La mejor película del año rara vez coincide con la más galardonada, pero este año es la excepción que confirma la regla: Nomadland, ganadora del León de Oro de Venecia, el Premio del Público de Toronto, el Gotham, el Globo de Oro, el Satellite, el Critics Choice y, probablemente, el BAFTA, el Spirit y por supuesto el Oscar [ver análisis nominaciones], es una obra descomunal, la más premiada de la historia. Irónicamente, sobre el papel, es una cinta muy pequeñita... y pocos la entenderán del todo.
El trabajo de Chloé Zhao es magnífico, pero, si alguien merece el mérito incluso más que ella, esa es Frances McDormand, quien no solo ofrece como Fern la mejor interpretación de su carrera (sí, por encima incluso del Fargo (1996) de los Coen y los Tres anuncios en las afueras (2017) de Martin McDonagh), una además mucho más tierna y romántica de lo que nos tiene acostumbrados, sino que es la principal responsable de la existencia de Nomadland: tras enamorarse del libro de Jessica Bruder, acudió personalmente a Zhao para ofrecerle dirigirla. Difícilmente recibirá un tercer Oscar interpretativo tan pronto, pero, de ganar la película, también ganará ella (literalmente, pues es una de las productoras).
El sentimiento de búsqueda de uno mismo y conexión con la naturaleza toca a Zhao de cerca: tras vivir en grandes ciudades, empezó a sentir una soledad terrible a la que solo puso final al huir a la mucho más salvaje Dakota del Sur, donde volvió a conectar consigo misma. Al igual que Hacia rutas salvajes (2007), de Sean Penn, y Alma salvaje (2014), de Jean-Marc Vallée, Nomadland invita a conectar con el mundo que nos rodea de un modo rara vez visto en el cine comercial, fuertemente anclado al capitalismo, sin perder por ello la fe en el ser humano (en el fondo, el amor es el motor de todas ellas). Más que películas, son experiencias vitales. Más que verse, se viven. Y, en momentos trágicos como el que atravesamos, instan a vivir más y mejor.
No es casualidad que los tres títulos citados partan del papel. En el caso de la película que nos ocupa, el origen es el libro Nomadland: Surviving America in the Twenty-First Century (2017), lo que explica el fuerte realismo desplegado en pantalla, algo a lo que contribuye enormemente la apuesta de Zhao por intérpretes no profesionales. Y es que, con la sola excepción de McDormand y un harto sensible David Strathairn, todos los nómadas que vemos lo son también en la vida real y se limitan por tanto a encarnarse a sí mismos, aportando incluso sus propios recuerdos. De hecho, si McDormand pensó en Zhao fue gracias a The Rider [ver top 100 de la década], cuyo protagonista, Brady Jandreau, había vivido y seguía viviendo mucho de cuanto se veía en pantalla.
Contra todo pronóstico, la cuarta película de Chloé Zhao será el Eternals (2021) de Marvel. Esperemos que sepa afrontar tan espectacular reto sin perder la esencia intimista que la caracteriza. Por el momento, solo me queda recomendar Nomadland una y otra vez. Por supuesto, en pantalla grande, para vivirla como merece y, quizá, reconectar con todo aquello que verdaderamente importa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario