18 agosto 2015

La fotografía en 4:3 de 'Ida' y 'Jauja': la onírica verticalidad del universo

Si algo aprenden los estudiantes de comunicación audiovisual desde el primer día es que el formato 4:3 (también denominado 1.33:1) lleva décadas obsoleto. De hecho, muchos se preguntan quién tuvo la absurda idea de emplearlo desde los orígenes. ¿Qué ventajas presenta un formato casi cuadrado de cara a rodar bellos paisajes o dinámicas conversaciones? Aparentemente ninguna. A fin de cuentas, al poseer dos ojos alineados horizontalmente, nuestra propia visión es más cercana a la pantalla panorámica (si bien, según la ciencia, el ángulo de visión del ser humano es 40º en horizontal y 30º en vertical, o sea, 4:3). Pero, como faceta artística y expresiva que es, el cine admite todo tipo de miradas. Así, años después de la sustitución del arcaico 4:3 por el más moderno 16:9 incluso en televisión, se siguen rodando películas con el viejo formato. Concretamente, dos de las cintas más interesantes que han pasado recientemente por las salas fueron rodadas de este modo: la polaco-danesa Ida (Pawel Pawlikowski, 2013), triunfadora de los pasados Premios de Cine Europeo, y la argentino-danesa-estadounidense-etcétera Jauja (Lisandro Alonso, 2014), ganadora del premio FIPRESCI de la sección "Un Certain Regard" del Festival de Cannes. A ellas y su inolvidable fotografía va dedicado este artículo.

Fotograma de Ida (Pawel Pawlikowski, 2013)
La fría fotografía de Ida se hizo con el Premio de Cine Europeo y fue
nominada al Óscar, el BAFTA y el premio de la British Film Academy
Ida fue filmada en 4:3 por Lukasz Zal y su asistente, Ryszard Lynzewski, quien tomó el relevo de su maestro a mitad del rodaje a raíz de las desavenencias entre el arriesgado realizador y el contenido director de fotografía (la juventud de Zal ofrecía a Pawel Pawlikowski la fresca valentía que buscaba). La película se rodó en color pero fue convertida al blanco y negro en posproducción con el sistema Nucoda. Pawlikowski, que abandonó su Polonia natal en plena adolescencia, se decantó por una estética antigua que fomentara la esencia meditativa de la obra: “Ida es sobre Polonia, mi infancia, mis pensamientos sobre la religión. Uno de mis impulsos era traer esos tiempos a la vida, porque ya no sé qué recuerdos son reales y cuáles imaginados”. El formato visual de Ida es clave porque transmite una sensación de pérdida y soledad que refleja muy bien los sentimientos encontrados de la protagonista, que se debate entre empezar a tomar las riendas de su vida o dedicársela para siempre a la religión. El carácter vertical de las imágenes fomenta esta disruptiva: por un lado, los bordes del marco parecen oprimir a la protagonista; por otro, el aire que inunda la parte superior del plano acentúa la infinitud del universo y el carácter libre de la existencia. Además, situar a la joven Agata Trzebuchowska (tan inexperta como perfecta) en la parte inferior del cuadro deja mucho espacio para otro personaje clave: Dios, quien nunca la abandona, o, incluso, el propio cosmos. Así, mientras la imagen panorámica potencia la condición épica pero coherente de la vida terrenal, la imagen vertical hace hincapié en nuestra pertenencia a un universo infinito que nunca comprenderemos del todo.

Fotograma de Jauja (Lisandro Alonso, 2014)
La onírica fotografía de Jauja fue premiada por la Asociación de
 Críticos de Argentina y el Festival Latinoamericano de Huelva
Precisamente esta última idea es la clave de Jauja, una cinta aparentemente indescifrable que nos sume en un confuso sueño desde su primera escena. La cinta fue rodada en Cinecolor tanto en formato 4:3 como en 16:9, pero es la primera opción la que se ha impuesto como icónica imagen de la misma (pese a que sólo fue fruto de un error de laboratorio del que se enamoró Lisandro Alonso). Filmada por el fotógrafo finlandés Timo Salminen, habitual colaborador de Aki Kaurismäki, la cinta convierte a la fascinante Patagonia en un personaje más del film, con sus interminables llanuras y oníricos recovecos; “lo primero que hago es buscar las locaciones y luego encuentro una excusa para poder filmar allí, habitarlas”, dijo una vez el realizador en relación a la importancia de la ambientación de sus films. Lejos de regodearse en el carácter épico del paisaje, el formato 4:3 nos presenta una colección de diapositivas de suma belleza (incluso, las esquinas del marco están ligeramente redondeadas) que se mantienen con calma ante nuestros ojos, dando a nuestra mente un descanso para reflexionar sobre lo que vemos (o, por qué no, sobre lo que no vemos y simplemente albergamos en nuestro interior). Además, si el formato vertical permitía a Ida tener presente a Dios en todos los planos, en Jauja sirve para situar al hombre atrapado entre la tierra firme y el universo por explorar, algo especialmente llamativo al contemplar el poético firmamento de las escenas nocturnas. Todo ello permite al siempre original Lisandro Alonso y al cada vez más arriesgado Viggo Mortensen confeccionar un sensible viaje espiritual lleno de misterios que deja al espectador completamente hipnotizado. No en vano la cinta se llama Jauja en referencia al idílico país mitológico.

Tanto Ida como Jauja prescinden de los movimientos de cámara prácticamente en su totalidad, lo que las convierte en perfectos ejemplos de películas fotográficas. “Quería huir del cine actual, probablemente del mundo actual”, afirma Pawlikowski. Y eso es algo que indudablemente estas dos poéticas películas consiguen apoyadas por el sugerente formato 4:3, al que también han recurrido otras joyas contemporáneas como Elephant (Gus Van Sant, 2003), Fish Tank (Andrea Arnold, 2009) o No (Pablo Larraín, 2012). Ni Jauja ni Ida serían lo mismo sin esa portentosa fotografía. O, mejor dicho, fotografías, pues ambas cintas se presentan como una evocadora sucesión de imágenes que nos sume en un universo del que no queremos salir.


© El copyright del texto pertenece exclusivamente a Juan Roures
© El copyright de las imágenes pertenece a sus respectivos autores y/o productoras/distribuidoras

1 comentario:

  1. La vi hace varios meses y aún sigo impactado por la historia de "IDA", sobre todo por esa fotografía que logra congelarte el alma y ponerte los pelos de punta. Una película imprescindible, con una de las mejores fotografías de los últimos años. Nada que reprochar a esta obra PERFECTA.

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