Robin Williams y Lauren Bacall, dos de los interpretes más míticos de todos los tiempos |
Triste semana para el cine. El
pasado lunes 11 de agosto el cómico Robin Williams fue encontrado muerto por
asfixia en su dormitorio y hoy nos hemos levantado con el fallecimiento de Lauren Bacall, uno de los últimos rostros del Hollywood clásico. Ambos nos dejan de modos distintos, pero la pena
es similar: si con Williams sufrimos un shock ante el suicidio de uno de los
cómicos más famosos, con Bacall decimos adiós a uno de los pocos mitos del cine
clásico que seguían con vida (Doris Day y Olivia de Havilland son el último resquicio vivo de aquella gran época). Este artículo es mi pequeño homenaje a ambos.
Robin Williams nació en Chicago el 21 de julio de 1951 y vivió una
infancia holgada como hijo único de un ejecutivo de la industria del automóvil.
En 1967, su familia se trasladó a California, donde el joven se interesó por
primera vez por el teatro, lo que le llevó a dejar de lado los estudios de
política e ingresar en la prestigiosa academia interpretativa Juilliard School
en Nueva York. Tras tres años de estudios, volvió a California, donde
protagonizó la serie Mork & Mindy (1978), en la que
interpretaba a un extraterrestre, papel que le valió un Globo de Oro a mejor actor cómico de televisión. Por temor a encasillarse, decidió dar el
salto al cine, dándose a conocer con Popeye (Robert Altman, 1980), cuyo
pobre recibimiento no impidió que el actor llamase la atención de los medios. El mundo según Garp (George Roy Hill, 1982) incrementó la popularidad de
un intérprete que tuvo así la suerte de trabajar con dos cineastas míticos nada
más comenzar.
El club de los poetas muertos es probablemente la película más querida de Robin Williams |
Todo iba viento en popa y así
seguiría. En apenas cinco años, encarnó a tres personajes memorables que le
valieron tres merecidas nominaciones al Oscar a mejor actor: el locutor de radio de Good
morning, Vietnam (Barry Levinson, 1987), el profesor —o, mejor dicho,
¡capitán, oh, mi capitán!— de El club de los poetas muertos (Peter
Weir, 1989) y el vagabundo de El rey pescador (Terry Gilliam,
1991), donde apareció completamente desnudo. La primera y la última de estas cintas le valieron sendos Globos de Oro
a mejor actor de comedia, galardón que le iba como anillo al dedo y que volvió
a obtener con pleno merecimiento por Señora Doubtfire (Chris Columbus,
1993), en la que su talento para imitar voces y acentos diversos se convirtió
en un papel absolutamente desternillante (lástima que el guion facilón no pusiera de su parte).
Los más pequeños de la casa también disfrutaron de su presencia en Hook (El capitán Garfio) (Steven Spielberg, 1991) —donde interpretaba al mismísimo Peter Pan con Julia Roberts como Campanilla—, Jumanji (Joe Johnston, 1995) y Flubber y el profesor chiflado (Les Mayfield, 1997). Estas tres últimas son ejemplos de incursiones de Williams en la fantasía, algo que se repetiría, esta vez para públicos más maduros en las edulcoradamente nostálgicas Más allá de los sueños (Vincent Ward, 1998) —donde vemos a Williams en un maravilloso Cielo— y El hombre bicentenario (Chris Columbus, 1999), ambas muy recordadas pese al tibio recibimiento de la crítica, que sólo alabó la factura técnica. Por su papel en esta última cinta, Williams optó por única vez al Razzie a peor actor (nominación compartida con su papel en el innecesario remake Ilusiones de un mentiroso, de Peter Kassovitz); eso sí, volvería a ser nominado, esta vez como peor actor secundario —y, en opinión de muchos, injustamente—, por la comedia negra Smoochy (Danny DeVito, 2002).
Los más pequeños de la casa también disfrutaron de su presencia en Hook (El capitán Garfio) (Steven Spielberg, 1991) —donde interpretaba al mismísimo Peter Pan con Julia Roberts como Campanilla—, Jumanji (Joe Johnston, 1995) y Flubber y el profesor chiflado (Les Mayfield, 1997). Estas tres últimas son ejemplos de incursiones de Williams en la fantasía, algo que se repetiría, esta vez para públicos más maduros en las edulcoradamente nostálgicas Más allá de los sueños (Vincent Ward, 1998) —donde vemos a Williams en un maravilloso Cielo— y El hombre bicentenario (Chris Columbus, 1999), ambas muy recordadas pese al tibio recibimiento de la crítica, que sólo alabó la factura técnica. Por su papel en esta última cinta, Williams optó por única vez al Razzie a peor actor (nominación compartida con su papel en el innecesario remake Ilusiones de un mentiroso, de Peter Kassovitz); eso sí, volvería a ser nominado, esta vez como peor actor secundario —y, en opinión de muchos, injustamente—, por la comedia negra Smoochy (Danny DeVito, 2002).
No todos los críticos alaban Señora Doubtfire, pero pocos se resisten a la transformación de Williams |
Aunque el versátil actor también
tuvo tiempo para papeles más profundos y complicados, como el neurólogo de Despertares (Penny Marshall, 1990); el
hombre solitario del thriller Retratos de una obsesión (Mark
Romanek, 2002), el misterioso novelista acusado de asesinato de Insomnio
(Christopher Nolan, 2002) o el editor de recuerdos de La memoria de los muertos
(Omar Naïm, 2004), sus películas más recordadas serán —con excepción de El indomable Will Hunting (Gus Van Sant, 1997), por la que ganó el Oscar a mejor actor secundario como una figura paternal similar a la de El club de los poetas muertos— siempre las comedias: Una
jaula de grillos (Mike Nichols, 1996) —una de las primeras películas
populares sobre la homosexualidad, estrenada tres años después que Philadelphia, de Jonathan Demme, que lo consideró para el papel de Denzel Washington—, Desmontando a Harry (Woody Allen,
1997), Patch Adams (Tom Shadyac, 1998), Noche en el museo (Shawn
Levy, 2006), El mejor padre del mundo (Bobcat Goldthwait, 2009)… No en vano fue designado 'Hombre vivo más gracioso' por la revista Entertainment Weekly en 1997.
Williams debe su Oscar al oscarizado guion de Matt Damon y Ben Afflect de El indomable Will Hunting |
Lo cierto es que Williams siempre
ha estado dispuesto a sorprendernos, como prueban su genial doblaje (en gran parte improvisado) del Genio
de Aladdín
(Ron Clements y John Musker, 1992) —que llevó a la Academia a plantearse la
creación de un Oscar especial a mejor doblaje— o su transformación en el
presidente Eisenhower en la reciente El mayordomo (Lee Daniels, 2013).
Por desgracia, la felicidad transmitida por su rostro en películas y
apariciones públicas ocultaba una vida torturada, en la que el actor se
enfrentó a dos divorcios, problemas de drogas y alcohol, la muerte de su
hermano mayor por complicaciones médicas y una depresión crónica que terminó
llevándole al suicidio. Nadie se explica cómo alguien capaz de hacer feliz a
tanta gente tuvo tal dificultad para encontrar él mismo la felicidad. Pero no quiero terminar esta pequeña biografía de forma tan triste... ¿sabíais que era dueño del restaurante Rubicon, de San Francisco, junto a Robert de Niro y Francis Ford Cooppola y que su hija Zelda se llama así debido al fanatismo de su
padre por los videojuegos The leyend of
Zelda?
Por su parte, la icónica Lauren Bacall nació en el Bronx (Nueva
York) el 16 de septiembre de 1924 en el seno de una familia inmigrante judía y, aunque quería ser bailarina, ingresó con quince años en la Academia Americana de Artes Dramáticas, cuyos
estudios se costeó trabajando como modelo y como acomodadora de cine. Debutó en
Broadway en 1942 y en la gran pantalla en 1944; y lo hizo a lo grande: nada más
y nada menos que junto a Humphrey Bogart en la obra maestra de cine negro Tener
y no tener, de Howard Hawks, quien se fijó en ella gracias a aparecer
en la portada de la revista Harper’s Bazar. La frase “Junta los labios y silva”,
tan sensual como intrigante gracias a su evocadora voz, la acompañaría toda su
vida. Por cierto, su nombre incluye el apellido de soltera de su madre (Bacal), al que añadió una l extra al entrar en el mundo del cine.
Tener y no tener emparejó a Bacall con Humphrey Bogart personal y cinematográficamente |
Tan sólo un año después, la
jovencísima actriz se casó con Bogart, con quien protagonizó sus películas más
míticas: El sueño eterno (Howard Hawks, 1946), La senda tenebrosa (Delmer
Daves, 1947) y Cayo largo (John Huston, 1948), tres obras maestras del cine
negro. No obstante, la actriz huyó del encasillamiento con el interesante drama
musical El trompetista (Michael Curtiz, 1950), con Gary Cooper; la tonta
pero popular comedia Cómo casarse con un millonario (Jean
Negulesco, 1953), junto a Marilyn Monroe; el melodrama Escrito sobre el viento
(Douglas Sirk, 1956), con Rock Hudson; o la romántica Mi desconfiada esposa
(Vincente Minnelli, 1957), con su amigo íntimo Gregory Peck, todas ellas junto a grandes
cineastas y estrellas de la época.
Ante la triste Caza de Brujas del
Senado McCarthy, Bacall y Bogart fueron de las pocas estrellas que se
posicionaron claramente en contra, arriesgándose a ver perjudicadas sus
carreras por ello (aunque terminaron distanciándose de las protestas precisamente por ello). Poco después, Bogart murió de cáncer (en 1957), dejando dos
hijos a su cargo; en su funeral, la actriz puso un silbato sobre la tumba, en referencia a la mítica frase de la película donde empezó todo. Sin embargo, la actriz volvió a encontrar el amor en otro actor
oscarizado: Jason Robards, cuyos problemas de alcoholemia llevaron a la actriz
a separarse de él; Robards le dio su tercer hijo, quien tiene a Katherine Hepburn, gran amiga de Bacall, como madrina.
Bacall y su esposo se posicionaron en contra de la caza de comunistas de la triste Era McCarthy |
Aunque en 1970 ganó el premio Tony a mejor actriz teatral por interpretar a Margo Channing en el musical Applause (basado en Eva al desnudo, de Joseph L. Mankievicz, 1950), con el paso del tiempo, sus
apariciones cinematográficas empezaron a escasear, apenas destacando Harper,
investigador privado (Jack Smight, 1966), junto a Paul Newman, Asesinato
en el Orient Express (Sidney Lumet, 1974), rodeada de múltiples
estrellas, y El último pistolero (Don Siegel, 1976), original western junto
a John Wayne. Poco a poco, pasó al plano secundario, en films como la
intrigante Misery (Rob Reiner, 1990), la criticada pero llena de estrellas
Pret-a-porter
(Robert Altman, 1994) y la original Dogville (Lars von Trier, 2003). Fue
curiosamente esta etapa la que la acercó por primera vez al Oscar, al que optó
por El
amor tiene dos caras (Barbra Streissand, 1996); eran tales sus
posibilidades (pues los Globos de Oro y el Sindicato de Actores la habían
premiado por dicho papel), que cuando la maravillosa actriz francesa Juliette
Binoche ganó en su ligar por El paciente inglés, de Anthony
Minghella, afirmó que no tenía discurso preparado porque —como todos— pensaba
que sería Bacall quien ganaría (“Y creo que lo merece”, añadió con gracia).
Lauren Bacall optó al Oscar por primera y única vez por la irregular comedia El amor tiene dos caras |
Como compensación, en 2009 la
Academia le otorgó un Oscar honorífico por toda su carrera. Y probablemente
pocas personas lo merecían más que ella, una mujer luchadora que debió aprender
a madurar con gran rapidez y nos regaló interpretaciones más complejas y originales
de lo que se suele creer (aunque las listas de "mujeres más bellas de la historia nunca la olvidan"). Por suerte, su larga vida —no carente de duros
golpes— le ha permitido escribir dos autobiografías (en 1978 y 1994, ganando la primera el National Book Award) y seguir
trabajando hasta el final de su vida, que tuvo lugar esta mañana debido a un
derrame cerebral, a sus 89 años.
Robbin Williams y Lauren Bacall
son dos personas e intérpretes muy distintos, pero ambos han dedicado su vida
al cine y, por ello, nunca serán olvidados. Bacall cuenta con una de las
carreras más extensas del mundo del cine, datando su última película de 2012 (The
Forger, de Lawrence Roeck), sesenta y ocho años después de su primera,
mientras que probablemente Williams tenga en su haber más papeles míticos que
cualquier otro cómico, al que en 2015 sumará su última aparición en la gran
pantalla, con la película Absolutely Anything, del maestro de
la comedia Terry Jones. Mientras el mundo llora la pérdida de estas dos míticas
figuras, espero que este pequeño artículo sirva para conocerlas un poco mejor.
Aquí termina mi homenaje a dos personas sin las cuales el gran séptimo arte no sería
tan grande.
© El copyright del texto pertenece exclusivamente a Juan Roures
© El copyright de las imágenes pertenece a sus respectivos autores y/o productoras/distribuidoras
Un bonito homenaje a dos de los grandes que nunca olvidaremos!
ResponderEliminarUn maravilloso homenaje para dos grandes que han partido dejándonos la maravilla de sus actuaciones inolvidables. Por siempre serán nuestra compañía.
ResponderEliminarSaludos.
Merecido doble homenaje, esperemos que este agosto no siga dándonos semejantes sorpresas... :(
ResponderEliminarAbrazos.
Yo he sentido más la muerte de Bacall. Era una de las grandes damas de la interpretación de la época dorada de Hollywood. Williams me parecía un buen cómico, pero a mi particularmente no me gustaba demasiado su tipo de humor. Lo que no sabía es que era muy amigo de farras de John Belushi.
ResponderEliminarUn saludo.
Dos grandes pérdidas. Les echaremos de menos, pero les recordaremos y estaremos agradecidos por su trabajo.
ResponderEliminarSaludos, Juan.
Ambos dejaron grandes títulos para el recuerdo. Muy bonito repaso.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola,
ResponderEliminarNunca es demasiado tarde para rendir homenaje a dos estrellas que decidieron cambiar su rumbo y alejarse a otra galaxia.
Sólo un pequeño matiz, quizás producido por una edición: "el interesante drama musical El trompetista (Michael Curtiz, 1950), con Gary Cooper;"... No era Cooper el de "El trompetista", sino Kirk Douglas.
Saludos