10 mayo 2017

La saga 'Harry Potter': siete libros, ocho películas, infinita magia

Harry Potter y la piedra filosofal (2001)
La llegada a Hogwarts de La piedra filosofal es
uno de los momentos más mágicos de toda la saga
Aunque las apariencias llevan a pensar que Harry Potter es el típico proyecto cinematográfico nacido con el único afán de inflar las arcas de Hollywood, lo cierto es que la historia que hay detrás es bastante más íntima y romántica. De hecho, la planificación de esta saga comenzó antes de que los libros fueran famosos siquiera, o sea, coincidiendo con la publicación de Harry Potter y la piedra filosofal en 1997 (siete años después de ser concebido). En aquella época, David Heyman se encontraba en Hollywood buscando un libro infantil que pudiera ser llevado a la gran pantalla; su primera opción fue The Ogre Downstairs, (Diana Wynne Jones, 1974), pero su equipo de producción, Heyday Films, le hizo llegar una copia de la novela de J. K. Rowling, de la que se enamoró al instante. El productor llevó entonces el proyecto a Warner Bros., estudio con el que tenía un acuerdo de colaboración, y juntos lograron convencer a la que ahora es la escritora más rica del mundo de que cediera sus derechos (recibiendo un millón de libras por los cuatro primeros libros). Las condiciones de la autora fueron estrictas, pero también clave de la calidad de las producciones: el control de la historia quedaría en sus manos, las secuelas se limitarían al material hallado en los libros y el reparto lo constituirían eminentemente intérpretes británicos.

Harry Potter y la piedra filosofal (2001)
En la encantadora La piedra filosofal se fragua la clave
de toda la saga: la amistad entre Harry, Ron y Hermione
Allanado el terreno, tocaba encontrar al equipo técnico y artístico, un proceso cuyo máximo esmero se tornó en una base sólida para que la saga mantuviera un altísimo nivel durante los diez años que duraría. Así, entre miles de niños, Daniel Radcliffe, Rupert Grint y —la demasiado guapa, pero «así es el cine»— Emma Watson fueron elegidos para dar vida a Harry Potter, Ron Weasley y Hermione Granger, resultando especialmente curioso que el primero fuera apartado de las pruebas por sus propios padres, a quienes hubo de convencer personalmente Heyman al tener la suerte de encontrárselos en el teatro («es una señal», pensaron ellos). Durante el largo proceso de casting se prestó tanta atención al carisma de los tres intérpretes como a la química entre ellos, la cual debía ser perfecta para que el corazón de los libros latiera en las películas. El mérito de los profesionales involucrados en esta tarea es enorme, ya que pocos son los intérpretes de la saga Harry Potter que no parecen haber estado siempre destinados a dar con sus respectivos personajes.

Harry Potter y la cámara secreta (2002)
Aunque humilde y alocada, la familia Weasley es
sencillamente la familia con la que todo el mundo sueña
Como apoyo al fresco e inexperto trío, así como a los demás niños que crecerían con ellos durante el resto de las películas —a destacar Tom Felton (Draco Malfoy), Bonnie Wright (Ginny), James y Oliver Phelps (Fred y George), Matthew Lewis (Neville Longbottom), Devon Murray (Seamus Finnigan) y Alfred Enoch (Dean Thomas), un conjunto excesivamente masculino que Rowling intentaría enderezar con el paso de los años—, se decidió que el reparto adulto fuera constituido por verdaderas eminencias del cine británico. Por tanto, Richard Harris, Maggie Smith, Alan Rickman, Julie Walters y Robbie Coltrane (único intérprete que Rowling pidió concretamente) fueron elegidos para dar vida al enigmático Dumbledore, la estricta McGonagall, el inquietante Snape, la entrañable Molly Weasley y el bonachón Hagrid, quienes, de una forma u otra, se convertirían en las figuras paternales que el pobre Harry nunca conoció. En el otro lado de la balanza encontramos a los espantosos Dursley (Richard Griffiths, Fiona Shaw y Harry Melling), cuya excesiva caricaturización se explica al conocer la crudeza familiar que experimentaba Rowling al crearlos; de hecho, hay una teoría de que todo cuanto acontece en los siete libros existe sólo en la cabeza de un muggle forzado a crecer bajo una escalera.

Harry Potter y la cámara secreta (2002)
El Quidditch, ejemplo de la rivalidad entre Slytherin
y Griffindor, está mucho más presente en los libros
Tan importante como el reparto fue la elección de Steve Kloves, escritor y director de Los fabulosos Baker Boys (1989), como guionista, labor que este ejercería durante casi toda la saga con el apoyo constante de J. K. Rowling (a quien, nada más conocer, confesó que su personaje favorito no era Harry, sino la feminista Hermione, ¡bien por él!), siempre dispuesta a solventar dudas relacionadas con su conocimiento tanto del mundo creado como del porvenir de los personajes (el cual la autora ofreció contar a cada respectivo intérprete, encontrándose con tajantes «¡no quiero saberlo!»). Suyo es el mérito de haber reducido el universo de los libros sin que la verdadera magia de los mismos se perdiera por el camino. Por su parte, el diseñador de producción Stuart Craig y la decoradora Stephenie McMillan —con la que el primero ganó uno de sus tres Oscars, gracias a El paciente inglés (Anthony Minghella, 1996)— quedaron al mando del importantísimo departamento artístico, labor que afrontaron desde el principio con la idea de dar a Hogwarts y alrededores una apariencia que, sin dejar de resultar maravillosamente soñadora, se antojara plenamente real. Por consiguiente, se antepondrían las localizaciones a los estudios y los decorados a los efectos visuales, aun cundo la participación de estos últimos fuera un complemento inapelable. Esta decisión resultó ser muy acertada, pues lo que vuelve esta historia tan atractiva es la idea de contar con un mundo mágico a nuestro alrededor, resultando además la humanidad de los personajes mucho más relevante que su poder mágico.

Harry Potter y la cámara secreta (2002)
El desmesurado tamaño de Hagrid impide que el
personaje comparta planos cortos con los protagonistas
(para los planos generales, se recurrió a un doble)
Podría decirse que los profesionales mencionados hasta el momento constituyen el corazón de la saga Harry Potter, ya que el resto de personas involucradas variaría con el paso de los años. Claro ejemplo de ello es la importantísima figura del director, a quien el equipo pondría hasta cuatro caras distintas. El primer elegido, Chris Columbus, lo fue precisamente por haber demostrado tener buena mano con los niños en cintas como Aventuras en la gran ciudad (1987), Solo en casa (1990) o Señora Doubtfire (1993). A él debemos los extraordinarios cimientos de la saga, cuyas primeras dos piezas heredarían la encantadora esencia de El secreto de la pirámide, dirigida por Barry Levinson en 1985 con el libreto de Columbus como base. Así, al igual que aquella, ambas cintas ofrecen encantadoras aventuras infantiles en un contexto deliciosamente británico-fantasioso. Curiosamente, la música de El secreto de la pirámide, obra de Bruce Broughton, recuerda a las magistrales partituras que John Williams aportaría a las tres primeras películas de la saga, sencillamente porque aquel ya era entonces admirador del compositor más famoso del mundo. Aunque Harry Potter y la piedra filosofal (2001) y Harry Potter y la cámara secreta (2002) resultan a ratos demasiado infantiles, sobre todo en comparación al resto de la saga (no tanto por el hecho de que sus protagonistas sean niños sino por la harto evidente relación de causa y efecto de los relatos y el escaso impacto de los efectos visuales), ambas constituyeron un punto de partida nada desdeñable.

Harry Potter y la cámara secreta (2002)
Conforme las películas avanzan, la trama se oscurece y
los profesores, las clases y los exámenes quedan de lado
A nivel formal, Columbus fue poco arriesgado, residiendo el mérito visual en la dirección de arte, la música y el vestuario, que reportaron a la irresistible La piedra filosofal —donde nos maravillamos ante el mundo de Rowling a través de la inocente mirada de Potter— tres candidaturas al Óscar pero sorprendieron poco en una secuela que sencillamente fue confeccionada demasiado rápido, desembocando en un perezoso déjà vu. No obstante, lo cierto es que el joven realizador cumplió su cometido de extraer gran naturalidad de todos sus intérpretes, que se transformaron plenamente en los carismáticos personajes a los que daban vida (tanto los inexpertos niños, que se desprendieron poco a poco de sus miedos, como de los aclamados adultos, que supieron ponerse al servicio de papeles mucho más pequeños de lo que estaban acostumbrados). Hogwarts cobró vida tal y como todos los niños y no tan niños lo habían imaginado y, aunque las sucesivas cintas lo modificarían a su antojo atendiendo tanto a las necesidades dramáticas de los guiones como a los caprichos estilísticos de los directores, lo cierto es que la silueta del castillo ya es uno de los elementos más icónicos de la historia del cine de entretenimiento.

Harry Potter y el prisionero de Azkaban (2004)
El prisionero de Azkaban da comienzo con el hilarante
vuelo de la tía molesta Marge (Pam Ferris), fruto
de la magia de los efectos visuales y el maquillaje
Pese a su amor por la saga, durante la preproducción de Harry Potter y el prisionero de Azkaban (2004), Chris Columbus decidió abandonarla, preocupado por estar dejando de lado a sus propios hijos. Mantuvo su puesto como productor ejecutivo del tercer filme, pero la batuta pasó a manos del mexicano Alfonso Cuarón, artífice de una de las obras favoritas de J. K. Rowling: La princesita (1995). El aclamado realizador contó con la ventaja de tener a su disposición un libro que, además de encontrarse entre los más emocionantes y sorprendentes de la serie, era probablemente el más cinematográfico, al contar con un final claramente cerrado y pocas referencias a la saga como conjunto (de hecho, es el único en el que Voldemort permanece en la sombra). Lo cierto es que el juego temporal de esta historia resulta tan tramposo como incongruente, pero, considerando que la inmensa mayoría de historias sobre viajes en el tiempo lo son, lo mejor es limitarse a disfrutar de los constantes giros de un relato donde nada es lo que parece y los jóvenes protagonistas crecen en cuerpo y alma: Harry, Ron y Hermione, así como Dan, Rupert y Emma, se encuentran aquí en plena adolescencia, con todo lo que ello conlleva. Como reconocimiento a esto último, la diseñadora de vestuario Jany Temime (que sustituiría a Judianna Makovsky y Lindy Hemming, delicadas diseñadoras respectivas de las dos primeras películas) optó por un tratamiento más moderno y rebelde, vistiendo a los protagonistas con ropa de calle por primera vez e instando a cada uno a llevar el uniforme a su gusto, de forma que vestimentas menos sorprendentes terminaran resultando más personales. Esta tendencia se propagaría durante el resto de cintas, durante las que Temine (quien ya permanecería hasta el final) sería infiel a la decisión inicial de Makovsky de rehuir las modas contemporáneas.

Harry Potter y el prisionero de Azkaban (2004)
Aunque algo tramposa, El prisionero de Azkaban es la
cinta más sorprendente y original de toda la saga
El prisionero de Azkaban supuso la anexión de varios rostros nuevos al universo de Harry Potter. Así, Davis Thewlis (Lupin, uno de los hombres lobo más trágicos y humanos de la historia) sucedería a Ian Hart (Quirrell, una serpiente con cuerpo de conejo) y Kenneth Brannagh (un conejo con cuerpo de águila) como el nuevo profesor de defensa contra las artes oscuras, asignatura maldita que daría pie a una nueva anexión por cada película ambientada en Hogwarts, a saber Brendan Gleeson (Moody), Imelda Staunton (Umbridge) y Jim Broadbent (Slughorn, elitista profesor de pociones que permitiría por fin a Snape ocupar el puesto que siempre había soñado, claro adelanto del cambio que esperaba al personaje). Los versados Gary Oldman y Timothy Spall encarnaron respectivamente a Sirius Black y Peter Pettigrew, antiguos compañeros de batallas tanto de Lupin como de los padres de Potter, quienes pasan así a estar más presentes que nunca. Por su parte, la genial Emma Thompson se involucró muchísimo en la creación de la alocada Trelawney, enviando a Cuarón una carta explicativa llena de detalles y dibujos. Todos estos personajes son clave de la sumersión de la saga en niveles más complejos, al estrecharse los límites entre el bien y el mal (donde influye también la aparición de los dementores, criaturas capaces de extraer todo rastro de felicidad que nacieron como consecuencia de la depresión padecida por Rowling tras el fracaso de su primer matrimonio). Por otro lado, que alguien de la talla de Julie Christie se prestara a aparecer en la película con un papel tan discreto (Rosmerta) confirmó el prestigio de una saga que por fin contó con los efectos visuales que merecía (¡gran Buckbeak!), los cuales dieron a esta cinta una de sus dos candidaturas al Óscar (la otra tuvo lugar en la categoría de mejor música original, con la que John Williams se despidió de la saga, con Patrick Doyle como primer sustituto). Eso sí, la anexión más comentada fue indudablemente la de Michael Gambon, quien se hizo cargo del importantísimo personaje de Dumbledore tras el triste fallecimiento de Richard Harris, dotando al personaje de un mayor dinamismo (¡y hasta espíritu hippy!).

Harry Potter y el cáliz de fuego (2005)
La representación de los campeones de
El cáliz de fuego es tan atractiva como tópica
La maravillosa puesta en escena de Alfonso Cuarón, quien una década más tarde ganaría el Óscar por Gravity, dotó al filme de gran personalidad, aun cuando determinadas decisiones se antojan harto cuestionables: ¿por qué se optó por dar tanto protagonismo a alumnos que, no sólo no aparecen en los libros, sino que tampoco lo hacen en ninguna película más? Pensar en el vocablo “enchufe” es inevitable. Como curiosidad, la decisión del realizador de convertir a Warwick Davies, el profesor Flitwick de las dos primeras entregas, en el director del coro (un personaje nuevo y sin nombre) llevó a que sus sucesores decidieran que esa, y no la representación de las dos primeras cintas, fuera la que correspondiera al verdadero Flitwick; lo que explica que el profesor perdiera de golpe varias decenas de años (por cierto, el pequeño tamaño de este intérprete lo volvió idóneo para encarnar a varios elfos domésticos tal y como hizo en su día con los Ewoks de Star Wars). En cualquier caso, los caprichos de Cuarón son nimios comparados con los del primer realizador británico al mando de la saga: Mike Newell, quizá la elección más extraña de todas considerando que su creación más conocida sigue siendo una cinta de corte opuesto a Harry Potter: Cuatro bodas y un funeral (1994). No obstante, esta decisión cobra algo de sentido al comprobar cuán importantes son los enredos amorosos en Harry Potter y el cáliz de fuego (2005), donde Harry, Ron y Hermione descubren que un baile puede ser tan aterrador como el mismísimo Lord Voldemort (quien, por cierto, regresa por fin con el rostro —que no la nariz— de un fantasmagórico Ralph Fiennes). Así, Víctor Krump (Stanislav Ianevski) y Fleur Delacour (Clémence Poésy), campeones respectivos de Durmstrang y Beauxbatons, enamoraron a personajes y espectadores a su paso, aun cuando sería Robert Pattinson (Cedric Diggory, un personaje “ideal” creado para redimir a la Casa Hufflepuff cuya muerte marcó un antes y un después) quien conquistaría Hollywood como el vampiro protagonista de la mediocre pero popular saga Crepúsculo.

Harry Potter y el cáliz de fuego (2005)
Lord Voldemort regresa en El cáliz de fuego...
y no decepciona
Ciertamente, Newell dota a la juventud de Hogwarts de una actitud muy humana, pero quizá ridiculizándola en exceso (la pelea entre los gemelos Weasley es sencillamente vomitiva). En cualquier caso, lo que sí es imperdonable es el imperante machismo, con la única campeona del Torneo de los Tres Magos comportándose como una verdadera princesa en apuros y la única profesora convirtiendo en un asunto de vida o muerte unos pasos de baile que, por supuesto, las féminas se mueren por aprender. Para colmo, la propia Hermione queda relegada a objeto de admiración y el único personaje femenino nuevo resulta ser la periodista Rita Skeeter, quien, pese al divertido trabajo de Miranda Richardson, no deja de ser un cliché del periodismo del corazón. Aunque, para tópicos, los que se emplean para retratar a los rudos alumnos búlgaros y las delicadas alumnas francesas; vergüenza ajena. Eso sí, hay que reconocer que tanto el realizador como el guionista manejan bien la constante alternancia de tonos, evitando que el mentado espíritu tontorrón afecte al dramatismo en el que se sumerge poco a poco la que posiblemente sea la cinta más vistosa visualmente, lo que explica su BAFTA a mejor diseño de producción (así como una candidatura al Óscar en la misma categoría).

Harry Potter y la orden del Fénix (2007)
"Gorda, bajita, malvada y chillona, Umbridge
es perfecta para ti", escuchó Imelda Staunton
(quien se lo tomó con humor y aceptó el papel)
Dada la duración del cuarto libro, el trabajo de adaptación fue más costoso que nunca, tomando Steve Kloves la decisión de centrarse en el punto de vista de Harry, lo cual explica (que no perdona) la superficialidad con que se abordan otros temas. En cualquier caso, el guionista quedó exhausto y decidió tomarse un descanso de cara al quinto volumen, que además es con diferencia el más largo de la serie. El elegido para sustituirlo fue Michael Goldenberg, quien hasta el momento había participado en los guiones de Contact (Robert Zemeckis, 1997) y Peter Pan (P. J. Hogan, 2003) y resultó no estar a la altura, radicando su único mérito en convertir el libro más largo en la película más corta. Vale: Harry Potter y la orden del Fénix (2007) es fiel al libro y la trama logra ser coherente pese al innumerable material dejado de lado, pero falta muchísima profundidad y, lo que es peor, alma (la cual apenas asoma la cabeza durante el triste despido de Trelawney). En esto último también intervino la inexperta dirección de un David Yates acostumbrado al humilde ámbito televisivo que se dio de bruces con una metáfora política difícil de abarcar (recordemos que Rowling basó en Tony Blair la vergonzosa actitud del Ministro de Magia Cornelius Fudge (Robert Hardy), cuyo empeño en negar el regreso de «Quien-Tú-Sabes» termina siendo más dañino que cualquier mortífago). 

Harry Potter y la orden del Fénix (2007)
"Si no me cogéis, vosotros os lo perdéis, sabéis que
soy Luna", afirmó Evanna Lynch en el casting
En cualquier caso, el maltrato al genial personaje de Tonks (Natalia Tena) e incluso al de Sirius Black —que muere sin pena ni gloria tras permanecer en la sombra durante todo el filme; ¡si hasta las heridas de Arthur Weasley (entrañable Mark Williams) se ganan más empatía!— carecen de sentido considerando que la cinta (cuyo final resulta indigestamente abrupto y hasta algo ridículo: ¡¿quién diseñó esa cutre pelea de hechizos?¡) podría haberse estirado media hora más sin problema. Suerte que pese a la ofensa a los fans de Tonks, surgen varios personajes femeninos interesantes, incluyendo las dos únicas villanas de la saga —la mentada Umbridge y la perturbada Bellatrix Lestrange (a quien una impagable Helena Bonham Carter dota de la perfecta mezcla de espanto, demencia y sensualidad), sendas representantes de la calculadora maldad institucional y la impulsiva maldad criminal— y uno de los personajes más queridos de la misma, la risueña Luna Lovegood, quien, no sólo es de lejos la mejor Ravenclaw del libro, sino que cobra literalmente vida gracias a Evanna Lynch, una joven a la que Rowling conocía bien al llevar años recibiendo cartas suyas donde ella afirmaba ser igual que el personaje que terminaría encarnando.

El misterio del príncipe (2009)
La homosexualidad de Dumbledore no fue confirmada
por Rowling hasta el rodaje de El misterio del príncipe
Lynch se involucró incluso en el vestuario de Luna, uno de los pocos elementos visuales memorables de la cinta. Quizá la falta de personalidad de la quinta obra influyera en el esmero con que el director de fotografía de la sexta, el francés Bruno Delbonnel, abordó El misterio del príncipe (2009), cuya riqueza visual —desde los envolventes juegos de telas de la fiesta de Slughorn hasta el tenebrismo de la caverna donde tiene lugar una de las escenas más perturbadoras de la saga— se ganó una merecidísima nominación al Óscar a mejor fotografía. El propio Yates pareció redimirse al profundizar, no sólo en el tratamiento visual, sino también en los sentimientos de los personajes: vale, Lavender Brown (Jessie Cave) es molesta (¡y muy reiterante!), pero los deseos amorosos de los protagonistas por fin se abordan con la fuerza que merecen. ¡Y qué decir del primer beso de Harry y Ginny al ritmo de la melodía de Nicholas Hooper! Mágico, sencillamente mágico (mucho más que el compartido con Cho Chang (Katie Leung) en la cinta previa, si bien es cierto que nadie tuvo fe nunca en aquel romance…). Aun así, hay que reconocer que esta obra adolece de falta de ritmo, sobre todo por culpa de un Harry más pasivo que nunca a quien incluso arrebata protagonismo su archienemigo, Draco Malfoy, quien, como tantos antes que él, resulta ser una triste víctima de un padre abusivo (Lucius, Jason Isaacs) y una madre pasiva (Narcissa, Helen McCrory). Además, ni Snape ni Voldemort tienen el protagonismo que merecen, algo inexplicable considerando la cantidad de minutos que se derrochan en la mentada Lavender (quien, además, sólo regresaría a la saga para morir sin honor alguno, clara muestra del escaso respeto mostrado hacia tan superficial personaje).

Harry Potter y las Reliquias de la Muerte – Parte I (2010)
De no haberse dividido Las Reliquias de la Muerte
en dos partes, quizá la maravillosa secuencia
 animada se habría quedado en la sala de montaje
Llegó entonces la hora de abordar el último libro, momento en que David Heyman y David Barron (que compartiría con el primero la producción de los cuatro títulos dirigidos por el tercer David en discordia, Yates) se percataron de que esta vez una sola película no sería suficiente, opinión compartida por Steve Kloves, quien ya se había planteado lo mismo al abordar El cáliz de fuego. Lejos de tratarse de una decisión comercial, Las Reliquias de la Muerte fue dividida con fines estrictamente creativos, marcando, eso sí, un precedente al que se apuntarían las sagas El Hobbit, Los juegos del hombre, Crepúsculo y Divergente con vergonzosos resultados (sobre todo en el caso de esta última, cuya última entrega terminó siendo cancelada tal y como estaba concebida y convertida en un telefilm donde ni siquiera intervienen los protagonistas originales). Por suerte, no fue este el caso de Harry Potter, que aprovechó muy bien la oportunidad de profundizar más en tan esperado final. Harry Potter y las Reliquias de la Muerte – Parte I (2010) se tornó en uno de los films más interesantes de la saga gracias a su eminente carácter contemplativo, que permitió ahondar en el interior de Harry, Ron y Hermione, quienes, más que nunca, se tienen solo los unos a los otros. De este modo, el estallido de viejas rencillas sirve para empatizar plenamente con todo lo vivido por los protagonistas, regalándonos escenas tan potentes como el tenso baile compartido por Harry y Hermione tras la triste partida de Ron (quizá la mejor escena añadida por los films a los libros de Rowling), durante el que experimentamos rabia, miedo, vergüenza, culpabilidad, comprensión, admiración, ternura y afecto en apenas unos segundos. Bravo también por la envolvente secuencia animada con que se narra la historia de las tres Reliquias de la Muerte, las cuales, como tantos otros elementos de los últimos libros, habían estado ante nuestros ojos desde el principio.

Harry Potter y las Reliquias de la Muerte – Parte I (2010)
Helena Bonham Carter parecía nacida
para encarnar a Bellatrix Lestrange
La atmósfera que envuelve el penúltimo filme de la saga es única, ya que se palpa la calma previa a la tempestad. De hecho, aunque aparecen tres personajes nuevos —Xenophilius Lovegood, Rufus Scrimgeour y Bill Weasley, encarnados respectivamente por Rhys Ifans, Bill Nighy y Domhnall Gleeson, quienes empezaban a sentir y lamentar que eran los únicos intérpretes británicos que no formaban parte de la saga— y regresan otros a los que llevábamos tiempo sin ver —como el elfo doméstico Dobby (voz de Toby Jones), beneficiado de la mejora del departamento de efectos visuales, u Ollivander (John Hurt), quien pasa a jugar un papel clave que pocos esperarían tras su breve pero memorable aparición en La piedra filosofal—, la acción se centra casi exclusivamente en los tres protagonistas. Así, la escena más recordada (en parte por haberse empleado como imagen promocional) es la emocionante carrera boscosa de Harry, Ron y Hermione, la cual generó además un divertido espíritu competitivo entre los tres intérpretes (cuenta la leyenda que la más rápida fue Emma Watson, lo cual no debería sorprender a nadie considerando cuán en serio se tomó siempre su papel). En definitiva, probablemente esta cinta sea la que mejor traslada al cine las páginas que le tocan, si bien es cierto que puede resultar frustrante para los amantes de la acción per se, dado el innegable carácter de “precuela” que alberga. Aun así, Rowling aplaudió más que nunca, respondiendo la Academia con dos nominaciones al Óscar (las máximas desde El prisionero de Azkaban): mejores efectos visuales y mejor diseño de producción.

Harry Potter y las Reliquias de la Muerte – Parte II (2012)
El desolador (e inesperado) final de Harry Potter
tornó a Snape en uno de los personajes más queridos
Y así es cómo llegamos a la última película de la saga Harry PotterAnimales fantásticos y dónde encontrarlos (2016, también de Yates) forma parte del mismo universo, sí, pero sin Harry y compañía nada es lo mismo—: Harry Potter y las Reliquias de la Muerte – Parte II (2012), la cual le puso fin por todo lo alto con un inmejorable plano visual receptor de tres nominaciones al Óscar (efectos visuales, diseño de producción y maquillaje, todas ellas nuevamente fallidas para lógico enfado de los fans) y un reparto que, conociendo ya tanto a sus personajes como al arte cinematográfico como la palma de su mano, ofrece un trabajo rara vez visto en el cine fantástico. Cierto es que el tono oscuro de la propuesta (impulsado por el poderío de la fotografía del portugués Eduardo Serra y la música del francés Alexandre Desplat) rompe un poco tanto con las incoherencias narrativas de las que nunca llegó a librarse la saga como con los forzados toques de humor introducidos, pero esta cinta es una perfecta guinda para un pastel único. De hecho, no es tanto el mal ocasionado por los secuaces de Voldemort (que se llevan inevitablemente por delante a más héroes que nunca en una crítica directa a la guerra) como la perenne nostalgia lo que genera emotividad a raudales de principio a fin. El poder del amor y el miedo a la muerte se confirman aquí como los estandartes respectivos del bien y el mal, siempre y cuando se sea fiel al primero y se sucumba al segundo. Y es que, aun creando un mundo de magos y brujas, Rowling nunca dejó de hablar de sí misma: de cómo el amor por su hija compensó todo el dolor ocasionado por su primer matrimonio y de cómo el fallecimiento de su madre podría haberla sumido en las tinieblas y, sin embargo, terminó dándole fuerzas para escribir la saga literaria más popular de la historia.

Harry Potter y las Reliquias de la Muerte – Parte II (2012)
Ver crecer a Hermione (Emma), Harry (Dan) y Ron
(Rupert) es uno de los grandes regalos de Harry Potter
Por suerte para todos nosotros, el innumerable talento presente en esta saga cinematográfica tuvo claro desde el principio qué es lo que engrandece las novelas, que no es otra cosa que la maravillosa amistad que une a Harry, Ron y Hermione, suficiente por sí sola para afrontar todas las desgracias del mundo; ¿qué poder mágico podría ser más potente que eso? Ciertamente, algunas piezas de la saga son más redondas que otras, pero todas contribuyen a expandir tan hermoso universo, granjeando a los millones de lectores de los libros la posibilidad de sumergirse en ellos como sólo la magia del séptimo arte permite. Heyman, Rowling, Kloves, Columbus, Yates, Radcliffe, Watson, Craig, Williams y compañía pueden sentirse orgullosos por habernos regalado un mágico mundo paralelo en el que refugiarnos en los momentos más sombríos.

3 comentarios:

  1. Un artículo maravilloso! Me ha encantado leer tantas curiosidades sobre esta saga de películas que me encanta. De hecho... creo que haré maratón potter pronto!

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  2. La trama en si, y los efectos que le pusieron fueron maravillosos, es dificil que vuelva a ver otra pelicula similar en su genero con tantos seguidores. Esta pelicula y los otros productos como los libros, han sido abarrotados por la gente en todas partes del mundo.

    Doblada, esta es una de las mejores peliculas en espanol, y de seguro en otros idiomas también.

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  3. Excelente post... Amo poner mi sudadera de Harry Potter, mis palomitas y ¡Pum! sesión de estas películas, francamente las amo. Gracias por este extenso post, es... Maravilloso.

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