21 octubre 2012

'Arrugas', la vejez en el cine y la flor del cerezo

Quizá la mejor película española del último año, Arrugas (Ignacio Ferreras, 2011) se adentra en el inexplorado mundo de la vejez. Y lo hace con la suficiente sensibilidad para que el espectador empatice con sus personajes sin caer en el efectismo. Curiosamente, ha sido un film animado (mejor que cualquiera de las nominadas al Oscar en dicha categoría, por cierto) el que ha retratado mejor que nadie este difícil tema, demostrando una vez más que “animado” no es sinónimo de “infantil”.

Arrugas (Ignacio Ferreras, 2011)
Arrugas es realista, pero tierna y esperanzadora
Adaptada a partir del galardonado comic de Paco Roca, la película se centra en Emilio, un anciano con Alzheimer al que su hijo deja en una residencia. Allí conoce a un argentino algo cínico llamado Miguel y a otros ancianos y ancianas que han ido a parar allí por motivos diversos. Una mujer se sienta frente a la ventana a imaginar que viaja a lugares recónditos; otra se dedica a recolectar muestras de mantequilla y mermelada para regalárselas a su nieto, la única persona que va a visitarla. El maravilloso humor nunca se antepone a la ternura hacia los personajes.

Entre los múltiples momentos emotivos de la película, destaca aquél en el que, una mujer cuenta cómo empezó su relación con su marido, enfermo de Alzheimer. Él ya no recuerda nada, pero sonríe cuando ella le susurra al oído la palabra “tramposo”, con la que le describió décadas atrás después de que él le “regalara” la nube que ella había exigido para convertirse en su novia. Poco a poco, la amistad entre Emilio y Miguel, quien hará todo lo posible por ocultar la enfermedad del primero a los trabajadores (evitando así su subida al temido piso de arriba), se convierte en un reflejo de tan bella historia de amor.

Cuentos de Tokio (Ozu Yasujiro, 1953)
Los planos de Cuentos de Tokio ofrecen la perspectiva
tradicional japonesa de sentarse en el suelo 
Una emotiva banda sonora y un guión lleno de matices (premiado con el Goya a mejor guión adaptado por encima de Pedro Almodóvar y su sobrevalorada La piel que habito) acompañan un trazo sencillo capaz de crear escenas de gran belleza con los mínimos medios. El resultado es un film conmovedor que invita a pensar sobre asuntos que muchos prefieren dejar de lado y que, aún así, son parte natural de la vida. Reales o ficticios, los ancianos son los protagonistas de mi artículo de hoy. Y, como hace la vida, empezaré por el principio.

Quizá el primer film importante sobre la vejez sea Dejad paso al mañana (Leo McCarey, 1937), en la que dos ancianos deben separarse entre sus hijos tras ser desahuciados. Éstos están demasiado ocupados con sus vidas para ser conscientes del duro golpe que esto supone para sus padres. El testigo fue tomado por la maravillosa Cuentos de Tokio (Ozu Yasujiro, 1953) en la que una anciana pareja deja el campo para visitar a sus hijos en la ciudad sólo para comprobar que en las ajetreadas vidas de éstos no hay sitio para ellos. Tan sólo su nuera (fantástica Setsuko Hara, la “eterna virgen” del cine japonés), cuyo marido murió años atrás, pone a sus suegros por encima de sí misma y les lleva a conocer una ciudad demasiado moderna para sus tradicionales vidas. La película es crítica con la actitud de los jóvenes hacia sus mayores, pese a que éstos no dejan de hablar de lo orgullosos que se sienten de sus hijos. Ozu Yasujiro es uno de los primeros directores que tomó la vejez como parte esencial de su obra. Su excelente Primavera tardía (1949) se centraba en una joven (de nuevo, Hara) que se niega a casarse por temor a que su viudo padre se quede solo. Ozu nunca se casó, lo que sin duda le ayudó a reflexionar sobre la soledad del otoño de la vida.

Still walking (Kore-eda Hirozaku, 2008)
Con Still Walking Kore-eda se muestra comprensivo
con los jóvenes, pero nostálgico hacia el cambio social
Acostumbrados a la vida familiar desde tiempos inmemoriales, los japoneses ven con tristeza la llegada de una nueva era en la que sus valores dan paso al goce de la juventud. En la maravillosa Still walking (2008) el gran Kore-eda Hirozaku hace honor a Ozu con una historia sencilla en la que dos ancianos son visitados por la familia de su joven hijo, al que apenas ven desde que se casó. Sin embargo, los tiempos han cambiado y, lo que Ozu criticaba, Kore-eda lo muestra con comprensión y aceptación, sin abandonar por ello la nostalgia. Los jóvenes tienen derecho a vivir sus vidas, pero no deja de ser triste ver cómo los azulejos del baño de los ancianos se caen a pedazos y nadie tiene tiempo para arreglarlos.

Poesía (Lee Chang-dong, 2010)
Un film tan bello e intimista sólo podría llamarse Poesía
La tradición asiática, fuertemente influida por las doctrinas del Confucionismo (basada en el culto a los antepasados y la armonía con el cosmos), concede gran importancia al respeto por los mayores. Por ello es entre las filmografías de estos países donde encontramos las películas más cuidadas a este respecto. La japonesa Vivir (Akira Kurosawa, 1952) sigue a un viejo funcionario que no es consciente del vacío de su existencia hasta que se le diagnostica un cáncer, la china La búsqueda (Zhang Yimou, 2005) narra el viaje de un hombre al corazón de China para demostrar su amor a su hijo enfermo y la coreana Poesía (Lee Chang-dong, 2010) toma como protagonista a una extravagante anciana que decide apuntarse a clases de poesía antes de que la vida se revele menos bella de lo que parecía. Símbolo de todo ello es la bella flor del cerezo, que, como los humanos, se da prisa por florecer sólo para marchitar demasiado rápido.

Amor (Michael Haneke, 2012)
Por una vez, crítica y público coinciden en que Amor
es una de las mejores películas del año
El contraste generacional se aprecia con maestría en films como la coreana Sang Woo y su abuela (Lee Jeong-hyang, 2002), en la que un niño debe acostumbrarse al modo de vida campestre de su abuela, a la que aprende poco a poco a ver con otros ojos, o la taiwanesa Café Lumière (Hou Hsiao-Hsieng, 2004), que refleja la decepción de unos padres frente a su alocada hija, que les comunica que está embarazada mientras disfruta de un snack a medianoche. En Comer, beber, amar (1994) el taiwanés americanizado Ang Lee muestra la incomprensión de tres hijas hacia su padre, un chef al que la vejez está haciendo perder el gusto, lo que le imposibilita para seguir cocinando sus elaborados platos tradicionales; cada una de las hijas se relaciona con un elemento de modernismo (aerolíneas, cristianismo y comida rápida) que la contrapone a los valores del Japón feudal.

El este asiático ha creado films de gran belleza, pero la dureza de la vejez es una realidad universal y se encuentran pequeñas joyas sobre ella en muchos países. Sin ir más lejos, la ganadora de este año del festival de Cannes fue la excelente cinta austriaca Amor (Michael Haneke, 2012), sobre una pareja de músicos octogenaria que debe enfrentarse a un repentino ataque sufrido por ella; sin guerras, sangre ni asesinatos, es una de las películas más duras de la historia. Por su parte, la italiana Umberto D (Vittorio De Sica, 1952) y la polaca Ha llegado la hora de morir (Dorota Kedzierzawska, 2007) enfrentan a sus ancianos protagonistas con la soledad. En la francesa ¿Y si vivimos todos juntos? (Stéphane Robelin, 2011) un grupo de ancianos sin tapujos decide compartir hogar para evitar la temida residencia. Maggie Smith, Judi Dench y otros ancianos actores británicos son llevados a El exótico Hotel Marigold (John Madden, 2011), en el corazón de la India, donde sus personajes recuperarán el amor por la vida; el guión aporta cómicos comentarios sobre la vejez, tales como "¿Tres meses? No puedo hacer planes a tan largo plazo, ni siquiera compro plátanos verdes" o "Soy gay, aunque, a estas alturas de la vida, más en teoría que en práctica".

El hijo de la novia (Juan José Campanella, 2001)
El hijo de la novia juega con la eterna pregunta sobre el
Alzheimer: ¿hasta que punto desaparecen los recuerdos?
Por su dureza y expansión, el Alzheimer es uno de los temas más cinematográficos. La argentina El hijo de la novia (Juan José Campanella, 2001) no dejó un ojo sin lágrimas mediante la tierna historia de un hombre que convence a su hijo para que le ayude a cumplir el viejo sueño de su madre (que padece Alzheimer) de casarse por la iglesia. La británica Iris (Richard Eyre, 2001) y la canadiense Lejos de ella (Sarah Polley, 2006) también exponen con gran sensibilidad las armas del amor para luchar contra tan terrible enfermedad. No son los enfermos quienes más sufren, sino aquéllos que han de ver a sus seres queridos desvanecerse poco a poco; y a ellos se dedican estas bellas historias.

La cinematografía estadounidense suele estar más interesada en historias románticas o de acción, con lo que, desde sus comienzos, los protagonistas ancianos son muy escasos. Sin embargo, algunos de los mejores films de los últimos años lidian con este tema. En Gran Torino (2008), Clint Eastwood retrata con gran sensibilidad a un jubilado cascarrabias que aprende a comprender a sus vecinos inmigrantes, mientras que Alexander Payne añade su toque cómico y crítico a A propósito de Schmitd (2002), que sigue a un jubilado disgustado por la boda de su hija que se embarca en un viaje en busca de sus raíces. La idea del viaje es explotada incluso con más fuerza en las maravillosas The Straight Story (David Lynch, 1999), en la que un anciano viaja de Iowa a Wisconsin en una máquina cortacésped para visitar a un hermano enfermo con el que hace diez años que no se habla, y Up (Pete Docter y Bob Peterson, 2009), sobre un viudo que ata miles de globos a su casa para emprender el viaje que su mujer siempre deseó; el inicio de esta aclamada cinta de animación, en el que se muestra una historia de amor tan tierna como realista y su evolución con el paso de los años, es quizá el más hermoso de la historia del cine.

Up (Pete Docter y Bob Peterson, 2009)
Los extraños amigos que encuentra el protagonista de Up
en su viaje son muestra de las sorpresas que da la vida
La mayoría de los films mencionados ofrecen actuaciones inolvidables, quizá porque sus intérpretes atraviesan una situación semejante a la de los personajes que encarnan. Algunos actores consagrados han obtenido sus únicos premios Oscar en la vejez: Henry Fonda (76 años) afronta la muerte en la apacible El estanque dorado (Mark Rydell, 1981), Peggy Ashcroft (77) se deja maravillar por nuevos mundos en la mística Pasaje a la india (David Lean, 1984), Don Ameche (77) descubre una fuente de juventud creada por extraterrestres en la simplona Cocoon (Ron Howard, 1985), Jessica Tandy (80) entabla amistad con su amable chófer en la agradable Paseando a Miss Daisy (Bruce Beresford, 1989) y Christopher Plummer (82) sale del armario para sorpresa de todos en la curiosa Beginners (Mike Mills, 2010). Ellos son la muestra de que la vejez es, simplemente, una etapa más que puede ser tan maravillosa como las anteriores y que la vida no termina hasta que uno lo decide.

El estanque dorado (Mark Rydell, 1981)
El estanque dorado convirtió a Katherine Hepburn en la
actriz más oscarizada de la historia y premió por fin al
gran Henry Fonda, quien moriría cuatro meses después
Pese al tratamiento amable que de ella hacen la mayoría de películas, la vejez es prácticamente un tema tabú en nuestra sociedad. Todos sabemos que está ahí, esperándonos, y aún así preferimos mirar para otro lado. Disfrutar de la vida es nuestro derecho, desde luego, pero no debemos olvidar que, mientras lo hacemos, hay personas ancianas que no tienen nuestras fuerzas, pero no por ello carecen de ganas de seguir disfrutando de las maravillas de este mundo. Quizá sea una etapa dura, pero los ancianos más felices son aquellos que aprenden a aceptarla y a sonreír con pequeños placeres que, hasta entonces, consideraban banales. Al terminar, Arrugas nos regala una frase reveladora: “Dedicado a todos, ancianos de hoy, ancianos de mañana”.


© El copyright del texto pertenece exclusivamente a Juan Roures
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4 comentarios:

  1. Oh! Juan... qué lindo! Ahora que vas a ser oscarizado tú también te leo con mayor placer...
    Me alegra de que hayas visto Poetry!

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  2. Juan!!!, precioso, entre tu artículo y la música que tenía puesta casi lloro.
    Me han entrado ganas de verme todas esas películas.

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  3. Siempre consigues que acabe viendo alguna de las películas de las que hablas, pero esta vez han sido dos!!
    Un artículo potente y emotivo.

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  4. Me ha encantado este post. Me ha hecho pensar que en películas como Cocoon, de 1985, cuando la veía alguien desde España, parecía más de ciencia ficción la residencia geriátrica que se mostraba que el hecho de que apareciesen extraterrestres. A veces he pensado que pasaría si Cocoon se desarrollase en el geriátrico de Arrugas. Les felicito por este fabuloso post. Josep de Martí. Director del portal sobre resdiencias de ancianos. Inforesidencias.com

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