28 septiembre 2015

Festival de San Sebastián 2015: mejores y peores películas

La 63ª edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián ha concluido con una de las secciones oficiales más flojas que se recuerdan, lo que se ha tornado en un palmarés más que cuestionable. Sin embargo, las secciones paralelas (a destacar Nuev@s Director@s, Horizontes Latinos y Perlas) sí han dejado un buen puñado de títulos dignos de ser recordados. Por segundo año consecutivo, me he trasladado a tierras donostiarras para vivir en primera persona el evento cinematográfico más importante de nuestro país, viendo un total de 43 películas que procedo a ordenar de la más floja a la más destacable:

Un día perfecto para volar (Marc Recha, España, Sección Oficial)
La nostalgia se apodera de Un día perfecto para volar,
uno de los muchos desconciertos de la Sección Oficial
43. Paula (Eugenio Canevari, Argentina / España, Nuev@s Director@s): triste historia sobre una joven pobre necesitada de abortar y un mundo que le da la espalda repleta de planos largos y escasísimos diálogos. Aunque nada es baladí en su realización, el resultado es soporífero y pretencioso; por ello, fue la película peor puntuada por el Jurado de la Juventud.

42. La obra del siglo (Carlos M. Quintela, Cuba / Argentina / Alemania / Suiza, Horizontes Latinos): confusa combinación de ficción y documental que resulta tremendamente pesada para quienes no se adentran en su oscuro universo con rapidez (o sea, casi todos).

22 septiembre 2015

100 películas muy especiales (Aniversario del blog III)

Pues sí: ya han pasado tres años desde el nacimiento de este espacio cinematográfico. “¡Cómo pasa el tiempo!”, debería decir, pero lo cierto es que me resulta sorprendente que sean sólo tres los años transcurridos, porque ya no concibo mi existencia sin La estación del fotograma perdido. Y es que el cine es una parte imprescindible de mi vida, con lo que hablar de él con total libertad y, sobre todo, teneros a vosotros como lectores es muy importante para mí. El año pasado, decidí celebrar este día prescindiendo de la clásica objetividad en el artículo ‘10 directores muy especiales’, donde os hablé de mis realizadores preferidos. Este año, he decidido mojarme más aún y seleccionar, no diez (algo imposible), sino cien películas muy especiales para mí, situadas por estricto orden alfabético. ¡Espero incitaros a echar un vistazo a los films que aún no hayáis descubierto!

Amelie (Jean-Pierre Jeunet, 2001)
Amelie (Jean-Pierre Jeunet, 2001)
2001: una odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968): poética reflexión sobre el desarrollo de la vida humana dotada de unos efectos visuales impresionantes.

(500) días juntos (Marc Webb, 2009): cínica-pero-dulce comedia romántica diferente repleta canciones emotivas que acentúan el poder de los recuerdos.

16 septiembre 2015

¿Por qué escalar el ‘Everest’?: experiencia 3D sobrecogedora

Algunas personas sueñan con ser astronautas; otras, con dar la vuelta al mundo; otras, con ganar un concurso musical. Y otras, solo unas pocas, sueñan con subir a lo más alto del Everest, la montaña más alta del planeta (8848 metros sobre el nivel del mar). A estos últimos va dedicada Everest, la nueva película de Baltasar Kormákur, realizador de 101 Reikiavik (2002, Premio Discovery en Toronto), Las marismas (2006, mejor película en Karlovy Vary) y Contraband (2012), exitoso debut en Hollywood apadrinado por Working Title, popular productora británica que aprendió así a confiar en él.

Jason Clarke en Everest (Baltasar Kormákur, 2015)
Aunque Jason Clarke es escalador, dice que no escalaría
el Everest porque "hay mejores picos que escalar"
Como ya hizo en Lo profundo (2012), el cineasta hispano-islandés se interesa por la supervivencia del hombre en circunstancias naturales extremas, esta vez partiendo de un guion de William Nicholson —nominado al Óscar por Tierras de penumbra (Richard Attenborough, 1993) y Gladiator, de Ridley Scott, 2000)— y Simon Beaufoy —ganador del Óscar por Slumdog Millionaire (Danny Boyle, 2008) y nominado por Full Monty (Peter Cattaneo, 1997) y 123 horas (Danny Boyle, 2010)—. Por desgracia, los dos guionistas no han parecido llevar del todo bien el trabajo conjunto, pues es en el guion —esqueleto de todo film— donde encontramos el gran bache de Everest.

08 septiembre 2015

De 'Pequeña Miss Sunshine' a 'Nuestro último verano en Escocia'

Las familias desestructuradas están a la orden del día. A fin de cuentas, ¿qué familia no lo está hoy en día, aunque sólo sea un poco? ¿Qué familia que se preste carece de un poco de locura y unos cuantos gritos de vez en cuando? Y, pese a todo, ¿quién no ha llegado a pensar que no hay familia más curiosa que la suya? Pequeña Miss Sunshine (Jonathan Dayton y Valerie Faris, 2006) y Nuestro último verano en Escocia (Andy Hamilton y Guy Jenkin, 2015) nos recuerdan que el sentimiento de pertenecer a una familia de locos es más generalizado de lo que pensamos. Y ambas lo hacen combinando con maestría la comedia y el drama, sin abusar en exceso de ninguno de los dos géneros para dejar una sensación que roza lo agridulce pero desemboca en una bella —pero realista— positividad.

Abigail Breslin en Pequeña Miss Sunshine (Jonathan Dayton y Valerie Faris, 2006)
La genialAbigail Breslin fue la revelación de
la joya indie Pequeña Miss Sunshine
Nuestro último verano en Escocia supone el salto conjunto al séptimo arte de los sexagenarios realizadores británicos Andy Hamilton y Guy Jenkin, artífices de la popular serie Outnumbered (2007), centrada en un matrimonio con problemas para educar a sus tres hijos. Presentada en la pasada Seminci de Valladolid, la cinta bebe enormemente, tanto de dicha serie, como de Pequeña Miss Sunshine, al presentar una pareja londinense en pleno divorcio —la deliciosa Rosamund Pike nominada al Óscar por Perdida (David Fincher, 2014) y el icónico David Tennant de Doctor Who— que debe aparentar felicidad mientras visita en Escocia al enfermo padre de él —Billy Connolly, tan simpático como estuvo en Una serie de catastróficas desdichas (Brad Silberling, 2005)— acompañada de sus tres hijos (Emilia Jones, Bobby Smalldridge y Harriet Turnbull). Aunque todo el reparto (que también incluye a Ben Miller, Amelia Bullmore y la siempre agradable pero algo fuera de lugar Celia Imrie) está perfectamente escogido, la frescura del film se debe principalmente a la impagable espontaneidad de los tres niños, quienes actúan con una naturalidad de la que muchos intérpretes profesionales tienen mucho que aprender. Gracias a ellos, la cinta es capaz de imprimir una sonrisa permanente en el rostro de los espectadores pese a la dureza de algunos temas tratados, tales como los problemas conyugales, la depresión crónica o la aceptación de la muerte.