22 octubre 2015

Las 5 obras maestras de Ridley Scott

Pocos directores hay más irregulares que Ridley Scott, capaz de alternar entre auténticas proezas y verdaderos esperpentos. Al final, entre tanta anomalía, sobresalen cinco grandes películas cuyo lugar en la historia del cine es innegable. Curiosamente, cada una pertenece a una de las cinco décadas que el realizador británico ha dedicado al séptimo arte. ¿Adivináis ya cuáles son?

Alien, el octavo pasajero (Ridley Scott, 1979)
Sigourney Weaver en Alien
Alien, el octavo pasajero (1979). Aunque Los duelistas (1977) supuso un prometedor punto de partida, Scott se ganó al imaginario colectivo con la angustiosa aventura de una variopinta tripulación encerrada en una nave con un peliagudo alienígena (cuya terrorífica belleza fue diseñada por el suizo H. R. Giger). Pese a afirmar que el realizador parecía más interesado en los decorados que en los intérpretes, Sigourney Weaver saltó a la fama de la noche a la mañana y dio así el pistoletazo de salida para una interesante serie de heroínas que incluirían a Susan Sarandon y Geena Davis en Thelma & Louise (1991), Demi Moore en La teniente O’Neil (1997) y Julianne Moore en Hannibal (2001). Ganadora del Óscar a mejores efectos visuales (para el multipremiado Stan Winston, entre otros) y nominada al concerniente a mejor dirección artística (que entrelaza místicamente motivos orgánicos y metálicos), la película confecciona una atmósfera sobrecogedora que envuelve magistralmente el guion de Dan O'Bannon, todo un experto en suspense. Además de ser una obra maestra en sí mismo, la cinta dio lugar a una larga serie de secuelas —algunas tan magníficas como el Aliens (1986) de James Cameron— y vivió un nuevo comienzo con el Prometheus (2012) del propio Scott, quien continuará la saga en 2017 con Alien: Paradise Lost, también protagonizada por Noomi Rapace y Michael Fassbender.

Blade Runner (Ridley Scott, 1982)
Harrison Ford en Blade Runner
Blade Runner (1982). Tan sólo tres años después de deslumbrar con Alien, Scott se superó a sí mismo con la maravillosa historia de un cazador de replicantes (robots de apariencia humana) en el L.A. de 2019. A partir de la novela de Philip K. Dick (bien adaptada por David Webb Peoples y Hampton Fancher), Scott dio vida a un futuro de lúgubre oscuridad, luces de neón, lluvia ácida y místicos vapores que se ganó dos insuficientes nominaciones al Óscar a mejores efectos visuales y mejor dirección artística. Pese a considerarla la experiencia más difícil de su carrera, Harrison Ford ofreció una de sus mejores interpretaciones al mando de una obra donde el romance poético se mezcla con una violencia nunca gratuita, siendo las magistrales escenas de acción menos importantes que la profundización psicológica (la música de Vangelis y la fotografía de Jordan Cronenweth dan unidad al poderoso conjunto). De hecho, se trata de una de las más bellas y originales reflexiones sobre las concepciones de identidad y humanidad: ¿qué nos convierte en lo que somos? Que existan cinco versiones diferentes de la misma no hace sino expandir las posibles interpretaciones de una obra que sorprende con cada (re)visionado. Michael Apted, Adrian Lynn, Robert Mulligan y Martin Scorsese estuvieron a punto de dirigirla, pero fue Scott quien le dio el toque mágico gracias a la combinación de la ciencia-ficción del futuro y el cine negro del pasado, una dualidad perfecta para entender esta obra maestra.

Thelma & Louise (Ridley Scott, 1991)
Susan Sarandon y Geena Davis en Thelma & Louise
Thelma & Louise (1991). Dos mujeres hartas de la rutina del mundo machista que las rodea deciden lanzarse a la aventura y afrontar las consecuencias… hasta el final. Ellas son las deliciosas Susan Sarandon y Geena Davis, quienes pasan de amas de casa a forajidas en una de las obras más trepidantes y divertidas de Ridley Scott, que obtuvo así su primera nominación al Óscar (le seguirían otras dos por Gladiator (2000) y Black Hawk derribado (2001), pero ninguna se convertiría en estatuilla); quien sí se alzó con la suya fue Callie Khouri, cuyo delicioso guion enlaza a la perfección comedia, romance, drama y acción en forma de nostálgica road movie. Criticada en los círculos conservadores por su latente feminismo, la película sitúa a sus dos protagonistas en un universo masculino hostil (incluyendo a un irresistible Brad Pitt y un desagradable  Michael Madsen), pero huye de la generalización con el matizado personaje de  Harvey Keitel. Deliciosamente acompañada de la música de Hans Zimmer, la cinta es ante todo uno de los retratos de la amistad más bellos jamás creados y un puñetazo en el estómago de un país que promete la libertad… pero no a todos.

Gladiator (Ridley Scott, 2000)
Russell Crowe en Gladiator
Gladiator (2000). Ganadora del Óscar a mejor película en una de las ediciones más reñidas de la historia de dichos premios (lo que explica que el propio Scott se quedara sin la suya), esta fascinante cinta utiliza la Antigua Roma para tratar sentimientos tan humanos como el compañerismo, el duelo y la sed de venganza. El no siempre expresivo Russell Crowe ofrece la mejor interpretación de su carrera como Máximo, un hombre de inquebrantable lealtad al Imperio obligado a comprobar la traición que suele acarrear el éxito. Aunque la espectacularidad de las escenas de acción va por delante de la verosimilitud de los diálogos de David Franzoni, John Logan y William Nicholson (si bien estos nunca dejan de funcionar), Crowe mantiene el nivel de excelencia gracias a sus matizados gestos y su poderosa mirada. La magnificencia técnica y la evocadora banda sonora de Hans Zimmer y Lisa Gerrard garantizan un espectáculo con mayúsculas de principio a fin en la primera gran cinta épica romana nacida de Hollywood en casi tres décadas.

Marte (Ridley Scott, 2015)
Matt Damon en Marte
Marte (2015). Pues sí: quince años han transcurrido desde la última joya de Ridley Scott, década y media durante la que el realizador ha desarrollado su lado épico en El reino de los cielos (2005), Robin Hood (2010) o Exodus: dioses y reyes (2014), obras donde todo el mundo parecía esforzarse con la excepción del guionista. Pero el hipnótico espacio exterior ha llamado la atención del cineasta tal y como hizo recientemente con Alfonso Cuarón (Gravity, 2013) y Christopher Nolan (Interstellar, 2014). Así, Scott ha regresado a la localización que tan buen resultado le dio con Alien y, si bien algo de frescura se ha perdido por el camino, el poder de impacto del cineasta (presente incluso en sus obras más denostadas, como prueban las plagas de Exodus) sigue impune. Partiendo del best-seller de Andy Weir, protagonizado por un astronauta abandonado por error en Marte, el guionista y director de La cabaña en el bosque (2012) Drew Goddard ha confeccionado una historia tan divertida como emocionante perfectamente encabezada por Matt Damon (quien, como otros tantos intérpretes dirigidos por Scott, ha demostrado que el cine de acción no exime de responsabilidad a la hora de dar profundidad psicológica a los personajes). Inusitadamente realista, esta cinta sobre la supervivencia humana nos traslada durante más de dos horas al planeta rojo, granjeando así una experiencia inolvidable que, la mayoría de nosotros, jamás haremos realidad de otro modo.

Tal y como he señalado al comienzo de este artículo, Ridley Scott es un realizador irregular donde los haya, quizá porque su inagotable ambición puede jugar malas pasadas, pero antes de arremeter contra cintas tan mediocres como 1492: la conquista del paraíso (1992), Un buen año (2006) o El consejero (2013), debemos recordar que Alien, Blade Runner, Thelma & Louise, Gladiator y Marte a años luz del resto de sus obras son fruto del mismo creador (aunque quizá ese dato sólo sirva para acentuar el desasosiego). A sus 77 años, Ridley Scott sigue siendo un cineasta imparable, dispuesto a sorprender al mundo con cada proyecto, siempre ansioso por desafiar los límites de la espectacularidad cinematográfica. A todos los niveles.  


© El copyright del texto pertenece exclusivamente a Juan Roures
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