30 noviembre 2017

'La librería' de Coixet: el refugio de la literatura como canto feminista

Corre 1959 y Florence Green, viuda tras un matrimonio sí, para sorpresa de varios personajes— feliz, decide hacer realidad uno de sus mayores sueños: abandonar Londres y abrir una pequeña librería en un pueblo costero. Aparentemente, esta acción no debería tener mayores consecuencias, pero las altas esferas de la zona no están conformes, ya que su idea era tornar el mismo establecimiento en un centro cultural. Así es la sencilla trama de La librería (1978), la hermosa novela de Penelope Fitzgerald que acaba de llevar al cine nuestra Isabel Coixet, quien, tal y como ya hizo con Aprendiendo a conducir (2014), rehúye así el fatuo estilo al que se la suele asociar. Atención porque, tras el sutil envoltorio, se halla un interesante comentario social: ¿qué molesta más al pueblo, la librería en sí o el hecho de que una mujer haya decidido tomar las riendas de su vida?

La librería (The Bookshop, 2017)
La bella relación entre los personajes de Kneafsey
y Mortimer es clave de la feminista La librería
La librería (The Bookshop, 2017) es una coproducción británico-germano-española, con lo que podría y debería colarse en los Goya, pero su esencia es puramente “British”, contrastando las conversaciones engominadas de la alta sociedad con el apacible candor de la existencia campestre: se respira Inglaterra, a lo que contribuye la esencia de Emily Mortimer, quien, tanto en estilo como en acento, conforma una protagonista muy especial, lleno de brío pero también de luz. Su Florence es toda una heroína feminista que, contra viento y marea, lucha por sus ilusiones mientras escucha necedades varias de abogados, banqueros y demás, todas ellas escritas brillantemente por Coixet, cuya adaptación no podría ser más refinada, contribuyendo además la envolvente voz en off a mantener el necesario espíritu literario de una cinta cuya alma gira en torno al poder de los libros: cómo sus páginas pueden enternecer el corazón más cínico (¡qué maravilloso es el personaje de Bill Nighy, quien arranca las solapas de sus amados libros para olvidar que estos nacen de la imaginación de la decepcionante especie humana) y cómo nadie puede sentirse nunca solo en una librería, envuelto como está en miles de historias ávidas de ser contadas y escuchadas. Junto a Mortimer y Nighy, ambos magníficos, hallamos a una divertidamente malvada Patricia Clarkson (flamante protagonista de Aprendiendo a conducir) y a una encantadora Honor Kneafsey con deliciosos aires de “repipi Hermione Granger” que, pese constituir el único infante del reparto, es también uno de los más cuerdos y juiciosos. Ella se torna en la hija que la protagonista nunca tuvo (ni necesita tener, por mucho que la conservadora sociedad insista en lo contrario).

15 noviembre 2017

¿Es ‘Okja’ animalista? ¿Promueve el vegetarianismo y el veganismo?

La polémica sobre si la última película del aclamado realizador surcoreano Bong Joon-ho —artífice de las magníficas Memories of Murder (2003) y The Host (2006)— merecía acceder al palmarés de Cannes pese a que ser una producción de Netflix la apartase de las salas comerciales desvió la atención acerca de su incómodo —y tristemente olvidado por el séptimo arte— tema principal, que no es otro que la explotación animal. Así, Okja (2017) aborda, desde una perspectiva fantástico-dramática, la relación entre una inocente niña y un gigantesco cerdo creado artificialmente con el propósito de la explotación cárnica. El debate animalista está servido, si bien la cinta no se posiciona del todo. Veamos sus pros y sus contras desde esta perspectiva.

Seo-Hyun Ahn comparte pantalla con la digital Okja
Aun siendo monstruosa, Okja es una criatura entrañable con la que el espectador se identifica con rapidez, lo que acrecienta el deseo de salvarla y el miedo a perderla. Esta empatía generada hacia lo que no deja de ser un cerdo gigante es idónea como reivindicación del veganismo (o el vegetarianismo), pero también peligrosa: ¿acaso merece Okja más respeto que los innumerables animales torturados a diario por la industria cárnica? Al tratarse de una criatura fantástica (y, claro, digital), de alguna forma Okja está a la altura de Dumbo y Bambi: personajes entrañables por los que lo daríamos todo sin llegar a pensar en todos los elefantes maltratados por los circos y todos los ciervos cazados en nuestro propio mundo. Empero, a diferencia de las películas Disney evocadas, en Okja sí hay una voluntad clara de denuncia, lo que prueba el alto número de personas decididas a abrazar una dieta más vegetal tras su visionado (como siempre, la cantidad varía según la fuente, pero lo cierto es que hasta la jovencísima actriz principal, Seo-Hyun Ahn, se lo planteó).