30 mayo 2015

'Mandarinas' y el cine bélico como canto antibelicista

Mandarinas (Mandariinid) (Zaza Urushadze, 2013)
 Mandarinas dio a  Zaza Urushadze el Premio del
Público y la Mejor Dirección del Festival de Varsovia
Nada hay más terrible que la guerra. Y así lo ha demostrado el séptimo arte desde sus orígenes. Sin embargo, tanto hemos oído el «no a la guerra» desde la magnífica Sin novedad en el frente (Lewis Milestone, 1930) —la primera gran película receptora del Óscar—, que la frase parece haber perdido su valor. Conocemos los estragos de los enfrentamientos bélicos y el absurdo hacia el que derivan. Sabemos que enfrentan a las culturas entre sí y convierten en monstruos a hombres corrientes. Recordamos que pocas confrontaciones tienen conclusiones felices y que la mayoría concluyen por la desesperación de ambos bandos y no por triunfo alguno: en la guerra, no hay victorias verdaderas. Quizá por lo bien que nos sabemos la teoría, el cine bélico lo tiene complicado a la hora de impactar al espectador y, lo que es más importante, de captar su atención. A menudo, los manifiestos anti-belicistas más efectivos no se encuentran en obras puramente bélicas, sino en aquellas que limitan las metralletas y explosiones y se centran en los auténticos protagonistas de toda confrontación: las personas atrapadas en ella. Apocalypse Now (Francis Ford Coppola, 1979), Cuando el viento sopla (Jimmy T. Murakami, 1986), La tumba de las luciérnagas (Isao Takahata, 1988), La delgada línea roja (Terrence Malick, 1998) o Las flores de la guerra (Zhang Yimou, 2011) son cinco excelentes ejemplos de ello.

19 mayo 2015

'Bajo el arcoíris' (Juan Roures, 2015)

Espero que me disculpéis, porque, por una vez, voy a dejar de lado el séptimo arte para hablaros de mi primera novela: Bajo el arcoíris, una historia sobre la amistad y la identidad protagonizada por cinco jóvenes homosexuales que comparten sueños y decepciones en las calles de Madrid.

La literatura y el cine (del que, como veis, no puedo estar mucho tiempo sin hablar) comparten una característica principal: contar historias. El principal motivo para embarcarse en la creación de una película o una novela es tener una historia que contar. Y yo, en Bajo el arcoíris, no tenía una, sino cinco. Las historias del sensato y enamoradizo Besay, el cínico y cautivador Guille, el bonachón y despistado Leo, el conservador y acomplejado Álex y el ingenioso y valiente Fran, las cuales, en parte, constituyen mi propia historia, pero, sobre todo, conforman las historias de las personas que conocí en COGAM (la asociación LGTB de Madrid), que he intentado retratar con humor y honestidad.

Portada de 'Bajo el arcoíris' (Juan Roures, 2015)
Portada de Bajo el arcoíris
(Juan Roures, 2015)
Suena tópico decirlo, pero realmente he escrito el libro que a mí me habría gustado leer hace unos años. Si os acercáis a la sección LGTB de cualquier librería, descubriréis que la mayoría de las portadas incluyen hombres sexis, a menudo directamente desnudos. Para mí, la homosexualidad es otra cosa. Y escribí Bajo el arcoíris con la intención de normalizarla. Por eso, creé personajes que afrontan la homosexualidad de distintas maneras y hablan sobre ella con naturalidad (sería ingenuo afirmar que los gais no hablan de ser gais a menudo, sobre todo cuando acaban de “salir el armario”). Sin embargo, la homosexualidad no es el elemento principal del libro, del mismo modo que no es el elemento principal de la vida de nadie. La sexualidad (sea la que sea) tan sólo es una parte de nosotros. Y, por supuesto, afecta a nuestra forma de relacionarnos con las personas que nos rodean, tanto en el amor como en la amistad.

14 mayo 2015

'A cambio de nada': la honestidad del cine español

Miguel Herrán y Antonio Bachiller en A cambio de nada (Daniel Guzmán, 2015)
Antonio Bachiller y Miguel Herrán, de 18 y 19 años
respectivamente, son el alma de A cambio de nada
El cine español tiene un toque especial de frescura y honestidad capaz de calar hondo en los espectadores. Sobre todo el realizado con bajo presupuesto pero alta ilusión (o sea, la mayoría). O quizá, sencillamente, es que, como español, me identifico más fácilmente con las historias y emociones que tienen lugar dentro de nuestras fronteras. A cambio de nada (2015), la ópera prima de Daniel Guzmán —conocido hasta ahora como “el novio de la pija de Aquí no hay quien viva” pese a poseer el Goya al mejor cortometraje por Sueños (2003)— es un perfecto ejemplo de ello. En este drama social, las calles de Madrid —las mismas que he recorrido yo mismo una y otra vez— albergan una historia sincera y humana que, pese a los inevitables defectos de (casi) todo trabajo novel, logra llegar al corazón del espectador.

01 mayo 2015

'Pride', 'Billy Elliot' y 'Full Monty': humor, música, empleo e identidad

Si te gustaron Full Monty (1997) y Billy Elliot (2000), no puedes perderte Pride (2014)… Así se anunciaba recientemente una de las mejores películas del año, una comedia sobre la unión entre una asociación LGTB y un pequeño pueblo minero durante el mandato de Margaret Thatcher. Pero, ¿está justificada la conexión entre los tres títulos o es una mera estrategia comercial? Pues, por una vez, la publicidad ha dado en el clavo, porque las tres películas —todas ellas muy recomendables— comparten mucho más que el tono y la nacionalidad. A ellas va dedicado este artículo como celebración del Día del Trabajador.

Pride (Matthew Warchus, 2014)
Pride deja de lado los efectos negativos que la huelga tuvo
el movimiento sindical y se centra en el mensaje positivo
Dirigida por el dramaturgo británico Matthew Warchus (quien, hasta ahora, sólo tenía otra película en su haber: Círculo de engaños, 1999), Pride (Orgullo) nos traslada al Reino Unido en 1984, cuando el desastre laboral causado por la mano de hierro de Margaret Thatcher dejó a muchas familias en la calle. En medio de la desesperación, un grupo de gais y lesbianas decide crear el LGSM (Lesbians and Gays Support Miners), recaudando una gran suma de dinero que los prejuicios les impiden emplear para lo que desean: ayudar a los parados. Al final, un pequeño pueblo de mineros acepta, no sin reservas, la ayuda, dando pie a una curiosa y divertida alianza. Confeccionada por el escritor novel Stephen Beresford, la cinta parte de una maravillosa historia real y cuenta con la excelente presencia de Bill Nighy (ganador del BAFTA por Love Actually, de Richard Curtis, 2003), Imelda Staunton (nominada al Óscar por El secreto de Vera Drake, de Mike Leigh, 2004) y Dominic West (protagonista de la excelente serie The Wire) junto a los rostros menos conocidos pero igualmente fantásticos de Andrew Scott, Ben Schnetzer, Monica Dolan, George MacKay, Paddy Considine, Joseph Gilgun, Sophie Evans, Jessie Cave y Freddie Fox. La película fue nominada al Globo de Oro a mejor comedia/musical, obtuvo el BAFTA a mejor debut británico del año y triunfó en los British Independent Film Awards.