25 abril 2014

Perros, gatos, caballos, tiburones y otros animales de películas

El oso (Jean-Jacques Annaud, 1988)
Osos, pumas y otros animales salvajes protagonizan
El oso gracias a la magia del montaje
Esta semana, concretamente el 22 de abril, ha tenido lugar el Día de la Tierra, con lo que me parece un buen momento para dedicar un artículo a sus principales habitantes. No hablo de los humanos, sino del resto de criaturas que pueblan los rincones de nuestro planeta: los animales. Éstos, por supuesto, no hacen películas, pero muchos de ellos sí las han protagonizado, sobre todo durante los últimos años, cuando los efectos visuales han demostrado ser mucho más útiles que los entrenamientos a la hora de convertir a perros, leones y cebras en auténticas estrellas. Los animales merecen nuestro aprecio y respeto y el cine se ha acercado a ellos de todas las maneras: desde el mero entretenimiento hasta la crítica social. Este artículo va dedicado con todo mi cariño a todos los amantes de los animales.

Fantasía (Ben Sharpsteen, 1940)
Fantasía es un claro antecedente de los videoclips
Quizá el primero en mostrar interés por el reino animal fue Walt Disney, quien, consciente de que el terreno de la animación ofrece posibilidades únicas, dio a los animales gran protagonismo en sus primeros clásicos. Ya Blancanieves y los siete enanitos (David Hand, 1937) muestra a su heroína rodeada de adorables ciervos, pájaros, conejos y ardillas que son a menudo su única compañía ante la desesperación, mientras que Pinocho (Ben Sharpsteen y Hamilton Luske, 1940) cuenta con un sabio grillo, una sensual pececilla, un tierno gato y una temible ballena como personajes secundarios y la innovadora pero demasiado intelectual Fantasía (Ben Sharpsteen y otros, 1940) ofrece una sorprendente escena musical donde hipopótamos, avestruces, elefantes y cocodrilos bailan ballet.

Tod y Toby (Art Stevens, Ted Berman y Richard Rich, 1981)
La tierna Tod y Toby muestra los contrastes entre
los animales domésticos y los animales salvajes
No obstante, fueron Dumbo (Ben Sharpsteen, 1941) y Bambi (David Hand, 1942) las primeras películas protagonizadas íntegramente por animales, destinadas a la identificación de los espectadores con ellos: probablemente, muchos cambiaron su perspectiva de los circos y la caza a partir de estas obras, o, al menos, aprendieron a verlas desde el punto de vista de los animales, pese a que ser estrenadas en plena II Guerra Mundial perjudicó a sus resultados en taquilla. Desde entonces, la mayoría de las producciones Disney han contado con animales, bien como protagonistas, bien como secundarios. Conviene, no obstante, distinguir entre las obras donde los animales poseen cualidades físicas y psicológicas completamente humanas e incluso van vestidos, como la divertida Robin Hood (Wolfgang Reitherman, 1973) y la tierna Los rescatadores (Wolfgang Reitherman, John Lounsbery y Art Stevens, 1977) y aquéllas que tratan de ofrecer una perspectiva más o menos realista del comportamiento y hábitat de los animales, como La dama y el vagabundo, de Clyde Geronimi, Hamilton Luske y Wilfred Jackson, 1955), sobre la relación entre una perrita burguesa y un perro vagabundo, El libro de la selva (Wolfgang Reitherman, 1967), sobre un niño que crece educado por lobos, un oso y una pantera, Tod y Toby (Art Stevens, Ted Berman y Richard Rich, 1981), sobre la imposible amistad entre un zorro y un perro; y El rey león (Rob Minkoff y Roger Allers, 1994), donde leones, jabalíes, suricatos, antílopes y hienas enseñaron a los niños el valor de la cadena alimenticia y el ciclo de la vida.

Khumba (Anthony Silverston, 2013)
Khumba cuenta la típica historia de aceptación de las
diferencias con una bella y creíble ambientación africana
De todos modos, el realismo nunca ha sido la principal aspiración del estudio Disney. A este respecto, Pixar dio un paso más allá con Bichos (John Lasseter y Andrew Stanton, 1998), para la que se estudió el movimiento y la perspectiva de los diminutos insectos con microcámaras, y Buscando a Nemo (Andrew Stanton y Lee Unkrich, 2003), maravillosa recreación del mundo de los peces que contrapone la apacible pero aburrida existencia en la pecera con la emocionante pero peligrosa vida en el mar. Gracias a la perfección creativa de este estudio, es fácil enamorarse de hormigas, arañas, peces payaso y estrellas de mar. DreamWorks, por su parte, triunfó con la irregular Madagascar (Eric Darnell y Tom McGrath, 2005) y sus mejoradas secuelas, centradas en las experiencias de cuatro animales (un león, una cebra, una jirafa y un hipopótamo) que descubren que hay vida más allá del zoológico, mientras que el estudio Ghibli fomenta el ecologismo en clásicos como Nausicaä del Valle del Viento (1984), La princesa Mononoke (1997) y Ponyo en el acantilado (2008), dirigidas por el gran Hayao Miyazaki. Pero quizá sea la sudafricana Khumba (Anthony Silverston, 2013) la que mejor conjuga personajes caricaturescos con la sensación de encontrarse en plena sabana africana, donde una cebra sin rallas trata de aceptarse a sí misma.

Orejas largas (Martin Rosen, 1978)
La dureza de Orejas largas es necesaria para
concienciar al hombre sobre su impacto en la naturaleza
De todos modos, todos estos estudios ofrecen perspectivas bastante dulcificadas del reino animal. En contraposición, el cineasta británico Martin Rosen realizó dos películas animadas muy crudas y realistas sobre esta temática: Orejas largas (1978), sobre una familia de conejos en busco de un hogar tras la destrucción de su madriguera por el hombre, y The plague dogs (1982), sobre dos perros que escapan de un centro biológico donde son sometidos a duras pruebas y tratan de salir adelante en la montaña, donde son ayudados por un astuto zorro llamado Tod (sí, igual que el personaje de Disney). Ambos films ofrecen hermosas y realistas imágenes de la naturaleza y duras críticas sobre la relación entre el hombre y los animales.

Sigourney Weaver en Gorilas en la niebla (Michael Apted, 1988)
Gorilas en la niebla optó a 5 premios Oscar: actriz,
guión adaptado, montaje, banda sonora y sonido
A este respecto destaca, ya al margen de la animación, Gorilas en la niebla (Michael Apted, 1988), basada en la vida de Dian Fossey (perfecta Sigourney Weaver, ganadora del Globo de Oro por su interpretación), una mujer que estableció una relación especial con los gorilas de montaña a los que intentaba proteger de la caza furtiva, tema que repetiría con menos acierto Mi gran amigo Joe (Ron Underwood, 1998). Hasta este film, las sagas iniciadas por King Kong (Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack, 1933) y El planeta de los simios (Franklin J. Schaffner, 1968) habían convertido a los primates en mera fuente de entretenimiento: criaturas más propias de la ciencia ficción que del mundo natural. Años después, la simplona Mi colega Dunston (Ken Kwapis, 1996) hizo las delicias de los más pequeños de la casa con las aventuras de un orangután suelto en un hotel de lujo.

Elijah Wood en Flipper (Alan Shapiro, 1996)
Elijah Wood protagonizó el exitoso remake de Flipper
También los delfines han protagonizado varias historias cinematográficas destinadas al público infantil. En Ace Ventura, un detective diferente (Tom Shadyac, 1994) Jim Carret debe rescatar a Copo de Nieve, la mascota del equipo de fútbol de Miami, mientras que en La aventura de Winter el delfín (Charles Martin Smith, 2011) un grupo de especialistas encuentra a un delfín sin cola en una trampa para cangrejos y decide implantarle una prótesis que le permita volver a nadar, tiempo durante el cual se establece una amistad entre la criatura y un niño. Por su parte, la irregular El día del delfín (Mike Nichols, 1973) cuenta la historia de un doctor (George C. Scott) que entrena a dos delfines a hablar y debe impedir que éstos sean empleados para el mal, mientras que Mi amigo Flipper (James B. Clark, 1963) convirtió a Flipper en el delfín por excelencia, dando lugar a una secuela (Flipper y los piratas, de Leon Benson, 1964), un remake (Flipper, de Alan Shapiro, 1996) y dos series de televisión, todas ellas producciones bastante mediocres pero entretenidas para los niños. En contraposición, la francesa El gran azul (Luc Besson, 1988), sobre el amor por el mar y el submarinismo, fue nominada a 7 premios César, obteniendo el de mejor sonido.

Los pájaros (Alfred Hitchcock, 1963)
Los pájaros es uno de los films más aterradores de
Alfred Hitchcock y también uno de los más famosos
Estas dulces obras contrastan con el trato de los animales por el cine clásico, que a menudo los convertía en meras bestias de cine de terror. Así, en la exagerada Cuando ruge la marabunta (Byron Haskin, 1954) Charlon Heston y Eleanor Parker se enfrentan a una plaga de hormigas asesinas; en la interesante El rastro de la pantera (William A. Wellman, 1954) el felino del título amenaza la vida de un grupo de ganaderos; en la mítica Moby Dick (John Huston, 1956), Gregory Peck y Orson Wells se enfrentan a un cachalote exageradamente sediento de sangre y en la excepcional Los pájaros (1963), cientos de gaviotas deciden atacar a una población pesquera tras la llegada de Tippi Hedren, actriz que vivió un rodaje de auténtica pesadilla en el que Alfred Hitchcock ató pájaros con cuerdas a sus ropas para que las escenas alcanzaran el realismo que observamos en pantalla; el genial director de este último film, por cierto, decidió no desvelar qué provocó los instintos asesinos de las aves, lo que acentúa la sensación de inseguridad de los espectadores y provoca la clásica pregunta: ¿qué piensan los animales? Mucho más pacífico es el cuervo de Kauwboy (Boudewijn Koole, 2012), que inconscientemente ayuda a un niño a superar la muerte de su madre.

Deep Blue Sea (Renny Harlin, 1999)
Deep Blue Sea inauguró una nueva etapa de
mediocres films sobre tiburones asesinos
Mención aparte merecen los tiburones, a los que Steven Spielberg nos enseñó a temer en Tiburón (1975), la primera película en superar la barrera de los 100 millones de dólares de recaudación, gracias al boca a boca y al regreso de los espectadores jóvenes a las salas, favorecido por su estreno veraniego. La película alternó imágenes de auténticos tiburones y animatronics (robots animados con apariencia real), ambos fortalecidos por el oscarizado montaje y el truco de “menos es más”. Desde entonces, films tan absurdos como Deep Blue Sea (Renny Harlin, 1999), Open Water (Chris Kentis, 2003), El arrecife (Andrew Traucki, 2010) y, por supuesto, las innuberables secuelas de Tiburón se han ganado una legión de seguidores que nunca se cansa de ver a gente devorada por tiburones de todas las formas posibles. Por cierto, Sharknado (Anthony C. Ferrante, 2013) se lleva la palma con su huracán de tiburones.

Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes (Blake Edwards, 1961)
Audrey Hepburn afirmó que la escena en la que debe
separarse del gato en Desayuno con diamantes es la
más desagradable que tuvo que rodar en su vida
Por suerte, no siempre se recurre a los animales para convertirlos en bestias. Audrey Hepburn, amante declarada de los animales, se acompañó de un perro (Sabrina, de Billy Wilder, 1954), un cervatillo (Mansiones verdes, de su marido Mel Ferrer, 1959), un caballo (Los que no perdonan, de John Huston, 1960) y, por supuesto, un gato (Desayuno con diamantes, de Blake Edwards, 1961) y desarrolló una relación afectiva con todos ellos tanto fuera como dentro de la pantalla. “Soy como este gato, no pertenecemos a nadie; nadie nos pertenece, ni siquiera el uno al otro”, dice Hepburn como Holly Golightley en un momento cumbre de la adaptación de la famosa novela de Truman Capote. Pese a no poseer ni nombre, éste es el gato más querido y famoso de la historia del cine, y poco pueden hacer El gato de Casandra (Vojtech Jasny, 1963), El gato caliente (Ralph Bakshi, 1972), El gato que vino del espacio (Norman Tokar, 1978) o El gato del rabino (Antoine Delesvaux y Joann Sfar, 2011) para cambiar eso.

El perro mongol (Byambasuren Davaa, 2005)
En El perro mongol una niña acoge a un cachorro pese
a que su padre cree que es hijo de lobos y da mal fario
Como el mejor amigo del hombre que es, el perro es el animal que más films ha protagonizado, volviéndose algunos enormemente famosos. Rin Tin Tin saltó a la fama en The man from Hell’s River (Irving Cumming, 1922), mientras que Lassie hizo lo propio en Lassie, la cadena invisible (Fred M. Wilcox, 1943) y Beethoven en Beethoven, uno más de la familia (Brian Levant, 1992); todos ellos se convirtieron en auténticas estrellas pese a que, por supuesto, fueran varios los animales que interpretaban a cada uno. Años antes de que Red Dog, una historia de lealtad (Kriv Stenders, 2011) triunfara en Australia, la historia real de Hachiko, el perro que fue fiel a su amo incluso después de la muerte de éste, inspiró a la bella cinta japonesa Hachi-iko (Sejirô Kôyama, 1987) y al más sentimental remake estadounidense Siempre a tu lado (Hachiko) (Lasse Hallström, 2009). Del mismo modo, la exitosa Bajo cero (Frank Marshall, 2006) es un dulcificado remake del film japonés Antarctica (Koreyoshi Kurahara, 1983). Y es que las historias de perros más emotivas se encuentran en el cine extranjero precisamente gracias a huir de la perspectiva edulcorada de Hollywood; así, la argentina Bombón, el perro (Carlos Sorin, 2004) y la alemana El perro mongol (Byambasuren Davaa, 2005) son los dos films que todo amante de los perros debería ver (aunque, para los niños, nada mejor que la trepidante Balto, la leyenda del perro esquimal, de Simon Wells, 1995).

Babe, el cerdito valiente (Chris Noonan, 1995)
Un cerdo y un pato con ganas de vivir aventuras
instan al vegetarianismo en Babe, el cerdito valiente
También perfectas para toda la familia son El extravagante doctor Dolittle (Richard Fleischer, 1967), con Rex Harrison como un veterinario que habla con los animales; Stuart Little (Rob Minkoff, 1999), sobre una familia que adopta un ratón al que trata como un hijo; Héroe a rayas (Frederik Du Chau, 2005), sobre una cebra corredora de carreras; y Un lugar para soñar (Cameron Crowe, 2011), donde Matt Damon y Scarlett Johansson tratan de sacar adelante un zoo abandonado. Todas ellas palidecen ante Babe, el cerdito valiente (Chris Noonan, 1995), emotiva historia de un cerdo convertido en perro ovejero que fue nominada a 7 premios Oscar y obtuvo el de mejores efectos visuales por su perfecta credibilidad a la hora de convertir a cerdos, ovejas, perros y patos en los indiscutibles protagonistas. Esta a menudo infravalorada obra es además una brillante inmersión en lo que sienten (o, al menos, podrían sentir) los animales de granja, para los que el hombre es Dios y Demonio al mismo tiempo, algo reflejado con irresistible humor en Chicken Run. Evasión en la granja (Nick Park y Peter Lord, 2000), protagonizada por graciosas gallinas hechas de plastilina.

Viggo Mortensen en Océanos de fuego (Hidalgo) (Joe Johnston, 2004)
En Océanos de fuego Viggo Mortensen y su querido
caballo participan en una dura carrera en el Sáhara
No obstante, si hubiera que decidir qué animal ha aparecido en más películas a lo largo de la historia, probablemente el perro, el gato y el tiburón perderían la batalla ante el caballo, el eterno secundario, un animal que a menudo pasa desapercibido pero sin el cual uno de los principales géneros clásicos, el western, quedaría cojo. Uno de los mejores western de la historia, Centauros del desierto (John Ford, 1956), debe su nombre a las figuras de los vaqueros montados en sus caballos en el árido desierto de la América profunda. Por su parte, Fuego de juventud (Clarence Brown, 1944) muestra a una jovencísima Elizabeth Taylor en su primer papel protagonista como una amante de los caballos, mientras que la última obra de Marilyn Monroe y Clark Gable antes de la muerte de ambos, Vidas rebeldes (John Huston, 1961), sigue la captura de unos caballos salvajes. Recientemente, El hombre que susurraba a los caballos (Robert Redford, 1998), Seabiscuit, más allá de la leyenda (Gary Ross, 2003), Océanos de fuego (Hidalgo) (Joe Johnston, 2004), Secretariat (Randall Wallace, 2010) y War Horse (Caballo de batalla) (Steven Spielberg, 2011) han mostrado hermosas (aunque, a menudo, demasiado edulcoradas) relaciones entre humanos y caballos.

La vida de Pi (Ang Lee, 2013)
La vida de Pi muestra una inusual relación mística entre
un niño y un tigre obligados a convivir en una balsa
Por desgracia, la cara oculta de la presencia de animales en la gran pantalla es que muchos de ellos lo han pagado caro, incluso con sus vidas. Se dice que sólo en el rodaje de Ben-Hur (William Wyler, 1959) murieron más de 100 caballos, pese a que ya en 1939 las brutalidades del rodaje de Tierra de audaces, de Henry King, arrastraron a la American Humane Association al mismo. Tras el escándalo de la ruinosa Las puertas del cielo (Michael Cimino, 1980), en la que el trato de caballos y vacas fue absolutamente salvaje, se exigió la presencia de la AHA en todo plató que cuente con animales. Es ésta la asociación encargada de otorgar la frase “Ningún animal resultó herido en el rodaje de esta película”, la cual, no obstante, se regala con bastante ligereza. Así, cientos de animales marinos murieron debido a los efectos especiales de Piratas del Caribe: La maldición de la Perla Negra (Gore Verbinski, 2003) y el tigre que protagonizó los escasos momentos no digitales de la oscarizada La vida de Pi (Ang Lee, 2013) casi se ahogó, pero ambos films recibieron igualmente el sello de la asociación.

Gregory Peck en El despertar (Clarence Brown, 1946)
En la bellamente filmada El despertar, un cervatillo
alegra las vidas de una familia de granjeros
Hacer películas con y sobre animales puede ser una forma hermosa de transmitir amor por ellos y enseñar a los espectadores a ponerse en la piel de elefantes (Sabu, de Robert J. Flaherty y Zoltan Korda, 1937), cervatillos (El despertar, de Clarence Brown, 1946), mulas (Al azar de Baltasar, de Robert Bresson, 1966), leones (Nacida libre, de James Hill, 1966), osos (El oso, de Jean-Jacques Annaud, 1988) u orcas (¡Liberad a Willy!, de Simon Wincer, 1993), pero el cuidado de los animales involucrados debe ponerse siempre por delante si no se quiere caer en la hipocresía de enseñar al espectador a amar a animales que están sufriendo a cambio de ello. Dos films merecen mención especial por su inigualable poesía en torno al reino animal pese a estar protagonizados por humanos: Birdy (Alan Parker, 1984), donde un joven vuelve de la Guerra de Vietnam convencido de que es un pájaro, y El secreto de la isla de las focas (John Sayles, 1993), una hermosa leyenda fantástica sobre la vida rural en la costa de Irlanda. Ambas son muestra de que la relación entre los humanos y los animales es mucho más estrecha de lo que imaginamos. Y es que los animales son nuestros amigos y vecinos y están siempre dispuestos a compartir la Tierra con nosotros si respetamos unas simples reglas de convivencia. Si aprendemos a respetarnos los unos a los otros, quizá no sea necesaria la propuesta de Noé (Darren Aranofsky, 2014) de sumergir a la humanidad en las aguas para que el planeta les sea devuelto a todas las criaturas que lo habitan desde tiempos inmemoriales.


© El copyright del texto pertenece exclusivamente a Juan Roures
© El copyright de las imágenes pertenece a sus respectivos autores y/o productoras/distribuidoras

14 comentarios:

  1. Muy bueno el artículo, aunque me da mucha pena saber que se maltrata tanto a los animales en las pelis, no sé si podré volver a ver Piratas del Caribe de la misma forma...

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  2. Uff, qué buena recopilación!! cómo todas las tuyas! ;)

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  3. Con el actual desarrollo tecnológico cuesta saber cuando se tiene en pantalla un animal real y cuando no, pero hacen falta más películas que nos hagan recapacitar sobre que no podemos seguir tratándoles como lo estamos haciendo ahora.
    Un artículo genial :)

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  4. Un estupendo artículo como todos los que escribes.

    A mí me dio mucha pena cuando me enteré que el caballo Artax, de la película "La historia Intermiable", se hundió de verdad en la ciénaga. Pusieron una plataforma elevadora bajo el barro, pero no funcionó correctamente y tuvo ese triste final.

    Saludos!

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    1. Gracias. No sabía lo de Artax... Es una pena, sobre todo porque si se hubiera tratado de un actor seguro que habrían tomado las precauciones necesarias. Un saludo.

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  5. ¡¡¡Menuda currada!!! Los animales son los mejores compañeros de nuestras, vidas, los más fieles. Los gatos son mi debilidad, unos seres orgullosos, altivos, independientes, que siempre te poseen, nunca tú a ellos. Precisamente, por esta razón, el cine no ha podido desarrollarse de espaldas a ellos. Felicidades por este trabajo que siempre nos será de gran ayuda a los demás. Un saludo.

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    1. Muchas gracias. Yo también siento debilidad por los gatos, la verdad, orgullosos y altivos, como bien dices, pero también llenos de ternura. Un saludo.

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  6. ¡Hola! Por supuesto, los animales Disney son, para mí, los "grandes animales del cine", hehe, cosas de infancia :P Ahora que... me ha gustado mucho tu referencia a 'Cuando ruge la marabunta'! Otro de los animales míticos de cine con los que me quedo es el gato de 'Breakfast at Tiffany's', claro, y ahora me ha venido también en mente el divertido ratón de 'Un ratoncito duro de roer'. Pero debo decir que me has dejado absolutamente horrorizada con lo de los animales marinos de 'Piratas del Caribe'!!!!!!! Con lo que me gusta a mí esa película!! Qué decepción y qué cabreo! :(

    Dejando atrás la nota triste, ¡felicidades por el artículo! Como siempre, aprendiendo de cine que estos super especiales.

    ¡Saludos de una redactora de Cinema Lights! :))

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    1. Hola! Gracias por tu comentario. Yo también crecí con los animales Disney. De hecho, mi videoteca está llena de ellos: Bambi, El rey león, Tod y Toby... Las princesas y caballeros me interesaban poco a su lado jeje. Y sí, lo de "Piratas del Caribe" es horrible, pero en realidad usar efectos de explosiones en el mar tiene siempre ese efecto, a menos que los productores busquen algún modo de ahuyentar a a los animales en las áreas de rodaje... Y, por desgracia, esta sociedad no considera a los animales suficientemente importantes para perder tiempo en cosas así. Esperemos que poco a poco mejore la situación, en el cine y en todos los ámbitos. Un saludo.

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  7. Hola Juan me ha gustado mucho tu artículo, como siempre .
    Si tuvieras un momento libre me gustaría que te pasases por mi blog amateur y me dijeras tu opinión como bloger profesional
    Muchas gracias!

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    1. Perdón me dejé el enlace:
      www.35mmlumiere.blogspot.com

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  8. Buenas, un artículo genial, pero me lamento que he de hacer una pequeña crítica respecto a un par de fallos.

    En el caso de Winter, de la película "La aventura de Winter el delfín", en ningún momento ha habido planes de devolver a Winter al mar, pues su amputación y la deformidad que le ha causado en la columna vertebral la manera que tiene de nadar sin cola, hace imposible su supervivencia en el medio marino, más allá de la prótesis.

    La segunda crítica es respecto a cuando nombras la película "Moby Dick". En esta película, la "ballena" atacante, es un cachalote, un mamífero marino que no se clasifica dentro del suborden de las ballenas (así que no es una de estas), que se alimenta sobre todo de calamares. Tienen dientes de todas maneras, y estos no están ni mucho menos especializados en filtrar plancton.
    Los cachalotes, sobre todo los grandes machos, eran conocidos por defenderse, hundir las barcas de los balleneros, y también por un par de casos documentados donde alguno de estos animales logró hundir un barco de gran tamaño. La novela original se basa en uno de estos hundimientos.

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    Respuestas
    1. Hola! Mucha gracias por el comentario y por las correcciones. La verdad es que mi memoria no ayudó... y consulté fuentes erróneas sobre ambos films, además de fiarme de Filmaffinity jeje, así que si me dices que la historia de Winter el delfín era así, te creo ;) Sobre Moby Dick, cachalote o no (por cierto, curiosamente en wiki le llaman "ballena blanca/cachalote), su comportamiento sediento de sangre me parece excesivo. Un saludo!

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