30 octubre 2020

'Verano del 85' como metáfora perfecta del primer amor

Ya no escribo aquí tanto como antes, en parte por falta de tiempo y en parte, para qué negarlo, porque el periodismo cinematográfico está masificado y encima Blogger cada vez se molesta menos en funcionar bien. Pero no he podido resistirme a hacerlo a propósito de Verano del 85, la maravillosa, y quizás incomprendida, última película de François Ozon.

Benjamin Boisin y Félix Lefebvre en la moto, Verano del 85
Benjamin Boisin y Félix Lefebvre
en la vital pero peligrosa moto
Tras triunfar en la taquilla francesa y pasar por la Sección Oficial del Festival de San Sebastián, Verano del 85 (
Eté 85, 2020) ha llegado a las salas españolas dispuesta a animar el otoño, con una historia que se mueve de lujo entre el romance juvenil, el drama y el thriller. Tras la cámara se encuentra, como ya se ha dicho, François Ozon, uno de los directores más exquisitos e infravalorados del momento, artífice, entre otras, de 8 mujeres (2002), En la casa (2012) y Una nueva amiga (2014). En esta ocasión, el muy personal cineasta galo adapta, con la elegancia que lo caracteriza, la conmovedora novela Dance on My Grave (1982) del británico Aidan Chambers, la cual traslada a un pueblo costero francés en 1985, coincidiendo con el contexto en que él mismo la leyó (bueno, casi: originalmente iba a ser 1984, pero fecha y título se cambiaron a raíz del estreno de la, para qué negarlo, solo pasable cinta de terror Verano del 84, de Anouk Whissell, François Simard y Yoann-Karl Whissell).

Set de Verano del 85
Ozon con Valeria Bruni Tedeschi,
 Félix Lefebvre y Benjami Voisin
La historia de Verano del 85 es sencilla pero efectiva: un romance de verano enturbiado por una muerte accidentada. Félix Lefebvre ha saltado directamente a la fama en el rol de Alexis, adolescente perdidamente enamorado, bien acompañado en pantalla de Benjamin Voisin como el seductor David, surgiendo entre ambos una química inusitada. El reparto, de diez, se completa con la roba-escenas Valeria Bruni Tedeschi
la debutante Philippine Velge y los veteranos Melvil Poupaud, Isabelle Nanty y Laurent Fernandez. También el plano visual, encantadores localizaciones costeras incluidas, es impecable, a destacar la muy simbólica fotografía de Hichame Alaouié y la melancólica partitura de Jean-Benoît Dunckel, pero es en las emociones, contenidas pero impactantes, donde reside la magia de una de las mejores creaciones del muy versátil director de Bajo la arena (2000), Frantz (2016) y Gracias a dios (2018).

Vital cartel de Verano del 85
Como suele suceder con la filmografía de Ozon, Verano del 85 es más una metáfora que un intento de realidad. Eso no significa que las interpretaciones y la ambientación no sean perfectamente creíbles, pero sí conlleva desconfiar de que los hechos tuvieran realmente lugar tal y como se cuentan. A fin de cuentas, todo está en la mente de un adolescente torturado para quien, como para tantos otros, el primer amor lo ha supuesto todo. De hecho, la película es un perfecto reflejo de la pasión con que dicho amor, que nunca es del todo real por dirigirse más a una proyección personal que a una persona de carne y hueso, nos atrapa y consume. Por eso, y ojo porque aquí comienzan los spoilers, David muere de forma tan injusta y repentina, justo después de haber confesado al protagonista que aquello que parecía tan perfecto e inmortal realmente no lo era. "Me aburres", admite David ante la insistencia de Alexis por obtener una respuesta, algo que dé sentido a sus repentinas ganas de morir. Y es cierto, cruel pero cierto: Alexis ya no le llena, ya no le da lo que necesita, lo que no quita que haya sido y siga siendo especial para él. De ahí que, nada más marcharse Alexis, David salga en su busca, no (y esto es una suposición, pues nunca lo sabremos) porque desee recuperarle, sino porque odia haberle hecho daño. Pero no solo no lo alcanza, no solo no logra consolarlo, sino que, en su exaltación, tiene un nada sorprendente accidente de moto (poco antes habíamos visto que su conducción no es siempre la más segura) y pierde la vida, castigando sin pretenderlo a Alexis de la peor manera posible: por un lado, le hará sentir inevitable e injustamente culpable; por otro, al pasar irónicamente así a ser inmortal, se quedará para siempre congelado en el tiempo como ese David idealizado del que tanto el protagonista como los espectadores quedaron prendados. Y es que nadie puede competir con un muerto.

Benjamin Boisin, Philippine Velge y Félix Lefebvre, Verano del 85
La posición de los personajes en esta
imagen de Verano del 85 no es baladí
La tragedia deriva en el tramo final de la película, el más difícil e incomprendido pero también el que convierte Verano del 85 en un trabajo mayúsculo para revisar una y otra vez. En esas escenas, tristísimas pero no exentas de vitalidad, veremos a David deambular como alma en pena (a veces sencillamente no hay consuelo, y se agradece la valentía de mostrarlo, sin edulcorante), desesperado por recuperar a David de un modo u otro, sea a través de una mera fotografía (que la otrora alegre madre del chico, incapaz ahora lógicamente de empatizar al haber perdido la luz de su vida, le niega), sea bailando sobre su tumba, acción aparentemente absurda que David le hizo, no sin irresponsabilidad, prometer que haría de ser el último vivo (no imaginando, claro, que sería tan pronto). Esa será la misión de un Alexis que, inesperadamente, encuentra consuelo en sus tiernos pero impotentes padres (a quienes prácticamente ni mira en la primera mitad del filme, dándolos por sentado como tantos hacen con quienes más los quieren) y la chica que se interpuso entre él y David, una visitante británica que, precisamente por haber sido testigo de la relación entre los dos, es la persona idónea para escuchar la historia, la única a la que Alexis por fin contará todo. Y es que la mejor forma de mantener vivo un amor perdido es hablar de él, pero hay que encontrar la persona apropiada para ello, alguien capaz de dar a lo sucedido la importancia (para nosotros, mayúscula) que merece. Y que no sea homófobo, claro, que siguen siendo los 80. 

Benjamin Boisin y Félix Lefebvre en la discoteca, Verano del 85
Cuando todo era bonito...
Alexis, por supuesto, y como reza el título original de la novela, bailará sobre la tumba de David, en una escena desgarradora que evoca rápidamente una de las más hermosas del filme, aquella en que su amado comparte con él la música de sus cascos en la discoteca, regalándole ese momento al margen de todos los demás y confirmándose como el ¿novio? ideal. Alexis acabará detenido por ello, desvelándose así el misterio que la película arrastraba desde su inicio, cuando conocíamos el destino de ambos personajes pero no el porqué, sospechando, incluso, que uno de ellos había asesinado al otro (algo que, indirectamente, es lo que ha sucedido). Alexis pagará su osadía con unos servicios comunitarios que se antojan irrelevantes en el seno de tamaño drama y será limpiando la playa donde se reencontrará con el primer chico que se interpuso entre él y David, quien lo rescató de la calle tal y como había hecho en el mar precisamente con Alexis al inicio del filme (porque, sí, siempre fue David, cazador nato, quien llevó la iniciativa, quien lo enamoró poco a poco como tan bellamente fueron mostrando los rostros de ambos en esas primeras escenas que se antojan ya tan lejanas). Será así como se cierre el ciclo, con Alexis conquistando al extraño tal y como David hizo con él, enfrentándose ahora quizá a un nuevo romance para el que, para bien o para mal, está mucho más preparado. Y, sí, probablemente vuelva a salir mal. Pero nada volverá ya a doler tanto.

2 comentarios:

  1. ¡Gracias!
    Por recomendación tuya, miré y me gustó!
    Palomitas de maíz de películas baratas de existencias siempre en rabato.com

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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