26 agosto 2016

'Kubo y las dos cuerdas mágicas': ritmo de occidente, magia de oriente

En celebración de su décimo cumpleaños, el siempre interesante estudio cinematográfico Laika Animation ha confeccionado su cinta más redonda hasta la fecha tras regalarnos Los mundos de Coraline (Henry Selick, 2009), El alucinante mundo de Norman (Chris Butler y Sam Fell, 2012) y Los Boxtrolls (Graham Annable y Anthony Stacchi, 2014), todas ellas poseedoras de una peculiar combinación de atmósferas góticas y nostálgicas, humor dulce pero extravagante y gráficos stop-motion tan encantadoramente artesanos como refinadamente precisos. Las tres cintas optaron a un Óscar que Kubo y las dos cuerdas mágicas podría perfectamente ganar, si bien deberá verse las caras de nuevo con pesos pesados de Disney Pixar: el Buscando a Dory de Andrew Stanton y Angus MacLane; la Vaiana de John Musker y Ron Clements y el Zootrópolis de Byron Howard, Rich Moore y Jared Bush.

Kubo y las dos cuerdas mágicas (Kubo and the Two Strings, 2016)
Kubo y las dos cuerdas mágicas es una de las
favoritas para los próximos Premios Annie
Kubo y las dos cuerdas mágicas (Kubo and the Two Strings, 2016), debut en el largometraje de Travis Knight, nos traslada fastuosamente a un Japón envuelto en leyenda donde el pequeño Kubo vive apaciblemente entre cuentos fantásticos hasta que los espíritus del pasado dan un repentino giro a su vida que lo embarcará en una aventura inolvidable a compartir con una mona aleccionadora y un atolondrado escarabajo gigante. Los prestigiosos y (casi) siempre excelentes Matthew McConaughey, Charlize Theron, Rooney Mara y Ralph Fiennes —todos caucásicos, para enfado de la Media Action Network for Asian Americans— conforman, junto al joven, Art Parkinson el fantástico reparto vocal, dando una fuerza al divertido guion de Marc Haimes y Chris Butler que se pierde ligeramente en la versión doblada. Lo que por supuesto se mantiene intacto en todas las lenguas es el maravilloso plano visual, repleto de exóticos paisajes y sinuosos movimientos con los que la tecnología 3D envuelve al espectador desde el comienzo de la proyección. El gran Dario Marianelli, ganador del Óscar por Expiación (Joe Wright, 2007) aporta una bella partitura a la que pone la guinda la versión en shamisen (el instrumento musical que, junto al ensoñador origami, otorga al film su peculiar esencia) de Regina Spektor del tema “While My Guitar Gently Weeps” de Los Beatles.

Los evocadores carteles revelan
la esencia mística del film
Y es que nos encontramos ante una producción animada técnicamente redonda en la que todos los elementos se funden para conformar un universo muy personal que acoge una historia quizá demasiado sencilla (y no siempre coherente) pero efectiva que conjuga acertadamente la narrativa oriental y la occidental. En la línea de Kung Fu Panda (Mark Osborne, John Stevenson, 2008), al trepidante ritmo de las producciones estadounidenses se suma una poética mirada que envuelve el film en una dolorosa melancolía tornada por momentos en pura tristeza: la muerte y el pasado están tan presentes que, pese a los constantes toques de humor, resulta difícil no conmocionarse. Sin embargo, el mensaje no es en absoluto desesperanzador, sino que insta a conjugar lo vivido y por vivir para comprender y aceptar la propia existencia. Todo ello da como resultado uno de los mejores entretenimientos familiares del año, siendo su tono y cadencia ideales para ofrecer distintos placeres y lecturas a todas —sí, absolutamente todas— las edades.


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