A priori, el terror no es un género
especialmente inteligente. A priori. Y es que lo único más difícil que hacer
reír es causar pavor. Por consiguiente, lo único más difícil que hacer una
buena comedia es hacer una buena película de terror. Año tras año, múltiples
son los estrenos de cine de terror (ahí está Sitges para demostrarlo) y, sin
embargo, las películas recopiladas en los especiales de Halloween son siempre
las mismas: Psicosis (Alfred
Hitchcock, 1960), Pesadilla en Elm Street
(Wes Craven, 1984), Los otros
(Alejandro Amenábar, 2001), etc. ¿Por qué? Pues, sencillamente, porque ante un
género tan trillado resulta difícil innovar, siendo la mayoría de producciones
prescindibles en cuanto se echa la vista atrás. Así, para los seguidores del género,
cada filme verdaderamente sorprendente es como una aguja escondida en un pajar…
lleno de las agujas equivocadas. Esto vuelve aún más especiales los estrenos de
Babadook e It follows que hemos disfrutado durante los últimos meses (si bien
la primera producción pertenece al 2014 y la segunda al 2015, lo que apoya las
teorías de que el cine de terror sólo destaca una vez al año), dos pequeños triunfos
del género, cuyo entusiasmado recibimiento crítico se ha traducido en una
acogida relativamente tibia por parte de los espectadores; en celebración del
día de Halloween (que ya he festejado en otras ocasiones con artículos como
'Terror para un buen Halloween' o '10 películas de terror para vivir el espíritu de Halloween') voy a hablaros un poco de la primera de ellas,
confiando en que explorar su historia y posibles interpretaciones os haga verla
con otros ojos.
La experimentada Essie Davis y el jovencísimo Noah Wiseman protagonizan Babadook |
Empecemos situándonos. La
australiano-canadiense Babadook (The Babadook, 2014), estrenada en el Festival
de Sundance, supone el debut en la dirección de largometraje de la
actriz australiana Jennifer Kent,
que adapta su propio cortometraje: Monster (2005) —apodado ahora como “Baby Babadook”—, en el que una madre y
su hija se enfrentan al monstruo del armario. Pese a estudiar en el National
Institute of Dramatic Art, Kent terminó hartándose de la interpretación, lo que
le llevó a pedir a Lars von Trier que le dejara participar en el rodaje del
peculiar film Dogville (2003).
Sorprendentemente, el famoso realizador danés aceptó —¿¡tan fácil es trabajar
con uno de los genios del momento!?—, granjeándole una experiencia que ella
considera como su escuela de cine y que fue clave para la confección de Babadook. En 2009, Kent empezó a
trabajar en el guion de la película con la idea de explorar la oscuridad
inherente a nosotros mismos y el temor a volverse loco, sumando a ello una
nueva perspectiva de la paternidad (“No digo que todos queramos matar a
nuestros hijos, pero muchas madres lo pasan mal; hablar de la maternidad sin
reducirla a una experiencia perfecta se ha convertido en un tabú”, afirmó sin
tapujos). Entre sus influencias, Kent cita obras clave del género como Nosferatu (F. W. Murnau, 1922), Vampyr, la bruja vampiro (Carl Theodor
Dreyer, 1932), Los ojos sin rostro
(Georges Franju, 1960), El carnaval de
las almas (Herk Harvey, 1962), La
matanza de Texas (Tobe Hooper, 1974), La
noche de Halloween (John Carpenter, 1978), El resplandor (Stanley Kubrick, 1980), La cosa (John Carpenter, 1982) y Déjame entrar (Tomas Alfredson, 2008).
Múltiples son los terroríficos carteles de Babadook |
Una vez conseguido el presupuesto
requerido de 2 millones de dólares (gracias en parte al crowdfunding), el rodaje tuvo lugar casi enteramente en Adelaida,
al sur de Australia, aunque la realizadora afirmó que no se siente
especialmente patriota ni ve la cinta como particularmente australiana (algo
latente en el resultado final, que pasaría desapercibido junto a cualquier
producción de Hollywood pese a su toque independiente). Para contribuir al
estilo universal del film, el decorado principal (una casa victoriana) fue
levantado desde cero. Kent incluso se planteó rodar en blanco y negro, pero al
final se decantó por una atmósfera claustrofóbica y meticulosamente planificada
para la que trabajó codo con codo con el director de fotografía Radek Ladczuk, el diseñador de
producción Alex Holmes, y el
ilustrador Alexander Juhasz, teniendo
siempre en mente a realizadores fuertemente visuales como David Lynch o Roman
Polanski. Para los efectos especiales, se optó por el trabajo manual,
destacando el uso de stop-motion para dar vida al monstruo; “quería que
estuviera todo ante la cámara”, se defendió la directora ante los que
criticaron la falta de espectacularidad. Pese a rodearse de un fantástico
equipo rápidamente convertido en una gran familia, Kent admitió sentirse
estresada durante el rodaje debido a la excesiva juventud de Noah Wiseman, que obligó a falsear
muchas conversaciones para evitarle escuchar lo que su personaje estaba
verdaderamente oyendo de boca de una Essie
Davis que, afortunadamente, estuvo a la altura de las circunstancias con un
trabajo premiado en Sitges (donde la cinta también se alzó con el Premio del
Jurado), entre otros muchos certámenes. Por desgracia, el entusiasmo crítico
despertado por el filme ha desembocado en más de una decepción, sin duda debido
a que cinéfilos y aficionados al terror no buscan siempre lo mismo. Así, Babadook es el Cantando bajo la lluvia (Stanley Donen y Gene Kelly, 1952) de los
thriller sobrenaturales: una obra poco innovadora con respecto a su género pero
sencillamente perfecta dentro de las convenciones del mismo. Como consecuencia
de esto, tan fácil es para el público soltar un “esto ya lo he visto” como para
la crítica alabar su pulcra factura.
Multipremiada por Babadook, Essie Davis se unirá al reparto de la sexta temporada de Juego de Tronos |
Sin embargo, reducir Babadook a la típica historia de objetos
encantados y monstruos aterradores es olvidar que la cinta provee dos lecturas,
dos forma de ver al ser que le da título: bien como un personaje
deleznablemente fantástico, bien como el reflejo de los miedos que nos acechan
en el raudo mundo contemporáneo. La mujer encarnada por Essie Davis perdió a su
marido (y, con él, a la vida cómoda y adinerada) el mismo día que dio a luz,
resultándole imposible no relacionar a su propio hijo con la tragedia que puso
su existencia patas arriba. De la noche a la mañana, dejó de tener tiempo para
dedicarse con calma a la ilustración de cuentos infantiles —no por casualidad
el peliagudo monstruo habita en uno de ellos— y debe dedicarse a cuidar de
personas al borde de la locura; personas que no sólo le recuerdan que su vida
empieza a acercarse al temible otoño, sino también que sus sueños de juventud
resultan día tras día más inalcanzables. ¿No os parecen motivos suficientes
para sacar el monstruo que uno lleva dentro? La locura —o la relatividad de la
misma— es, así, clave del filme por mostrarse como una extraña conexión entre
el mundo real y el paranormal, no quedando nunca del todo claro qué es imaginario
y qué deja de serlo; pero… ¿no son acaso los fantasmas que llevamos dentro tan
reales como cualquier otro? Además, la sociedad impone que ser mujer haga detonar
el complejo de culpa: ¿qué clase de madre piensa antes en sí misma que en su
familia? Así lo hizo Anna Karenina en su día, pero ya sabéis cómo acabó. Quien
afirma que Babadook no da miedo ha
pasado por alto una importante capa del filme: ¿hay algo más terrorífico que
acercarse a la muerte y alejarse de los propios sueños?
© El copyright del texto pertenece exclusivamente a Juan Roures
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Un artículo genial, me han dado ganas de volver a ver The Babadook!
ResponderEliminaryo la vi en su dia y no me gusto y es porque no capte esa segunda lectura y ya eres la segunda persona esta semana a la que le he leido eso y la verdad es que me ha dado ganas de volver a verla para ver si cambio de opinion.
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