Tras el gran
éxito de taquilla —que no crítica— de la Alicia
en el País de las Maravillas de Tim Burton en 2010, Walt Disney Pictures decidió trasladar otro de sus clásicos
animados a la acción real. Y la elegida fue La cenicienta (Clyde
Geronimi, Hamilton Luske y Wilfred Jackson, 1950), primer film que realizó el
estudio tras los años de silencio que provocó la II Guerra Mundial. En
principio, la cinta parecía una idea oportunista con la que aprovechar el
inesperado tirón moderno de los cuentos de hadas, pero al final la nueva Cenicienta
(2015) se ha convertido, no sólo en la primera sorpresa cinematográfica del
estudio, sino en una de las adaptaciones de cuentos más redondas que ha dado
el séptimo arte. Gracias a ella, nuestras expectativas de cara a las próximas
adaptaciones de acción real de Dumbo, El libro de la selva, La bella y
la bestia, Mulán y Pinocho han experimentado un empujón considerable.
El cuidado visual de Cenicienta permite aislar múltiples planos como si de cuadros se tratasen |
Por supuesto,
la clave del éxito del film no radica en la historia como tal, sino en un
fantástico equipo donde todo el mundo ha puesto su granito de arena, desde la
dirección de Kenneth Branagh hasta el protagonismo de Lilly James. Curiosamente, ninguno de los dos era la primera opción
de Disney (ni parecían, a priori, acertadas alternativas). Así, James (lanzada al estrellato por la deliciosa serie Downton Abbey)
sólo logró el papel gracias a que Emma Watson, Gabriella Wilde, Saoirse Ronan,
Alicia Vikander, Bella Heathcote y Margot Robbie no pudieron encajar el rodaje
en sus agendas. En cuanto a la dirección, en un principio el estudio encargó el
film a Mark Romanek, quien intentó
dar al cuento una visión demasiado oscura y terminó apartándose del proyecto.
Me pregunto qué esperaban los ejecutivos de Disney… ¿Acaso no habían visto su Nunca me abandones (2010)?
Cenicienta supone el mejor trabajo de Kenneth Branagh como director en más de una década |
Contar con Kenneth Branagh suponía una decisión
curiosa y arriesgada. Así, este director se dio a conocer en los años noventa
gracias a sus adaptaciones de obras de Shakespeare —la dramática Enrique V (1989), su ópera prima y única
nominación al Óscar como mejor realizador hasta el momento, la desenfadada Mucho ruido y pocas nueces (1993) y la
exhaustiva Hamlet (1997)—, pero
llevaba años perdido entre géneros variopintos con cintas tan insustanciales
como La huella (2007), Thor (2011) y Jack Ryan (2014). Aunque probablemente su mejor creación sea Los amigos de Peter (1992), que dirigió
y protagonizó, hoy en día el público lo conoce más por encarnar a Gilderoy
Lockhart en la saga Harry Potter.
Resulta por tanto inesperada la habilidad y cariño con que ha dirigido Cenicienta, a la que ha logrado dar un
toque único y personal sin perder la esencia original.
La presencia de Cate Blanchett engrandece el film, aunque todo el reparto cumple con creces |
Si algo
estropeaba el clásico de Disney era el machismo imperante y la simpleza
narrativa. Partiendo del hecho de que nos encontramos ante un cuento infantil,
la versión de Branagh pone solución a ambos problemas. Así, los personajes (en especial, los femeninos) están más desarrollados, siendo sus aspiraciones y comportamientos mucho más
comprensibles. Destaca al respecto la Madrastra, una de las malvadas más planas
del universo Disney (ni siquiera entró en el top de los 13 mejores villanos del
estudio), dotada ahora de gran profundidad e interés. Clave de ello es sin duda
el experimentado trabajo de la gran Cate Blanchett —oscarizada por El aviador
(Martin Scorsese, 2004) y Blue Jasmine
(Woody Allen, 2013—, quien encarna al personaje con su característico aplomo,
convirtiéndose indudablemente en la estrella del film. Y eso que Lilly James
realiza un trabajo sorprendente y Richard
Madden (Juego de Tronos) confecciona
un príncipe tan irresistible como humano. Así, mientras la cinta de 1950
contaba con una de las historias de amor más vacías y manidas del estudio, la
relación presentada en esta revisión es creíble, sincera y emocionante.
Cenicienta (Cinderella) se llamaba originalmente Ella |
Sin duda, Cenicienta bebe su fuerza de las interpretaciones
de Blanchett, James y Madden, pero el resto del reparto también cumple su
función, desde la popular Helena Bonham Carter
como el Hada Madrina hasta Holliday
Grainger (típica secundaria en films de época como Anna Karenina, de Joe
Wright, 2013) y Sophie McShera
(compañera de James en Downton Abbey)
como las caprichosas hermanastras, todas ellas divertidísimas. Eloise Webb, Derek Jacobi, Hayley Atwell,
Stellan Skarsgård, Leila Wong y Ben Chaplin también ponen su granito de arena. Empero, el cuarto
protagonista del film no es ninguno de ellos, sino el majestuoso vestuario confeccionado por la Sandy Powell, asistida por técnicos de Swarovski. Los maravillosos vestidos,
no sólo brillan con luz propia, sino que ayudan al desarrollo de la trama y dan
complejidad a la puesta en escena. La entrada del personaje de la Madrastra,
cuyo enigmático rostro sólo es revelado cuando su sombrero lo desea, es una
perfecta muestra de ello. Powell podría perfectamente sumar su cuarto Óscar
tras los obtenidos por Shakespeare in
love (John Madden, 1998), El aviador
—donde también vistió a Blanchett— y La
reina Victoria (Jean-Marc Vallée, 2009). También debería ser al menos
nominado el lujoso diseño de producción del italiano Dante
Ferretti —oscarizado nuevamente por El
aviador, Sweeney Todd (Tim
Burton, 2007) y La invención de Hugo
(Scorsese, 2011)—, así como la maravillosa banda sonora de Patrick Doyle (nominado por última vez por la música del Hamlet de Branagh y el año anterior por
la de Sentido y sensibilidad, de Ang
Lee, en 1996 y 1997 respectivamente). Lejos de copiar la melodía del clásico
animado, el compositor escocés ofrece piezas únicas que subrayan la narración y
los sentimientos de los personajes con gran belleza.
Cate Blanchett, Holliday Grainger y Sophie McShera ofrecen el contrapunto divertido a la historia de amor |
Por supuesto,
la inspiración de todos ellos parte del cuidado guion de Chris Weitz,
artífice de los notables libretos de Un
niño grande (2002) y La brújuja dorada
(2007), ambas dirigidas por él mismo (junto a su hermano, en el caso de la
primera). Y es que, sin necesidad de los abalorios tramposos de la mencionada Alicia en el País de las Maravillas y Maléfica (Robert Stromberg, 2014) —con
la que, eso sí, Disney empezaba a augurar un buen futuro a las revisiones de
cuentos—, el ingenioso Weitz concentra sus esfuerzos en tapar los baches narrativos
del cuento y dotarlo de un bienvenido carácter progresista. Parece que los
ejecutivos del estudio confían en él, pues le han encargado la historia de Star Wars: Rogue One (Gareth Edwards,
2016), esperadísimo spin-off de la franquicia galáctica. De todos modos, quien
más agradecido debe mostrarse con él es Branagh, ya que, tras años perdidos
con historias banales, ha demostrado que no es su talento directivo lo que debe
ponerse en duda, sino su habilidad para seleccionar proyectos.
Helena Bonham Carter protagoniza la escena más mítica del film |
Apoyado por
los elegantes efectos visuales y la pictórica fotografía de Haris Zambarloukos, el realizador supera nuestras expectativas
incluso al recrear los momentos más icónicos del cuento, como los toques
mágicos del Hada Madrina (quien no duda en recitar el clásico “Bibbidi-Bobbidi-Boo”, incluido entre
las 50 mejores canciones Disney), el primer baile ceremonial entre Cenicienta y
el Príncipe (engrandecido por la vivacidad del vestido azul) y, por supuesto,
la prueba del famoso zapato (para el que un equipo de ocho personas dedicó 150
horas hasta obtener un cristal Aurora Boreal que reflejara la luz en toda su
magnificencia). Pese a la inevitable cursilería, escenas como ésas logran
llegarnos al corazón por la humanidad que desprenden, algo impropio de la
mayoría de cuentos de hadas. Y es que Cenicienta
no es un logro experimental ni una revolución social, pero sí una película
perfecta tal y como es gracias a que todo el equipo tenía clara la meta desde
el principio: dar al cuento de los hermanos Grimm la grandeza que se merece y
trasladarnos a un mundo único donde los sueños se hacen realidad si la vida se
afronta con bondad y valor. La magia Disney ha vuelto para quedarse.
© El copyright del texto pertenece exclusivamente a Juan Roures
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Coincido plenamente: cuando fui a verla me esperaba algo pasable, sin más; pero la película terminó siendo completamente deliciosa en todos los sentidos.
ResponderEliminarCreo que gran parte del problema de las bajas expectativas de estas películas radican en lo que hizo Disney hace una década con los clásicos: exprimirlos en insulsas secuelas que no aportaban absolutamente nada.
A ver qué tal el resto de películas que están por llegar!
Has realizado un magnífico esfuerzo,de principio a fin (maravillosa conclusión) por deconstruir todos aquellos aspectos que han contribuido a convertir la adaptación de Kenneth Branagh del cuento popular,de tradición oral y escrita, popularizado por Charles Perrault, en un espectáculo emocionante, desde el vestuario hasta los efectos especiales(maravillosa combinación de lenguajes y texturas) y la colaboración de Swaroski en la creación de la magia. Reconozco que cada vez que iba a la maravillosa ciudad de Innsbruck,un Brigadoom de la Europa actual,me acercaba a los escaparates de Swaroski en los que, en ocasiones se exponían las joyas que había realizado para el cine (magníficas las de Nicole Kidman en Moulin Rouge). Yo, que todavía conservo cierta capacidad de inocencia, mezclada con algunas dosis de cinismo, mas pongo mis objeciones en otra parte: me gustaría que la bondad pudiera ser premiada como se merece alguna vez.¡Qué levamos a hacer! Nadie es perfecto. Enhorabuena por estos relatos que nos alegran la vida. Un abrazo.
ResponderEliminarCorrijo la redundancia de popular popularizado, y el nombre de la marca Swarovski. Gracias.
ResponderEliminarInteresante post, muy bueno! Fue sin duda una película muy esperada, La Cenicienta, la última adaptación de un clásico Disney con actores de carne y hueso es una obra preciosista que merece que la veamos. Sólo por su dirección artística, sus decorados y su maravilloso vestuario creado por Sandy Powell ya vale la pena invertir en esta pequeña joya que, a pesar de ser bastante fiel a la versión animada de 1950, incluye varios giros para hacerla atractiva para el público del 2015, además, no me dejaran mentir; las más grandes volverán a sentir la magia que cuando pequeñas les hizo pasar esta clásica y maravillosa historia que todos conocemos.
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