Han Solo, hasta ahora encarnado por el gran Harrison Ford, es uno de los personajes más populares del universo Star Wars. Para muchos, de hecho, es el héroe galáctico por antonomasia, aun cuando hasta ahora nunca había protagonizado su propio film. Su spin-off era, por consiguiente, anhelado y temido a partes iguales. Y el resultado, lamentablemente, no ha sido el esperado, aun cuando Han Solo: Una historia de Star Wars (Solo: A Star Wars Story, 2018) dista mucho de ser un desastre.
Alden Ehrenreich se transforma en el joven Han Solo |
Han Solo presenta muchos personajes nuevos, pero pocos memorables |
Que las interpretaciones y los propios personajes (que incluyen una mujer robot bastante simpática a la que muchos ya tachan, para mal, de la nueva Jar Jar Binks) sean flojos se debe en gran medida a lo poco que nos importa lo que hagan o digan. Y es que la acción es demasiado simplona y banal durante gran parte del metraje, alcanzando tan sólo algo de interés durante un tramo final que resulta forzado (bueno, y lo es, reaparición de mítico villano mediante). Para colmo, el diseño de producción de Neil Lamont (que debutó precisamente con Rogue One, de Gareth Edwards, 2016, tras años dedicado al universo Harry Potter como supervisor de arte) parece anclado al pasado y la excesivamente fría fotografía de Bradford Young (candidato al Oscar por La llegada de Denis Villeneuve, 2016) fracasa a la hora de ofrecer la personalidad estética de la que, liberada de las ataduras de la odisea Skywalker, sí gozó el recién mentado primer spin-off galáctico: en muchos casos, sencillamente, no vemos nada, sensación tristemente extensible a toda una obra que se lo pone demasiado fácil a los detractores de la prolongación de la saga aun cuando, siendo justos, ofrece otro divertido trampolín a esa galaxia muy muy lejana que tanto nos ha dado.
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