06 julio 2014

'Bajo la misma estrella', joya sobre la muerte... que celebra la vida

Shailene Woodley y Ansel Elgort pasan de hermanos
en Divergente a enamorados en Bajo la misma estrella
Con más de dos millones de dólares de recaudación y el beneplácito de la crítica, Bajo la misma estrella ha llegado a la taquilla española dispuesta a arrasar del modo en que producciones similares como Love story (Arthur Hiller, 1970), Un paseo para recordar (Adam Shankman, 2002) o El diario de Noa (Nick Cassavetes, 2004) lo hicieron en su día. Sin embargo, Bajo la misma estrella (2014), filmada entre Pensilvania y Holanda, las supera a todas ellas por la humanidad de sus personajes y la inteligencia de su guión, que convierten al manido romance con enfermedad de por medio en una película mágica con la que todos —enemigos del drama romántico incluidos— podemos identificarnos.

Original póster de la película
Clave de ello es la irresistible pareja protagonista formada por Shailene Woodley (Hazel Grace Lancaster) y Ansel Elgort (Gus Waters), quienes han coincidido en otro de los éxitos comerciales del año: Divergente, de Neil Burger, inicio de una nueva saga adolescente en la que, curiosamente, interpretan a dos hermanos. Woodley, quien se dio a conocer por su brillante papel en Los descendientes (Alexander Payne, 2011), ha vuelto a demostrar por qué se está convirtiendo en la actriz de moda con una interpretación llena de matices que nos enamora del personaje desde el primer plano, mientras que Elgort, quien debutó en el cine con el innecesario remake Carrie (Kimberly Peirce, 2013), suple su inexperiencia con una sonrisa repleta de vida.

Ambos encarnan a dos jóvenes enfermos de cáncer que se conocen en un grupo de apoyo al que Hazel va para contentar a sus padres (“Lo único peor que tener cáncer es tener una hija con cáncer”, dice ella) y Gus para acompañar a su mejor —y único— amigo (Nat Wolff, quien ya apareció en el anterior film del director), quien está a punto de quedarse ciego pero no ha perdido el sentido del humor. Así es como da comienzo la preciosa historia de amistad y amor, bastante más real que la mayoría de las que Hollywood nos ha ofrecido durante los últimos años.

Los tres amigos del film disfrutan de la vida
mientras pueden, incluso riéndose de su situación
Los dos protagonistas son muy distintos pero comparten la emoción por aprovechar el tiempo que les queda. Las conversaciones entre ellos destapan sus preocupaciones y deseos con naturalidad, quizá porque su cercanía a la muerte les ha enseñado que no vale la pena andarse por las ramas. Gus, quien lleva siempre un cigarrillo sin encender en la boca para reírse de la muerte, teme que la suya suponga su olvido, mientras que Hazel se contenta con ser querida mientras vive, pero, curiosamente, es ella quien teme ilusionarse demasiado con sus sentimientos. Así es como un simple intercambio de “vales” se convierte en su declaración de amor. Y es que la mayor preocupación de Hazel es el destino de las personas que la quieren. Eso es lo que la lleva a obsesionarse con el abrupto final de su libro favorito Una aflicción imperial, de Peter Van Houten, cuya narradora enferma de cáncer sencillamente deja de narrar —probablemente, como reflejo de su muerte—, volviendo incierto el destino de los demás personajes.

Una de las principales preocupaciones de Graze
es dejar solos a sus padres tras su muerte
Los padres de Hazel están interpretados sin demasiada profundad —a fin de cuentas, no es su historia la que importa— por Laura Dern (cuyo rostro estará siempre asociado al Parque Jurásico de Steven Spielberg, 1993) y Sam Trammell (uno de los protagonistas de la serie True Blood, 2008), mientras que Willem Dafoe (antaño nominado al Oscar a mejor actor secundario por Platoon, de Oliver Stone, 1986, y La sombra del vampiro, de E. Elias Merhige, 2000) da vida al escritor torturado cuyo libro sobre el cáncer marca la vida de los protagonistas hasta el punto de instarles a viajar hasta Ámsterdam para hablar con él. La ilusión de ambos es que el autor conteste a sus dudas sobre el final de la obra, pero, como suele suceder en esta vida, el resultado del viaje termina siendo muy diferente a lo esperado.

Ámsterdam actúa como un pequeño sueño hecho
realidad para los enamorados protagonistas
De hecho, toda la película es un viaje repleto de sucesos inesperados en el que las respuestas fáciles no existen y las alegrías y las penas se suceden con precisión, gracias a que los jóvenes protagonistas no dejan que su terrible situación les borre la sonrisa. El guión, escrito por dos admiradores del libro (Scott Neustadter y Michael H. Weber) es rítmico e inteligente y, pese a que algunos detalles (en especial, todo lo que rodea al viaje a Ámsterdam, con beso en lo alto de la casa de Anna Frank incluido), se dejan llevar por la clásica sensiblería estadounidense, es tal la honestidad de la historia que resulta difícil no rendirse ante ella.

Gran parte del mérito corresponde, por supuesto, al director Josh Boone, quien debutó en 2012 con la comedia romántica Un verano en la playa, que, si bien se dejaba llevar por las manidas convenciones de un género ya obsoleto, conseguía arrastrar a sus empáticos personajes a un terreno más original;  curiosamente, dicho film también contaba con el cáncer como tema, aunque lo relegaba al plano secundario del personaje de Logan Lerman. Con Bajo la misma estrella, Boone ha dado un paso más allá, pero todavía debe arriesgar más si quiere consolidarse como cineasta.

Los personajes adultos resultan demasiado planos,
sobre todo comparados con los vitales protagonistas
En el plano técnico, el film no es especialmente destacable, pero tanto la fotografía de Ben Richardson como la música de Mike Mogis y Nate Walcoff (miembros de la banda indi-rock Bright Eyes) cumplen perfectamente su cometido. Además, como ya es común en las películas adolescentes (sirva la excelente Las ventajas de ser un marginado, de Stephen Chbosky, 2012, como ejemplo), la banda sonora incluye buenas canciones de artistas modernos como Kodaline (“All I want”), Birdy (“Tee shirt”), Charli XCX (“Boom clap”) o Ed Sheeran (“All of the stars”), quien recientemente compuso la canción final de El hobbit: la desolación de Smaug (Peter Jackson, 2013),  la magnífica “I see fire”.

De todos modos, el material de esta película proviene íntegramente de la exitosa novela de John Green, la cual adapta con lealtad y, sobre todo, gran sensibilidad. (Como curiosidad, la novela menciona que Hazel es vegetariana porque “quiere reducir el número de muertes de las que es responsable” y, aunque ese dato se omite en la película, no aparece un solo plato de carne en ésta.) Al igual que la fuente original, la obra cinematográfica logra tratar un tema tan duro como el cáncer con humor, pero sin ignorar la realista crudeza del mismo. La fuerza de los originales diálogos del libro cobra vida con belleza gracias a la interpretación de los actores. Y es que la magia de Bajo la misma estrella reside, precisamente, en su capacidad para tratar la inevitable muerte transmitiendo tanto amor por la vida.

"Sería un privilegio que me rompieras el corazón",
dice Gus a Hazel, animándola a luchar por el amor
Hay quien se pregunta de qué sirve una película como ésta: ¿qué ganamos contemplando impasibles tan triste historia? ¿Para qué sufrir ante una realidad contra la que apenas existe forma de lucha? En Bajo la misma estrella, Hazel y Gus se hacen preguntas parecidas: ¿para qué amarse, para qué vivir, si la muerte es inevitable y, con ella, el olvido también? Como otras tantas historias, la suya tiene la existencia que el destino le tiene deparada, pero este pequeño film es un homenaje a todos aquellos que han vivido, viven y vivirán sus vidas hasta el final pase lo que pase; a todas esas pequeñas historias que nunca serán olvidadas porque ya han dejado que el mundo se deje tocar por ellas. Porque, aunque algunos infinitos son más grandes que otros infinitos” y nuestro paso por la vida es breve si se compara con la existencia del mundo, todos disponemos de nuestro propio infinito; y, en él, nuestra historia es la única que importa.


© El copyright del texto pertenece exclusivamente a Juan Roures
© El copyright de las imágenes pertenece a sus respectivos autores y/o productoras/distribuidoras 

7 comentarios:

  1. Justo la fui a ver ayer. Es una maravilla, tierna pero sin empalagar. Le doy un 10/10 sin duda =)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me alegro de que te gustase. Yo creo que tiene pequeños puntos flacos, pero en su conjunto es maravillosa. Un saludo :)

      Eliminar
  2. La vi el viernes en un cine de verano,un poco edulcorada pero me gustó mucho la interpretación de la pareja protagonista y también el mensaje que transmite,que merece la pena vivir intensamente hasta el final,por mucho que la enfermedad aquí marque la cuenta atrás.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sin duda podría haber alcanzado la perfección renunciando a algo de azúcar, pero la verdad es que, comparándola con otros films románticos del estilo, es bastante más realista y dura que la media. Y el mensaje es muy positivo, como dices.

      Eliminar
  3. Creo que de momento, paso, estos dramones de lagrimilla y almíbar no son para mi.

    Saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. jeje, te entiendo Charly; pero la verdad es que yo tampoco soy fan del género (nunca he entendido la admiración por 'El diaro de Noa') y esta película sí me ha maravillado; un saludo :)

      Eliminar