02 septiembre 2016

'No respires'... (O no lo harás más.)

Cuenta Federico Álvarez que subió su cortometraje Ataque de pánico (2009), de apenas 300 dólares de presupuesto y 5 minutos de duración, a Youtube un jueves, y al lunes siguiente tenía su correo electrónico lleno de ofertas de Hollywood. A las pocas semanas, Sam Raimi le ofreció un contrato de exclusividad que lo llevaría a dirigir el remake de su propia Posesión Infernal (1981), dando lugar al interesante film homónimo del 2013, así como el thriller No respires (2016), idea que el realizador uruguayo decidió llevar a cabo por encima de otras propuestas más colosales pero menos personales. Siendo objetivos, poco hay en Ataque de pánico más allá de sorprendentes efectos especiales, pero no por ello deja de ser la labor de Fede Alvárez digna de nuestros aplausos considerado los escasísimos medios con los que logró ponerse a la altura de las superproducciones huecas de Michael Bay o Roland Emmerich. Vamos, que el entusiasmo estaba más que justificado.

La ceguera dota al villano de un hándicap
que da a No respires una esencia propia
Es además de agradecer que su segundo largometraje, No respires (Don’t Breathe, 2016), se haya distanciado tanto del primero, decisión que Álvarez tomó en respuesta a las críticas recibidas por su ópera prima a raíz de ser un remake multimillonario lleno de sangre centrado en dejar en shock a la audiencia. En contraposición, este elegante thriller reduce el gore al mínimo y fomenta el suspense a partir de la mitad de presupuesto. En él, tres jóvenes quedan atrapados en la casa de un psicópata al que pretendían robar, pasando de delincuentes a víctimas sin ser conscientes de ello hasta ser demasiado tarde. De esta forma, se da una vuelca de tuerca a films como Funny Games (Michael Haneke, 1997), La habitación del pánico (David Fincher, 2002) o The Purge (James DeMonaco, 2013), en los que era la casa de los propios protagonistas la que se convertía en terrorífico lugar de encierro, cobrando así el film una esencia diametralmente opuesta (quedar atrapado en el propio hogar permite jugar con ventaja, pero también acrecienta la sensación de perenne inseguridad). En No respires, los jóvenes encarnados por Jane Levy —quien ya protagonizó el film previo del realizador—, Dylan Minnette —estrella de Pesadillas (Rob Letterman, 2015)—, y Daniel Zovatto —coprotagonista de la fascinante It Follows (David Robert Mitchell, 2014)— viven una verdadera pesadilla a manos del rudo psicópata al que pretendían robar —el Stephen Lang que ya nos aterró en Avatar (James Cameron, 2009) y volverá para las secuelas—, a quien el guion de Rodo Sayagues y el propio realizador arrebata la visión para dar a los protagonistas alguna posibilidad. De esta forma, se obtiene el efecto opuesto al conseguido por el cásico Sola en la oscuridad (Terence Young, 1967), donde Audrey Hepburn encarnaba a una ciega dramáticamente acorralada en su propio hogar.

El cartel de No respires hace
honor al inquietante título
Siguiendo con las comparaciones, No respires recuerda inevitablemente a otro thriller estrenado hace tan solo unos meses: el aterrador Green Room (Jeremy Saulnier, 2015), donde una banda punk era arrinconada por un sanguinario grupo de neonazis. Así, ambos films introducen de entrada los escasos elementos con los que pretenden jugar para pasar a ofrecer una tensión perenne sólo disuelta momentáneamente por pequeños golpes de efecto. En la línea de la mencionada cinta, la fotografía es gélidamente verdosa y el montaje, relajado pero efectivo, confeccionándose una atmósfera claustrofóbica que mantiene el espectador en vilo durante su primera mitad para perder ligeramente la atención durante la segunda a raíz de una cansina reiteración que amenaza con destruir nuestro interés por los personajes. Suerte que un par de sorpresas de última hora y una inesperada reflexión sobre el carácter naturalmente codicioso e hipócrita del ser humano contribuyen a cerrar el film con desenvoltura. El compositor español Roque Baños vuelve a acompañar a Fede Álvarez en lo que supone todo un éxito de taquilla de marcado espíritu creativo iberoamericano.

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