27 septiembre 2012

El cine, el tren y la vida

El tren es la esperanza de cumplir 
los sueños en Kiseki (Milagro)
Desde sus comienzos, el tren y el cine han estado ligados de un modo tan práctico como poético, casi mágico. Los trenes unen personas y lugares, y ¿no es eso lo que hace el cine? ¿No nos une a lugares que nunca imaginamos explorar? ¿No nos adentra en la mente de personas a las que nunca esperamos comprender? Pocos elementos creados por el hombre han resistido el paso del tiempo como lo ha hecho el tren. La silueta de la primera locomotora, datada en 1814 como producto de la revolución industrial, impactó en su momento y sigue haciéndolo 200 años después. De todas las creaciones del hombre, el tren es sin duda la que mejor se integra con la naturaleza, la más bella y poética. Del mismo modo, el cine es, en mi opinión, el arte que mejor se integra con la vida.

Cuando en 1895 los hermanos Lumière presentaron la primera proyección cinematográfica de la historia, el público se asustó ante un tren que se acercaba a la pantalla, aparentemente a punto de salir de ella y arrollar a los espectadores. Se trataba de Llegada del tren a la estación de la Ciotat, un cortometraje sin narrativa alguna de un minuto de duración que no mostraba más que lo anunciado por su título. Lo que empezó como una técnica abstracta, se convirtió en muy poco tiempo en un arte muy elaborado. En 1902, Georges Méliès probó la capacidad del nuevo medio como narrador de historias con Viaje a la luna y, en 1903, Edwin S. Porter demostró que el montaje es la auténtica esencia del cine con Asalto y robo de un tren. Sí, otro tren.

Llegada del tren a la estación de La Ciota
formó parte de la primera proyección de cine
Desde sus inicios, ha habido una conexión especial entre el cine y el tren, convertido en el transporte más cinematográfico, quizá debido a que la vista desde un tren es muy similar a una panorámica de cine. “¡El paisaje pasa volando!”, exclama la criatura mitológica Coo al asomarse por la ventana de un tren por primera vez en El verano de Coo (Keiichi Hara, 2007).  Los raíles evitan movimientos bruscos y permiten sencillamente disfrutar del paisaje. Sobre raíles se coloca también el traveling, una de las técnicas cinematográficas más empleadas que consiste en colocar la cámara sobre raíles para facilitar su movimiento y obtener planos que de otro modo serían imposibles.

A fin de cuentas, un viaje en tren no es un simple desplazamiento de un lugar a otro, sino que suele convertirse, en sí, en parte de la aventura. Un tren permite dormir, charlar y contemplar el paisaje. Lo importante no es la meta, sino lo que nos lleva a ella. Sencillos viajes en tren son la causa de toda la acción de míticos films como Extraños en un tren (Alfred Hitchcock, 1951), donde dos asesinos intercambian víctimas para evitar sospechas, u ¡Olvídate de mí! (Michel Gondry, 2004), donde una extraña pareja se conoce por primera vez… ¿o se conocían de antes? A El tren de la vida (Radu Mihaileanu, 1998) le basta el título para reflejar cuán importante puede ser este medio de transporte, mientras que en Kiseki (Milagro) (Kore-eda Hirozaku, 2011) dos niños se aferran al rumor de que, si ven cruzarse a dos trenes recién inaugurados, sus padres volverán a quererse. Los niños son también protagonistas de la nostálgica Cuenta conmigo (Rob Reiner, 1986), toda una aventura a lo largo de las vías.

Los personajes de ¡Olvídate de mi! se conocen en un tren
Un tren es escenario del gracioso momento en que Marilyn Monroe y una decena de chicas en camisón se acumula en una única litera ante un inolvidable travestido Jack Lemmon en Con faldas y a lo loco (Billy Wilder, 1959). Tiempo antes, los geniales Buster Keaton y los Hermanos Marx ya habían sacado partido cómico de este medio de transporte en sus respectivas El maquinista de la General (Buster Keaton y Clyde Bruckman, 1926) y Los hermanos Marx en el oeste (Edward Buzzell, 1940).

No hay mejor símbolo de viaje que el tren. El expreso de Shanghai (Josef von Sternberg, 1932), La vuelta al mundo en 80 días (Michael Anderson, 1956), Pasaje a la India (Lean, 1982) y Viaje a Darjeeling (Wes Anderson, 2007) nos adentran en lugares inexplorados llenos de misticismo. A veces, el misterio surge dentro del propio medio de transporte, como sucede en Alarma en el expreso (Alfred Hitchcock, 1938) y Asesinato en el Orient Express (Sidney Lumet, 1974). El tren incluso conecta la realidad y la fantasía: el expreso de Hogwarts une los dos mundos de Harry Potter y la piedra filosofal (Chris Columbus, 2001): aburrido y gris el primero, emocionante y mágico el segundo.

El tren es fuente de aventuras en 
Harry Potter y la Cámara Secreta
Los trenes deben ser saboteados en El tren (John Frankenheimer, 1964), El puente sobre el río Kwai (David Lean, 1956) y Europa (Lars von Trier, 1991), en las que se convierten en un personaje más, pero normalmente suponen la conexión de personas a lugares amados o que, sencillamente, despiertan un poderoso sentimiento de nostalgia, como en el caso de Volver a empezar (José Luis Garci, 1982). En Japón, donde la modernización hace peligrar la vida familiar tradicional, el tren supone a menudo el único modo de comunicación entre padres e hijos, entre lo viejo y lo nuevo, como muestran las maravillosas Cuentos de Tokio (Ozu Yasujiro, 1953), Café Lumière (Hou Hsiao-Hsien, 2004) y Still walking (Kore-eda Hirozaku, 2008). El tren es símbolo de la sociedad moderna, en la que las ajetreadas vidas de la gente no dejan sitio para fijarse en las de los demás; en la que, como los trenes, cada uno viaja por su carril sin salirse de él. Clave de esto es El último tren (Diego Arsuaga, 2002), donde tres ancianos secuestran una locomotora antigua para evitar que sea vendida a Hollywood.

El tren simboliza un viaje. ¿Y qué es el cine sino un viaje inolvidable al corazón de sus personajes y la emoción de sus historias? Cada estación supone el comienzo de viajes, y, por tanto, de miles de historias. En la Estación central de Brasil (Walter Salles, 1998), una mujer decide hacerse cargo de un huérfano que dará sentido a su vida; en otras estaciones, surgen historias de amor por pura casualidad, como muestran Breve encuentro (David Lean, 1945) y Antes del amanecer (Richard Linklater, 1995). En La invención de Hugo (Martin Scorsese, 2011), la estación es el hogar del protagonista y el corazón de la historia. Pero el andén más recordado será siempre el 9 ¾, al que sólo se puede acceder corriendo con decisión contra el muro situado entre los andenes 9 y 10, confiando en que la entrada no esté cerrada como les ocurrió a Harry y Ron en Harry Potter y la Cámara Secreta (Chris Columbus, 2002).

La Estación central de Brasil da paso
a una historia de autodescubrimiento
Una estación de tren es compleja como la vida misma. Algunos trenes llegan antes de su hora y otros llegan demasiado tarde. Cada persona llega, espera y toma un tren repleto de personas a las que únicamente une el trayecto a realizar. Quien lo toma por primera vez, deambula perdido en busca de alguna señal, pero para la mayoría ya es una rutina. Y con la llegada de cada tren, nuevas vidas aparecen en la estación por primera vez y otras la abandonan para nunca regresar. Y ¿qué es la vida sino un ir y venir de trenes y la decisión de cuáles tomar?


© El copyright del texto pertenece exclusivamente a Juan Roures
© El copyright de las imágenes pertenece a sus respectivos autores y/o productoras/distribuidoras

2 comentarios:

  1. Es la tercer vez que escribo este comentario... :S
    Lo que quiero decir, es que ENHORABUENA y gracias por hacer una publicación sobre trenes. No sé si me gustó tanto porque me encantan o porque eres un gran escritor, tal vez las dos. Para mi los trenes son nostalgia, son aventura, son vida...

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  2. Hablando de trenes... Parece que en 'El Llanero Solitario' van a tener también un gran protagonismo. Gran parte del teaser se centra en ellos.

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