Como el primer spin-off de la saga galáctica
por excelencia, Rogue One: Una historia de Star Wars
(Rogue One: A Star Wars Story, 2016) tenía una gran responsabilidad. A fin de
cuentas, que la proliferación de películas planeadas por Disney al margen de la
tercera trilogía fuera tomada en serio por la crítica y el público dependía
plenamente de ella. Afortunadamente, el estudio líder del entretenimiento ha
cuidado su gallina de los huevos de oro (tal y como viene haciendo sabiamente
durante el último quinquenio en todos sus departamentos): Rogue One es todo lo que podíamos desear del primer film de la saga
no centrado en la familia Skywalker (con perdón de determinadas aventuras
boscosas protagonizadas por Ewoks a las que, por motivo obvios, nadie ha hecho
nunca demasiado caso). De hecho, gracias al riesgo formal y narrativo asumido,
ha superado la aceptación de El despertar de la Fuerza (J. J. Abrams, 2015), una cinta generalmente aclamada pero
lastrada por su excesivas similitudes con La
guerra de las galaxias (George Lucas, 1977).
El regreso de Darth Vader no ha decepcionado |
De hecho, pese a llevar la
desprestigiada etiqueta de “spin-off”, Rogue
One ha resultado ser mucho más necesaria e innovadora que su
predecesora, a lo que ha ayudado contar con dos guionistas de primera: Chris Weitz —que optó al Óscar por Un niño grande (2002, dirigida junto a su hermano Paul) y ya hizo un gran
trabajo para Disney en Cenicienta
(2015)— y Tony Gilroy —candidato a
sendos Oscars como guionista y realizador por su debut en la dirección, Michael Clayton (2007), y colaborador habitual
de la saga del agente Jason Bourne—, quienes partieron de una idea de Gary Whitta (autor del guion de El libro de Eli, de Albert Hughes y Allen
Hughes, 2010) y John Knoll
(Supervisor General de Efectos Visuales de Industrial Light & Magic). Por
su parte, el británico Gareth Edwards
ha dirigido la mejor película de su carrera tras ofrecernos Monsters (2010) y Godzilla (2014), dos controvertidas aventuras que le permitieron
experimentar en el resbaladizo terreno de la ciencia-ficción. Todos son seguidores de la saga, pero han sabido dejar de lado la mera
fascinación para traspasar nuevos horizontes sin dejar por ello de satisfacer
la nostalgia. Que John Williams haya dado paso al gran Michael Giacchino, habitual colaborador de Disney que optó al Óscar
por Ratatouille (Brad Bird, 2007) y
lo ganó por Up (Bob Peterson y Pete
Docter, 2009), es otro ejemplo del deseo de apartar a la saga de su
zona de confort (aunque la evocación de melodías clásicas no podía faltar).
Rogue One presenta en su cartel nuevos rostros en contexto conocido |
Y es que Rogue One está preparada para contentar tanto a los fans más
acérrimos como a aquellos que tan sólo se acercan a esta galaxia muy muy lejana
con cada estreno, si bien innegablemente serán los primeros quienes más disfruten
de ella gracias a sus numerosos guiños a las dos trilogías entre las que se
sitúa. Así, la breve aparición estelar de Darth Vader (a quien vuelve a dar voz
James Earl Jones) apasionará a todos
por igual (sobre todo porque la puesta en escena, dominada por la lóbrega
fotografía de Greig Fraser —a quien
debemos el apasionante trabajo visual de La
noche más oscura (Kathryn Bigelow, 2012) y Foxcatcher (Bennett Miller, 2014)—, es sobrecogedora), pero otros
“cameos” que evitaré mencionar rehuyendo el spoiler resultarán más deliciosos
cuanto más amor por la saga se profese. A modo de ejemplo, el retorno del
personaje de Mon Mothma, líder de la rebelión, tan sólo será apreciado por
quienes, bien recuerden su breve aparición en El retorno del Jedi (Richard Marquand, 1983) —donde la encarnó Caroline
Blakiston, quien, por cierto, sigue dedicada al mundo audiovisual 83 años
después de su nacimiento—, bien hayan visto las escenas eliminadas de La venganza de los Sith (George Lucas,
2005), en las que se relataba cómo la “Delegación de los 2000”, un grupo de
2000 senadores hartos del poderío creciente del Canciller Palpatine, plantó la semilla
de la Alianza Rebelde. Personalmente, siempre he lamentado la omisión de estas
escenas, pues, además de dar un toque de esperanza al Senado Galáctico,
resultaban vitales para comprender el creciente abismo entre Anakin (devoto al
Canciller Palpatine como maestro y a la República por inercia) y Padmé (devota
a la República como ideal y a Palpatine por obligación), con lo que aplaudo la
fama devuelta al personaje, al que vuelve a dar vida Genevieve O’Reilly. Asimismo, Jimmy
Smits retoma el papel de Bail Organa, senador insurrecto presente en El ataque de los clones (George Lucas, 2002)
y la recién mencionada La venganza de los
Sith y padre adoptivo de Leia que goza así de su último momento de gloria
antes de perder la vida con la destrucción de Alderaan por la Estrella de la
Muerte. ¿Y qué decir del regreso del Gran Moff Tarkin, convirtiendo, eso sí, a Guy
Henry en el fallecido Peter Cushing gracias a la magia de la digitalización?
Genevieve O'Reilly llega por fin a las salas como Mon Mothma tras ser eliminada de La venganza de los Sith |
Lejos de estar metidos con
calzador, los personajes secundarios recuperados actúan de nexo de unión entre
las dos trilogías y ayudan a comprender mejor conceptos de aquellas que podrían
haber quedado en el aire. Recordemos que el corazón de la sinopsis de Rogue One no es otro que el robo de los
planos de la Estrella de la Muerte, clave de los acontecimientos de la trilogía
original. Pues bien, a diferencia de las precuelas, que no siempre parecían
tomarse del todo en serio su conexión con aquella (que se lo digan a Leia, que
recuerda a una madre a la que apenas vio un par de segundos nada más nacer),
esta película no sólo encaja perfectamente en tan rico universo
cinematográfico, sino que incluso ata con firmeza varios cabos sueltos. Y todo
ello otorgando el mérito a personajes renegados que rara vez lo tuvieron en las
películas clásicas: mujeres (Felicity
Jones como Jyn Erso), latinos (Diego
Luna como Cassian Andor), afroamericanos (Forest Whitaker como Saw Gerrera), asiáticos (Wen Jiang como Baze Malbus y Donnie
Yen como Chirrut Îmwe), árabes (Riz
Ahmed como Bodhi Rook) y hasta droides imperiales (Alan Tudyk como K-2SO), una tendencia ya iniciada por El despertar de la Fuerza que cobra aquí
una dimensión aún más importante al afirmar que ninguna de las grandes hazañas
de Luke Skywalker y compañía habría sido posible sin la intervención previa de
personajes tradicionalmente relegados por el cine de acción a un segundo plano.
El reparto de Rogue One no podría ser más internacional |
Sobra decir que tanto los
intérpretes mencionados como el australiano Ben Mendelsohn (que encarna al villano principal de la cinta: Orson
Krennic) y el danés Mads Mikkelsen
(que da vida a Galen Erso, padre de la protagonista y desencadenante de toda la
trama tanto de esta película como de la que le sigue temporalmente) realizan un
trabajo perfecto, llenando de vida el universo galáctico. Se echa en falta, empero,
mayor presencia de personajes no humanos, ya que la galaxia está plagada de
ellos y, sin embargo, siempre parecen limitarse a pasearse por el fondo (en
esta ocasión, tan solo el Almirante Raddus cuenta con protagonismo, resultando
poco arriesgado que pertenezca a la misma especie que el icónico Ackbar, o sea,
Mon Calamari). Asimismo, tal y como sucedía en El despertar de la Fuerza (aunque no en la misma medida), el diseño
de producción y el vestuario evocan demasiado a la trilogía original,
escaseando localizaciones y vestimentas que realmente sorprendan al espectador
en la medida que Naboo o el atuendo de Amidala lo hicieron en su día en la excesivamente
criticada La amenaza fantasma (1999),
si bien en este caso todo se explica a raíz de la coincidencia temporal y
espacial con la primera cinta de la saga. Y es que, para bien y para mal, Rogue One ha antepuesto la acción a todo
lo demás, ofreciendo una aventura vibrante y poderosa que, sobre todo durante
su segunda mitad, deja al espectador sin respiración. Es más, la saga no
disfrutaba de tan buena salud desde El
imperio contraataca (Irvin Kershner, 1980). Parece que Disney está
contraatacando con brío.
Personalmente me ha gustado mucho esta película!
ResponderEliminarTiene alguna cosa criticable, como que Mon Mothma no se haya cambiado de ropa en años.
Por otro lado, ha avivado mi deseo de ver las siguientes precuelas. Espero que hagan una explicando la toma de Naboo y cómo Padmé tuvo que huir!