14 octubre 2012

Siempre magia Disney


La cómica Enredados supone la adaptación del 
estilo clásico al mundo actual
Estas Navidades llega a las pantallas ¡Rompe Ralph! (Rich Moore, 2012), sobre un villano de videojuego que se escapa porque ansía ser el héroe. Pero los estrenos de películas Disney ya no son lo que eran: muchos han perdido la fe en este querido estudio. No obstante, la reciente Enredados (Nathan Greno y Byron Howard, 2010), con personajes entrañables y canciones pegadizas, nos devolvió la esperanza de que la magia Disney no se ha perdido. Millones de personas, sin importar su edad, han disfrutado de las películas Disney a lo largo de los años y siguen haciéndolo día tras día. Por eso hoy me propongo repasar la trayectoria de los clásicos Disney para soñar con sus personajes e historias una vez más.

Blancanieves y los siete enanitos fue honrada con siete
pequeños Oscar por ser el primer film animado
Walt Disney nació en Chicago en 1901 y pronto supo que quería dedicar su vida al cine. El panorama no era nada alentador y Disney hubo de pasar de un estudio a otro hasta encontrar su sitio, pero poco a poco fue haciéndose su lugar en la industria. Su increíble mente creativa y su colaboración con los mejores animadores (como Ub Iwerks, quien años después crearía los efectos visuales de Los pájaros de Alfred Hitchcock) supuso la creación de míticos personajes como Mickey, Donald, Minnie, Daisy, Goofy y Pluto y cortometrajes inolvidables agrupados bajo la graciosa denominación de “Sinfonías tontas”, como la innovadora El baile de los esqueletos (Walt Disney, 1931), Los tres cerditos (Burt Gillett, 1933) con su memorable canción “¿Quién teme al lobo feroz?”, la divertida ¿Quién mató al gallo Robin? (David Hand, 1935) o El patito feo (Jack Cutting, 1939), cuyos avances en la animación de los personajes permitían a los espectadores saber exactamente lo que pensaba papá pato de mamá pata al comprobar que uno de sus “hijos” no se parecía a él en nada.

Para animar Bambi se optó por el impresionismo: 
crear la sensación del bosque, en vez del bosque en sí
Pero Disney era un visionario. Él vio en el campo de la animación lo que nadie más imaginó y, en cuanto tuvo los medios para hacerlo, comenzó a trabajar en lo que sería el primer largometraje animado en color de la historia del cine. Blancanieves y los siete enanitos (David Hand, 1937) supo aprovechar la licencia que Disney había conseguido sobre el Tecnicolor a tres bandas, que garantizaba un color muy bello y realista, así como su invento de la cámara multiplano, desarrollada para El viejo molino (Wildred Jackson y Graham Heid, 1939), que garantizaba un gran realismo en los relieves de la animación (en lugar de ser estáticos, los dibujos pasaban a ser dibujados en distintas capas, de modo que, al caminar Blancanieves por el bosque, la hierba se desplaza a mayor velocidad que los árboles del fondo, logrando así un gran realismo). Blancanieves suponía además la primera incursión de Disney en personajes humanos, con lo que éste decidió explorar la feminidad en El carnaval de las galletas (Ben Sharpsteen, 1935) y La Diosa de la primavera (Wilfred Jackson, 1934) antes de diseñar a su nueva protagonista. Todo esto muestra que el éxito de Disney no se debe a la casualidad, sino a un trabajo exhaustivo con la perfección como meta.

Alicia en el País de las Maravillas es uno de los films
más arriesgados y menos exitosos de Disney
De no haber sido bien recibida, el destino de la animación habría sido muy diferente, pero por suerte no fue así. Ni mucho menos: Blancanieves sería la película más taquillera de la historia hasta el estreno de Lo que el viento se llevó (Víctor Fleming, George Cukor y Sam Wood, 1939) y su banda sonora se convertiría en la primera comercializable de la historia. Gracias a ello, Disney pudo trabajar con mayor tranquilidad en Pinocho (Ben Sharpsteen y Hamilton Luske, 1940) -uno de los films del estudio más apreciados por la crítica-, Dumbo (Ben Sharpsteen, 1941) -único film Disney donde el protagonista no habla- y Bambi (David Hand, 1942) -favorito personal de Walt Disney-, duras películas que demostraron que hasta el dolor más grande puede superarse. Estas dos últimas obtuvieron lágrimas de niños y mayores por igual al tocar un tema tan sensible como la posible pérdida de la madre, algo que sería común a la mayoría de los films del estudio. El quinteto de la Edad de Oro de Disney se completa con Fantasía (1940), un producto demasiado intelectual que experimentó con la mezcla de bella animación y música clásica.

El único problema de la malvada Maléfica de La bella
durmiente era ser mucho más interesante que la heroína
La Segunda Guerra Mundial llevó a Disney a colaborar con el gobierno en films propagandísticos y a descuidar la producción de largometrajes, que no volvería a brillar con luz propia hasta ocho años después con La Cenicienta (1950), para la que se volvió al mundo de las princesas que tan bien había resultado en Blancanieves. Le siguieron la quizá demasiado original Alicia en el País de las maravillas (1951), la soñadora Peter Pan (1953) y la romántica aunque algo deprimente La dama y el vagabundo (1955). Todas ellas fueron dirigidas por el trío formado por Hamilton Luske, Wilfred Jackson y Clyde Geronimi, quien dirigió a solas la mayor producción del estudio hasta el momento: La bella durmiente (1959), que retrató con gran belleza la era medieval pero cayó en un error clásico: secundarios geniales que eclipsan a los pasivos protagonistas. Junto a Luske y Reitherman (quien dirigiría los grandes clásicos siguientes), Geronimi dirigió 101 dálmatas (1961), todo un éxito de taquilla gracias a la mezcla de la villana Cruella de Vil y los adorables protagonistas perrunos (cuyo número de manchas fue estudiado para ser el menor necesario para garantizar la imagen de dálmatas sin arruinar al estudio). Walt Disney se limitaba a las tareas de producción y no dirigió un solo largometraje, tarea que destinaba a sus  colaboradores. Además en esta época la creación del parque temático Disney World ocupaba gran parte de su tiempo.

Tal y como le había sucedido a Alicia, la divertida Merlín el encantador (Wolfgang Reitherman, 1963) se vio perjudicada por su originalidad. Curiosamente, ambas son de las más valoradas hoy en día. Al mismo tiempo, el estudio trabajaba en films de acción real de todo tipo, entre los que destaca la maravillosa Mary Poppins (Robert Stevenson, 1964) con su supercalifragilísticoespialidoso. Pero, de pronto, en el punto más álgido de su carrera, Disney, más fumador y antisocial de lo que cabría esperar de tal figura, perdió la batalla contra el cáncer. El dolor general fue tal que empezó a difundirse el rumor de que había sido congelado para no asumir su muerte.

La pareja cómica secundaria es clave de La Sirenita 
y otros muchos films Disney
Cuando el mundo entero aún lloraba la muerte del gran genio de la animación, fue estrenada El libro de la selva (Wolfgang Reitherman, 1967), a la que el contexto convirtió en la película Disney más querida de la historia. Las innovaciones eran nulas, pero una historia entretenida, personajes memorables y canciones pegadizas garantizaron su éxito. Muy diferente fue el destino de Los aristogatos (Wolfgang Reitherman, 1970), que sencillamente era una mala mezcla de los films anteriores (aunque, eso sí, con asombrosos fondos), o la curiosa versión de Robin Hood (Wolfgang Reitherman, 1973). Ésta última era divertida y poseía una banda sonora maravillosa, pero los críticos no tuvieron piedad con la adaptación simplona de la mítica historia e incluso la apodaron injustamente la peor película del estudio. En 1977 nació Winnie de Pooh y fue estrenada la tierna y popular Los rescatadores (Wolfgang Reitherman, John Lounsbery y Art Stevens, 1977), que supuso la última película en la que participó el equipo creativo clásico del estudio (“Los nueve viejos hombres”), cuyo talento fue combinado con el de nuevas mentes creativas más jóvenes que revitalizarían el estudio.

El primer film del “nuevo Disney” fue Tod y Toby (Art Stevens, Ted Berman y Richard Rich, 1981), con un bello mensaje sobre la amistad entre seres destinados a odiarse. Pero la transición fue algo irregular y dio lugar a la peor etapa del estudio hasta el momento con la mediocre Tarón y el caldero mágico (Ted Berman, y Richard Rich, 1985), la poco atractiva Basil el ratón superdetective (John Musker, Ron Clements, Burny Mattinson y David Michener, 1986) o la sorprendentemente exitosa Oliver y su pandilla (George Scribner, 1988). Conscientes de que Tarón había sido mal planificada, se consideró realizar un nuevo montaje del film, pero pronto se comprobó que empezar de cero sería más rápido.

La Bella y la Bestia obtuvo el Globo de Oro a mejor
película musical y tres nominaciones sin precedentes
en la categoría de mejor canción de los Oscars. 

Sólo El rey león repetiría tal hazaña.
Sin embargo, cuando todo parecía perdido, llegó el renacimiento. La sirenita (John Musker y Ron Clements, 1989) conformó un mundo subacuático lleno de personajes entrañables y canciones que no estaban creadas para rellenar, sino para avanzar la historia. Así, “Parte de él” nos trasladaba al corazón de la protagonista, “Bajo del mar” reflejaba la oposición de los dos mundos de la historia, “Pobres almas en desgracia” transmitía la maldad de Úrsula y “Bésala” mostraba el amor entre el príncipe y Ariel a la par que creaba tensión en torno al tan necesario beso. Alan Menken y Howard Ashman fueron los artífices de ésta maravillosa banda sonora, al igual que de las de La Bella y la Bestia (Gary Trousdale y Kirk Wise, 1991), primer film animado nominado al Oscar a mejor película, y Aladdín (John Musker y Ron Clements, 1992), la película mejor animada del estudio (sobre todo gracias al fantástico Genio), ambas historias de amor aparentemente imposibles. Pero una historia evocadora, personajes memorables, bellos paisajes africanos, maravillosas canciones de Elton John y Tim Rice y banda sonora de Hans Zimmer convierten a El rey león (Rob Minkoff y Roger Allers, 1994) en el éxito del siglo. Todas ellas ganaron sendos Oscars en las categorías de banda sonora y canción, llevando a la Academia a la absurda decisión de dividir el premio musical entre dramas y comedias para devolver la emoción a la categoría. La ecologista Pocahontas (Mike Gabriel y Eric Goldberg, 1995) descuidó bastante el guión (que jugaba inadecuadamente con el serio tema de la colonización) pero los Oscars mencionados no se le escaparon.

El rey león es una historia sobre crecer...
y muchos crecimos con ella
De hecho, la música ha sido siempre una gran baza del estudio y, aunque El jorobado de Notre Dame (Gary Trousdale y Kirk Wise, 1996) juega sin rumbo con un clásico de la literatura y Hércules (John Musker y Ron Clements, 1997) cae en el humor fácil, sus excelentes canciones las vuelven inolvidables. Más inspiradas a nivel narrativo estuvieron Mulán (Barry Cook y Tony Bancroft, 1998) y Tarzán (Kevin Lima y Chris Buck, 1999), dos emocionantes historias de superación personal bellamente animadas. Al mismo tiempo, surgían multitud de secuelas de clásicos Disney en las que Bella y la Bestia celebran la Navidad, Cenicienta prepara un banquete o Pocahontas se vuelve promiscua. Entre decenas de ellas, tan sólo la aventurera Los rescatadores en Cangurolandia (Hendel Butoy y Mike Gabriel, 1990) y la romántica El rey león 2 (Darrell Rooney y Rob LaDuca, 1998) merecen ser recordadas.

Las heroínas modernas son más activas que su 
predecesoras. El heroísmo de Mulán es emocionante
Desde entonces, el estudio ha atravesado una etapa de problemas administrativos y creativos que ha llevado a muchos a perder la fe en él. La incursión en la animación digital ha creado envolventes films como Dinosaurio (Eric Leighton y Ralph Zondag, 2000), en la que el gran realismo de la animación se ve lastrado por la presencia de lémures entre dinosaurios parlantes, o El planeta del tesoro (John Musker y Ron Clements, 2002), un remake moderno de La isla del tesoro para el que las verosimilitudes científicas son lo de menos. De hecho, los mayores triunfos recientes del estudio se han dado apartándose de los cuentos tradicionales: la hilarante El emperador y sus locuras (Mark Dindal, 2000) convierte a un emperador egoísta en llama, la hawaiana Lilo & Stich (Dean DeBlois y Chris Sanders, 2002) retrata con realismo la relación entre dos hermanas y la trepidante Bolt (Chris Williams y Byron Howard, 2008) sigue las andanzas de un perro estrella de televisión que cree que la acción transcurrida en su serie es real. Se trata de buenas películas, pero su estilo no es comparable al de clásicos como Bambi o El rey león. Sin embargo, los intentos por recuperar el estilo clásico no han dado resultado: lo único destacable de Hermano oso (Aaron Blaise y Bob Walker, 2003) son las canciones de Phil Collins y el único mérito de Tiana y el sapo (John Musker y Ron Clements, 2009) es la supuesta superación del racismo achacado al estudio mediante una protagonista afroamericana (convertida en rana gran parte de la película, eso sí). Las demás obras de esta etapa no merecen siquiera ser mencionadas.

El planeta del tesoro crea una atmósfera envolvente 
gracias a una maravillosa ambientación futurista

El camino de los clásicos Disney ha incluido siempre subidas y bajadas. Tan sólo los periodos comprendidos entre 1937 y 1942, 1950 y 1967, y 1989 y 2002 pueden considerarse realmente exitosos, lo que supone 33 de los 75 años transcurridos desde el estreno de su primer film. Muchos han visto en Enredados la posibilidad de que el sueño se haga realidad: films animados adaptados al mundo actual sin perder la esencia Disney con la que todos hemos crecido. Esta esencia se percibe con facilidad, pero es imposible de describir con palabras; quizá por eso se conoce sencillamente como Magia Disney.


© El copyright del texto pertenece exclusivamente a Juan Roures
© El copyright de las imágenes pertenece a sus respectivos autores y/o productoras/distribuidoras

9 comentarios:

  1. Todos mantenemos la esperanza de que vuelvan a encontrar ese toque personal que les caracteriza: un equilibrio perfecto entre risas, canciones y sentimientos.

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  2. Exacto la Mágia Disney... ains, ahora quiero ver otra vez el Libro de la Selva... creo que las películas de Disney son las que más he visto en mi vida y nunca me canso de ellas. Todavía sigo esperando mi Aladin, sueño con viajar por el rio con Baloo y adoraría caminar entre leones con Simba :D

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    1. Esa es parte de su magia: por mucho que las veas, nunca te cansas.

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  3. Es curioso cómo la factoría Disney ha conseguido (y sigue consiguiendo a pesar de los altibajos) implantarse en la memoria de tantas generaciones, yo siempre le agradeceré el haberme regalado tantas historias mediante las que revivir mi infancia. Ojala tuviese el talento que hay que tener para trabajar en una fábrica de sueños como Disney o Pixar!

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  4. Jajajaja!!! XD, osea que no está congelado... Qué poca gracia!!!...
    Hay que resaltar que en general los personajes secundarios tienen más gracia que los protagonistas, pero lo que es aún peor es que los malos también. ¿Con quién te quedarías: Pongo o Cruella de Vil, la boba Ariel o la fabulosa Ursula, la cursi Bella o la poderosa MALÉFICA!!!?

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    1. Me quedo con Ursula, Malefica y Cruella, ¡por supuesto! Aunque algunos héroes ganan a sus oponentes como Simba y Bella, es cierto que en general los protagonistas son más sosos y atontados que los villanos. Y los secundarios suelen aportar la chispa: Flownder y Sebastián, el Genio, Timon y Pumba... Ese es el principal problema de los films recientes del estudio: los malos ya no tienen gracia y los secundarios están menos cuidados. Por eso son tan importantes la mala y los secundarios de Enredados

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  5. Me gustan muchas de las películas mencionadas, más mi favorita de Disney es "Pinocho". Brinda muchas enseñanzas.
    Saludos
    David de observandocine.com

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    1. Es curioso como "Pinocho" es la favorita de tantos cinéfilos y sin embargo no atraiga demasiado al público medio. Quizá es demasiado oscura (lo que hizo que en su momento no tuviera demasiado éxito), aunque sin duda muy destacable.

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  6. Gran cronología y repaso de las películas, me ha parecido muy muy interesante! es una pena que a algunos niños no les inculquen la cultura Disney, muchos padres, porque no están de acuerdo con los temas "tan crueles" que trata, como por ejemplo la muerte del padre de Simba o el futuro de una mujer como dulce esposa de un príncipe azul. Creo que no hay que sacar las cosas de quicio, tanto la muerte como las parejas felices que existen son una realidad ¿qué hay de malo en hablar de ello? ¡Qué la magia Disney viva muchos años! :) por cierto, me encanta el diseño de tu blog, un saludo y ya tienes una seguidora más.

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