21 octubre 2016

Madurar un ‘Verano en Brooklyn’

La sensibilidad de Ira Sachs a la hora de abordar las relaciones homosexuales en las pequeñas grandes cintas The Delta (1996), Keep The Lights On (2012) y El amor es extraño (2014) es clave de la que quizá sea su mejor creación hasta el momento: Verano en Brooklyn (Little Men, 2016), presentada en Sundance, galardonada en Deauville y acogida entre las “Perlas” de San Sebastián. Como sucede en los tres títulos mencionados, los protagonistas son dos varones, pero en esta ocasión el realizador ha optado por la ambigüedad a la hora de retratar su relación, ya que la sexualidad no constituye en absoluto el corazón de una cinta plagada de verdades sobre la existencia contemporánea.

Verano en Brooklyn (Little Men, 2016)
Verano en Brooklyn debe mucho a la ambigua química
entre los jóvenes Theo Taplitz y Michael Barbieri
La trama de Verano en Brooklyn (ideada por Sachs en compañía de Mauricio Zacharias, con quien también escribió sus dos últimos filmes) se resume en dos pinceladas: Jake y Tony, dos adolescentes, se hacen amigos en un edificio de Brooklyn pese a que sus familias (de procedencias muy distintas) estén enfrentadas por el arrendamiento de una tienda desde la muerte del abuelo de Jake, amigo de la madre de Tony (acontecimiento que, de hecho, da lugar a todo el film). Así, mientras el mundo de los adultos gira en torno a agobiantes responsabilidades que sólo parece poder solventar el dinero (siendo todas las posturas tan contradictorias como comprensibles), los dos jóvenes desarrollan sus pasiones respectivas por la pintura (en el caso del más introspectivo Jake, con quien el realizador afirma identificarse especialmente) y la interpretación (perfecta forma de expresión para el más sociable Tony, quien, a voz en grito, protagoniza junto a su profesor una de las escenas más sugerentes del año). Mas todo ello forma parte del futuro: en el presente, nada hay más importante que su relación, una amistad tan pura como enriquecedora por la que, cuan Romeo y Julieta, ambos se enfrentarán a sus propios progenitores haciendo uso de la única arma que poseen a tan tierna edad: el silencio. ¿Hay más que simpatía entre los jóvenes protagonistas? Ira Sachs no lo deja claro, si bien determinadas situaciones y miradas siembran claras pistas al respecto. No en vano se dice que “los labios mienten, los ojos no”.

Cartel de Verano en Brooklyn (Little Men, 2016)
El cartel de Verano en Brooklyn
contrasta sus dos mundos:
la madurez y la adolescencia
Tanto Theo Taplitz como Michael Barbieri están perfectos en sus respectivos debuts, colmando de matices a sus personajes y de fuerza a sus diálogos. De hecho, ni siquiera cuatro intérpretes de la talla de Greg KinnearPequeña Miss Sunshine (Jonathan Dayton y Valerie Faris, 2006)—, Jennifer EhleHistoria de una pasión (Terence Davies, 2016)—, Paulina GarcíaGloria (Sebastián Lelio, 2013)— y Alfred Molina (quien repite a las órdenes de Sachs tras optar al Spirit Award por El amor es extraño) logran hacerles sombra. Conviene por tanto aplaudir la labor de casting a la hora de dar con tan carismáticos jóvenes, a los que cabe augurar un fantástico futuro (de hecho, el genial Barbieri, que curiosamente se postuló para el papel de Jake, estará en el Spider-Man: Homecoming de Jon Watts, previsto para 2017). Así lo explica Sachs: “Sabía que tenía que elegir chicos que fueran memorables y encontré eso en Theo y Michael, de caracteres opuestos: Theo parecía salido de las películas de Robert Bresson y Michael, de las de Scorsese, con lo que trabajé con ellos como si así fuera”. A fin de cuentas, pese a las distracciones del título en castellano, nada hay más importante en el filme que sus “little men”: tan jóvenes para involucrarse en los problemas de los adultos como mayores para permanecer al margen de ellos; tan inocentes para labrarse un futuro como maduros para evitar pensar en él. Encantadoramente filmada por Óscar Durán y musicalizada por Dickon Hinchliffe, Un verano en Brooklyn es una pequeña joya dispuesta a dejar huella en el espectador en forma de melancólica sonrisa.

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