31 diciembre 2016

Las 100 mejores películas del 2016

La extraordinaria cosecha cinematográfica que ha llegado a la cartelera española a lo largo del 2016 vuelve especialmente ardua la elaboración de tops. Por consiguiente, no me ha quedado más remedio que quedarme con 100 títulos —todos ellos excelentes dentro de sus ámbitos— sin los cuales el año que nos deja habría sido mucho menos mágico. (A partir del puesto #30 argumento los motivos de las elecciones.)

Star Trek. Más allá (Star Trek Beyond, Justin Li, EE.UU., 2016)
Star Trek: Más allá (distribuidora: Paramount)
100. Noche real (A Royal Night Out, Julian Jarrold, Reino Unido, 2015). 99. Hello, My Name Is Doris (Michael Showalter, EE.UU., 2015). 98. Sunset Song (Terence Davies, Reino Unido, 2015). 84. Florence Foster Jenkins (Stephen Frears, Reino Unido, 2016). 97. Star Trek. Más allá (Star Trek Beyond, Justin Li, EE.UU., 2016). 96. Casa Grande (Fellipe Barbosa, Brasil, 2014). 95. Joy (David O. Russell, EE.UU., 2015). 94. ¡Canta! (Sing, Garth Jennings, EE.UU., 2016). 93. Nerve, un juego sin reglas (Nerve, Henry Joost y Ariel Schulman, EE.UU., 2016). 92. La reconquista (Jonás Trueba, España, 2016). 91. El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares (Miss Peregrine's Home for Peculiar Children, Tim Burton, EE.UU., 2016).

23 diciembre 2016

'Rogue One': lo mejor de Star Wars desde 'El imperio contraataca'

Como el primer spin-off de la saga galáctica por excelencia, Rogue One: Una historia de Star Wars (Rogue One: A Star Wars Story, 2016) tenía una gran responsabilidad. A fin de cuentas, que la proliferación de películas planeadas por Disney al margen de la tercera trilogía fuera tomada en serio por la crítica y el público dependía plenamente de ella. Afortunadamente, el estudio líder del entretenimiento ha cuidado su gallina de los huevos de oro (tal y como viene haciendo sabiamente durante el último quinquenio en todos sus departamentos): Rogue One es todo lo que podíamos desear del primer film de la saga no centrado en la familia Skywalker (con perdón de determinadas aventuras boscosas protagonizadas por Ewoks a las que, por motivo obvios, nadie ha hecho nunca demasiado caso). De hecho, gracias al riesgo formal y narrativo asumido, ha superado la aceptación de El despertar de la Fuerza (J. J. Abrams, 2015), una cinta generalmente aclamada pero lastrada por su excesivas similitudes con La guerra de las galaxias (George Lucas, 1977).

El regreso de Darth Vader no ha decepcionado
De hecho, pese a llevar la desprestigiada etiqueta de “spin-off”, Rogue One ha resultado ser mucho más necesaria e innovadora que su predecesora, a lo que ha ayudado contar con dos guionistas de primera: Chris Weitz —que optó al Óscar por Un niño grande (2002, dirigida junto a su hermano Paul) y ya hizo un gran trabajo para Disney en Cenicienta (2015)— y Tony Gilroy —candidato a sendos Oscars como guionista y realizador por su debut en la dirección, Michael Clayton (2007), y colaborador habitual de la saga del agente Jason Bourne—, quienes partieron de una idea de Gary Whitta (autor del guion de El libro de Eli, de Albert Hughes y Allen Hughes, 2010) y John Knoll (Supervisor General de Efectos Visuales de Industrial Light & Magic). Por su parte, el británico Gareth Edwards ha dirigido la mejor película de su carrera tras ofrecernos Monsters (2010) y Godzilla (2014), dos controvertidas aventuras que le permitieron experimentar en el resbaladizo terreno de la ciencia-ficción. Todos son seguidores de la saga, pero han sabido dejar de lado la mera fascinación para traspasar nuevos horizontes sin dejar por ello de satisfacer la nostalgia. Que John Williams haya dado paso al gran Michael Giacchino, habitual colaborador de Disney que optó al Óscar por Ratatouille (Brad Bird, 2007) y lo ganó por Up (Bob Peterson y Pete Docter, 2009), es otro ejemplo del deseo de apartar a la saga de su zona de confort (aunque la evocación de melodías clásicas no podía faltar).

15 diciembre 2016

Nominaciones a Premios Goya 2017: pocas sorpresas y todas malas

Como ya nos tiene acostumbrados, la Academia ha optado por el camino fácil y concentrado sus nominaciones en los títulos más populares del año, ignorando por completo trabajos de calidad comparable o superior que se habrían beneficiado más del empuje de estos premios. Qué le vamos a hacer. Procedo a comentar los nominados a los trigésimo primeros Premios Goya.

Julieta, de Pedro Almodóvar: 7 nominaciones
Mejor película

El hombre de las mil caras
Julieta
Que Dios nos perdone
Tarde para la ira
Un monstruo viene a verme

Previsible a más no poder, la Academia ha seleccionado para su categoría principal los cinco títulos que, aparte de figurar en todas las quinielas, contaban ya con la nominación correspondiente en la categoría de mejor película dramática de los Premios Feroz. Y es que, como siempre, la comedia —María (y los demás), El rey tuertoKiki: el amor se hace, La puerta abierta, La noche que mi madre mato a mi padre— ha sido dejada de lado, siendo curioso, eso sí, cómo se ha impuesto el thriller en todas sus vertientes (el sorprendente Tarde para la ira, el más convencional pero igualmente notable Que dios nos perdone y, finalmente, el aburridamente académico El hombre de las mil caras). El quinteto se ha completado con un drama fantástico de corte familia al más puro estilo Hollywood (Un monstruo viene a verme) y un producto nacional que ha triunfado más fuera de nuestras fronteras que dentro de las mismas (Julieta). Por primera vez en la historia de estos galardones, todas las candidatas cuentan con opciones prácticamente igualadas. Y, como suele suceder, el cine más arriesgado —La muerte de Luis XIV, La reconquista, La próxima piel, Sicixia— se ha quedado fuera.

11 diciembre 2016

Premios del Cine Europeo 2016: 'Toni Erdmann' hace historia

Toni Erdmann narra entre sonrisas y lágrimas
la odisea de un padre por recuperar a su hija
El duelo que las quinielas auguraban entre el alemán Toni Erdmann de Maren Ade y la francesa Elle de Paul Verhoeven en la 29ª edición de los Premios del Cine Europeo terminó saldándose con el flamante triunfo del primero, convertido así en el primer film receptor de los cinco premios principales de esta entidad: mejor película, mejor dirección, mejor guion ­—ambos para Maren Ade, convertida así junto a Susanne Bier (En un mundo mejor, 2010) en una de las dos únicas directoras premiadas y en la primera cuya película se alza también con el galardón principal—, mejor actor (Peter Simonischek) y mejor actriz (Sandra Hüller). Indudablemente, la victoria más sorprendente es la de Hüller, una intérprete hasta ahora desconocida fuera de Alemania que se impuso a la arrebatadora Isabelle Huppert, quien es sin duda la mejor intérprete europea del año (es más, sobran los vocablos “la” y “europea”) tanto por la mentada Elle como por la tristemente olvidada El Porvenir, de Mia Hansen-Løve, pero se vio perjudicada al contar ya con dos entorchados en su haber (por La pianista, de Michael Haneke, y 8 mujeres —compartida con sus siete compañeras de reparto— de François Ozon, en 2001 y 2002 respectivamente). En la misma categoría perdieron Adriana Ugarte y Blanca Suárez, candidatas conjuntamente por la Julieta de un Pedro Almodóvar que, como casi todos, se fue de vacío. ¿Es este un augurio del Óscar que las tres cintas anhelan?

07 diciembre 2016

‘Paterson’: poesía reaccionaria

El último film del maestro del cine independiente estadounidense Jim Jarmusch probablemente sea su creación más aclamada hasta la fecha, como prueban los múltiples aplausos y galardones que ha recibido desde su paso por un Cannes del que se fue de vacío para congoja generalizada. Nadie ha salido mejor parado que su protagonista, Adam Driver, quien, tras tropezar como el decepcionante villano de Star Wars. El despertar de la Fuerza (J. J. Abrams, 2015), ha dado por fin con un papel que nos permita olvidar al icónico personaje al que sigue dando vida en la genial serie Girls. En Paterson (2016) el peculiar actor encarna a un conductor de autobús y poeta aficionado llamado Paterson que vive en —valga la redundancia— Paterson (Nueva Jersey) en compañía de su novia y el perro de esta. Día a día, ella busca maneras de combatir la monotonía con platos originales, actividades culturales y nuevos hobbies, pero él, más sencillo, parece encontrar la felicidad en los pequeños —rutinarios— placeres de la vida, peculiar contraste que podría ser meramente anecdótico de no ser por el modo en que Jarmusch aborda a ambos personajes.

Dos polos enfrentados en Paterson
Como protagonista indiscutible del film al que da nombre, Paterson se gana rápidamente la identificación del espectador aun cuando su escasa expresividad no siempre permite entrever lo que pasa por su cabeza. De este modo, aprendemos a valorar su tranquila existencia, que comienza (como tantas otras) con el despertador, prosigue por la jornada de trabajo al mando del autobús (con triviales conversaciones ajenas como sonido de fondo), continúa por el hogareño reencuentro con su pareja y concluye en un bar que ocasionalmente le depara alguna que otra sorpresa. Al igual que en otras cintas del realizador como Mystery Train (1989) o Noche en la tierra (1991), el tiempo constituye el corazón de una obra narrada cadentemente de lunes a lunes, contando los silencios y las pausas con tanta relevancia como el sonido y los diálogos. Entretanto, las poesías que van naciendo de la rica imaginación de Paterson dan un toque mágico a sus pequeños quehaceres, acentuando el contraste entre la mecánica conducción de autobuses y la pasional creación cultural. Por desgracia, la tercera etapa diaria, aquella que el protagonista comparte con su compañera de vida, parece aprovechar el entumecimiento en el que nos sume la película para transmitir señales harto reaccionarias. Así, frente a la respetable cautela del protagonista, los constantes intentos de su pareja por probar cosas nuevas (desde preparar un inédito pastel de brócoli hasta tomar clases de guitarra) son constantemente ridiculizados, pareciendo querer instar al espectador a contentarse con la aburrida seguridad que lo rodea en lugar de luchar por sueños que no contar con los pies en la tierra vuelve inevitablemente absurdos.

01 diciembre 2016

Por qué el gallo deficiente de la película 'Vaiana' es ofensivo

Sin John Musker y Ron Clements, directores de Basil, el ratón superdetective (1986), La sirenita (1989), Aladdin (1992), Hércules (1997), El planeta del tesoro (2002) y Tiana y el sapo (2009), las infancias de mi generación no habrían sido ni la mitad de mágicas. Es por ello una verdadera lástima que su última creación para Disney, escrita por ellos mismos junto a Jared BushPamela RibonTaika Waititi, constituya tal decepción. Hablo, por supuesto, de Vaiana (Moana, 2016), cinta antaño favorita para el próximo Óscar a mejor film animado que al final las pasará canutas incluso para alcanzar la candidatura, tal y como han probado las nominaciones a los Premios Annie, donde se ha impuesto su compañera de estudio: la genial Zootrópolis, de Byron Howard, Rich Moore y (nuevamente) Jared Bush. ¿Qué distingue ambas producciones? Pues, básicamente, que una está decidida a sorprender y divertir al espectador a cada minuto y la otra parece partir de un cuadriculado manual sin imaginación alguna. Bueno, eso y que Zootrópolis es un canto de amor animalista y Vaiana… todo lo contrario.

El gallo de Vaiana es el peor personaje
secundario de la historia del estudio
Desde Blancanieves y los siete enanitos (David Hand, 1937) hasta la recién mencionada Zootrópolis, creada ochenta años después de la primera, el Estudio Disney siempre ha destacado por su amor a los animales, el cual caracterizaba también a un Walt Disney que siempre reivindicó Bambi (David Hand, 1942) como su creación favorita. Dumbo (Ben Sharpsteen, 1941), Los aristogatos (Wolfgang Reitherman, 1970) y Tod y Toby (Art Stevens, Ted Berman y Richard Rich, 1981) son algunos claros ejemplos de esta tendencia. ¿Qué ha pasado entonces en Vaiana con el personaje del gallo? Pues probablemente, tal y como explicaron Musker y Clements en el coloquio posterior al preestreno español, que el proceso de guion terminó llevándolo a un lugar que ni se esperaba ni se imaginaba en un primer momento, dejándose los guionistas arrastrar por la necesidad de aportar toques de humor facilones a un guion por completo exento de carisma. Al final, el gallo se ha convertido, no ya en un bufón, sino directamente en el blanco de todo tipo de ataques físicos y verbales que vuelven el visionado de la película verdaderamente desagradable para cualquier persona que sienta la menor empatía por los animales. ¿De verdad es tan divertido ver a un pobre gallo debilucho ser insultado, golpeado e incluso utilizado como lapicero? La situación se agrava al pensar en todas esas aves de corral cuya salud es lamentable a raíz de la mezcla de los antibióticos con los que se las atiborra y los minúsculos recintos donde se las amontona...