Pompeya
(2014), el nuevo despropósito de Paul W. S. Anderson, creador de películas infumables
—o, mejor dicho, que sólo se disfrutan fumado— llenas de efectos especiales baratos como Horizonte final (1997), Resident Evil (2002) o Alien vs. Predator (2004), es el típico
film que puede criticarse prácticamente sin haberse visto. De hecho, el tráiler
y el póster lo dicen todo: efectismo simplista, ambientación de dudosa
verosimilitud, romance poco creíble e interpretaciones calcinadas por el fuego
del volcán.
Kit Harington y Emily Browning son la inexperta pareja protagonista, cuyo amor es poco creíble |
De
todos modos, lo más destacable de esta producción es, quizá, lo descaradamente
similar que resulta a dos de las películas más exitosas de los últimos años
(ambas ganadoras de los Oscar a mejor película y dirección, con los cuales ni
sueña Pompeya): Titanic (James Cameron, 1997) y Gladiator
(Ridley Scott, 2000), dos films que —críticas aparte— conjugan a la perfección
el sentimiento con la espectacularidad. El fiasco de Pompeya es la prueba de que la misma base puede dar lugar a
resultados muy diferentes. Pero veamos con calma qué copia este film de los dos
mencionados.
La relación entre Leo DiCaprio y Kate Winslet en Titanic también fue ridiculizada injustamente por la crítica |
Entre Pompeya y Titanic hay una relación
clara: ambas son películas románticas de catástrofes (si os interesa este subgénero, os recomiendo mi artículo 'Lo imposible y otras películas de catástrofes'). Pero eso es lo de menos: los dos films ofrecen historias de amor imposible entre personas de distintas
clases sociales, siendo en los dos casos ella la aristócrata (perfecta excusa
para embotarla en hermosas pero agobiantes vestimentas) y él el soñador héroe
de clase baja. Las heroínas de ambos films comparten hasta familia: padres
insulsos incapaces de ver más allá de sus narices y prometidos irreverentemente
desagradables y malvados. Pero, claro, ni Kit
Harington (lanzado a la fama en la serie Juego de Tronos, 2011, en la que interpreta a Jon Snow) tiene la
atractiva frescura de Leonardo DiCaprio ni Emily
Browning (ya crecidita desde su maravilloso papel en Una serie de catastróficas desdichas, de Brad Silberling, 2004) posee
el carisma de Kate Winslet. Por no mencionar la ambientación de cartón piedra y
la música banal de Clinton Shorter (que, a su vez, es una copia del tema
principal compuesto por James Newton-Howard para El Hobbit: un viaje inesperado, de Peter Jackson, 2013), las cuales
están a años luz de la majestuosidad visual y sonora de la obra maestra de
James Cameron.
Russell Crowe borda en Gladiator al general convertido en gladiador Máximo; tanto éste como el fiel compañero negro son calcados en Pompeya |
Por su
parte, Gladiator cede a Pompeya
su elemento estrella: el héroe protagonista que busca venganza tras la masacre
de su familia y es convertido, contra su voluntad, en gladiador (es decir,
asesino). Pero, de nuevo, Kit Harington, aunque se esfuerza por sacar partido a
su primer papel protagonista, carece de la fuerza de Russell Crowe, quien
obtuvo un merecidísimo Oscar por la profundidad que supo dar a un personaje
que, normalmente, quedaría eclipsado por los efectos especiales. También el
personaje del valeroso esclavo negro que pasa de enemigo a compañero fiel y
cuenta con la muerte como única meta es prácticamente el mismo en ambas
producciones. Sin olvidar, por supuesto, la ambientación romana (con apenas 100
años de separación, pues Pompeya
sucede en el 79 d.C. y Gladiator en
el 180 d.C.) y el tema de la hipocresía de las masas (presente también en Titanic). Sin embargo, aquéllos que se
divirtieron encontrando unas deportivas en un plano de Gladiator sin duda se lo pasarán en grande con la obra de Anderson,
donde el único motivo para la inexistencia de más gazapos es que prácticamente
todo ha surgido del ordenador (algo que, sí, se nota).
La acción de Pompeya está muy forzada y recuerda en exceso a Ben-Hur (William Wyler, 1959) y Gladiator |
En
realidad, creo que podría afirmar sin temor a equivocarme que no hay un solo
elemento de Pompeya que no esté
calcado de una de las dos superproducciones mencionadas. Esto vuelve el
resultado completamente previsible y, si bien la película sigue siendo
entretenida, las sonrisas cínicas son bastante más comunes que las lágrimas
durante el visionado, pese a que el dramatismo de las tres historias es
equivalente. Sencillamente, el guión no resulta creíble y los actores no
podrían estar peor dirigidos, encontrándonos con las peores interpretaciones
que se recuerdan por parte de un excesivo Kiefer
Sutherland, un molesto Jarred Harris
y una Carrie-Anne Moss de adorno. A
todo esto, se supone que entre el reparto figura nuestra internacional Paz Vega —a la que próximamente veremos
en la denostada Grace de Monaco (Olivier
Dahan, 2014), interpretando a la diva Maria Callas—, pero al final no aparece
en un solo plano, con lo que no puedo evitar preguntarme si no cortaron las
partes equivocadas en la sala de montaje.
El póster de Pompeya advierte de su vacío pero entretenido contenido |
Por
cierto, debo mencionar que asistí a la proyección de Pompeya en 4D, es decir:
un 3D al que se suman efectos reales en la sala: hombres ridículamente
disfrazados de gladiadores, luces rojas apuntándonos a la cara, confeti que
esconde la pantalla en los momentos más dramáticos y humo que convierte la
respiración en una tarea peliaguda. Sin duda el cine necesita nuevas
estrategias para llegar a la audiencia, pero sinceramente dudo que se trate de
éstas.
De
todos modos, reconozco que, pese a los tópicos y las situaciones irrisorias, hay
algunos planos en los que la ambientación y los efectos consiguen un efecto
aceptablemente impresionante, el cual, por supuesto, sólo puede disfrutarse en
pantalla grande. Aprovecho, por tanto, para reivindicar una vez más el
visionado de las películas en el cine, porque, en la mayoría de los casos, han
sido ideadas y confeccionadas para disfrutarse así. Y es que, cuando las luces
se apagan y la pantalla nos envuelve, hasta un bodrio de la talla de Pompeya puede convertirse en todo un
espectáculo. Supongo que por eso se habla de la “magia del cine”.
© El copyright del texto pertenece exclusivamente a Juan Roures
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Una película nada recomendable: el guión se cae por sí sólo y desde el minuto 5 sabes qué va a ocurrir al final.
ResponderEliminarEn cuanto a lo del 4D veo muy positivo que los cines intenten reinventarse, pero tienen mucho trabajo por hacer.
Un saludo! :)
Con el tiempo en mi contra no creo que llegue a ver Pompeya, por falta de tiempo hasta dejé de ver Juego de Tronos, veo que Jon Snow es el protagonista de esta peli, ojalá el cine evolucionara no solo a favor de la tecnología sino del arte principalmente
ResponderEliminarBueno, la has puesto a parir... (con razón... XD). A mi ya me pareció mala (muy mala); y ni siquiera me había dado cuenta, pero es cierto que es un copia de esas otras dos películas... qué ridículo!!
ResponderEliminarRealmente no me sorprendió en absoluto que la película fuese mala pero...CINE EN 4D¡¡¡¡ JAJAJAJAJAJJA
ResponderEliminarPor lo demás una crítica interesantísima. Me encanta el cine pero siempre me dió miedo extenderme en mis blogs sobre ello por si acabo aburriendo, al contrario que tu. ¡Me pasaré por aquí a menudo!
Muchísimas gracias :) A mí tampoco me sorprendió por mala... De hecho, me invitaron al preestreno y terminó siendo hasta entretenida, quizá porque esperaba una absoluta basura jeje
EliminarPues me han dado ganas de verla para valorar por mis propios ojos esas copias descaradas a dos de mis películas favoritas. Pompeya,el tocinus que se convirtió en esclavo, el esclavo que se convirtió en gladiador, el gladiador que fué plagiado sin gracia en "POMPEYA".Ja,ja,ja.
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