Si algo
aprenden los estudiantes de comunicación audiovisual desde el primer día es que
el formato 4:3 (también denominado 1.33:1) lleva décadas obsoleto. De hecho,
muchos se preguntan quién tuvo la absurda idea de emplearlo desde los orígenes.
¿Qué ventajas presenta un formato casi cuadrado de cara a rodar bellos paisajes
o dinámicas conversaciones? Aparentemente ninguna. A fin de cuentas, al poseer
dos ojos alineados horizontalmente, nuestra propia visión es más cercana a la
pantalla panorámica (si bien, según la ciencia, el ángulo de visión del ser
humano es 40º en horizontal y 30º en vertical, o sea, 4:3). Pero, como faceta
artística y expresiva que es, el cine admite todo tipo de miradas. Así, años
después de la sustitución del arcaico 4:3 por el más moderno 16:9 incluso en
televisión, se siguen rodando películas con el viejo formato. Concretamente,
dos de las cintas más interesantes que han pasado recientemente por las salas
fueron rodadas de este modo: la polaco-danesa Ida (Pawel Pawlikowski, 2013), triunfadora de los pasados Premios de Cine Europeo, y la argentino-danesa-estadounidense-etcétera
Jauja (Lisandro Alonso, 2014), ganadora del premio FIPRESCI de la sección "Un Certain Regard" del Festival de Cannes. A
ellas y su inolvidable fotografía va dedicado este artículo.
La fría fotografía de Ida se hizo con el Premio de Cine Europeo y fue nominada al Óscar, el BAFTA y el premio de la British Film Academy |
Ida fue filmada en 4:3 por Lukasz Zal y su asistente, Ryszard
Lynzewski, quien tomó el relevo de su maestro a mitad del rodaje a raíz de las
desavenencias entre el arriesgado realizador y el contenido director de
fotografía (la juventud de Zal ofrecía a Pawel Pawlikowski la fresca valentía
que buscaba). La película se rodó en color pero fue convertida al blanco y
negro en posproducción con el sistema Nucoda. Pawlikowski, que abandonó su
Polonia natal en plena adolescencia, se decantó por una estética antigua que
fomentara la esencia meditativa de la obra: “Ida es sobre Polonia, mi infancia, mis pensamientos sobre la
religión. Uno de mis impulsos era traer esos tiempos a la vida, porque ya no sé
qué recuerdos son reales y cuáles imaginados”. El formato visual de Ida es clave porque transmite una
sensación de pérdida y soledad que refleja muy bien los sentimientos
encontrados de la protagonista, que se debate entre empezar a tomar las riendas
de su vida o dedicársela para siempre a la religión. El carácter vertical de
las imágenes fomenta esta disruptiva: por un lado, los bordes del marco parecen
oprimir a la protagonista; por otro, el aire que inunda la parte superior del
plano acentúa la infinitud del universo y el carácter libre de la existencia.
Además, situar a la joven Agata Trzebuchowska (tan inexperta como perfecta) en
la parte inferior del cuadro deja mucho espacio para otro personaje clave:
Dios, quien nunca la abandona, o, incluso, el propio cosmos. Así, mientras la
imagen panorámica potencia la condición épica pero coherente de la vida
terrenal, la imagen vertical hace hincapié en nuestra pertenencia a un universo
infinito que nunca comprenderemos del todo.
La onírica fotografía de Jauja fue premiada por la Asociación de Críticos de Argentina y el Festival Latinoamericano de Huelva |
Precisamente
esta última idea es la clave de Jauja, una cinta aparentemente
indescifrable que nos sume en un confuso sueño desde su primera escena. La cinta
fue rodada en Cinecolor tanto en formato 4:3 como en 16:9, pero es la primera
opción la que se ha impuesto como icónica imagen de la misma (pese a que sólo
fue fruto de un error de laboratorio del que se enamoró Lisandro Alonso).
Filmada por el fotógrafo finlandés Timo Salminen, habitual colaborador de Aki
Kaurismäki, la cinta convierte a la fascinante Patagonia en un personaje más
del film, con sus interminables llanuras y oníricos recovecos; “lo primero que
hago es buscar las locaciones y luego encuentro una excusa para poder filmar
allí, habitarlas”, dijo una vez el realizador en relación a la importancia de
la ambientación de sus films. Lejos de regodearse en el carácter épico del
paisaje, el formato 4:3 nos presenta una colección de diapositivas de suma
belleza (incluso, las esquinas del marco están ligeramente redondeadas) que se
mantienen con calma ante nuestros ojos, dando a nuestra mente un descanso para
reflexionar sobre lo que vemos (o, por qué no, sobre lo que no vemos y
simplemente albergamos en nuestro interior). Además, si el formato vertical
permitía a Ida tener presente a Dios
en todos los planos, en Jauja sirve
para situar al hombre atrapado entre la tierra firme y el universo por
explorar, algo especialmente llamativo al contemplar el poético firmamento de
las escenas nocturnas. Todo ello permite al siempre original Lisandro Alonso y
al cada vez más arriesgado Viggo Mortensen confeccionar un sensible viaje
espiritual lleno de misterios que deja al espectador completamente hipnotizado.
No en vano la cinta se llama Jauja en
referencia al idílico país mitológico.
Tanto Ida como Jauja prescinden de los movimientos de cámara prácticamente en su
totalidad, lo que las convierte en perfectos ejemplos de películas
fotográficas. “Quería huir del cine actual, probablemente del mundo actual”,
afirma Pawlikowski. Y eso es algo que indudablemente estas dos poéticas
películas consiguen apoyadas por el sugerente formato 4:3, al que también han
recurrido otras joyas contemporáneas como Elephant
(Gus Van Sant, 2003), Fish Tank
(Andrea Arnold, 2009) o No (Pablo
Larraín, 2012). Ni Jauja ni Ida serían lo mismo sin esa portentosa
fotografía. O, mejor dicho, fotografías, pues ambas cintas se presentan como
una evocadora sucesión de imágenes que nos sume en un universo del que no
queremos salir.
© El copyright del texto pertenece exclusivamente a Juan Roures
© El copyright de las imágenes pertenece a sus respectivos autores y/o productoras/distribuidoras
La vi hace varios meses y aún sigo impactado por la historia de "IDA", sobre todo por esa fotografía que logra congelarte el alma y ponerte los pelos de punta. Una película imprescindible, con una de las mejores fotografías de los últimos años. Nada que reprochar a esta obra PERFECTA.
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