Sin John Musker y Ron
Clements, directores de Basil, el
ratón superdetective
(1986), La sirenita (1989), Aladdin (1992), Hércules (1997), El planeta
del tesoro (2002) y Tiana y el sapo
(2009), las infancias de mi generación no habrían sido ni la mitad de mágicas.
Es por ello una verdadera lástima que su última creación para Disney, escrita
por ellos mismos junto a Jared
Bush, Pamela Ribon y Taika
Waititi, constituya tal decepción. Hablo, por supuesto, de Vaiana
(Moana, 2016), cinta antaño favorita para el próximo Óscar a mejor film animado
que al final las pasará canutas incluso para alcanzar la candidatura, tal y
como han probado las nominaciones a los Premios Annie, donde se ha impuesto su
compañera de estudio: la genial Zootrópolis, de Byron
Howard, Rich Moore y (nuevamente) Jared Bush. ¿Qué distingue ambas
producciones? Pues, básicamente, que una está decidida a sorprender y divertir
al espectador a cada minuto y la otra parece partir de un cuadriculado manual sin
imaginación alguna. Bueno, eso y que Zootrópolis
es un canto de amor animalista y Vaiana…
todo lo contrario.
El gallo de Vaiana es el peor personaje secundario de la historia del estudio |
Desde Blancanieves y los siete enanitos (David Hand, 1937) hasta la
recién mencionada Zootrópolis, creada
ochenta años después de la primera, el Estudio Disney siempre ha destacado por
su amor a los animales, el cual caracterizaba también a un Walt Disney que
siempre reivindicó Bambi (David Hand,
1942) como su creación favorita. Dumbo
(Ben Sharpsteen, 1941), Los aristogatos
(Wolfgang Reitherman, 1970) y Tod y Toby
(Art Stevens, Ted Berman y Richard Rich, 1981) son algunos claros ejemplos de esta
tendencia. ¿Qué ha pasado entonces en Vaiana
con el personaje del gallo? Pues probablemente, tal y como explicaron Musker y
Clements en el coloquio posterior al preestreno español, que el proceso de
guion terminó llevándolo a un lugar que ni se esperaba ni se imaginaba en un
primer momento, dejándose los guionistas arrastrar por la necesidad de aportar
toques de humor facilones a un guion por completo exento de carisma. Al final,
el gallo se ha convertido, no ya en un bufón, sino directamente en el blanco de
todo tipo de ataques físicos y verbales que vuelven el visionado de la película
verdaderamente desagradable para cualquier persona que sienta la menor empatía
por los animales. ¿De verdad es tan divertido ver a un pobre gallo debilucho
ser insultado, golpeado e incluso utilizado como lapicero? La situación se
agrava al pensar en todas esas aves de corral cuya salud es lamentable a raíz
de la mezcla de los antibióticos con los que se las atiborra y los minúsculos
recintos donde se las amontona...
Tan sólo las pegadizas canciones salvan Vaiana del naufragio |
De por sí, esta situación sería ofensiva
tanto para los animales como para los defensores de los mismos, pero hay más. Y
es que, tal y como sucedía en la reciente Buscando a Dory (Andrew
Stanton, Angus MacLane, 2016) con determinado personaje secundario, el gallo al que nos
referimos presenta una clara discapacidad intelectual que tan solo es explotada de
cara a la risa fácil. Así, si en la recién mencionada cinta de Pixar aparecía
en dos momentos puntuales una foca bastante atolondrada sólo destinada a que el
espectador se riera de ella pese a la clara discapacidad que transmitían sus
ojos, Vaiana convierte directamente a
un gallo con problemas para distinguir la comida del suelo en un auténtico
bufón que, a diferencia de otros secundarios míticos del estudio como Flounder,
Abu o Pegaso (salidos todos ellos de geniales
cintas de Musker y Clements), carece de personalidad, función o dignidad algunas. Es más, por lo visto hubo momentos en que se planteó eliminar al personaje por completo. Que los niños y no tan niños aprendan a reírse de un pobre animal maltratado
que, para colmo, presenta una clara discapacidad intelectual es tan triste como
problemático. Dada la cantidad de personas involucradas en cada producción
Disney, tal descuido resulta inexplicable. ¿Pedirá disculpas el todopoderoso estudio o se respaldará en el pasotismo generalizado?
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