La combinación de deleite y desesperación que
supone estar vivo es difícil de captar con la cámara, pero Paolo Sorrentino, ganador del Óscar por La gran belleza (2013), lo ha conseguido con La juventud (Youth/La giovinezza,
2015), su segunda película en inglés tras Un
lugar donde quedarse (2011) y su sexta participación en la Sección Oficial
del prestigioso festival de Cannes. Y es que la nueva creación del aclamado realizador
napolitano rezuma vitalidad por los cuatro costados, granjeando una experiencia
evocadora de un modo más sencillo y asequible que sus anteriores obras mas no
por ello menos elaborado o trascendente.
La curiosa relación entre los personajes de Michael Caine y Harvey Keitel es la clave de La juventud |
En La
juventud, un gran director de orquesta (Michael Caine) pasa unas vacaciones en un hotel de los Alpes por el
que también pasan una mujer deprimida tras una ruptura (Rachel Weisz) —su hija, a la que debe más de una explicación—, un
director de cine al que cuesta acabar su última película (Harvey Keitel) —su mejor amigo, al que une una relación peculiar—,
una estrella aparentemente enfadada con un mundo al que siempre pide más (Paul Dano), una hermosa modelo en la flor de la vida (Madalina Ghenea) y una actriz madura aferrada
a los últimos instantes de grandeza que puede granjearle la existencia (Jane Fonda). Todos ellos,
maravillosamente encarnados por un reparto internacional de auténtico lujo, son
humanos exitosos en horas bajas a los que la constancia del paso del tiempo y
la fugacidad de la vida ha sumido en una perenne melancolía. De este modo, no
es tanto la devastadora melancolía, como la propia consciencia de ella, lo que
marca el desarrollo del film (y el impacto del mismo). [Más al respecto en 'Arrugas, la vejez y la flor del cerezo']
Divina a sus 78 años, Jane Fonda tenía que aparecer en Youth (que le dio su 12ª nominación al Globo de Oro) |
Cuidadosamente escrito por el
propio Sorrentino, el guion de La
juventud logra hacer partícipe al espectador de las sutiles sensaciones que
atraviesan los complejos protagonistas, algunas tan descorazonadoras como la
pérdida irremediable del ser amado y otras tan reconfortantes como el goce que
supone contemplar la gran belleza —nunca mejor dicho— del universo al menos una
vez más antes de iniciar el último viaje. A veces hilarante, a veces devastadora
(sí, como la vida misma), la cinta nos sume en un sueño poético del que,
verdaderamente, no queremos despertar, conformándose como una de las
experiencias cinematográficas más poderosas y memorables del año. De ahí que
los siempre sensibles Premios de Cine Europeo [comentario] le otorgaran hasta tres
importantes menciones: mejor película, mejor dirección y mejor actor.
El cartel refleja con poesía el vértigo de la vejez y la belleza de la juventud |
De vital importancia para la
confección de magia poética es la inconfundible luz suiza, bellamente captada
por la fotografía del versado Luca
Bigazzi, poseedor de siete premios David di Donatello y colaborador
habitual del cineasta. Y es que los maravillosos paisajes verdeazulados se
comportan verdaderamente como un personaje más de la cinta. Empero, el elemento
de la puesta en escena que destaca por encima de todos los demás es
indudablemente la música, tanto por las excelentes piezas escogidas para
glorificar los pequeños momentos presentados, como por las mimadas melodías
compuestas por David Lang, a quien
pertenece también la única candidatura del film al Óscar: esa maravillosa “Simple
Song #3” que, más allá de sus méritos
técnicos, debería alzarse con la estatuilla en reconocimiento a lo mucho que
significa para la cinta [más al respecto en 'Nominaciones a los Oscars 2016']. La potencia musical de La juventud es, por supuesto, consecuencia lógica de la profesión
del protagonista, a quien el doblemente oscarizado Michael Caine dota de una
textura fascinante sin abandonar nunca la sutiliza que caracteriza sus mejores
trabajos.
La juventud supone la sexta participación de Paolo Sorrentino en la Sección Oficial de Cannes |
De todos modos, hablar de La juventud es como intentar definir el
poder de una canción. Porque, más allá de la sugestiva trama, las poderosas
interpretaciones y la hermosa ambientación, la película llega al corazón del
espectador de un mágico modo que resulta difícil de exponer con palabras. La
única forma de asimilar el poder de la película es, por supuesto, degustándola
en silencio, prestando atención, deteniéndose calmadamente ante ella; sólo así
podréis dejaros embriagar por todo lo que está dispuesta a daros.
© El copyright del texto pertenece exclusivamente a Juan Roures
© El copyright de las imágenes pertenece a sus respectivos autores y/o productoras/distribuidoras
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