Blancanieves es una apuesta segura para la categoría de vestuario del próximo año |
Sin embargo, el éxito de un buen vestuario es estar perfecto para la
ocasión sin que parezca que le hemos dado demasiadas vueltas. A veces, incluso,
el subconsciente nos lleva a vestir de una determinada manera. ¿Quién no ha
repetido el mismo conjunto grisáceo toda la semana al pasar por una depresión?
Y, claro, nada mejor que una camiseta colorida para un día animado. La ropa es
reflejo, tanto de lo que experimentamos en el momento, como de nuestra forma de
ser; es reflejo de nuestra personalidad.
Los personajes de La duda han dedicado su vida a Dios; su hábito es símbolo de esta decisión/represión |
Todo esto lo tienen en cuenta los cineastas; y mucho. Porque, si en el
mundo real nadie viste de forma aleatoria, en las películas el azar no tiene
lugar. El vestuario es un elemento primordial de la imagen visual de un film
porque refleja una estética concreta y, sobre todo, la personalidad de los
personajes. Así, Meryl Streep es la que es, pero unos ropajes raídos la
trasladan a un campo de concentración en la emotiva La decisión de Sophie (Alan J. Pakula, 1981), una ropa extravagante acentúa
su locura en la divertida Una serie de
catastróficas desdichas (Brad Silberling, 2004), un traje elegante acompaña a su
poder como directora de moda en la entretenida El diario viste de Prada (David Frankel, 2006) y el opresor hábito la
convierte en una anticuada monja en la brillante La duda (John Patrick Shanley, 2008). En Memorias
de África (Sydney Pollack, 1985) su personaje va dejando de lado su imagen de
colonialista blanca para adoptar una más acorde a la realidad que la rodea
conforme va absorbiendo la esencia de África. Aunque, como oímos en la divertida
serie Modern Family, “Meryl Streep
podría hacer de Batman y sería la opción más correcta”, sin el traje negro que el
personaje viste en Batman (Tim Burton, 1989) o Batman forever (Joel Schumacher, 1995) incluso ella lo tendría difícil.
Si van a juzgarte igualmente, mejor dales tú el motivo, dice la divertida y crítica Rumores y mentiras |
Nuestra ropa es muestra de lo que somos o, al menos, de lo que
queremos aparentar ser. Mientras la adolescente encarnada por Thora Bitch en Ghost World (Terry Zwigoff, 2001) refleja su crisis existencial con constantes y alocados cambios de vestuario, la aún más joven Evan Rachel Wood quiere, en la impactante Thirteen (Catherine Hardwicke, 2003), ser popular y, por ello, cambia
sus habituales ropas de niña por otras —a menudo robadas— que le dan una imagen de chica dura. También
la modosita Olivia Newton-John de Grease
(Randal Kleiser, 1978) muestra su cambio de personalidad vistiéndose de licra negra (dando lugar a un mensaje bastante machista, por cierto).
De esto se ríe Rumores y mentiras
(Will Gluck, 2010), cuya protagonista (Emma Stone), consciente de que todos creen que es una fresca,
decide darles lo que quieren y pasearse por el instituto vestida de negro con
un gran escote y una letra A roja en referencia a La letra escarlata, historia de una mujer adúltera condenada a
llevar una “A” en el pecho como recordatorio. Por otra parte,
Keira Knigthley, protagonista de La duquesa, está especialmente cómoda entre corsés y voluminosidad |
Pero, dejando de lado las estúpidas modas adolescentes, hay películas
que deben mucho al diseño de vestuario. La belleza visual de Memorias de una Geisha (Rob Marshall, 2005) y
La duquesa (Saul Dibb, 2008), por ejemplo,
tiene mucho que ver con él. Y, hablando de geishas y duquesas, toda película de
época que se preste debe contar con un buen diseño de vestuario que haga más
apetecibles sus a menudo aburridas tramas; Ana
de los mil días (Charles Jarrott, 1969), Una
habitación con vistas (James Ivory, 1985) o La
joven Jane Austen (Julian Jarrold, 2007) lo saben bien. Este tipo de films son
propios de Inglaterra y, aunque exponen el amor de este país por su historia, a
menudo ocultan en sus hechos pasados comentarios ocultos sobre la actualidad.
La importancia del vestuario es tal que se conocen como “costume drama”.
Empero, los mejores films de este género son los que sumergen al espectador en
la historia lo suficiente para olvidar el vestuario; Orgullo y prejuicio (Joe Wright, 2005), por ejemplo.
El brillante vestuario de Cleopatra no es demasiado realista |
Aunque no todo son vestidos vaporosos, claro. Juana de arco (Victor Fleming, 1948) nos lleva al siglo XV, Cleopatra (Joseph L. Mankievicz, 1963) es anterior
a Cristo, y En busca del fuego
(Jean-Jacques Annaud, 1981) tiene lugar en la mismísima prehistoria; y lo primero es vestir
a los personajes como se debe. Para ello es necesario un exhaustivo trabajo de
investigación y, a veces, de imaginación, pues no siempre es fácil adivinar
cómo vestían las personas hace miles de años. Claro, que el equipo de vestuario
tiene poco que hacer cuando un rodaje poco cuidado introduce, por ejemplo,
deportivas y vaqueros en el Imperio Romano de Gladiator (Ridley Scott, 2000). De todos modos, el realismo no es precisamente la meta de los grandes estudios: aparentemente de todas las películas del Antiguo Egipto existentes tan sólo la polaca Faraón (Jerzy Kawalerowicz, 1966) es históricamente fiel, pues la mayoría prefiere la espectacularidad que la verosimilitud.
Si investigar sobre cómo se vestía en el pasado es difícil,
hacerlo sobre el futuro es (y lo será hasta que la máquina del tiempo de Regreso al futuro (Robert Zemeckis, 1985) se
invente) imposible. Films futuristas como Blade
Runner (Ridley Scott, 1982) y 12 monos
(Terry Gilliam, 1995) pasan por todo un proceso de imaginación sobre cómo se
desarrollará la moda con el paso del tiempo, aunque a menudo son reflejo de la
época en que se crean más que del futuro que intentan emular.
Los elfos de El señor de los anillos son las criaturas más queridas por los Dioses y sus ropas hacen honor a esto |
Aunque, para imaginación, la de films fantásticos como El quinto elemento (Luc Besson, 1997) y Blancanieves (Mirror, Mirror) (Tarsem Singh,
2012) o sagas como Harry Potter (2001-2011)
y Las crónicas de Narnia (2005-2010),
que parten de cero y pueden permitirse ignorar los límites del realismo. Especialmente curioso es el caso de Star Wars (1977-2005), ya que las precuelas, creadas veinte años
después de la saga original, hubieron de confeccionar un vestuario que
precediera en el tiempo a aquélla. Para El
señor de los anillos (Peter Jackson, 2001-2003), la elaboración del vestuario fue
tan cuidada que cada criatura y pueblo de la Tierra Media tiene el suyo propio.
Los elfos, las criaturas más hermosas del mundo, visten en sintonía con la
naturaleza; los hobbits, tan solo preocupados por la buena vida, son
campechanos; los enanos, amantes de la tierra y la industria, son funcionales;
y los orcos, cuyo único sentido en la vida es la guerra, sólo utilizan toscas
armaduras. Hasta el bordado más imperceptible fue diseñado a mano para lograr
una estética tan realista como atractiva. El estreno próximo de El hobbit (Peter Jackson, 2012) promete seguir
en esta brillante línea.
Frente a los esfuerzos de Hollywood por emular países exóticos, Moolaadé sólo necesita grabar la realidad |
El vestuario es muy útil para recrear un país exótico y a menudo debe envejecerse y estropearse para alcanzarse la credibilidad. Lawrence de Arabia (David Lean, 1962) nos
traslada al norte de África, Pasaje a la
India (David Lean, 1984) al continente indio y
El último emperador (Bernardo Bertolucci, 1987) a la Ciudad Prohibida de China. Con
ellas nos sentimos turistas en lugares inexplorados, pero, para sentirse
realmente parte de estas culturas, mejor ver la senegalesa Moolaadé (protección) (Ousmane Sembene, 2004), la india El mundo de Apu (Satyajit Ray, 1959) o la china Qiu Ju, una mujer china (Zhang Yimou, 1992),
que no necesitan diseñar nada porque tienen los vestidos originales de la zona
a su alcance.
Un tranvía llamado deseo sexualizó las camisetas interiores, pero no a todos les sientan como a Brando |
Quizá el vestuario más importante sea el que influye
directamente en la sociedad. Desde sus comienzos, el cine ha marcado tendencia,
sobre todo gracias a sus estrellas: Leslie Caron popularizó las bailarinas en Un americano en París (Vincente Minnelli, 1951);
James Dean, las cazadores de cuero en Rebelde
sin causa (Nicholas Ray, 1955); Jean Seberg, los pantalones de pitillo en Al final de la escapada (Jean-Luc Godard, 1960);
y Faye Dunaway, la boina en Bonnie &
Clyde (Arthur Penn, 1967). La hombría ha sido puesta en juego: Clark Gable
sorprendió al mundo al quitarse la chaqueta y mostrar que no llevaba nada
debajo en Sucedió una noche (Frank Capra,
1934) y un Marlon Brando más sexy que nunca devolvió a las camisetas interiores
la virilidad en Un tranvía llamado deseo (Elia Kazan,
1951); también ellas han ofrecido todas sus caras, desde la más sexy con Marilyn Monroe vestida de blanco en La tentación vive arriba (Billy Wilder, 1955), hasta la más masculina con Dianne Keaton y sus corbatas en Annie Hall (Woody Allen, 1977). Incluso hay prendas popularizadas por azar, como las gigantescas hombreras
con las que Joan Crowford disimulaba sus enormes hombros, y otras que deben el
nombre a las películas que las hicieron famosas, como la Rebeca (Alfred Hitchcock, 1940) o el escote Sabrina (Billy Wilder, 1954).
La fuerza visual de Ran debe mucho al color, cuya falta había perjudicado a anteriores films de Kurosawa |
Este último film le dio un nuevo Oscar a Edith Head, quien, con ocho
galardones, es la diseñadora más oscarizada de la historia (no sin motivo reivindicó durante años la creación de dicho galardón). Sin embargo, el
auténtico artífice de los modelos del film era el famoso Hubert de Givenchy, a
quien aquélla ni mencionó en su discurso de aceptación. Indignada, la
protagonista del film, Audrey Hepburn, pidió disculpas al diseñador, quien
desde entonces sería su más íntimo colaborador. Sorprendentemente Givenchy y
Head volverían a unir fuerzas a la perfección en Una cara con ángel (Stanley Donen, 1957), pero esta vez ambos nombres
aparecerían en la lista de nominados al Oscar. Premios aparte, la consecuencia más
famosa de la relación Hepburn-Givenchy es el maravilloso vestido negro de Desayuno con diamantes (Blake Edwards, 1961),
que hace seis años se convirtió en la prenda más cara de la historia al ser
vendido en una subasta por unos 700.000€ , dinero que se empleó para construir escuelas en zonas pobres de África en memoria de la actriz.
El variado y pomposo vestuario de Fellini, ocho y medio es ideal para la esencia onírica del film |
Quizá nadie pagaría tanto dinero por ellos, pero Fellini, ocho y medio (Federico Fellini, 1963), Ran (Akira Kurosawa, 1985) o Cyrano
de Bergerac (Jean-Paul Rappeneau, 1990) también se llevaron merecidos Oscars por sus
cuidados diseños; y eso que, siendo films extranjeros, no lo tienen fácil en la
mayoría de categorías. Musicales como Sombrero
de copa (Mark Sandrich, 1935), El gran Ziegfield (Robert Z. Powell, 1936), The Rocky
Horror Picture Show (Jim Sharman, 1975) o Moulin
Rouge (Baz Luhrmann, 2001) acompañan a la música y los bailes de voluminosos
vestidos llenos de movimiento y fuerza visual, pero quizá el diseño de
vestuario más original sea el de Las
aventuras de Priscilla, reina del desierto (Stephan Elliott, 1993), en la que dos
jóvenes gays y un maduro transexual viajan por la homófoba Australia vestidos
con motivos de lagarto, flores, plumas… y hasta un traje confeccionado con
sandalias.
La reprimida Jeanne Dielman viste a juego con el hogar, que se ha convertido en su único espacio |
Por supuesto, el vestuario de esta genial película tiene una función
además de la decorativa: hartos de los prejuicios de la sociedad, los tres
protagonistas deciden vestir lo más exageradamente posible para demostrar al
mundo que les da igual lo que se piense de ellos. Como todo en el cine, el
atuendo tiene su simbolismo y puede ser utilizado para transmitir lo que el
diálogo omite (de hecho, presenta a los personajes antes incluso de que hablen). La protagonista de la arriesgada Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce, 1080 Bruxelles (Chantal Akerman, 1976) es un ama de
casa deprimida para la que la vida se ha vuelto una rutina y el hogar su único
espacio vital. Por ello, sus ropas son siempre marrones, grisáceas o azules,
con estampados cuadriculados que parecen camuflarla en el ambiente: su
presencia es ya invisible porque su única labor reside entre las opresoras
paredes de la casa.
La belleza visual de Una cara con ángel debe mucho al vestuario (y a la fotogénica Audrey Hepburn, claro) |
Los protagonistas de Deseando amar deben reprimir sus sentimientos, pero el vestuario dice otra cosa |
Aunque parece que el vestuario de
lujo va ligado a las superproducciones, éste tiene un papel aún más importante
en el cine de autor, pues forma parte del estilo visual de los directores con
más personalidad. El estampado vestido ajustado de Maggie Cheung en la
brillante Deseando amar (2000) apoya
la sinuosidad requerida por Wong Kar-Wai, el lujo del atuendo de Gong Li para La maldición de la flor dorada (2006) es
ideal para que Zhang Yimou retrate el aburrimiento de la soberana ante el
poder, y la extravagancia de los trajes de Alicia
en el País de las Maravillas (2010) ayuda a Tim Burton a recrear la idea de
sueño y locura (lástima qué él mismo se olvidará de ella). Pedro Almodóvar se
identifica con el rojo y viste a sus protagonistas de films como La ley del deseo (1987) o Todo sobre mi madre (1999) con él para simbolizar
fuertes sentimientos como la pasión, la ira o el deseo.
Alicia en el País de las Maravillas es uno de esos films que debe todo su éxito al vestuario y la dirección de arte |
Glenn Close, protagonista de Albert
Nobbs (Rodrigo García, 2011), comentaba que, sólo una vez maquillada y vestida
podía sentir que se había convertido en el personaje. Esto es propio de la
escuela de interpretación clásica que, al contrario que la del método,
convierte al vestuario en parte esencia de la transformación en un personaje, a
nivel, no sólo físico, sino también interior. Quizá fue el vestuario el primer
paso para las fascinantes transformaciones de Laurence Olivier en Hamlet (Laurence Olivier, 1948), Ben Kingsley en Gandhi (Richard Attenborough, 1982), Cate
Blanchett en Elizabeth (Shekhar Kapur, 1998)
o Pilar López de Ayala en Juana la Loca
(Vicente Aranda, 2001). Los diseñadores de vestuario suelen confeccionar la ropa de los
personajes por completo, incluidas las capas interiores que nunca se verán en
pantalla: para sentirse como La reina
Victoria (Jean-Marc Vallée, 2009) no se puede llevar un tanga bajo el hermoso vestido
del siglo XIX.
Las aventuras de Priscilla, reina del desierto: ¿Que el mundo es homófobo? pues que le den |
Aunque a simple vista el vestuario no es un elemento tan
cinematográfico como el montaje o los efectos especiales, espero que este
artículo demuestre que es mucho más que mera ropa. El director lo utiliza para
crear su estilo personal, el fotógrafo lo tiene en cuenta para la composición y
el intérprete se apoya en él para transformarse en su personaje. Cuando el trabajo de los tres se funde a la perfección con el del diseñador de vestuario surge la magia, como muestra el maravilloso vestido verde lucido por Keira Knightley en Expiación (Joe Wright, 2007), considerado el mejor atuendo de la historia del cine por una encuesta de la revista In style y SkyMovies. Por supuesto,
el vestuario no tiene poder suficiente para salvar una película, pero puede
poner de su parte: casi nada funciona en El
gran Gatsby (Jack Clayton, 1974), pero al menos el vestuario sí. Cada película
es un mundo y el vestuario ayuda a confeccionar este mundo, nunca mejor dicho.
Con él podemos conocer un poco mejor a un personaje o sencillamente disfrutar
de una imagen más estética y agradable. Y sólo hacen falta un hilo y una aguja.
Para empezar, claro.
© El copyright del texto pertenece exclusivamente a Juan Roures
© El copyright de las imágenes pertenece a sus respectivos autores y/o productoras/distribuidoras
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Uno se sorprende de lo difícil que es escoger vestuario para una película cuando debe hacerlo... al menos a mi me costó mucho y sólo era un corto... jajaja
ResponderEliminarQue lindo leer tanto sobre Audrey... si es que quien porte tiene todo le sienta bien.
Muchas de ellas las he visto, son buenas pelis. Hay una que si no he visto, "Rumores y mentiras". Espero visualizarla pronto.
ResponderEliminarSaludos
David
Muy interesante, nunca pensé que el vestuario fuera algo tan importante.
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