaparecieron en el bosque de Burkittsville mientras rodaban
un documental… un año después, su grabación fue encontrada”; así se promocionó El proyecto de la bruja de Blair (Daniel Myrick
y Eduardo Sánchez, 1999), que hizo creer a todos que el film era real gracias a su
verídico estilo y una campaña publicitaria sin precedentes. Su lento ritmo la
convirtió en uno de los films más odiados de la historia, pero para entonces
éste ya se había convertido también en uno de los más rentables. (La más rentable sería la ingeniosa Paranormal Activity (Oren Peli, 2007), que obtuvo más de 100 millones de dólares a partir de un vídeo casero de 11.000 dólares.) Sin mentiras
de por medio y mayor calidad surgió la escalofriante cinta española [·Rec] (Jaume Balagueró y Paco Plaza, 2007),
grabación ficticia de unos reporteros que quedan atrapados en un edificio
repleto de zombis y vecinos enloquecidos.
The Rocky Horror Picture Show cuenta con una estética camp y números musicales inolvidables |
De hecho, España se ha
convertido en una gran productora de films de terror de calidad con un toque
diferente al americano, cuyos tópicos son dejados de lado para realizar
películas más arriesgadas. Álex de la Iglesia destacó con la claustrofóbica La comunidad (2000) en la que una
impagable Carmen Maura trata de sacar 300 millones del edificio en que los ha
encontrado ante las perturbadas miradas de los vecinos, llevando al límite los
habituales conflictos de escalera. Alejandro Amenábar sorprendió al mundo con la
maravillosa Los otros (2001), sobre
una mansión en la que las cortinas deben estar siempre cerradas y nunca se ha
de abrir una puerta sin cerrar la anterior. Juan Antonio Bayona, por su parte,
triunfó con la tensa El orfanato
(2007), donde una mujer trata de abrir un centro para niños discapacitados en
una casa amenazadora que arrastra a su hijo a un mundo sobrenatural.
Nicole Kidman se ofreció para protagonizar Los otros por su admiración por Amenábar tras Abre los ojos |
El exotismo de otros
países agudiza el miedo a lo desconocido, pues cada nación tiene un visión
distinta y el terror forma parte de ella. Así lo han demostrado China con su Una historia china de fantasmas (Ching Siu-tung, 1987), donde un inspectaor se enamora de una fantasma, Inglaterra con 28 días después (Boyle, 2002), que
convierte al mundo en un cementerio debido a una horrible epidemia; Corea del
Sur con The host (Bong Joon-ho, 2006), una
crítica del sistema a través de la aparición de un monstruo surgido de la
contaminación; Suecia con Déjame entrar
(Tomas Alfredson, 2008), una bella historia de vampiros y marginación social; y, por
supuesto, Japón con The Ring (Hideo Nakata,
1998) sobre unos videos cuyo visionado produce la muerte. Estos dos últimos
serían innecesariamente versionados por EE.UU. con gran –e inmerecido– éxito.
El problema del género
de terror es que basta una base intrigante y buenos efectos para asegurarse un
buen puñado de espectadores, lo que ha supuesto una preocupante escasez de
calidad y un inigualable número de secuelas mediocres (la mayoría de los films mencionados tienen, como poco, una). Son esos escasos films diferentes los que más atención han recibido de
la crítica y, sin duda, los que pasarán a la historia. A menudo la estrategia consiste en crear un mundo agradable y atractivo para que su inmersión en el terror sea más impactante. En Carrie (Brian De Palma, 1976) una chica con poderes telequinésicos sufre
un ataque de histeria ante su primera menstruación, en El resplandor (Stanley Kubrick, 1980) un escritor cae en la locura y trata de asesinar a su familia, en Poltergeist (Tobe Hooper, 1982) una familia se enfrenta a una casa embrujada, en Misery (Rob Reiner, 1990) una mujer secuestra a su autor preferido, y
en la increíble El sexto sentido (M. Night Shyamalan, 1999) la línea entre la vida y la muerte es más estrecha que nunca. Y luego está Steven Spielberg con sus
impresionantes Tiburón (1975) y Parque Jurásico (1993), con las tramas más
conocidas de la historia.
Los fríos ambientes de Déjame entrar aumentan la sensación de aislamiento del protagonista; además la sangre destaca sobre la nieve |
© El copyright del texto pertenece exclusivamente a Juan Roures
© El copyright de las imágenes pertenece a sus respectivos autores y/o productoras/distribuidoras
¡¡¡Toma!!! Esta vez he visto casi todos los films que citas... debe ser verdad que el terror es un género que se consume mucho, jajaja
ResponderEliminarA mi me encanta, sobre todo, los zombies. Alguna vez haré una película de serie B donde ellos sean mis protagonistas...
Por cierto, todo esto es lo que estoy estudiando en clase así que me vino genial! Gracias e increible trabajo el que haces...
Los pájaros! Gran película. Aunque Jurassic Park, venga ya! eso no podría estar catalogado como terror! Yo también pienso que España está cogiendo potencial con el cine de terror.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu articulo, si alguien quiere saber más sobre películas de miedo os dejo este enlace: http://x11.pw/hq5
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