'Kill Bill' & 'Lady Snowblood': resonancias y puntos de vista
Picado de la heroína sumetida
Que Kill Bill(2003-2004) no existiría de no ser por el cine asiático de artes
marciales es tan evidente como célebre, pero cuánto debe Quentin Tarantino a la
Lady Snowblood(1973) de Toshiya
Fujita no es suficientemente sonado. Las dos obras narran la odisea de una
mujer (dos en el segundo caso: la esposa que presenció el crimen y la hija
condenada a tomar su relevo) por vengar la muerte de sus seres queridos y
comparten claves de la puesta en escena, a destacar el uso de los planos
cenitales, picados y contrapicados para representar la relación entre las
(anti)heroínas y sus enemigos. Y es que en ambos casos se recurre a un potente
plano contrapicado para presentar a los asesinos como conjunto (cuatro en ambos
casos, pues Bill cuenta con su propio plano), así como a sucesivos cenitales en
los que las tornas han cambiado, volviéndose víctimas los asesinos y viceversa.
Contrapicado de los villanos
El corazón de Kill Bill y Lady Snowblood es la superación personal de personajes que, carentes
en principio enteramente de poder (Sayo Kashima era una simple pueblerina, Yuki
Kashima nació en la cárcel y quedó huérfana al instante y La Novia fue
justificadamente dada por muerta), son obligados a renacer de sus cenizas para
vengarse de quienes provocaron su situación. Está por tanto justificado el
plano picado con el que se presenta a las protagonistas en su momento de mayor
debilidad, así como el contrapicado que retrata a los asesinos en ese mismo instante
para remarcar el sentimiento de impotencia e inferioridad. Empero, cuando la
venganza es consumada y los asesinos convertidos en víctimas, la cámara se
aleja elegantemente hasta formarse un plano nadir, recalcando la supremacía latente de las protagonistas con
respecto a sus enemigos pero no el despreciable sentimiento de superioridad que
la combinación de picados y contrapicados conllevaba. Se consigue así la
identificación definitiva del espectador con una mujer que ha luchado contra
viento y marea por reponerse y repartir justicia, siendo plena la satisfacción
de contemplarlo.
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