«Si ser un niño es aprender a vivir,
entonces ser adulto es aprender a
morir», reza uno de los mejores pasajes de It (1986), la icónica novela de Stephen King que acaba de ser
llevada a la pantalla grande por todo lo alto por el argentino Andrés
Muschietti, director de Mama (2013),
con la popular serie Stranger Things (2016)
como maravilloso referente. Tan potente frase no aparece en la película, pero
su ímpetu está presente en ella de principio a fin, sirviendo It (2017; primera mitad de un prometedor díptico que será zanjado en 2019) como una de las mejores representaciones
audiovisuales que se recuerdan sobre los miedos infantiles y la pérdida de la inocencia.
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¡Bravo por el trabajo de casting de It! |
Bellamente escrito por Chase Palmer, Gary Dauberma y Cary
Fukunaga, el guion de It muestra
a una deliciosa pandilla de amigos enfrentados al aterrador payaso Pennywise (un
magníficamente inquietante Bill
Skarsgård apoyado en el gran trabajo de los departamentos de maquillaje y
efectos visuales), cuya maldad parece remontarse a eones atrás. Empero, tan
entretenida como emocionante, esta aventura paranormal es prácticamente un
juego comparada a los horrores que estos viven en el día a día. Así, sea por
ser negro, por ser gordo, tartamudo o asmático, por llevar gafas o por cargar
con falsas acusaciones de lujuria sobre los hombros, todos y cada uno de ellos
son presa de un acoso diario dispuesto a mermar su autoestima precisamente en
el momento de forja de la misma. Además, lejos de tener el efecto protector que
se espera de ellos, sus progenitores no hacen sino amplificar el horror, bien a
modo de maltratadores o acosadores sexuales, bien ejerciendo una
sobreprotección colmada de prejuicios o directamente no haciendo nada de nada
por comprender a quienes tan necesitados están de referentes (que ellos no sean
capaces siquiera de ver los estragos del payaso no es en absoluto baladí). Los
jovencísimos Jaeden Lieberher, Jeremy Ray Taylor, Sophia Lillis, Chosen Jacobs,
Jack Dylan Grazer, Wyatt Oleff y Finn Wolfhard (protagonista de la mentada Stranger Things en un rol diametralmente opuesto) conforman el genial
septeto principal con la perfecta mezcla de inocencia y ternura, heredando el
carácter hipnótico de las estrellas juveniles de los 80 y atrapando al
espectador desde el primer momento como individuos perfectamente definidos pero
también como piezas imprescindibles de un grupo de supuestos “losers” con el
que el espectador se identificará desde el comienzo.