Aunque Carrie Fisher falleció hace un año, sus escenas para Los últimos Jedi ya se habían rodado |
Mucho se ha echado en cara a George Lucas,
padre del universo Star Wars, durante
las últimas dos décadas. Quizá demasiado. Sin embargo, no se ha hablado
suficiente de la vergonzosa escasez de personajes femeninos que pueblan los
seis films escritos por él, desde La
guerra de las galaxias (1977) hasta La
venganza de los Sith (2005). Y es que, entre las decenas de personajes de
estas películas tan sólo encontramos dos protagonistas femeninas (la Leia
Organa de Carrie Fisher y la Padmé Amidala de Natalie Portman, ambas políticas
de armas tomar) y, lo que es peor, tres únicas secundarias (la líder rebelde Mon
Mothma y dos madres abnegadas: Beru Lars y Shmi Skywalker) a las que
prácticamente podríamos tachar de extras. Que sólo un cuarto de los miembros del
Consejo Jedi fueran mujeres es claro ejemplo de la mentalidad de Lucas (a
quien, eso sí, siempre se criticará en este espacio desde el cariño).
Rey acude a Luke en Los últimos Jedi tal y como este hizo con Yoda en El imperio contraataca |
Todo ello se explica, eso sí, recordando que,
aun tratándose de ciencia ficción, el universo Star Wars acontece “hace mucho tiempo en una galaxia muy muy
lejana”, basándolo además Lucas en las leyendas de capa y espada, que son eminentemente masculinas. Además, con escasas excepciones (a destacar la oficial
Ripley de la saga Alien (1977-1997),
interpretada por Sigourney Weaver), las heroínas del cine de acción brillaron por su ausencia hasta la
llegada de la saga de Los juegos del
hambre (2012-2015), cuya icónica Katniss Everdeen se ganó al mundo
gracias en gran parte al trabajo de Jennifer Lawrence, instando a las
superproducciones de Hollywood a crear cada vez más y más personajes femeninos
hasta el punto de que J. J. Abrams ofreciera el protagonismo de El despertar de la Fuerza (2015) a una
mujer, Rey (Daisy Ridley), rompiendo
así la tradición de contar con un protagonista masculino y un acompañante de
cada género (con la mujer como pareja romántica de uno de los dos). Al año
siguiente, el Rogue One (2016) de Gareth
Edwards volvió a contar
con una mujer al mando (Felicity Jones como Jyn Erso), pero, aun así, el porcentaje de féminas
sigue siendo en ambas cintas insuficiente. Los últimos Jedi (The Last Jedi,
2017), escrita y dirigida por Rian
Johnson —Brick (2005), Los hermanos Bloom (2008), Looper
(2012)—, ha puesto definitivo fin a esta tendencia. Y por consiguiente siempre
será una cinta especial dentro de la serie galáctica por excelencia.
Rose y Finn conforman la primera pareja de la nueva trilogía de Star Wars |
Así, el plantel de personajes del Episodio
VIII es plenamente igualitario, empezando por sus dos protagonistas, las
mentadas Rey y Leia, y siguiendo por líderes (Laura Dern como la vicealmirante Holdo), aventureras (Kelly Marie Tran y Ngô Thanh Vân como las hermanas Rose y Paige Tico), mentoras (Lupita Nyong’o como Maz Kanata) y hasta
villanas (Gwendoline
Christie como la
capitana Phasma), todas ellas dotadas de carisma propio sin servir nunca de
complementos de personajes masculinos (aunque la presencia de las dos últimas
se antoja algo gratuita). Las seis conforman, junto a Luke Skywalker (Mark Hamill), Finn (John Boyega) —que sigue sin estar a la altura del
protagonismo que se le concede—, Poe Dameron (Oscar Isaac), Snoke (Andy
Serkis), el general Hux (Domhnall
Gleeson), DJ (Benicio del Toro) y Kylo Ren (Adam Driver) —villano que, siendo
justos, sigue careciendo de fuerza o sentido—, sin olvidarse por supuesto de los androides C-3PO,
R2-D2, BB8 y el wookie Chewbacca, uno de los conjuntos de
personajes más plurales imaginables, pues, además de variedad de géneros,
destaca la de orígenes y culturas, algo que ya trabajaron seriamente las dos
cintas previas. Dada la alta influencia que estas películas tienen, no ya sobre
la población, sino directamente sobre los más pequeños de la casa, esta
apertura de miras es encomiable y motivo suficiente para reivindicar el valor
de Los últimos Jedi.
Los últimos Jedi tiene en Poe Dameron una de sus mayores bazas |
Suficiente, sí, pero en absoluto el único. Y
es que Los últimos Jedi ha logrado
desmarcarse del principal problema que presentaban sus dos por lo demás
excelentes predecesoras: una similitud excesiva con la trilogía clásica. Cierto
es que el Episodio VIII da comienzo de un modo muy similar al V —El imperio contraataca (Irvin
Kershner, 1980), para
muchos la mejor cinta de toda la saga—, con los rebeldes forzados a desalojar
su base, y que el adiestramiento de Rey por Luke recuerda al recibido a su vez
por Luke a las órdenes de Yoda, ambos en lugares evocadores remotos, pero el
diseño de producción presenta escenarios y atmósferas muy diferentes, siendo
los giros de guion y el desarrollo de la acción completamente nuevos y, a
menudo, inesperados. Por no hablar del impacto visual de algunas escenas, fruto
de la experiencia de su realizador en el cine independiente, donde la
imaginación es imprescindible a la hora de tapar huecos económicos. Aparte de
la siempre magistral música de John
Williams, cabe destacar la perfecta fusión del dramatismo imperante derivado
de la atmósfera de perenne consternación con el humor más candoroso; al primero
contribuye enormemente el rostro compungido de Leia, más poderoso que nunca al
acabar de tener lugar el primer aniversario del fallecimiento de Carrie Fisher (quien colaboró en varios de los diálogos más emotivos); el segundo se lo debemos
principalmente al mejor personaje de la nueva trilogía, el carismático Poe
Dameron de Oscar Isaac, quien, eso sí, sigue sin confirmar la homosexualidad que
muchos deseamos adjudicarle por motivos extracinematográficos.
Luke y Leia gozan de un lugar de honor en el cartel de Los últimos Jedi |
De todos modos, no todo son virtudes en Los últimos Jedi: durante el primer
tramo, falta ritmo y, en general, sobran confrontaciones, siendo los escasos
momentos de calma precisamente los que permanecen clavados en la memoria.
Además, a nivel narrativo tiene lugar un embarullamiento que resulta algo
frustrante dada la sencillez por la que siempre ha abogado una saga que
prefiere buscar la complejidad en la riqueza de un universo donde, nuevamente,
entran y salen personajes y localizaciones que se antojarían desaprovechados de
no ser por que esta saga siempre ha dejado asuntos jugosos en el aire. Esto
conlleva que nos hallemos ante la película de Star Wars que más ha dividido a los fans, aun cuando los críticos
la han reivindicado más que nunca (Rotten Tomatoes refleja un grado de
aceptación del 93% entre los críticos pero solo del 57% entre los
espectadores). Quizá el hecho de que la película abogue por romper con el
pasado haya disgustado a todos aquellos que por un lado critican cada retazo de
similitud que hay entre las nuevas películas y las clásicas y, por otro,
lamentan todo intento de pasar página a través de la apertura de nuevos caminos
formales y narrativos. Y es que esta cinta parece más preocupada por despedirse
de los personajes clásicos que por hacer evolucionar verdaderamente a los
nuevos, dando la sensación de acabar en el mismo punto donde se ha empezado…
Pero no es así: se empieza sin esperanza y se acaba con ella, lo que vuelve el
final harto emotivo. Pero, claro, ¿acaso no estamos analizando todo con lupa de
un modo que no haríamos con casi ninguna otra producción? En honor a quienes,
como ese famoso crítico español que tanto se quiere a sí mismo, malgastan tiempo y esfuerzo subrayando defectos e ignorando virtudes, rescato las palabras de la valiente Rose Tico, nuevo personaje cuyo principal objetivo es honrar la muerte de su hermana kamikaze: «No hay que destruir lo que se odia, sino defender lo que se ama con
todo lo que se posee.»
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