21 abril 2016

'El libro de la selva': encanto clásico y espectacularidad animal

¡Qué bien se lo está montando Disney! Entre el universo Star Wars y la revisión de los clásicos animados, el estudio cinematográfico más famoso del mundo tiene varios años por delante de jugosa taquilla. Y sus creativos y directivos son conscientes de ello. Lejos han quedado los tiempos de secuelas Disney dirigidas directamente al mercado del DVD para los espectadores menos exigentes: consciente de la necesidad imperante de cuidar los detalles incluso en producciones de triunfo asegurado, la productora ha recuperado poco a poco la posición de líder del entretenimiento que perdió durante la primera década del siglo XXI. El éxito rotundo de crítica y público de El libro de la selva (The Jungle Book, 2016), esperada-y-temida revisión del clásico animado de 1967, es otro ejemplo de ello. Y es que, para sorpresa de muchos, nos encontramos ante una de las películas más memorables de un año que debería cerrarse con su obligada presencia en la temporada de premios.

El libro de la selva (The Jungle Book, 2016)
La creación de El libro de la selva de acción real
fue anunciada por Disney el 9 de julio de 2013
Jugar con los clásicos es, a priori, un éxito asegurado; pero también un riesgo asegurado. A fin de cuentas, El libro de la selva de Wolfgang Reitherman es una de las películas más queridas, no ya del estudio Disney (para el que es clave al tratarse de la última obra que Walt Disney supervisó personalmente, la primera también en estrenarse tras su traumática muerte), sino directamente de la historia del celuloide. Y es que durante las últimas décadas muchos son aquellos que han degustado una y otra vez su combinación de pícaro humor, hipnótica animación selvática, carismáticos personajes, pegadizas canciones y, sobre todo, refrescante buen rollo. Pues bien, todo ello y mucho más está presente en la cinta de acción real (por decir algo, ya que es digital en su práctica totalidad) de Jon Favreau, quien ha confeccionado la que es de lejos la mejor obra de una carrera que incluye divertimentos menores como la aventura infantil Zathura (2005), la superproducción de superhéroes Iron Man (2008) y la simpática comedia Chef (2014).

El libro de la selva (Wolfgang Reitherman, 1967)
La esencia de los personajes de Baloo, Mowgli y
Bagheera es reconocible entre 1967 y 2016
Todo en El libro de la selva está a la altura de la ambición de un proyecto que, en malas manos, habría desembocado en otra producción olvidable del estilo de El libro de la selva: la aventura continúa (Stephen Sommers, 1994), también de Disney. Épica y profunda, la recién estrenada cinta aporta una dimensión extraordinaria al film clásico al combinar sabiamente el guion de Justin Marks sus simpáticos elementos con retazos más oscuros de la novela original de Rudyard Kipling de 1894. Confeccionada más de cien años después que esta, la película adquiere un tratamiento de la naturaleza mucho más progresista, pasando de retratarla como un peligroso elemento a superar a verla como una pieza de valor incalculable para un planeta que conviene preservar. De ahí vienen la perenne distancia con que se aborda al ser humano —al estilo de Bambi (David Hand, 1941), donde el poder del hombre provenía precisamente de su omisión— y el máximo mimo con que se han retratado tanto la selva india como los seres que la habitan, aprovechándose los avances de la tecnología digital para captar todo su esplendor y, a la vez, darle un carácter más juguetonamente cinematográfico. De hecho, los animales son a la par sumamente reales y claramente artificiales, al haberse optado por humanizar tanto sus facciones como sus movimientos. Esta última decisión, perfecta dada la historia contada, la aleja de una de las cintas con las que más se han comparado sus efectos visuales: la oscarizada La vida de Pi (Ang Lee, 2013), donde los animales digitales hacían lo posible por pasar por reales. Baste comparar a los dos tigres (el misterioso Richard Parker y el aterrador Shere Khan) para percibir tan marcada diferencia.

Cartel de El libro de la selva (The Jungle Book, 2016)
Los seductores carteles de El libro de la selva están
poblados por los icónicos personajes de la cinta
Y, hablando de Shere Khan, ¡qué maravilla de personaje! Entre su escabrosa apariencia y la inquietante voz de Idris Elba, el resultado no podría ser más turbador. Además, como ya hiciera con Maléfica (Robert Stromberg, 2014) y la madrastra de Cenicienta (Kenneth Brannagh, 2015), Disney ha optado por dar una motivación al villano para ser tal: la protección de la ley de la selva, en la que Mowgli (encarnado por el simpático Neel Sethi), como humano que es, sencillamente no encaja. Junto al héroe y el villano (adjetivos no necesariamente fáciles de adjudicar), encontramos a personajes secundarios tan icónicos como la sensata pantera Bagheera (Ben Kingsley, de presencia obligada en toda superproducción ambientada en Asia que se preste), el leal oso Baloo (Bill Murray, tan divertido como siempre) y el alocado simio gigante King Louie (Christopher Walker), deseoso de controlar “la flor roja” (el fuego), principal icono del poder del ser humano sobre el planeta. Influido por el coronel Kurtz (Marlon Brando) de Apocalypse Now (Francis Ford Coppola, 1979), este calculador ser cobra, ayudado por el imponente diseño de producción que lo rodea, una dimensión más misteriosa y malvada (además de pasar de orangután a gigantopithecus por no habitar el primero en la India realmente, aun cuando la segunda especie se extinguió hace 100.000 años). Por otro lado, ante la escasez de personajes femeninos de la obra original, la sinuosa serpiente Kaa ha mutado de género gracias a la sensual tonalidad de Scarlett Johansson —quien ya demostró ser una gran dobladora en Her (Skyoe Jonze, 2013)— y la loba Raksha ha sido dotada de mayor protagonismo, debiéndose parte de su carisma a la voz de una Lupita Nyong’o que, desde que se hiciera con el Óscar por 12 años de esclavitud (Steve McQueen, 2013), sólo ha destacado por otro personaje digital: la Maz Kanata de Star Wars. El despertar de la Fuerza (J. J. Abrams, 2015). ¡Bravo por el trabajo conjunto de doblaje!

El libro de la selva (The Jungle Book, 2016)
El libro de la selva se filmó enteramente en el
L.A. Center Studios, partiendo de localizaciones reales
Divertida, conmovedora, adorable y, sobre todo, trepidante, El libro de la selva es una de esas películas que, en la línea de Avatar (James Cameron, 2009), Gravity (Alfonso Cuarón, 2013) y Mad Max: Furia en la carretera (George Miller, 2015) engrandece el carácter fascinador del séptimo arte precisamente en un tiempo en que parece que ya nada puede sorprendernos. Y encima se permite incluir las míticas canciones “The Bare Necessities” y “I Wanna Be Like You” —diluidas también en la nueva y deliciosa banda sonora de John Debney—, cuya aparición es relativamente fluida pese a que, aparentemente, están fuera de lugar en una producción con momentos tan inquietantes como el místico rescate del pequeño elefante o esa agotadora estampida que recuerda inevitablemente a la mejor cinta del estudio: El rey león (Rob Minkoff y Roger Allers, 1994), película que también está presente en el carácter circular de la obra. Ideal para amantes de la naturaleza, pero también para aquellos deseosos de vivir una experiencia aventurera inolvidable, El libro de la selva es una creación que debe verse en la pantalla más grande posible para ser apreciada en todo su esplendor. Por cierto, su guionista y su director ya están embarcados en la confección de la secuela, como cabía esperar; si son inteligentes, sabrán combinar de nuevo la innovación seductora con el homenaje nostálgico, factores ambos clave del renacer de tan querido e icónico estudio. 

1 comentario:

  1. Yo acabo de verla hoy.Y es verdad, que tiene unos gráficos impresionantes.

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