Quizá la mejor película española del último año, Arrugas (Ignacio Ferreras, 2011) se adentra en el inexplorado mundo de la vejez. Y lo hace con la suficiente sensibilidad para que el espectador empatice con sus personajes sin caer en el efectismo. Curiosamente, ha sido un film animado (mejor que cualquiera de las nominadas al Oscar en dicha categoría, por cierto) el que ha retratado mejor que nadie este difícil tema, demostrando una vez más que “animado” no es sinónimo de “infantil”.
Arrugas es realista, pero tierna y esperanzadora |
Adaptada a partir del galardonado comic de Paco
Roca, la película se centra en Emilio, un anciano con Alzheimer al que su hijo
deja en una residencia. Allí conoce a un argentino algo cínico llamado Miguel y
a otros ancianos y ancianas que han ido a parar allí por motivos diversos. Una
mujer se sienta frente a la ventana a imaginar que viaja a lugares recónditos;
otra se dedica a recolectar muestras de mantequilla y mermelada para
regalárselas a su nieto, la única persona que va a visitarla. El maravilloso
humor nunca se antepone a la ternura hacia los personajes.
Entre los múltiples momentos emotivos de la
película, destaca aquél en el que, una mujer cuenta cómo empezó su relación con
su marido, enfermo de Alzheimer. Él ya no recuerda nada, pero sonríe cuando
ella le susurra al oído la palabra “tramposo”, con la que le describió décadas
atrás después de que él le “regalara” la nube que ella había exigido para
convertirse en su novia. Poco a poco, la amistad entre Emilio y Miguel, quien
hará todo lo posible por ocultar la enfermedad del primero a los trabajadores
(evitando así su subida al temido piso de arriba), se convierte en un reflejo
de tan bella historia de amor.
Los planos de Cuentos de Tokio ofrecen la perspectiva tradicional japonesa de sentarse en el suelo |
Una emotiva banda sonora y un guión lleno de matices
(premiado con el Goya a mejor guión adaptado por encima de Pedro Almodóvar y su
sobrevalorada La piel que habito)
acompañan un trazo sencillo capaz de crear escenas de gran belleza con los
mínimos medios. El resultado es un film conmovedor que invita a pensar sobre
asuntos que muchos prefieren dejar de lado y que, aún así, son parte natural de
la vida. Reales o ficticios, los ancianos son los protagonistas de mi artículo
de hoy. Y, como hace la vida, empezaré por el principio.
Quizá el primer film importante sobre la vejez sea Dejad paso al mañana (Leo McCarey, 1937), en
la que dos ancianos deben separarse entre sus hijos tras ser desahuciados. Éstos
están demasiado ocupados con sus vidas para ser conscientes del duro golpe que
esto supone para sus padres. El testigo fue tomado por la maravillosa Cuentos de Tokio (Ozu Yasujiro, 1953) en la que una
anciana pareja deja el campo para visitar a sus hijos en la ciudad sólo para
comprobar que en las ajetreadas vidas de éstos no hay sitio para ellos. Tan
sólo su nuera (fantástica Setsuko Hara, la “eterna virgen” del cine japonés),
cuyo marido murió años atrás, pone a sus suegros por encima de sí misma y les
lleva a conocer una ciudad demasiado moderna para sus tradicionales vidas. La
película es crítica con la actitud de los jóvenes hacia sus mayores, pese a que
éstos no dejan de hablar de lo orgullosos que se sienten de sus hijos. Ozu Yasujiro
es uno de los primeros directores que tomó la vejez como parte esencial de su
obra. Su excelente Primavera tardía
(1949) se centraba en una joven (de nuevo, Hara) que se niega a casarse por
temor a que su viudo padre se quede solo. Ozu nunca se casó, lo que sin duda le
ayudó a reflexionar sobre la soledad del otoño de la vida.
Con Still Walking Kore-eda se muestra comprensivo con los jóvenes, pero nostálgico hacia el cambio social |
Acostumbrados a la vida familiar desde tiempos
inmemoriales, los japoneses ven con tristeza la llegada de una nueva era en la
que sus valores dan paso al goce de la juventud. En la maravillosa Still walking (2008) el gran Kore-eda
Hirozaku hace honor a Ozu con una historia sencilla en la que dos ancianos son
visitados por la familia de su joven hijo, al que apenas ven desde que se casó.
Sin embargo, los tiempos han cambiado y, lo que Ozu criticaba, Kore-eda lo
muestra con comprensión y aceptación, sin abandonar por ello la nostalgia. Los
jóvenes tienen derecho a vivir sus vidas, pero no deja de ser triste ver cómo
los azulejos del baño de los ancianos se caen a pedazos y nadie tiene tiempo
para arreglarlos.
Un film tan bello e intimista sólo podría llamarse Poesía |
La tradición asiática, fuertemente influida por las
doctrinas del Confucionismo (basada en el culto a los antepasados y la armonía
con el cosmos), concede gran importancia al respeto por los mayores. Por ello
es entre las filmografías de estos países donde encontramos las películas más
cuidadas a este respecto. La japonesa Vivir
(Akira Kurosawa, 1952) sigue a un viejo funcionario que no es consciente del
vacío de su existencia hasta que se le diagnostica un cáncer, la china La búsqueda (Zhang Yimou, 2005) narra el viaje
de un hombre al corazón de China para demostrar su amor a su hijo enfermo y la
coreana Poesía (Lee Chang-dong, 2010)
toma como protagonista a una extravagante anciana que decide apuntarse a clases
de poesía antes de que la vida se revele menos bella de lo que parecía. Símbolo
de todo ello es la bella flor del cerezo, que, como los humanos, se da prisa
por florecer sólo para marchitar demasiado rápido.
Por una vez, crítica y público coinciden en que Amor es una de las mejores películas del año |
El contraste generacional se aprecia con maestría en
films como la coreana Sang Woo y su
abuela (Lee Jeong-hyang, 2002), en la que un niño debe acostumbrarse al modo de
vida campestre de su abuela, a la que aprende poco a poco a ver con otros ojos,
o la taiwanesa Café Lumière (Hou Hsiao-Hsieng,
2004), que refleja la decepción de unos padres frente a su alocada hija, que
les comunica que está embarazada mientras disfruta de un snack a medianoche. En
Comer, beber, amar (1994) el taiwanés
americanizado Ang Lee muestra la incomprensión de tres hijas hacia su padre, un
chef al que la vejez está haciendo perder el gusto, lo que le imposibilita para
seguir cocinando sus elaborados platos tradicionales; cada una de las hijas se
relaciona con un elemento de modernismo (aerolíneas, cristianismo y comida
rápida) que la contrapone a los valores del Japón feudal.
El este asiático ha creado films de gran belleza,
pero la dureza de la vejez es una realidad universal y se encuentran pequeñas
joyas sobre ella en muchos países. Sin
ir más lejos, la ganadora de este año del festival de Cannes fue la excelente
cinta austriaca Amor (Michael Haneke, 2012),
sobre una pareja de músicos octogenaria que debe enfrentarse a un repentino ataque
sufrido por ella; sin guerras, sangre ni asesinatos, es una de las películas más duras de la historia. Por
su parte, la italiana Umberto D (Vittorio De
Sica, 1952) y la polaca Ha llegado la
hora de morir (Dorota Kedzierzawska,
2007) enfrentan a sus ancianos protagonistas con la soledad. En la francesa ¿Y si vivimos todos juntos? (Stéphane Robelin, 2011) un grupo de ancianos sin tapujos decide compartir hogar para evitar la temida residencia. Maggie Smith, Judi Dench y otros ancianos actores británicos son llevados a El exótico Hotel Marigold (John Madden, 2011), en el corazón de la India, donde sus personajes recuperarán el amor por la vida; el guión aporta cómicos comentarios sobre la vejez, tales como "¿Tres meses? No puedo hacer planes a tan largo plazo, ni siquiera compro plátanos verdes" o "Soy gay, aunque, a estas alturas de la vida, más en teoría que en práctica".
El hijo de la novia juega con la eterna pregunta sobre el Alzheimer: ¿hasta que punto desaparecen los recuerdos? |
Por su dureza y expansión, el Alzheimer es uno de
los temas más cinematográficos. La argentina El hijo de la novia (Juan José Campanella, 2001) no dejó un ojo sin lágrimas mediante la tierna
historia de un hombre que convence a su hijo para que le ayude a cumplir el
viejo sueño de su madre (que padece Alzheimer) de casarse por la iglesia. La
británica Iris (Richard Eyre, 2001) y la
canadiense Lejos de ella (Sarah Polley,
2006) también exponen con gran sensibilidad las armas del amor para luchar
contra tan terrible enfermedad. No son los enfermos quienes más sufren, sino aquéllos que han de ver a sus seres queridos desvanecerse poco a poco; y a ellos se dedican estas bellas historias.
La cinematografía estadounidense suele estar más
interesada en historias románticas o de acción, con lo que, desde sus
comienzos, los protagonistas ancianos son muy escasos. Sin embargo, algunos de los
mejores films de los últimos años lidian con este tema. En Gran Torino (2008), Clint Eastwood retrata con gran sensibilidad a
un jubilado cascarrabias que aprende a comprender a sus vecinos inmigrantes,
mientras que Alexander Payne añade su toque cómico y crítico a A propósito de Schmitd (2002),
que sigue a un jubilado disgustado por la boda de su hija que se embarca en un
viaje en busca de sus raíces. La idea del viaje es explotada incluso con más
fuerza en las maravillosas The Straight
Story (David Lynch, 1999), en la que un anciano viaja de Iowa a Wisconsin en una
máquina cortacésped para visitar a un hermano enfermo con el que hace diez años
que no se habla, y Up (Pete Docter y Bob Peterson, 2009), sobre un viudo que ata miles de globos a su casa para
emprender el viaje que su mujer siempre deseó; el inicio de esta aclamada cinta
de animación, en el que se muestra una historia de amor tan tierna como
realista y su evolución con el paso de los años, es quizá el más hermoso de la
historia del cine.
Los extraños amigos que encuentra el protagonista de Up en su viaje son muestra de las sorpresas que da la vida |
La mayoría de los films mencionados ofrecen actuaciones
inolvidables, quizá porque sus intérpretes atraviesan una situación semejante a
la de los personajes que encarnan. Algunos actores consagrados han obtenido sus
únicos premios Oscar en la vejez: Henry Fonda (76 años) afronta la muerte en la
apacible El estanque dorado (Mark Rydell,
1981), Peggy Ashcroft (77) se deja maravillar por nuevos mundos en la mística Pasaje a la india (David Lean, 1984), Don
Ameche (77) descubre una fuente de juventud creada por extraterrestres en la
simplona Cocoon (Ron Howard, 1985),
Jessica Tandy (80) entabla amistad con su amable chófer en la agradable Paseando a Miss Daisy (Bruce Beresford, 1989)
y Christopher Plummer (82) sale del armario para sorpresa de todos en la
curiosa Beginners (Mike Mills, 2010).
Ellos son la muestra de que la vejez es, simplemente, una etapa más que puede
ser tan maravillosa como las anteriores y que la vida no termina hasta que uno
lo decide.
El estanque dorado convirtió a Katherine Hepburn en la actriz más oscarizada de la historia y premió por fin al gran Henry Fonda, quien moriría cuatro meses después |
Pese al tratamiento amable que de ella hacen la
mayoría de películas, la vejez es prácticamente un tema tabú en nuestra
sociedad. Todos sabemos que está ahí, esperándonos, y aún así preferimos mirar
para otro lado. Disfrutar de la vida es nuestro derecho, desde luego, pero no
debemos olvidar que, mientras lo hacemos, hay personas ancianas que no tienen
nuestras fuerzas, pero no por ello carecen de ganas de seguir disfrutando de las
maravillas de este mundo. Quizá sea una etapa dura, pero los ancianos más
felices son aquellos que aprenden a aceptarla y a sonreír con pequeños placeres
que, hasta entonces, consideraban banales. Al terminar, Arrugas nos regala una frase reveladora: “Dedicado a todos,
ancianos de hoy, ancianos de mañana”.
© El copyright del texto pertenece exclusivamente a Juan Roures
© El copyright de las imágenes pertenece a sus respectivos autores y/o productoras/distribuidoras
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Oh! Juan... qué lindo! Ahora que vas a ser oscarizado tú también te leo con mayor placer...
ResponderEliminarMe alegra de que hayas visto Poetry!
Juan!!!, precioso, entre tu artículo y la música que tenía puesta casi lloro.
ResponderEliminarMe han entrado ganas de verme todas esas películas.
Siempre consigues que acabe viendo alguna de las películas de las que hablas, pero esta vez han sido dos!!
ResponderEliminarUn artículo potente y emotivo.
Me ha encantado este post. Me ha hecho pensar que en películas como Cocoon, de 1985, cuando la veía alguien desde España, parecía más de ciencia ficción la residencia geriátrica que se mostraba que el hecho de que apareciesen extraterrestres. A veces he pensado que pasaría si Cocoon se desarrollase en el geriátrico de Arrugas. Les felicito por este fabuloso post. Josep de Martí. Director del portal sobre resdiencias de ancianos. Inforesidencias.com
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