Si hay dos géneros que bordan especialmente
los británicos desde los años noventa esos son la comedia social y el drama de
época. En ambos casos, se procede a comentar la actualidad desde el
entretenimiento, bien relacionando a la recién fallecida Lady Di con la
protagonista de Elizabeth (Shekhar
Kapur, 1998), bien
exponiendo el peligro de los prejuicios a través del grupo de parados de Full Monty (Peter Cattaneo, 1997), por
citar sólo dos ejemplos. En el primer caso, se deslumbra al espectador gracias
al diseño de producción y el vestuario; en el segundo, a través del humor y la
música. Mientras, el subtexto es bastante más complejo de lo que se entrevé a
simple vista. Noche real (A Royal Night Out, 2015), la nueva producción de Julian Jarrold —director de Pisando fuerte (2005) y La joven Jane Austen (2007) pero más
conocido por sus meticulosas creaciones de época para la BBC— supone una
curiosa mezcla de las dos corrientes comentadas, con lo que verdaderamente no
podría tratarse de una obra más encantadoramente británica.
El contraste entre la sofisticada princesa Elizabeth y el alocado mundo real es la clave de Noche real |
Nos encontramos ante una recreación ficcionada
de los hechos que acontecieron el 8 de mayo de 1945 (Día de la Victoria) en el
seno de la Casa Real británica: la salida más que controlada de las princesas a
celebrar la victoria en un grupo de dieciséis personas que incluía a la niñera,
varios amigos y militares protectores sirve a Kevin Hood (que ya colaboró con Jarrold en La joven Jane Austen) y el debutante Trevor De Silva para imaginar divertidas aventuras nocturnas
vividas por la sensata heredera Elizabeth (refinada Sarah Gadon, receptora del Genie canadiense por la inquietante Enemy, de Denis Villeneuve, 2013) y su
alocada hermana Margaret (hilarante Bell
Powley, ganadora del Gotham por la fresca The Diary of a Teenage Girl, de Marielle Heller, 2015), hasta
entonces refugiadas —o encerradas, según se mire— en una cristalina burbuja.
Que las edades de actrices y personajes reales (28 y 23 frente a 19 y 14,
respectivamente) no concuerden lo más mínimo es lo de menos, ya que la
fidelidad a la aburrida historia original es, para bien y para mal, escasa. No
obstante, como suele suceder en las producciones británicas de este tipo, el
respeto a la Casa Real es mayúsculo, fomentándose el humor más sutil y elegante
sin caer jamás en la vulgar caricatura.
El cartel de Noche real contrapone la sensatez a las ganas de vivir |
Rupert Everett (inolvidable en La novia de mi mejor amigo, de P. J. Hogan, por la que optó al
Globo de Oro y el BAFTA en 1997) y Emily Watson (magnífica en
producciones como Rompiendo las olas,
de Lars von Trier, por la que se alzó con el EFA y otros múltiples galardones, también
en 1997) contribuyen a dotar de dignidad a los mismos personajes que encarnaron
Colin Firth y Helena Bonham Carter en la oscarizada El discurso del rey (Tom Hooper, 2012): el rey George VI (quien
accedió al trono de manera inesperada tras la abdicación de su hermano Edward,
situación que contribuye fuertemente a la reflexión del film) y su esposa
Elizabeth. El quinteto protagonista se completa con el guapo Jack Reynor
—de lo menos malo de Transformers: la era
de la extinción (Michael Bay, 2014)—, quien cumple perfectamente con su
papel de encantador conquistador nocturno, siendo su historia de amor con
Elizabeth abordada, nuevamente, con plena pulcritud (algo razonable
considerando que nada hay de realidad en ella). Este último personaje,
de orígenes obviamente mucho más humildes que las protagonistas, da pie a un liviano
comentario social sobre la diferencia, no tanto de clase, como de perspectiva
hacia la vida. Ciertamente, su conflicto relacionado con la experiencia bélica
(que vuelven su visión de la celebración diametralmente opuesta a la de las ingenuas
princesas) está tratado con total irreverencia, pero funcionan para dotar de
una dimensión dramática a una experiencia por lo demás perpetuamente agradable
que recuerda inevitablemente a la encantadora Vacaciones en Roma (William Wyler, 1953), debut hollywoodiense de
Audrey Hepburn.
Tras triunfar con The Diary of a Teenage Girl, Bell Powley confirma su carisma cómico en Noche real |
Clave de la esencia apacible del film es el
plano técnico, donde destacan la elegante fotografía de Christophe Beaucarne —ganador del Magritte belga por la peculiar Las vidas posibles de Mr. Nobody (Jaco
Van Dormael, 2011)— y, sobre todo, la evocadora música de Paul Englishby —receptor del Emmy por Entre líneas (David Hare, 2011) pero más recordado por su bella, aunque breve, partitura para An education (Lone
Scherfig, 2009)—, que
alterna entre las majestuosas partituras orquestales palaciegas y los más
vitales ritmos callejeros aderezados de swing y jazz en función de la
localización y el estado de ánimo de los personajes. Sumando todo esto a la
gracia del reparto tenemos una producción que ofrece exactamente lo que
promete: un entretenimiento ligero, elegante y apacible con el que
introducirse, al menos por unos momentos, en la piel de dos princesas que
posiblemente cambiarían todos los lujos reales por una sola noche de impetuoso Lindy
Hop.
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