Se
suele decir que no hay género más infravalorado que la comedia. Estoy
completamente de acuerdo. Pero, a la vez, no hay género más sobrevalorado. Y es
que los mismos argumentos con que se infravaloran divertidas comedias modernas
como Sister
Act (Eile Ardolino, 1992) y Una rubia muy legal (Robert Luketic,
2001) sirven para sobrevalorar otros films nada divertidos.
La española Leonor Watling y el inglés Richard Coyle protagonizan Amor en su punto |
Este es
el caso de Amor en su punto y Dom Hemingway, dos películas de estreno retardado
(ambas son de 2013) que, con la excusa de tratarse de comedias, ofrecen guiones
vulgares, simplistas, molestos… y, lo que es peor, carentes por completo de
chispa. ¿Pueden considerarse comedias si apenas despiertan un par de carcajadas
forzadas a lo largo de todo su metraje? Quizá debería inventarse un nuevo
género para ello, para evitar las palabras “comedia fallida”.
La británica Dom
Hemingway está dirigida por Richard Shepard, pero es
Jude Law quien, para bien o para mal,
se lleva todo el protagonismo. Él encarna al desagradable protagonista que da
nombre al título, un excriminal excarcelado que trata de recuperar el dinero
que se le debe y, lo que es más importante, el apego de su familia (que no se
le debe en absoluto). Nunca estuvo el elegante actor inglés —perfecto en
peculiares obras como Closer (Mike Nichols, 2004), My
Blueberry Nights (Wong Kar-Wai, 2007) y El gran hotel Budapest
(Wes Anderson, 2014)— tan vulgar ni tan desagradable. Nunca salieron tantas
palabrotas de su boca. Nunca estuvo menos atractivo. Y, sin embargo, nunca le
vimos tanto tiempo en pantalla.
"Jude Law es Dom Hemingway y tú no"; el póster del film es claro |
Lo
cierto es que Jude Law realiza una interpretación creíble, pero su personaje resulta,
sencillamente, demasiado chillón y desagradable para ganarse nuestra identificación por
muy mal que le vayan las cosas. Además, se enfrenta a uno de los peores guiones
de su carrera: uno que carece de verdadera credibilidad dramática y no sabe
paliar esto con buenos toques de humor. De hecho, el reparto (que incluye a Richard E. Grant, Emilia Clarke, Madalina
Ghenea y Demian Bichir, nominado
en 2011 al Óscar por su maravilloso papel en Una vida mejor, de Chris
Weitz) parece pasárselo mejor que el público: la película, simplemente, no hace
gracia, y los insultos y vulgaridades —que contrastan con la belleza de las
localizaciones— aún menos.
No
obstante, hay que reconocer al film cierta originalidad narrativa, así como la
facultad de cambiar constantemente de tono y género (desde la comedia hasta el
thriller, pasando, por acción, romance, drama y hasta cine negro). Además,
algunos planos son bastante novedosos, especialmente el del accidente de coche,
en el que los personajes salen disparados contra la pantalla a cámara lenta
probando la importancia del uso del cinturón de seguridad. Por lo demás, el
film es por completo prescindible y olvidable, con una trama que se desarrolla
sin sentido hasta un final tan predecible como carente de interés.
Madalina Ghenea es una sensual femme fatale en el cóctel de géneros Dom Hemingway |
Por su
parte, Amor en su punto, escrita y dirigida por Teresa Pelegrí y
Dominic Hatari, que ya trabajaron juntos en Seres queridos (2004) es
la típica comedia romántica con comida de por medio, pero, a diferencia de deliciosas
obras como Chocolat (Lasse Halström, 2000) o Deliciosa Martha (Sandra
Nettelbeck, 2001), incita más al vómito que a las ganas de comer. Y no lo digo
—sólo— despectivamente: realmente algunas escenas alimentarias son
absolutamente desagradables.
Abundan,
además, los tópicos. Y eso que el propio film hace un comentario sobre las
“típicas comedias románticas de cocina”. Así, un periodista gastronómico
irlandés (exagerado Richard Coyle en
un papel que recuerda al de Jude Law en Dom
Hemingway por su soez inicial pero que se va sensibilizando conforme avanza
la trama) y una comisaria de arte española (aceptable Leonor Watling) se conocen e inician una relación cuya fragilidad
sale a relucir cuando ella decide hacerse vegetariana, encontrándose ambos con
intolerancia por parte del otro. ¿Puede haber algo más triste dentro de una
pareja que mirarse a los ojos y hallar incomprensión?
Entre los tópicos de Amor en su punto no falta la típica batalla de cocina que realmente nadie haría |
La
trama de esta coproducción irlandés-española se desarrolla de forma agradable pero olvidable y ninguno de los
personajes secundarios aporta nada mínimamente novedoso. Conviene destacar la
emotiva interpretación de Ger Ryan
como madre del protagonista, pese a que tanto su papel como el de su marido (Lorcan Cranitch) están vistos hasta la
saciedad: madre comprensiva que se esfuerza por crear una atmósfera de amor y padre
rígido que aprecia y admira a su hijo pero se empeña en demostrar lo contrario.
Sin duda hay progenitores así, pero quizá ha llegado la hora de mostrar otros
ejemplos.
El póster de Amor en su punto juega con sus elementos: amor, comida y vegetarianismo |
Si
alguien espera una comedia realmente divertida, lo mejor será que no opte por ésta
porque realmente el humor brilla por su ausencia. Además, al igual que Dom Hemingway (aunque en menores dosis)
cae a menudo en la vulgaridad. El único momento que considero divertido es
aquél en que ella le cuenta un chiste a él: “¿Cuál es la diferencia entre un tomate y una patata? Que ambos son
rojos. Salvo la patata”. Imaginad la poca gracia del resto.
No
obstante, el film cuenta con una gran novedad que lo salva de ser por completo
prescindible: el trato del vegetarianismo. Y es que, hasta ahora, con la
excepción de la cinta independiente coreana Vegetarian (Lim
Woo-seong, 2009) y el excepcional documental Earthlings (Shaun Monson,
2005), el tratamiento de esta temática por el cine ha sido prácticamente
inexistente. En Amor en su punto, no
sólo se menciona, sino que afecta de forma clave a la trama, lo que sirve para
dar pie al debate: ¿es correcto el trato recibido por los animales en las
granjas? ¿Pueden vegetarianos y omnívoros convivir en armonía? ¿Es civilizado
comer animales?, ¿Por qué amamos a unos animales y nos comemos a otros?, etc.
Jude Law se despoja de todo para encarnar a Dom Hemingway (ropa incluida, para deleite de sus fans) |
Por desgracia,
se recurre a los tópicos de siempre, según los cuales la dieta vegetariana
consiste en quedarse siempre con hambre, devorar verduras frías y tofu, fumar
hierba, ir a la India y formar grupos radicales. En realidad, no queda claro si
el tema se trata para reírse de él o para defenderlo, pero lo cierto es que es
de agradecer que una simple comedia romántica (género que suele desentenderse
de los problemas reales del mundo) se centre en un tema nada desarrollado. Del
mismo modo, la defensa de los animales está tratada con el debido respeto, contrastándose
la visión cerrada y anticuada de él con los ideales liberales de ella.
Al
final, pese a tratarse de dos films que se vuelven pesados aún durando apenas
una hora y media, ambos son capaces de ofrecer resquicios de novedad, pero no
los suficientes para recomendar el visionado de ninguno de ellos. Una comedia
puede permitirse múltiples licencias narrativas e incluso baches de guión, pero
el humor siempre debe prevalecer. Cuando las risas abundan, todo se perdona (Ocho
apellidos vascos, de Emilio Martínez-Lázaro, es prueba de ello), pero,
si los personajes no son capaces de conectar con el espectador y fallan a la
hora de divertirlo, el último fin de la obra queda inalcanzado. De todos modos,
para terminar con buen sabor de boca, quiero destacar la frase central de Dom Hemingway, perfecta para reflexionar:
“Un hombre sin opciones, de repente, tiene todas las opciones del mundo”.
© El copyright del texto pertenece exclusivamente a Juan Roures
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Pues Dom Hemingway si que me llama la atención (más que nada por ver a Jude en un papel diametralmente opuesto a lo que nos tiene acostumbrados), pero Amor en su punto creo que me la saltaré olímpicamente, ese tipo de comedias me producen sarpullido.
ResponderEliminarUn saludo.
No te dejes engañar por la campaña de promoción: 'Dom Hemingway' es aun peor que 'Amor en su punto' ;)
EliminarEstoy tan de acuerdo contigo que, últimamente estoy empezando a pensar que he perdido el sentido del humor, que estoy lisiada, porque no me hacen ninguna gracia películas con las que la gente se divierte muchísimo. ¿Por qué será? Un saludo
ResponderEliminarjeje; no, no eres tú; simplemente hacer buenas comedias es muchísimo más difícil de lo que parece y hay muy pocos films que realmente hagan reír... De todos modos, es un género muy subjetivo. Yo recientemente, sólo he reído a carcajadas con '8 apellidos vascos'. Un saludo :)
EliminarEspera espera espera.... ¿Dom Heminway es comedia? Pues entonces sí que fue un fracaso absoluto. La vi porque salia Jude Law. Durante su desarrollo pensé que era un drama el cual intentaba que finalmente el espectador sucumbiera a la empatía con el desagradable personaje de Heminway y su drama familiar. Y no lo consiguió. Si encima me dices que era una comedia... entonces vaya fracaso. Es como querer hacer un zumo de frutas con patatas.
ResponderEliminarjajajaja, ¡me ha hecho más gracia tu comentario que las dos películas juntas! Pues, efectivamente, se supone que 'Dom Hemingway' es una comedia... pero creo que sólo puede divertir a quien disfrute con insultos y gritos continuados... Un saludo :)
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