La 32ª edición de los Premios de Cine Europeo seré recordada eminentemente por dos asuntos: el récord de galardones de La favorita (ocho) y el triunfo de la cinematografía LGTB, donde se enmarcan tanto esa cinta, que para muchos parecía ya agua pasada al ser realmente un título de 2018, como las que, por así decirlo, se han hecho con las medallas de plata y bronce: Dolor y gloria y Retrato de una mujer en llamas, dos de las joyas europeas del año. Los tres títulos abordan la comunidad no heteronormativa con originalidad, valentía y, ante todo, plena naturalidad.
La favorita estuvo nominada a 10 premios Oscar, pero finalmente sólo Olivia Colman ganó el suyo |
La favorita, que, valga la redundancia, fue una de las cintas favoritas de la carrera hacia el Oscar del año pasado, se hizo con todos los galardones a los que optaba: mejor película, mejor director para el griego Yorgos Lanthimos, personalísimo artífice de Canino (2009) y Langosta (2015); mejor actriz para la magnífica y muy británica Olivia Colman (receptora por este mismo papel del Oscar, el Globo de Oro y el BAFTA), que no acudió a la gala por estar ocupada jugando con sus hijos y sus perros, y mejor comedia (sí, ese absurdo galardón cuyo propósito no termina de quedar claro). A esos cuatro premios, todos muy merecidos pero quizá excesivos, hay que sumar otros cuatro de carácter técnico recogidos con anterioridad: fotografía para Robbie Ryan por "alejarse de las convenciones del drama de época lo máximo posible", montaje para Yorgos Mavropsaridis por dar a la película "un flujo fácil y natural de una manera inteligente, nueva e inventiva", vestuario para la ya mítica Sandy Powell por "ofrecer todos los guiños necesarios para una película de época que refrescantemente se siente como una ópera punk rock" y mejor maquillaje y peluquería para Nadia Stacey por un trabajo "hilarante pero también extremadamente triste". Y es que estamos ante una de las obras más geniales del año, tanto narrativa como visualmente.
Antonio Banderas se transforma en el propio Pedro Almodóvar para la muy autobiográfica Dolor y gloria |
Que La favorita no optara al galardón a mejor guion, algo incomprensible, permitió a la francesa Céline Sciamma repetir el triunfo de Cannes con Retrato de una mujer en llamas [crítica], que curiosamente también es una película lésbica de época y sin embargo no podría tener menos que ver. Así, mientras Lanthimos presenta tres personajes femeninos que, aun deseándose, se pisotean salvajemente hasta las últimas consecuencias, Sciamma retrata una historia de amor tan hermosa como trágica donde cada mirada está colmada de poesía y significado. Por su parte, Dolor y gloria [crítica] dejó a Pedro Almodóvar en su asiento, pero no pasa nada porque el manchego ya tiene varios de estos laureles en su haber gracias a Mujeres al borde de una ataque de nervios (1988), Todo sobre mi madre (1999), Hable con ella (2002) y Volver (2006), así como un Premio Honorífico. Además, la película como tal sí dio a su alter ego Antonio Banderas uno de los muchos galardones que recogerá esta temporada por la que no sólo es de lejos su mejor interpretación sino directamente una de las mejores interpretaciones del año (¡cuánto sentimiento hay en sus ojos, cuánta verdad en sus gestos!). Lo recogió a distancia, eso sí, desde la platea de un teatro donde tenía función. Además, el gran Antxon Gómez fue premiado hace unas semanas por un diseño de producción "ecléctico y audaz pero siempre bien equilibrado que nos adentra en el subtexto, ya sea el interior problemático del personaje principal o las memorias oníricas de su infancia", lo que convierte a esta cinta en la segunda más premiada de la edición.
Retrato de una mujer en llamas nos traslada a la costa francesa con suma sensibilidad |
La pedrea técnica (que, como ya se ha señalado, se entregó con anterioridad a la gala, encargándose de cada categoría un jurado experto en la materia) ha evitado a tres interesantes películas irse de vacío: la alemana System Crasher, de Nora Fingscheidt, por la que el compositor John Gürtler fue galardonado por "convertir lo indecible en música"; la hispano-uruguaya La noche de 12 años, de Álvaro Brechner, por la que Eduardo Esquide, Nacho Royo-Villanova y Laurent Chassaigne fueron premiados por un diseño de sonido que "de una manera vívida y táctil permite al público experimentar cómo es ser un prisionero", y la sueca Sobre el infinito, de Roy Andersson, cuyos efectos visuales, obra de Martin Ziebell, Sebastian Kaltmeyer, Néha Hirve, Jesper Brodersen y Torgeir Busch, "no sólo apoyan el mensaje y la identidad visual de la obra, sino que la elevan a un nivel artístico muy superior". Ojalá los reconocimientos técnicos y artísticos otorgados por otras entidades estuvieran igual de pensados en lugar de limitarse a obviedades que poco tienen que ver con el talento.
System Crasher retrata una salvaje búsqueda de amor |
El palmarés, ciertamente excelente, se completa con la española Buñuel en el laberinto de las tortugas, trabajo de orfebrería de Salvador Simó Busom, como mejor cinta de animación; la británica For Sama, con la que Waad Al-Khateab y Edward Watts conquistaron los Premios del Cine Independiente Británico, como mejor documental; la francesa Los miserables, de Ladj Ly, polémica apuesta francesa para el Oscar por encima de la mentada Retrato de una mujer en llamas, como mejor ópera prima (Premio Discovery); la alemana Babylon Berlin, de Tom Tykwer y Achim von Borries, como mejor serie (sí, en Europa también estamos al día), y la rumana The Christmas Gift, de Bogdan Muresanu, como mejor cortometraje. Por último, la polaca Cold War, de Pawel Pawlikowski, que fue la gran vencedora de la última edición, se ha llevado el Premio del Público, algo que en realidad no confirma el buen gusto de los espectadores europeos porque, seamos sinceros, aquellos que se molestan en seguir estos premios apenas representan un bar de pliegues del abanico del Viejo Continente.
Los miserables es impactante, pero también peligrosa: ¿condena la violencia o incita a ella? |
Y no nos olvidemos de los dos premios de honor, cuyos receptores ofrecieron discursos llenos de magia y reivindicación. El realizador alemán Werner Herzog destacó la "solidaridad europea" como motor de las pequeñas cinematografías y defendió a ultranza los valores de la Unión Europea, "el proyecto más grande que la historia del mundo ha visto nunca", mientras que la actriz francesa Juliette Binoche, que dedicó el premio a los directores y productores con los que ha trabajado pero también a todas las niñeras que han cuidado de sus hijos, nos instó a "ser más sinceros, más cariñosos, más dispuestos a escuchar, abrir nuestros corazones y nuestros oídos", pidiendo expresamente a quienes se dedican a la actuación que seleccionen cuidadosamente sus proyectos porque "actuar es compartir". Y es que el cine, al menos el cine europeo, no deja de ser un acto de amor, coraje y generosidad.
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