03 julio 2014

‘Amanece en Edimburgo’: musical sin historia repartidor de sonrisas

En 2001, el australiano Baz Luhrmann resucitó el cine musical (sobre el que podéis leer más en 'La alegría del musical') con la vibrante Moulin Rouge, y, al año siguiente, Bob Marshall consiguió seis —excesivos— premios Oscar para Chicago (2002). Todo parecía indicar la llegada de una nueva edad dorada del género hollywoodiense por excelencia.

‘Amanece en Edimburgo’ (Dexter Fletcher, 2013)
Sonrisas y lágrimas se intercalan en una de
las películas más entretenidas del año
Pero, con la excepción de la trilogía adolescente iniciada por High School Musical (Kenny Ortega, 2006) la popularidad del musical estadounidense no se ha recuperado. De hecho, durante el inicio del siglo XXI apenas ha surgido una decena de musicales (varios de ellos, independientes, como el fantástico Hedwig and the angry inch, de John Cameron Mitchell, 2001) y ninguno ha estado a la altura de Moulin Rouge o de los grandes musicales de los años 50 y 60. No obstante, el género ha vivido un pequeño impulso precisamente donde nunca destacó: en Europa.

El cine europeo tiene fama de huir del escapismo y fomentar el realismo, dos características en las antípodas del cine musical. Sin embargo, en los últimos años Europa ha sabido adaptar su propio estilo al género, ofreciendo producciones tan interesantes como la danesa Bailar en la oscuridad (Lars von Trier, 2000), la española El otro lado de la cama (Emilio Martínez-Lázaro, 2002), la francesa 8 mujeres (François Ozon, 2002), la irlandesa Once (John Carney, 2006) o las británicas ¡Mamma Mía! (Phyllida Lloyd, 2008) y Los miserables (Tom Hooper, 2012).

Póster de ‘Amanece en Edimburgo’ (Dexter Fletcher, 2013)
El póster de Amanece en Edimburgo
revela su carácter alegre y escapista
A estas últimas se une ahora el musical romántico Amanece en Edimburgo (2013), que, al contrario que los dos últimos títulos mencionados, tiene esencia escocesa y no inglesa, así como un claro afán escapista que recuerda más a los musicales estadounidenses que a los europeos (con la única excepción de ¡Mamma Mía!). Y es que, como sucedía con el musical basado en la discografía de ABBA, el guión —la historia— de Amanece en Edimburgo está a completa disposición de las canciones, hasta el punto de importar poco o nada. Así, las acciones de los personajes quedan, a menudo, injustificadas y los puntos de giro de las tres historias de amor están más forzados que el final de Los Serrano (2003).

No puedo decir que la irreverencia de la narración sea perdonada, porque tal grado de insensatez no debería permitirse ni siquiera en este género. Para colmo, el guión es sexista y transmite la sensación de que las mujeres tienen derecho a montar escándalos absurdos y los hombres obligación de ponerles solución. Pero lo cierto es que la película sigue siendo una de las más divertidas del año a pesar de ello. Y es que el sentimiento de alegría que transmite no podría ser mayor y ésa es una de las claves del género.

Kevin Guthrie y Freya Mavor en ‘Amanece en Edimburgo’ (Dexter Fletcher, 2013)
Kevin Guthrie y Freya Mavor encarnan a la típica
pareja donde él sueña con ella y ella con el mundo
A ello contribuye el atractivo y simpático reparto protagonista (Peter Mullan, Jane Horrocks, George Mackay, Antonia Thomas, Freya Mavor y Kevin Guthrie), pero éste no tendría interés alguno de no contar con las fantásticas canciones del grupo escocés The Proclaimers, formado por los gemelos Charlie y Craig Reid, a quienes se debe el éxito absoluto de la obra (pese a que contribuyeran poco directamente a la misma).

De hecho, la película está basada en la obra teatral del mismo nombre, que, a su vez, debe la denominación al segundo disco de The Proclaimers, publicado en 1988. Dicha producción teatral surgió de la mente del guionista Stephen Greenhorn, quien tuvo la idea mientras escuchaba el primer disco del grupo, This is the Story y la escribió en el reverso de un sobre. Tras conseguir los permisos de los hermanos Reid, Greenhorn desarrolló la idea con su amigo James Brinning, director artístico del Dundee Repertory Theatre y, finalmente, el musical fue estrenado en 2007 en Escocia, donde fue todo un éxito y ganó el premio TMA al Mejor Musical del Año.

El equipo de ‘Amanece en Edimburgo’ (Dexter Fletcher, 2013)
Foto de grupo con The Proclaimers, el director Dexter
Fletcher y parte del reparto de Amanece en Edimburgo
Y no es para menos. Canciones como la divertida “I’m on my way”, la emocionante “Over and done with”, la romántica “Make my heart fly” sin duda el momento más mágico del film gracias a la tierna mirada de Guthrie y la dulce voz de Mavor—, la emotiva “Sunshine on Leith” y la vibrante “I’m gonna be (500 milles)” tienen la mezcla perfecta de ritmo y emotividad, lo que las hace ideales para definir los sentimientos de los personajes de un musical. Todas ellas funcionaron bien en la producción teatral y vuelven a triunfar en la versión cinematográfica, pese a que las voces del reparto no son necesariamente brillantes (lo que da al film un aire de naturalidad y despreocupación en la línea de ¡Mamma Mía!). Por desgracia, como suele suceder cuando son las canciones las que dan lugar a la historia y no al revés, muchas de ellas están metidas con calzador, dando lugar a momentos por completo prescindibles (especialmente en el pesado segundo acto).

Y es que, tal y como expliqué en el artículo ‘El cine y el teatro: similitudes y diferencias de artes hermanas’, lo que funciona en el teatro no siempre lo hace en el cine. Así, en el teatro la historia queda a menudo en un segundo plano en relación al espectáculo, mientras que en el cine ambos elementos deben ir de la mano. Eso explica la irregular acogida que el film ha tenido entre el público fuera de su país, así como el triste 5,9 de Filmaffinity y el mejorable 6,7 de IMDB, que contrastan con el 92% de críticas positivas de Rotten Tomatoes, que demuestra que la crítica especializada está dispuesta a fomentar el renacer del género como sea.

Peter Mullan y Jane Horrocks en ‘Amanece en Edimburgo’ (Dexter Fletcher, 2013)
Jane Horrocks y Peter Mullan son el clásico 
matrimonio feliz que se enfrenta a una hija sorpresa
Así, al contrario que Bailar en la oscuridad u Once, Amanece en Edimburgo es una película dirigida al público del género musical. Es decir: quienes salieron enfadados de la proyección de Sweeney Todd (Tim Burton, 2007) no deberían siquiera acercarse a este film escocés porque es en las actuaciones musicales donde reside su única fuerza, quedando todo intento de rozar el dramatismo paliado por los tópicos y la insensatez.

Sin duda la dirección de Dexter Fletcher, cuya primera película (el drama criminal Wild Bill, 2011) le valió una nominación a los BAFTA a mejor debut de un británico, se ha visto ensombrecida por la del director musical, Paul Englishby. No obstante, ambos sacan lo mejor de las localizaciones escocesas auténticas, que confeccionan una bella y original atmósfera para el musical (pese a que quienes han vivido allí saben que los días soleados no abundan tanto en Edimburgo como la película da a entender). El director de fotografía George Richmond y el montador Stuart Gazzard ayudan a convertir a la ciudad en un protagonista más de la historia (de hecho, como personaje es más relevante que cualquiera de los inútiles secundarios).

George Mackay y Antonia Thomas en ‘Amanece en Edimburgo’ (Dexter Fletcher, 2013)
La historia de amor entre George Mackay y Antonia
Thomas sirve para reírse del contraste Escocia-Inglaterra
En definitiva, Amanece en Edimburgo es una película que podría haber conquistado el mundo de contar con una historia mínimamente interesante, pero que, aún así, ofrece una hora y media de espectáculo y, lo que es más importante, de sonrisas. Una vez más, quiero reivindicar el carácter escapista del séptimo arte, así como su potestad de hacernos olvidar cualquiera de nuestros problemas mientras la sala de cine permanece a oscuras. ¿Qué queremos? ¡Más musicales! ¿Cuándo los queremos? ¡Ahora!  


© El copyright del texto pertenece exclusivamente a Juan Roures
© El copyright de las imágenes pertenece a sus respectivos autores y/o productoras/distribuidoras

2 comentarios:

  1. A mi la película me gustó, pero la verdad es que la historia era tonta a más no poder; por suerte la tontería resultaba alegre mezclada con las canciones.

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  2. Uff... me da a mi que no voy a ver esa peli,.. ¿Queremos más musicales? NOOO jijiji

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