16 enero 2016

'No es mi tipo': ¿es posible el amor entre polos opuestos?

Cuando un profesor de filosofía parisino es trasladado a Arrás por un año, el tiempo se convierte en un vacío difícil de llenar. Acostumbrado a respirar cultura de día y aventura de noche, él se aburre irremediablemente hasta que una bella peluquera comienza a aderezar su vida con la complejidad escondida tras su risueña sonrisa. Sin embargo, como ya augura el título del film, sus diferencias son abismales: él idolatra a Kant y Proust y ella prefiere los libros “con historias que contar”, él disfruta de veladas selectas y ella de fiesta alocada micrófono en mano, él conoce la historia pasada y ella controla la prensa amarilla y, lo que es peor: aun cuando él aparente mayor madurez que ella, es él quien tiene miedo al compromiso y ella quien cuenta con un hijo a su cargo. ¿Puede el amor unir dos mundos diametralmente opuestos? Tendréis que ver No es mi tipo (Pas son genre, 2014) para averiguarlo.

No es mi tipo optó a dos premios César:
mejor actriz y mejor guion adaptado
El francés Loïc Corbery y la belga Émile Dequenne protagonizan esta agradable coproducción franco-belga, conformando una pareja carismática pero algo descompensada dado que, frente al debut de él en el largometraje, ella ya cuenta con dos premios de Cannes, gracias a las intensas Rosetta (Jean-Pierre Dardenne y Luc Dardenne, 1999) y Perder la razón (Joachim Lafosse, 2012). Aun así, Corbery aguanta, nunca mejor dicho, el tipo, conformando un protagonista que se gana al espectador con rapidez pese a no siempre hacer lo que consideraríamos correcto. A ello ayuda enormemente un realizador tan versado como el belga Lucas Belvaux (La raison du plus faible, 2006), quien sabe tratar a sus personajes como se merecen. Así lo explica él: “jamás juzgo a un personaje. Me esfuerzo por estar en buena sintonía con la naturaleza de todos, incluso con los que mienten o peor aún. Renoir dice que cada uno tiene sus motivos. Es cierto, con independencia de que sean buenos o malos. Si juzgas a los personajes, estos se acaban: devienen entidades puramente ficticias que pueden instrumentalizarse enteramente y dejan de interesar. Trato de compartir mi punto de vista mediante el modo en que establezco las escenas y su dirección”.

La rectitud de él se opone a la candidez
de ella en el cartel de No es mi tipo
El propio realizador adapta la novela homónima de Philippe Vilain, viéndose obligado a hacer algunos cambios importantes, pero manteniendo la esencia original. Así lo describe él: “La novela no era fácil de adaptar porque se narra en primera persona. Podría haber recurrido a la voz en off para ser fiel al estilo, pero usar únicamente el punto de vista del protagonista habría creado desequilibrio en la relación. Aunque en la novela funcione desde la primera página, no creo que hubiera logrado el mismo efecto en el film. Decidí reajustar los puntos de vista con el fin de observar a los dos personajes desde la misma distancia”. Y verdaderamente lo consigue, identificándose el espectador con los deseos y emociones de los dos personajes de un modo que pocas cintas consiguen. Al menos durante la primera mitad de la cinta. Y es que, conforme la relación se va estancando, No es mi tipo hace lo mismo, resultando poco a poco el tono menos consistente, la acción más escasa y, lo que es peor, las reacciones de los personajes por completo inteligibles, hasta el punto de encontrarnos ante un desenlace que al menos un servidor no ha llegado a comprender.

Charlotte Talpaert y Sandra Nkaké acompañan a
Emilie Dequenne en las potentes escenas del karaoke
De todos modos, lo que es innegable es que No es mi tipo logra distanciarse de las típicas comedias románticas para presentar una relación sincera y creíble sin renunciar por completo a las convenciones que dan al género su apetitoso carácter comercial. En la línea de la maravillosa (500) días juntos (Marc Webb, 2009), la cinta logra moverse entre la comicidad y la emotividad con dinamismo, marcando al espectador tanto con su encanto como con su amargura. Destacan al respecto las tres actuaciones de karaoke, con las que la perfecta Emilie Dequenne, aun siendo bastante mejor actriz que cantante, hace evolucionar a su personaje y transmite al espectador un cúmulo de emociones tan sinceras como poderosas que ayudan a la cinta a superar sus flaquezas y ser capaz de dejar huella en el espectador más  cínico.



© El copyright del texto pertenece exclusivamente a Juan Roures
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