Hay películas
cuyos personajes actúan con perfecta credibilidad. Y otras en las que,
sencillamente, parecen saberse el guion y seguirlo ciegamente sin temor a la falta de coherencia. Este vienes se estrena una de las segundas: Trash, ladrones de esperanza,
coproducción británico-brasileña ambientada en las favelas de Río de Janeiro.
Una cinta que, pese al dramatismo de su historia, no debe tomarse demasiado en serio,
sino como un cuento de aventuras destinado al divertimento. De hecho, la
elección de Richard Curtis (creador de Love Actually, 2003) como guionista
y Stephen Daldry —nominado al Óscar por las notables Billy Elliot (2000), Las horas (2002) y The reader (2008)— como realizador es pista clara de
que la obra se acerca más a la oscarizada Slumdog Millionaire (Danny Boyle,
2008) que a la crudísima Ciudad de Dios (Fernando Meirelles,
2002).
El colorido póster anglosajón de Trash emula el de Slumdog Millionaire |
Basada en la
novela de Andy Mulligan de 2010, Trash es
un thriller dramático sobre las aventuras
de tres niños cuyas vidas parecían destinadas a la basura eterna (al ostracismo
eterno). Ellos son Raphael (Rickson
Teves), Gardo (Eduardo Luis) y Rato (Gabriel Weinstein), involucrados en la
cruda realidad política de Brasil al encontrar una misteriosa cartera que los
hace poseedores de una información privilegiada. Ayudados por un cura (adorable Martin Sheen en su madurez) y una trabajadora de una
ONG (Rooney Mara en un papel opuesto al de Los hombres que no amaban a las mujeres, thriller de David Fincher que le dio la fama en 2011), los tres se
enfrentan a una sociedad que se les hace grande, dominada por la corrupción de
todas sus esferas. Aún así, no pierden nunca la esperanza, tema clave de la cinta, que también nos enseña que el miedo no debe ser jamás una barrera a
la hora de hacer lo correcto. El reparto se completa con los brasileños Wagner Moura, como el bondadoso José Ángelo, y Selton Mello, como el malvado jefe policial; como curiosidad, los carteles brasileños enfatizan la
presencia de éstos, mientras que los pósters anglosajones se centran en Sheen y
Mara (pese a que el noventa por ciento de los planos pertenece a los niños).
El póster brasileño de Trash se centra en el contraste entre el bien y el mal |
Como ya he señalado, el único modo de disfrutar Trash es percibirla como un cuento. Y, como
tal, sólo tiene dos tipos de personajes: buenos buenísimos (rodeados de un aura casi divina) y malos malísimos (salidos del mismísimo infierno).
La compleja realidad de las favelas es otra, por supuesto, pero lo cierto es que la
sociedad brasileña sí puede dividirse perfectamente entre el abnegado pueblo y
los abusivos dirigentes, situación que el film critica con dureza. Empezar a
enumerar las absurdeces del guion sería una pérdida de tiempo, porque lo cierto
es que, pese a ellas, la película logra su objetivo. Además, ofrece un retrato sorprendentemente
fiel de la vida de contrastes —música vital, colores vibrantes junto a gris pobreza, cruda violencia y oscura corrupción— de las calles de Río de Janeiro (donde se rodó en su totalidad),
especialmente considerando el carácter europeo de la misma. A ello ayudó
indudablemente que, aunque el director y el guionista fueran británicos, gran
parte del equipo técnico es brasileño, a destacar el compositor Antonio Pinto y
el director de fotografía Adriano Goldman, ambos presentes en la exitosa Cidade
dos Homens (Paulo Morelli, 2007).
La frescura de los tres niños protagonistas es, sin duda, lo mejor de Trash, que debe verse en versión original |
El título original de la cinta (Trash,
a secas, sin el absurdo subtítulo castellano) es absolutamente perfecto. Trash significa basura, lo que sin duda ayudará
a sus detractores a hacer chistes fáciles sobre ella, especialmente derivados
de un guion artificial que domina las acciones de los personajes como un rey
caprichoso. Pero, quien sea capaz de aparcar esa pequeña capa de mugre,
encontrará una buena combinación de aventura y crítica social que no debe ser
menospreciada. Mientras unos pocos disfrutan de los lujos de la vida moderna
brasileña, los protagonistas de la película tienen en la basura su modo de vida;
y basura es lo único que ven las arrogantes clases altas, mientras se pelean
por millones en negro que podrían solucionar la vida a innumerables personas. Pese
a su carácter de cuento irreal, Trash
es un recordatorio de que, incluso entre la inmundicia, podemos encontrar valiosas
joyas. Sólo hay que saber buscar.
© El copyright del texto pertenece exclusivamente a Juan Roures
© El copyright de las imágenes pertenece a sus respectivos autores y/o productoras/distribuidoras
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