09 diciembre 2015

'Turbo Kid': nostalgia ochentera

Los ochenta constituyen indudablemente la década de la nostalgia. Películas como Mad Max (George Miller, 1979), En busca del arca perdida (Steven Spielberg, 1981), Terminator (James Cameron, 1984) y Regreso al futuro (Robert Zemeckis, 1985) han permanecido desde su estreno en el corazón de miles de espectadores, que aún no han superado los tiempos que los vieron crecer (a fin de cuentas, el grueso de la población adulta actual fue adolescente en los ochenta). A todas ellas homenajea Turbo Kid (2015), una aventura cómica de terror y acción postpocalíptica coproducida entre Canadá y Nueva Zelanda que explota la añoranza provocada por tan carismática época. La escribe y dirigida el entusiasta equipo de cortometrajistas formado por Anouk WhissellFrançois Simard y Yoann-Karl Whissell, que ya explotó algunas de las ideas del film en T Is for Turbo (2011), donde un chico encuentra un casco que le da superpoderes.

Turbo Kid (2015), de Anouk Whissell, François Simard, Yoann-Karl Whissell
La tierna relación entre The Kid y la robot Apple es
una de las bazas de la simpática Turbo Kid
Turbo Kid nos traslada a un futuro post-apocalíptico donde el agua es un bien muy preciado (sí, como en la saga Mad Max) y persiste la ley del más fuerte. “The Kid” (simpático Munro Chambers) es un joven con “estilo Marty McFly” que se ha criado solo gracias a la ayuda de comics retro y otros objetos añejos. Acompañado de una simpática robot de apariencia humana (dulce Laurence Leboeuf) y un héroe a lo Indiana Jones (carismático Aaron Jeffery) deberá enfrentarse a los malvados secuaces del malvado Zeus (Michael Ironside, rostro popular de cine de género), heredero del famoso Terminator, que se ha autoproclamado jefe del territorio. La trama no da mucho más de sí, para qué negarlo, pero destila frescura (y sangre...) por los cuatro costados. De hecho, tal y como sucedía con el fenómeno Kung Fury (David Sandberg, 2015), la película es sólo una excusa para festejar el recuerdo de los ochenta. Al igual que el corto sueco (sorprendentemente nominado a los próximos Premios de Cine Europeo), Turbo Kid bebe de todo lo que hizo memorable el cine ochentero, si bien es menos alocada (aunque también menos original).

El cartel de Turbo Kid saca juego
a todos sus divertidos elementos
Dicho esto, Turbo Kid funciona a la perfección porque sabe hacer buen uso de sus armas para confeccionar una historia entretenida y emotiva repleta de personajes carismáticos, efectos especiales aceptables y una ambientación sencilla pero eficaz. Sin embargo, siendo justos, el film no sería ni de lejos lo mismo sin la maravillosa banda sonora de Jean-Philippe Bernier, Jean-Nicolas Leupi y Le Matos, que acompaña la acción con gran belleza, imponiéndose incluso a los sentimientos de la misma (lo que, objetivamente, sería negativo de no ser por la sonrisa que despiertan en el rostro del espectador cada una de sus notas). Con pleno merecimiento, la cinta se hizo con el premio a mejor música del pasado Festival de Sitges. Y, hablando del prestigioso certamen catalán, esta película podrá verse como parte del “Sitges Tour” en Madrid y Barcelona el 11 de diciembre junto a otras tres cintas presentadas en el mismo: el sorprendente western danés The salvation, de Kristian Levring; el correcto thriller policiaco francés La próxima vez apuntaré al corazón, de Cédric Anger, y la irregular comedia de terror estadounidense Bloodsucking Bastards, de Brian James O'Connell. Cuatro opciones muy variadas con las que acercarse al festival de género por excelencia.


© El copyright del texto pertenece exclusivamente a Juan Roures
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