Pese a la supuesta aceptación
generalizada de la homosexualidad en occidente, las películas importantes
centradas en esta temática que se estrenan cada año siguen contándose con los
dedos de la mano. Películas interesantes sobra la realidad LGTB hay muchas, sí;
y también son varias las cintas visualmente extraordinarias y narrativamente
innovadoras donde la temática se aborda de pasada. Pero las obras que combinan
ambas facetas, o sea, aquellas que plasman una realidad todavía harto
desconocida con respeto y sutileza a través de una puesta en escena lo
suficientemente rica para cautivar a espectadores no necesariamente atraídos
por esta temática de antemano, son verdaderamente escasas. Por eso, la llegada
de Moonlight
(2016), extraordinario segundo trabajo del realizador afroamericano Barry Jenkins, merece un sonoro aplauso.
Ashton Sanders encarna con fuerza al "Chiron adolescente", un personaje enjaulado por el mundo |
Pese a encontrarse entre las
favoritas de la temporada de premios (se alzó con el Globo de Oro a mejor drama
y cuenta con 8 nominaciones a los Oscars: película, director, guion adaptado,
actor de reparto, actriz de reparto, fotografía y montaje), Moonlight nació como un proyecto muy
pequeño al que costó lo suyo desarrollarse. En el año 2003 Tarell Alvin McCraney escribió la obra teatral semiautobiográfica Moonlight Black Boys Look Blue como
respuesta a la muerte de su madre a manos del SIDA. La obra permaneció en un
cajón durante una década hasta servir de base a Moonlight, lo que explica que esta cinta opte al Óscar a mejor
adaptación pese a tratarse de una historia que ve la luz por primera vez. Tras
su ópera prima, Medicine for Melancholy
(2008) —que curiosamente recordaba a Antes del amanecer (1995) cuando Moonlight recuerda a Boyhood (2014), ambas de Richard Linklater—, Jenkins escribió varios guiones que no llegaron a producirse, con lo
que, cuando en 2013 la productora Adele Romanski le instó a dirigir su segundo
largometraje, el joven recibió la oportunidad de partir de la obra de McCraney
con los brazos abiertos. Juntos pasaron del formato teatral al cinematográfico,
añadiendo el importante detalle de dividir la obra original en tres capítulos
en función de la edad y los apodos del protagonista: niñez (i. Little),
adolescencia (ii. Chiron) y madurez (iii. Black).
El cartel de Moonlight fusiona los rostros de los tres actores |
Guionista y realizador conectaron
enseguida, ya que se percataron de que, aunque separados por la sexualidad (el
primero es homosexual y el segundo, heterosexual) ambos habían experimentado
vivencias muy similares. Así, los dos se criaron en Liberty Square, una de las
principales localizaciones del filme, al que ambos aportaron sus propias
vivencias: el personaje de Juan (un bellamente sutil Mahershala Ali en su primer papel importante fuera de la serie House of Cards) se basa en el padre del
hermano de McCraney, quien sirvió de “defensor” de este en su infancia al igual
que Juan lo fue del protagonista de Moonlight,
mientras que la descripción de la madre (arrebatadora Naomie Harris) es una combinación de las madres de los dos, pues
ambas tuvieron conflictos con la droga. Todo ello dota a la cinta de gran
realismo, tanto con respecto a las descripciones de ambientes y situaciones,
como en lo relativo a los sentimientos atravesados por los personajes. Estos
últimos son particularmente fuertes en relación a la homosexualidad: ¿cómo
abrazarla?, ¿cómo manifestarla?, ¿cómo hacer realidad deseos que se antojan
prohibidos? A lo largo del 2013, Jenkins se dedicó a buscar financiación para
la cinta, consiguiéndola por fin en el Telluride Film Festival, donde el original guion llamó la atención de Dede Gardner y Jeremy Kleiner, productores de Plan B
Entertainment, encargándose A24 de la financiación y la distribución
internacional… ¿Quién les iba a decir que tenían en sus manos una de las grandes creaciones de
la historia del cine?
Barry Jenkins da indicaciones al joven Alex R. Hibbert, el valiente protagonista del primer tramo de Moonlight |
A través de una puesta en escena
tan bella como sutil, Moonlight
cuenta la historia de un joven afroamericano que afronta la homosexualidad en una
conflictiva zona de Miami que rara vez le permite ser él mismo. Alex R. Hibbert, Ashton Sanders y Trevante
Rhodes, tres intérpretes prácticamente debutantes unidos por la misma
penetrante mirada, encarnan al chico con pura honestidad a lo largo de una
infancia de complicadas relaciones filo-parentales (ante la ausencia del padre
y la drogadicción de la madre, toca encontrar figuras paternales en otro
sitio), una adolescencia atrapada entre el bullying y una madurez que aparenta independencia
absoluta y sin embargo es incapaz de dejar atrás el pasado. El primer y único
gran amor del protagonista sirve de hilo conductor, poblando algunas de sus
escenas más hermosas: aquellas en que él se muestra más vulnerable y tierno, o
sea, más humano pese a la inhumanidad que lo rodea. La búsqueda de identidad de
Little/Chiron/Black nunca cesa ni se resuelve, pero en el camino hay lugar para
todo tipo de emociones que llevarán al espectador a preocuparse más y más por
él aun cuando su torturado rostro se vuelva cada vez más impertérrito. Y es que
la sinceridad del guion, la fluidez del montaje y el primor de la fotografía
ofrecen, no ya un regalo tanto para la comunidad afroamericana como para la
comunidad gay (por no hablar de la comunidad afroamericana gay, completamente
ignorada por el séptimo arte hasta el momento), sino directamente una
experiencia cinematográfica inolvidable que nadie debería perderse. De no estar La La Land enfrente, el Óscar sería suyo.
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