05 julio 2016

Vida y obra de Abbas Kiarostami, el maestro del cine iraní

El cáncer se ha llevado a uno de los grandes: el guionista y realizador iraní Abbas Kiarostami, al cual incluí hace un par de años en mi personal artículo ‘10 directores muy especiales’. Lamentablemente, no me siento preparado para dedicarle el homenaje que tan maravillosa figura se merece, pero no puedo resistirme a intentarlo. Ojalá lo disfruten tanto quienes lo admiraban tanto como yo como quienes aún no hayan tenido la ocasión de profundizar en su obra, la cual se encuentra indudablemente entre los mayores tesoros de la historia del séptimo arte.

Abbas Kiarostami nació en Teherán en 1940
y murió en París en 2016 a los 76 años
Abbas Kiarostami nació en Teherán el 22 de junio de 1940, siendo la pintura su primera experiencia artística, lo que explica la poesía visual irradiada por sus películas. De hecho, se graduó en pintura y diseño gráfico por la Universidad de Teherán de Bellas Artes, estudios que se costeó trabajando de policía de tráfico. A partir de entonces trabajó en la industria publicitaria, diseñando posters y creando anuncios, aunque también fue autor de títulos de películas e ilustrador de libros infantiles. En 1969, cuando la Nueva Ola Iraní dio comienzo con La vaca, de Dariush Mehrjui, Kiarostami se casó con Parvin Amir-Gholi (con quien tendría dos hijos pero se divorciaría en 1982) y ayudó a crear un departamento de cinematografía en el Intellectual Development of Children and Young Adults (Kanun) de Teherán, cuya primera producción fue el cortometraje neorrealista El pan y la calle (1970), ópera prima centrada en la confrontación entre un niño y un perro agresivo con la que él afirmó no haber seguido en absoluto las convenciones cinematográficas, dando así rápida muestra de su fuerte identidad autoral. Esta entidad se convirtió rápidamente en uno de los estudios más importantes de Irán, ayudando al ilusionado realizador a confeccionar varios cortometrajes y mediometrajes de interés hasta ofrecer Gozaresh (The Report) (1977), su primer largometraje, la historia de un recaudador de impuestos que debe lidiar al tiempo con acusaciones de aceptar sobornos y el intento de suicidio de su esposa. Sin embargo, ni esta ni ninguna de sus obras posteriores gozó de popularidad alguna fuera de Irán, siendo aún hoy por completo desconocidas.

Pese (o gracias) a su sencillez ¿Dónde está la casa de
mi amigo?
dio a Kiarostami la atención internacional
A Kiarostami le llegó por fin la fama con la entrañable ¿Dónde está la casa de mi amigo? (1987), una cinta de sencilla factura y complejo corazón sobre la pequeña odisea de un niño de ocho años empeñado en devolver a su compañero de clase su cuaderno (el cual se llevó por error) para que este pueda así hacer los deberes a tiempo y evitar ser expulsado. Contada íntegramente desde el punto de vista de un infante perdido en un mundo de adultos que no tienen tiempo para él, este drama supone un claro exponente, tanto de la cinematografía de Kiarostami, como del cine iraní contemporáneo. Así, conviene destacar el uso de actores no profesionales, la adjudicación de valores adultos a niños protagonistas para evitar ser acusado de reivindicación alguna por el represivo régimen, el retrato de tradiciones rurales iraníes y, sobre todo, la combinación de un empleo poético del paisaje y una puesta en escena cuasi-documental sumamente realista. El mundo infantil fue también el protagonista del documental Deberes (1989), en el que un distante Kiarostami interroga a unos niños aterrados tras sus características gafas de sol oscuras.

Culmen de la "trilogía Koker", A través de los olivos
está considerada como la mejor película de Kiarostami
¿Dónde está la casa de mi amigo?, Y la vida continúa (1992) y A través de los olivos (1994) han sido descritas por la crítica como “la trilogía Koker” dada su ambientación en esta ciudad iraní y sus mágicos lazos autorreferenciales. Así, la esperanzadora road movie Y la vida continúa muestra a un director de cine y su hijo visitar Koker tras el trágico terremoto de 1990 —durante el que 40.000 personas perdieron la vida pero otras tantas siguieron forzadamente adelante— en busca de los niños actores de ¿Dónde está la casa del amigo?, mientras que la inesperadamente cómica A través de los olivos supone una bella reflexión sobre el rodaje de aquella, incorporando Kiarostami una historia de amor entre los dos intérpretes que lleva al espectador a no estar nunca seguro de qué es ficticio y qué real. La vida, la muerte y el eterno carácter cambiante de la existencia humana —representado bellamente por los poéticamente zigzagueantes senderos recorridos y los respetuosos planos panorámicos— conectan los tres films de forma extraordinariamente mágica, si bien el propio realizador considera que la auténtica trilogía se encuentra entre los dos últimos títulos y El sabor de las cerezas (1997), al explorar todos ellos el valor de la vida humana (y la fragilidad de la misma). Galardonada con la Palma de Oro de Cannes, esta magnífica road movie sigue a un hombre de mediana edad que recorre los parajes iraníes rurales en busca de alguien que lo ayude a quitarse la vida y se comprometa a enterrarlo, conociendo así a una amplia variedad de personajes que sirven de prisma de la desconocida sociedad retratada. La moral arrastrada tanto en la vida como en la decisión de librarse de ella es clave de una cinta excelentemente protagonizada por el desde entonces internacional Homayoun Ershadi.

Ten es clave del interés de Kiarostami por los
planos cerrados en el interior de automóviles
El sabor de las cerezas constituye también un perfecto ejemplo de la afición de Abbas Kiarostami a rodar escenas (o películas enteras) en el interior de un automóvil, sirviendo el mismo de revelador confesionario y convirtiéndose el plácido paisaje exterior en un envolvente contexto del cual no se puede escapar por mucho que se avance por la carretera (con lo que más vale observarlo y aprender de él). La mencionada Y la vida continúa y la igualmente notable El viento nos llevará (1999, Gran Premio del Jurado en Venecia) —centrada en el rodaje de una película en la pequeña localidad kurdo-iraní de Siah Dareh que provoca una pequeña revolución cuando empieza a rumorearse que los miembros del equipo andan tras la pista de un tesoro escondido en el cementerio local— son también muestras de ello, si bien es en la feminista —bueno, especialmente feminista, pues casi toda su filmografía lo es— Ten (2002) donde esta idea alcanza la cumbre, mostrándose en forma de cuenta atrás diez conversaciones durante las que una mujer divorciada recorre Teherán en un coche en el que curiosamente el propio realizador nunca estuvo presente (lo sustituyó una cámara digital en el salpicadero). Unos años después, la propia actriz, Mania Akbari, dirigió una secuela: 10+4 (Dah Be Alaveh Chahar) (2007), debiéndole mucho también el Taxi Teherán (2015, Oso de Oro en la Berlinale) de Jafar Panahi (considerando por muchos como el sucesor de Kiarostami, quien incluso le cedió el guion de la deliciosa El globo blanco, 1995).

La mezcla entre ficción y realidad de Primer plano
es clave del cine iraní contemporéno
Como interesantes ejercicios de cine dentro del cine, A través de los olivos y El viento nos llevará (en la que, a modo de curiosidad, múltiples son los personajes que hablan sin ser jamás vistos) guardan estrecha relación con Primer Plano (Close-Up) (1990), en el que Kiarostami mezcla documental y drama judicial a través de la historia real de un fanático del cine (Hossain Sabzian) que se hizo pasar por el aclamado realizador Mohsen Makmalbaf. Todo el reparto se interpreta a sí mismo en una producción asombrosa que evita en todo momento juzgar a unos personajes —personas— que indudablemente tenían sus razones para actuar como lo hicieran, por poco éticas que fueran sus decisiones. La importancia de la bondad humana, la humildad y el perdón se conjugan así con una sorprendente reflexión sobre el poder del séptimo arte. Incluida por el British Film Institute entre las 50 mejores películas de todos los tiempos, la cinta fue aclamada por realizadores de la talla de Jean-Luc Godard, Werner Herzog, Nanni Moretti, Martin Scorsese y Quentin Tarantino, quienes probablemente se sintieron más que identificados con los dos protagonistas. Y, hablando de directores, Kiarostami fue clave en la confección de Lumière y compañía (1995), una celebración del 100º aniversario del séptimo arte para la que cuarenta realizadores internacionales aceptaron la idea de hacer un cortometraje trabajando en condiciones similares a las de 1895 (incluyendo el cinematógrafo de los hermanos Lumière). Tiempo después, el realizador formó parte de otras dos producciones del mismo corte: A cada uno su cine (Chacun son cinéma) (2007) y Venice 70: Future Reloaded (2013), celebraciones respectivas de los aniversarios 60 y 70 de los prestigiosos festivales de Cannes y Venecia, a los cuales él era asiduo. Además, Tickets (2005), un retrato de tres viajes en tren de Austria a Roma, nació de su colaboración con Ken Loach y Ermanno Olmi.

Aunque de difícil visionado (en todos los sentidos),
Shirin es una experiencia tan insólita como fascinante
En el año 2000 Kiarostami recibió el Akira Kurosawa Prize for lifetime achievement en el Festival de San Francisco Film Festival (sumándolo a su innumerable palmarés de galardones), pero sorprendió a todos al optar por cedérselo al veterano actor Behrooz Vossoughi por su contribución al cine iraní. Ese mismo año el siempre concienciado realizador participó en una coproducción iraní-ugandesa sobre los huérfanos de enfermos de sida. Curiosamente, el realizador viajó a Uganda para documentarse y terminó haciendo uso del material rodado junto a un compañero con sus cámaras digitales para componer el film entero. Esta decisión puede parecer anecdótica, pero es muy representativa del estilo de un autor nada controlador que siempre se dejaba sorprender por el mundo que lo rodeaba. Por su parte, Five Dedicated to Ozu (2003) y Ten on Ten (2004) supusieron nuevas miradas de Kiarostami al propio séptimo arte, si bien Shirin (2007) se lleva la palma al mostrar a las espectadoras de una sala de cine que están viendo una película basada en un cuento persa sobre el sacrificio femenino que la cámara no enfoca en ningún momento. Magistral para algunos, insufrible para otros, la obra constituye un experimento más que curioso.

La siempre arriesgada Juliette Binoche fue la única
estrella que logró trabajar a las órdenes de Kiarostami
Entre las estrellas iraníes retratadas en reveladores primeros planos en esta última cinta encontramos a la francesa Juliette Binoche, quien se llevaría merecidamente el premio interpretativo de Cannes por la primera gran escapada de Kiarostami: Copia certificada (2006), bucólicamente filmada en el sur de Toscana, donde un escritor inglés y una galerista francesa se conocen e inician —o no— una extraña relación. Jugando constantemente con el espectador y consigo misma, la cinta ofrece una reflexión tan fascinante como anodina sobre el carácter de la copia (ojo: ¡muchos acusan al propio film de plagiar el Te querré siempre (1954) de Roberto Rossellini!) y el contraste no siempre claro entre los fantasmas de una pareja establecida y los que acompañan a dos personas que acaban de conocerse. Atraído por expandir horizontes geográficos, el realizador se atrevió entonces con Japón en la sibilina Like Someone in Love (2012), donde una joven estudiante japonesa que se prostituye para pagar sus estudios recibe un afecto inesperado por parte de un cliente de avanzada edad. Aunque innegablemente interesantes, ambas producciones suponen una vuelta de tuerca formal quizá demasiado enrevesada para un realizador que nos había acostumbrado a niveles máximos de complejidad desde una sencillez más apacible. Además, durante este tiempo se echó en falta su exploración de la identidad nacional iraní, a la que Kiarostami había dedicado toda su carrera previa gracias en gran parte a la decisión de quedarse en Irán tras la revolución de 1979: “Cuando coges un árbol que está podrido en el suelo y lo transfieres de un sitio a otro, deja de dar fruta. Y, si lo hace, no será tan buena como en su lugar original. Esta es la regla de la naturaleza. Creo que si hubiera dejado mi país habría sido igual que ese árbol”. Eso sí: la mayoría de sus obras están prohibidas en su país natal.

El interés de Kiarostami por la pintura y los vaivenes
de la existencia es clara en El viento nos llevará
La reflexión sobre la vida y la muerte, la relación entre intimidad y distancia, la perenne ambigüedad narrativa, el contraste entre ficción y realidad, la perpetua espiritualidad, el empleo poético del paisaje, la crítica social más sutil, el uso de largas secuencias y amplios planos, la materialización de la poesía persa, el inquietante uso del fuera de campo, la afición por plantear preguntas en lugar de contestarlas y la constante reinvención del séptimo arte son las máximas de la fascinante carrera de un realizador clave, tanto para la internacionalización de la cultura iraní, como para la propia concepción del cine contemporáneo. Con su marcha, perdemos una maravillosa linterna que llevaba años iluminando un mundo que no habría sido el mismo sin él. Hasta siempre, gran Abbas Kiarostami.

5 comentarios:

  1. Ha muerto el director iranÍ Abbas Kiarostami. Un auténtico bluff, un cineasta sobrevaloradísimo que pudo vivir trranquilamente en Irán porque jamás cuestionó el régimen tiránico de los ayatolás. Al revés que Jafar Panahi, infinitamente mejor director y hombre que se la jugó con películas como "El espejo" o "El círculo". Y que es capaz de seguir haciendo gran cine en su forzado enclaustramiento, como demuestran "Esto no es una película" o "Taxi Teherán". Kiarostami, un invento de la gaullista Cahiers du Cinéma y sus clones españoles "Caimán" y " Dirigido". Kiarostami un cineasta de la nada, del que recuerdo con horror aquella, no quiero ni mencionar su nombre, del tipo con el teléfono móvil o la otra del sujeto que pedía ayuda opara suicidarse. O esa maravilla de "FIve" en la que salía un lago o un río y unos patitos para aquí y otros patitos para allá. Sabido es que para el cahierismo militante, el cine sociopolítico es un muermo y solo sirve para dormirse, y que Ken Loach o Michael Haneke son cineastas horrorosos. Sucede que uno ha sido críttico de cine, todavía presenta películas y tiene un blog casi exclusivamente de cine. Kiarostami, una mala persona que en la rueda de prensa de Cannes en la que él y Juliette Binoche presentaron "Copie conforme" - su única película estimable, francesa, rodada en Italia e imitando a Rossellini - la actriz lloró al enterarse del encarcelamiento y tortura de Panahi mientras Kiarostami ni se inmutó. Genuino represante del cine de la derecha, del cine de la nada, del más tedioso formalismo vacuo. Descanse en paz Abbas Kiarostami y larga vida a Jafar Panahi.

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    1. Gracias por el comentario, aunque lo encuentro excesivo y fuera de lugar en lo que es un tribute realizado desde el cariño a un cineasta con el que indudablemente no has conectado. Panahi es fantástico, pero debe muchísimo a Kiarostami. Un saludo.

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  2. ¿Que debe Panahi a Kiarostami?. Que yo sepa dos guiones, no es suficiente. Efectivamente nunca conecté con Kiarostami, me suele suceder con los que adoran los cahieristas empezando por Godard y siguiendo con Lisandro Alonso, Albert Serra, Nicolas Winding-Refn, Nolan, Fincher, Desplechin....El ubicuo, y buen profesional, Jordi Costa, escribió una vez en "El País" que TODOS SOMOS HIJOS DE CAHIERS DU CINÉMA. Semejante autocracia es ridícula. Los hay que no tenemos el menor interés en el cahierismo sus pompas y sus obras. No tengo el menor problema si mi comentario te ha molestado en disculparme. No era mi intención. Saludos.

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    1. Panahi debe gran parte de su estilo a Kiarostami. La combinación de naturalismo social y reflexión sobre el séptimo arte de 'El espejo' tiene en 'Primer plano' o 'A través de los olivos' claros referentes. Y la apuesta formal de 'Taxi Teherán' parte innegablemente del 'Ten'. Eso sólo por citar dos ejemplos. No pretendo con esto infravalorar el trabajo de Panahi, pero creo que tú lo estás haciendo con Kiarostami. En cualquier caso, las opiniones distintas no me ofenden en absoluto, pero sí creo que un tributo a un autor recién fallecido no es el contexto más propicio para las mismas, especialmente cuando se hacen con un tono tan firme.

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  3. Para tono firme el que he citado de Jordi Costa, todos estamos de acuerdo. Jamás escribiría yo tal generalización. ¿Naturalismo social en Kiarostami?. Sería con el teléfono móvil de "A través de los olivos" o los patitos de "Five". Lo dejo, corto y cierro. Jamás se pudo debatir con un cahierista. Ya se sabe.....como dice Godard....

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