15 noviembre 2017

¿Es ‘Okja’ animalista? ¿Promueve el vegetarianismo y el veganismo?

La polémica sobre si la última película del aclamado realizador surcoreano Bong Joon-ho —artífice de las magníficas Memories of Murder (2003) y The Host (2006)— merecía acceder al palmarés de Cannes pese a que ser una producción de Netflix la apartase de las salas comerciales desvió la atención acerca de su incómodo —y tristemente olvidado por el séptimo arte— tema principal, que no es otro que la explotación animal. Así, Okja (2017) aborda, desde una perspectiva fantástico-dramática, la relación entre una inocente niña y un gigantesco cerdo creado artificialmente con el propósito de la explotación cárnica. El debate animalista está servido, si bien la cinta no se posiciona del todo. Veamos sus pros y sus contras desde esta perspectiva.

Seo-Hyun Ahn comparte pantalla con la digital Okja
Aun siendo monstruosa, Okja es una criatura entrañable con la que el espectador se identifica con rapidez, lo que acrecienta el deseo de salvarla y el miedo a perderla. Esta empatía generada hacia lo que no deja de ser un cerdo gigante es idónea como reivindicación del veganismo (o el vegetarianismo), pero también peligrosa: ¿acaso merece Okja más respeto que los innumerables animales torturados a diario por la industria cárnica? Al tratarse de una criatura fantástica (y, claro, digital), de alguna forma Okja está a la altura de Dumbo y Bambi: personajes entrañables por los que lo daríamos todo sin llegar a pensar en todos los elefantes maltratados por los circos y todos los ciervos cazados en nuestro propio mundo. Empero, a diferencia de las películas Disney evocadas, en Okja sí hay una voluntad clara de denuncia, lo que prueba el alto número de personas decididas a abrazar una dieta más vegetal tras su visionado (como siempre, la cantidad varía según la fuente, pero lo cierto es que hasta la jovencísima actriz principal, Seo-Hyun Ahn, se lo planteó).

Tilda Swinton es la hipnótica villana de Okja
Otro asunto a tratar es el de la representación de la industria cárnica, personificada en Okja por una mujer innegablemente loca y abiertamente exagerada (grandísima interpretación de Tilda Swinton, pero esa es otra historia) que, si bien deja clara la perspectiva crítica del guion (escrito mano a mano por el —omnívoro— realizador y el —vegetariano— guionista Jon Ronson), de alguna forma aparta la culpabilidad de las multinacionales reales y apoya el clásico argumento cárnico de que el problema no reside en la producción de carne en sí, sino en quienes se dedican a ella de forma inadecuada (afirmación a simple vista sensata que olvida que el alto nivel de producción demandado por nuestra sociedad vuelve imposible la generalización de una industria humana y sostenible, más allá de que la propia vida animal se valore o no). Aun así, el reflejo de esta realidad por parte de la cinta de Bong Joon-ho, que no teme plasmar literalmente de dónde vienen las salchichas, es crudo y valiente, especialmente durante esa escalofriante escena final donde Okja deja de ser un individuo para convertirse en representante de toda una raza. En relación a esto último, el debate acerca de la legitimización de la vida artificial expuesto por cintas como Blade Runner (Ridley Scott, 1982) o Nunca me abandones (Mark Romanek, 2010) también viene a la mente.

Paul Dano está al mando de los activistas de Okja
Por último, hay que tratar la cuestión de la descripción del propio movimiento animalista, que quizá sea el mayor problema de Okja: aunque innegablemente bondadosos y valerosos, los activistas encabezados por Paul Dano poseen todos los tópicos imaginables, desde la esencia hippy y destartalada hasta la actitud extremista y violenta, pasando por las propias rencillas internas inherentes a todo movimiento (las cuales sí están abordadas con la debida credibilidad). Cierto es que la película evita un tratamiento plano y unificado, presentando cinco personajes bastante diferentes, pero que el terrorismo sea lo primero que viene a la mente no ayuda a la representación de un movimiento nacido sencillamente del noble deseo de poner fin a una situación que se considera —con argumentos sólidos ante los que muchos prefieren hacer oídos sordos— injusta.

Dicho esto, sin ser perfecta en su representación de la triste situación del maltrato animal, la conmovedora Okja pone el tema sobre la mesa. Y eso es algo a agradecer por parte de Netflix, Cannes y, por supuesto, Bong Joon-ho, sin duda uno de los cineastas más interesantes de lo que llevamos de siglo XXI. Tal vez no se busque promover el vegetarianismo (de hecho, durante la película hay varios planos de personajes comiendo carne tranquilamente), pero, como mínimo, sí nos hallamos ante una necesaria patada en el estómago de la cada vez más deshumanizada industria cárnica. Que el protagonismo recaiga en un infante no es baladí: pon uno frente a una manzana y un conejo y espera a ver qué elige como alimento... y qué como amigo.

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