27 marzo 2016

'Nuestra hermana pequeña': la magia cotidiana de Kore-eda

Dice Kore-eda Hirozaku que no se siente particularmente cómodo rodando historias sobre la familia. Sin embargo, más de la mitad de su filmografía tiene en los lazos familiares el eje central, estando estos presentes incluso en los casos en que, sencillamente, no están (Nadie sabe, 2006). Durante los últimos años, el maestro japonés ha perdido a sus dos progenitores y formado una nueva familia en forma de nueva generación, algo latente en sus maravillosas Still Walking (2008), Kiseki (Milagro) (2011) y De tal padre, tal hijo (2013), a las que ahora se suma la encantadora Nuestra hermana pequeña (Umimachi Diary, 2015), erróneamente considerada como una obra menor del cineasta pese a —o, mejor dicho, debido a— ser todo un canto a la sutileza. Curiosamente, los espectadores sí la han recibido como merece, otorgándole el Premio del Público del Festival de San Sebastián meses después de ver la luz en el seno de una Sección Oficial de Cannes verdaderamente memorable que también nos ofreció otras joyas como el The Assassin de Hou Hsiao-Hsien o la Carol de Todd Haynes.

Nuestra hermana pequeña (Umimachi Diary, 2015)
Nuestra hermana pequeña recibió cinco premios de
la Academia Japonesa: película, dirección, fotografía,
iluminación e intérprete revelación (Suzu Hirose)
A diferencia de la mayoría de las obras de Kore-eda, basadas en sus propias experiencias personales, Nuestra hermana pequeña parte del manga Umimachi Diary, de Akimi Yoshida. Sin embargo, la cinta posee la fuerte esencia del guionista, realizador y montador nipón a raíz del elegante tratamiento del tema del duelo (presente ya en su primera obra: Maborosi, 1995) y la relevancia de las escenas culinarias —clave de la excelente Still Walking— como parte de una sutil narrativa, que, en la línea del cineasta clásico japonés Ozu Yasujiro (gran influencia del cineasta a raíz de obras maestras como Primavera tardía (1949), Cuentos de Tokio (1954) y Buenos días (1959), por mucho que él lo niegue), se basa en transmitir lo máximo a través de lo mínimo. De esta forma, una ingenua reacción ante un plato de comida, una mirada despertada por una frase intrascendente o una conversación aparentemente banal significan a menudo mucho más de lo que aparentan.

Umimachi Diary, de Akimi Yoshida
Nuestra pequeña hermana parte de
varios capítulos de Umimachi Diary
En Nuestra hermana pequeña, tres hermanas se enteran de la muerte de un padre al que llevan quince años sin ver, descubriendo a su vez la existencia de una cuarta hermana fruto de la relación del padre con la mujer por la que abandonó a su madre. Pese al dolor que la existencia de esta supone, las tres la acogen como una más, encariñándose con ella con rapidez. Comprender el relativamente enrevesado planteamiento (que también incluye a una madre largo tiempo ausente que decide aparecer en el momento más inoportuno) es lo de menos, pues la clave radica en la pequeña familia formada por las cuatro hermanas, diametralmente diferentes entre sí. La mayor, Sachi (Haruka Ayase, actriz y cantante curiosamente más conocida por sus roles cómicos), debe su seriedad a una responsabilidad maternal impuesta por la ausencia de los progenitores. La segunda hija, Yoshino (Masami Nagasawa), es mucho más alocada pese a trabajar en un banco bañado en la rutina, mientras que la tercera en discordia, Chica (encarnada por la modelo Kaho) posee un espíritu enormemente desenfadado que la ayuda a lidiar en las rencillas ocasionadas por el encontrado carácter de sus dos hermanas. Finalmente, la pequeña Suzu (Suzu Hirose) es tan tímida como madura para su edad, pues acarrea el peso de una infancia arrebatada de sus propias manos. Todas ellas disfrutan además del amor en la forma que sus distintas personalidades les granjean.

Cartel de Nuestra hermana pequeña (Umimachi Diary, 2015)
El cartel de Nuestra hermana pequeña
acentúa la unidad entre las hermanas
Frente a las populares intérpretes de las hermanas mayores, Kore-eda optó por una actriz debutante para el importantísimo papel de la hermana pequeña, a la que eximió de leer el guion precisamente por andar en busca de la encantadora espontaneidad que irradian sus escenas. De todos modos, el guion es lo de menos, pues la magia de Nuestra hermana pequeña reside en su habilidad para captar las delicias de la cotidianidad mientras los personajes evolucionan sin que apenas nos demos cuenta de ello. Así es la vida, a fin de cuentas. La fotografía de Mikiya Takimoto (quien ya acompañó a Kore-eda en De tal padre tal hijo)  y la música de Yôko Kanno (una de las compositoras de anime más reconocidas) envuelven placenteramente la narración, acrecentando la melancolía más hogareña, siendo el resultado una de las obras más agradables que un servidor recuerda. Mas no todo es felicidad en Nuestra hermana pequeña como algunos críticos parecen empeñados en señalar: tras la perennidad de sonrisas y días soleados se esconde una poderosa reflexión sobre las contradicciones del amor, el poder redentor del perdón, la superación de la pérdida, la búsqueda de uno mismo y la fe en que el mundo nos tenga deparados algo mejor de lo que somos capaces de tocar con las manos.

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